“Pero convenía celebrar
una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la
vida, se había perdido y ha sido hallado”
(Lucas
15: 32)
Lecturas:
1.
Exodo 32: 7 – 11 y 13 – 14
2.
Salmo 50: 3 – 4 y 12 – 19
3.
1 Timoteo 1: 12 – 17
4.
Lucas 15: 1 – 32
En materia religiosa lo
màs grave que hemos hecho los humanos – y seguimos haciéndolo!! – es
distorsionar por completo a Dios, haciendo de èl una proyección de nuestros deseos
e intenciones, con gran frecuencia desequilibrados, injustos y excluyentes .
No es en vano el
trabajo de algunos pensadores notables que han recogido tendencias de la humanidad para
negar con vehemencia imágenes de Dios. Es el ateísmo surgido de los “maestros
de la sospecha” como Marx, Freud, Feuerbach, Nietzsche, que se niegan a aceptar
a un Dios que oprime a la humanidad, que sofoca sus tendencias naturales de
gozo y felicidad, que frustra el ímpetu vital que llevamos dentro, que nos
condena a castigos excesivos y despiadados.
Las lecturas de este
domingo, y màs concretamente el texto del capìtulo 15 de Lucas , son una
poderosa ayuda para someter a la màs rigurosa crìtica estas concepciones falseadas de Dios, que también conllevan concepciones
falseadas de los seres humanos en cuanto
nos dejamos seducir por el egoísmo, por la intransigencia y por la incapacidad
de perdonar, por la violencia ejercida sobre los demás, por utilizarlos como
objetos desconociendo su dignidad, por no dar pie a la esperanza y al amor.
Miremos el contexto del
evangelio de hoy: “Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a èl para oìrle. Los
fariseos y los maestros de la ley murmuraban: este acoge a los pecadores y come
con ellos” (Lucas 15: 1 – 2), el escueto párrafo de Lucas describe muy
bien la esperanza que suscita Jesùs en los pecadores, su tratamiento distinto y
misericordioso hacia ellos, en abierto contraste con la envidia y presunción de
los que se sentían muy religiosos y estrictos observantes de la ley.
A esto, Jesùs responde con las tres parábolas que
leemos en el capìtulo 15 de Lucas, todas ellas atravesadas por la revelación
del Dios misericordioso, cercano, transformador del ser humano, tan distante
del justiciero implacable de muchas mentalidades religioso-morales, como las de
aquellos arrogantes maestros y sacerdotes del templo.
Es de notar que a la
murmuración y crìtica de sus adversarios ,Jesùs no responde con un ataque
durísimo a su hipocresía sino contando de manera muy pedagógica, como era su
estilo, las tres parábolas que insisten en el gozo inmenso del Padre por el
pecador que se deja liberar de sus afecciones desordenadas, y que recibe
humildemente el don de la compasión y de la misericordia.
Claramente los fariseos
y similares tenìan una idea equivocada de Dios, lo asociaban con la ley, con el
cumplimiento riguroso de esta, haciendo de tal lógica la estructura fundante de
la religiosidad y de lo que ellos entendían como santidad, también con el
aspecto correlativo de la culpabilizaciòn y castigo de quien iba en contra de
este ordenamiento. Jesùs desbarata esta concepción cuando afirma la bondad
absoluta de Dios para todos nosotros!
Es el esfuerzo
desmedido que se simboliza en el pastor que va en busca de la oveja perdida: “Les
digo que, de igual modo, habrá màs alegría en el cielo por un solo pecador que
se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de
conversión” (Lucas 15: 7), o la emoción de la mujer que busca su moneda
extraviada: “Les digo que, del mismo modo, habrá alegría entre los àngeles de Dios
por un solo pecador que se convierta” (Lucas 15: 10).
Definitivamente el Dios
que se nos revela en Jesùs, Abba Padre – Madre, no es el rìgido contabilista de
faltas y pecados, siempre a la cacerìa despiadada de los malvados, que
establece una escala milimétrica de condenas y castigos de acuerdo al tamaño de
la pecaminosidad. Este Dios , que es la esencia de lo que llamamos con
esperanza Buena Noticia – Evangelio , es siempre vuelto amorosamente hacia el
ser humano en disposición de salvación, de liberación, de reconstrucción
exquisita de lo desfigurado por el pecado y por la injusticia.
La parábola del Padre
compasivo es, desde las categorías de los fariseos y de los guardianes de la
ley, escandalosa y provocadora en cuanto rompe los ídolos de toda religión,
frutos de los intereses egoístas que pretenden manipular a la divinidad. El
Dios de Jesùs se identifica con cada una de sus creaturas haciéndolas
partìcipes de todo lo que El es.
Son tres las actitudes
que encontramos en la parábola:
-
La del hijo menor que queriendo ser
libre rompe con el hogar paterno: “Pocos días después, el hijo menor lo reunió
todo y se marchò a un país lejano, donde malgastò su hacienda viviendo como un
libertino” (Lucas 15: 13).
-
La del Padre compasivo que se puso
dichoso por el retorno del hijo y ordenò la celebración de una fiesta para
festejar el retorno al hogar: “Traigan el novillo cebado, màtenlo, y
comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mìo había muerto y ha vuelto
a la vida; se había perdido y ha sido hallado” (Lucas 15: 23 – 24).
-
La del hermano mayor que manifiesta su
inconformidad y envidia porque a su hermano, malo y pecador, le hacen tal
festejo: “Hace muchos años que te sirvo y jamàs dejè de cumplir una orden tuya.
Sin embargo, nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos.
Y ahora que ha venido ese hijo tuyo que ha devorado tu hacienda con
prostitutas, has matado para èl el novillo cebado” (Lucas 15: 29 – 30).
Con la sabia sencillez
de este lenguaje metafórico, Jesùs nos induce a considerar en cuàl actitud
estamos, en què Dios confiamos, cuàles son las implicaciones del mismo para
nuestra vida, y nos lleva a descubrir un Padre - Madre que nada tiene que ver con el vasallaje
servil, con el juez meticuloso que investiga y condena, con el autoritario que
defiende su gloria por encima de todo. Es un Dios que no es “autorreferencial”,
como dice Francisco, un Dios que no sabe de pedestales sino de encuentros y
abrazos saturados de misericordia!
Vale la pena que nos
planteemos con hondura esta lógica salvadora del Dios de Jesùs, genuina
sustancia del cristianismo, en esta hora de nuestro país cuando nos disponemos
a entrar en un proceso de paz que supone toda la capacidad de perdón y de
reconciliación para emprender un nuevo dinamismo social donde no estemos
empeñados en apropiarnos de la vida, bienes y conciencia de los demás, sino en
aventurarnos en la tarea de construir un país incluyente, reconocedor de
derechos y dignidades, y capaz de poner punto final a esta dramática historia
de violencia.
El Dios de Jesùs es don
absoluto y total. De esto es testigo Pablo, y asì lo testimonia en su carta a
Timoteo, segunda lectura de este domingo: “Doy gracias a aquel que me revistió de
fortaleza, a Cristo Jesùs, Señor nuestro, que me considerò digno de confianza
al colocarme en el ministerio, a mì que antes fuì un blasfemo, un perseguidor y
un insolente. Pero encontrè misericordia porque obrè por ignorancia cuando no
era creyente. Pero la gracia de nuestro Señor sobreabundò en mì….” (1
Timoteo 1: 12 – 14).
Pablo, fariseo de pura
cepa, implacable en su persecución a los primeros discípulos de Jesùs,
representante de ese estilo religioso autojustificado y desbordado de vanidad
moral y ritual, es desarmado y trastocado en sus convicciones cuando se
encuentra con esta evidencia ilimitada de misericordia y amorosa cercanìa.
Argumento contundente a favor de la certeza de que no somos nosotros los que
buscamos a Dios, sino El que siempre està a nuestra disposición buscándonos
para darnos la mejor y màs saludable posibilidad de vida digna y significativa.
Si somos capaces de
entrar en esta comprensión , cambiarà
nuestra idea de los “buenos” y de los “malos”. El no nos ama porque seamos
buenos, simplemente lo hace porque somos sus creaturas, por esto El lo apuesta
todo por nosotros. La bondad, este orden de cosas, es porque Dios està en
nosotros , muy a menudo a pesar de nosotros mismos. Esta es la gran
manifestación de su total gratuidad!
En el relato del Exodo
– primera lectura de hoy – encontramos buenas pistas para respaldar este gozoso
descubrimiento. Dios “se hace” el que va a castigar al pueblo por su dedicación
a la idolatrìa, por querer manipularlo y someterlo a sus intereses. Ante esto, Moisès, sabedor de las entrañas amorosas de
Yavè, intercede para que se descubra su realidad misericordiosa: “Abandona
el ardor de tu cólera y arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo” (Exodo
32: 12).
Moisès tiene firme seguridad en la misericordia de Dios y,
siendo responsable de este pueblo que va por el desierto, no desecha el
compromiso que tiene con su gente, aùn a pesar del pecado y del alejamiento.
Esta misma disposición es la que està presente todo el tiempo en Jesùs, cuya
vida es toda para esta causa del amor ilimitado y de la mano tendida para
rehacer al ser humano de su desvarìo.
Dios solo puede amar,
el perdón en El significa que su amor no acaba cuando nosotros fallamos, como
pasa entre los humanos, que nos apartamos de alguien porque deshace los vínculos
establecidos. La autèntica revolución del cristianismo, del seguimiento de
Jesùs, es esta gratuidad que no sabe de lìmites, este amor apasionado por la
humanidad, este terco empeño en perdonarnos y darnos siempre la oportunidad de
la vida trascendente y libre del desamor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario