domingo, 11 de septiembre de 2016

COMUNITAS MATUTINA 11 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO



“Pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado”
(Lucas 15: 32)
Lecturas:
1.   Exodo 32: 7 – 11 y 13 – 14
2.   Salmo 50: 3 – 4 y 12 – 19
3.   1 Timoteo 1: 12 – 17
4.   Lucas 15: 1 – 32
En materia religiosa lo màs grave que hemos hecho los humanos – y seguimos haciéndolo!! – es distorsionar por completo a Dios, haciendo de èl una proyección de nuestros deseos e intenciones, con gran frecuencia desequilibrados, injustos y  excluyentes .
No es en vano el trabajo  de  algunos pensadores notables que  han recogido tendencias de la humanidad para negar con vehemencia imágenes de Dios. Es el ateísmo surgido de los “maestros de la sospecha” como Marx, Freud, Feuerbach, Nietzsche, que se niegan a aceptar a un Dios que oprime a la humanidad, que sofoca sus tendencias naturales de gozo y felicidad, que frustra el ímpetu vital que llevamos dentro, que nos condena a castigos excesivos y despiadados.
Las lecturas de este domingo, y màs concretamente el texto del capìtulo 15 de Lucas , son una poderosa ayuda para someter a la màs rigurosa crìtica estas concepciones  falseadas de Dios, que también conllevan concepciones  falseadas de los seres humanos en cuanto nos dejamos seducir por el egoísmo, por la intransigencia y por la incapacidad de perdonar, por la violencia ejercida sobre los demás, por utilizarlos como objetos desconociendo su dignidad, por no dar pie a la esperanza y al amor.
Miremos el contexto del evangelio de hoy: “Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a èl para oìrle. Los fariseos y los maestros de la ley murmuraban: este acoge a los pecadores y come con ellos” (Lucas 15: 1 – 2), el escueto párrafo de Lucas describe muy bien la esperanza que suscita Jesùs en los pecadores, su tratamiento distinto y misericordioso hacia ellos, en abierto contraste con la envidia y presunción de los que se sentían muy religiosos y estrictos observantes de la ley.
A esto,  Jesùs responde con las tres parábolas que leemos en el capìtulo 15 de Lucas, todas ellas atravesadas por la revelación del Dios misericordioso, cercano, transformador del ser humano, tan distante del justiciero implacable de muchas mentalidades religioso-morales, como las de aquellos arrogantes maestros y sacerdotes del templo.
Es de notar que a la murmuración y crìtica de sus adversarios ,Jesùs no responde con un ataque durísimo a su hipocresía sino contando de manera muy pedagógica, como era su estilo, las tres parábolas que insisten en el gozo inmenso del Padre por el pecador que se deja liberar de sus afecciones desordenadas, y que recibe humildemente el don de la compasión y de la misericordia.
Claramente los fariseos y similares tenìan una idea equivocada de Dios, lo asociaban con la ley, con el cumplimiento riguroso de esta, haciendo de tal lógica la estructura fundante de la religiosidad y de lo que ellos entendían como santidad, también con el aspecto correlativo de la culpabilizaciòn y castigo de quien iba en contra de este ordenamiento. Jesùs desbarata esta concepción cuando afirma la bondad absoluta de Dios para todos nosotros!
Es el esfuerzo desmedido que se simboliza en el pastor que va en busca de la oveja perdida: “Les digo que, de igual modo, habrá màs alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lucas 15: 7), o la emoción de la mujer que busca su moneda extraviada: “Les digo que, del mismo modo, habrá alegría entre los àngeles de Dios por un solo pecador que se convierta” (Lucas 15: 10).
Definitivamente el Dios que se nos revela en Jesùs, Abba Padre – Madre, no es el rìgido contabilista de faltas y pecados, siempre a la cacerìa despiadada de los malvados, que establece una escala milimétrica de condenas y castigos de acuerdo al tamaño de la pecaminosidad. Este Dios , que es la esencia de lo que llamamos con esperanza Buena Noticia – Evangelio , es siempre vuelto amorosamente hacia el ser humano en disposición de salvación, de liberación, de reconstrucción exquisita de lo desfigurado por el pecado y por la injusticia.
La parábola del Padre compasivo es, desde las categorías de los fariseos y de los guardianes de la ley, escandalosa y provocadora en cuanto rompe los ídolos de toda religión, frutos de los intereses egoístas que pretenden manipular a la divinidad. El Dios de Jesùs se identifica con cada una de sus creaturas haciéndolas partìcipes de todo lo que El es.
Son tres las actitudes que encontramos en la parábola:
-      La del hijo menor que queriendo ser libre rompe con el hogar paterno: “Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchò a un país lejano, donde malgastò su hacienda viviendo como un libertino” (Lucas 15: 13).
-      La del Padre compasivo que se puso dichoso por el retorno del hijo y ordenò la celebración de una fiesta para festejar el retorno al hogar: “Traigan el novillo cebado, màtenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mìo había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado” (Lucas 15: 23 – 24).
-      La del hermano mayor que manifiesta su inconformidad y envidia porque a su hermano, malo y pecador, le hacen tal festejo: “Hace muchos años que te sirvo y jamàs dejè de cumplir una orden tuya. Sin embargo, nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos. Y ahora que ha venido ese hijo tuyo que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para èl el novillo cebado” (Lucas 15: 29 – 30).
Con la sabia sencillez de este lenguaje metafórico, Jesùs nos induce a considerar en cuàl actitud estamos, en què Dios confiamos, cuàles son las implicaciones del mismo para nuestra vida, y nos lleva a descubrir un Padre -  Madre que nada tiene que ver con el vasallaje servil, con el juez meticuloso que investiga y condena, con el autoritario que defiende su gloria por encima de todo. Es un Dios que no es “autorreferencial”, como dice Francisco, un Dios que no sabe de pedestales sino de encuentros y abrazos saturados de misericordia!
Vale la pena que nos planteemos con hondura esta lógica salvadora del Dios de Jesùs, genuina sustancia del cristianismo, en esta hora de nuestro país cuando nos disponemos a entrar en un proceso de paz que supone toda la capacidad de perdón y de reconciliación para emprender un nuevo dinamismo social donde no estemos empeñados en apropiarnos de la vida, bienes y conciencia de los demás, sino en aventurarnos en la tarea de construir un país incluyente, reconocedor de derechos y dignidades, y capaz de poner punto final a esta dramática historia de violencia.
El Dios de Jesùs es don absoluto y total. De esto es testigo Pablo, y asì lo testimonia en su carta a Timoteo, segunda lectura de este domingo: “Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesùs, Señor nuestro, que me considerò digno de confianza al colocarme en el ministerio, a mì que antes fuì un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero encontrè misericordia porque obrè por ignorancia cuando no era creyente. Pero la gracia de nuestro Señor sobreabundò en mì….” (1 Timoteo 1: 12 – 14).
Pablo, fariseo de pura cepa, implacable en su persecución a los primeros discípulos de Jesùs, representante de ese estilo religioso autojustificado y desbordado de vanidad moral y ritual, es desarmado y trastocado en sus convicciones cuando se encuentra con esta evidencia ilimitada de misericordia y amorosa cercanìa. Argumento contundente a favor de la certeza de que no somos nosotros los que buscamos a Dios, sino El que siempre està a nuestra disposición buscándonos para darnos la mejor y màs saludable posibilidad de vida digna y significativa.
Si somos capaces de entrar en esta comprensión ,  cambiarà nuestra idea de los “buenos” y de los “malos”. El no nos ama porque seamos buenos, simplemente lo hace porque somos sus creaturas, por esto El lo apuesta todo por nosotros. La bondad, este orden de cosas, es porque Dios està en nosotros , muy a menudo a pesar de nosotros mismos. Esta es la gran manifestación de su total gratuidad!
En el relato del Exodo – primera lectura de hoy – encontramos buenas pistas para respaldar este gozoso descubrimiento. Dios “se hace” el que va a castigar al pueblo por su dedicación a la idolatrìa, por querer manipularlo y someterlo a sus intereses. Ante esto,  Moisès, sabedor de las entrañas amorosas de Yavè, intercede para que se descubra su realidad misericordiosa: “Abandona el ardor de tu cólera y arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo” (Exodo 32: 12).
Moisès tiene  firme seguridad en la misericordia de Dios y, siendo responsable de este pueblo que va por el desierto, no desecha el compromiso que tiene con su gente, aùn a pesar del pecado y del alejamiento. Esta misma disposición es la que està presente todo el tiempo en Jesùs, cuya vida es toda para esta causa del amor ilimitado y de la mano tendida para rehacer al ser humano de su desvarìo.
Dios solo puede amar, el perdón en El significa que su amor no acaba cuando nosotros fallamos, como pasa entre los humanos, que nos apartamos de alguien porque deshace los vínculos establecidos. La autèntica revolución del cristianismo, del seguimiento de Jesùs, es esta gratuidad que no sabe de lìmites, este amor apasionado por la humanidad, este terco empeño en perdonarnos y darnos siempre la oportunidad de la vida trascendente y libre del desamor.

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