domingo, 12 de marzo de 2017

COMUNITAS MATUTINA 12 DE MARZO DOMINGO II DE CUARESMA



“Esta gracia se ha hecho patente ahora con la manifestación de nuestro salvador Cristo Jesùs, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio”
(2 Timoteo 1: 10)

Lecturas:
1.   Gènesis 12: 1-4
2.   Salmo 32: 4-5;18-19 y 20-22
3.   2 Timoteo 1: 8-10
4.   Mateo 17: 1-9
Este domingo, mediante el relato de la Transfiguraciòn propuesto por Mateo, se nos remite a un asunto permanente de la condición humana,  el misterio de la muerte y de la vida, el del gozo y el dolor, el de la destrucción-aniquilamiento y el de la regeneración y transformación, el de la  oscuridad y el de la luz.  Todo esto va sucediendo constantemente en nuestras vidas, hasta que viene el momento definitivo de la muerte y , con esto, el paso a la plenitud, a la luminosidad definitiva.
El ambiente de cuaresma no puede ser sombrìo porque nos hace conscientes de la esperanza radical que sustenta nuestra existencia, es Dios mismo quien nos ha asumido en el Señor Jesucristo, El se ha apropiado de todo lo humano , se ha implicado vitalmente en todo lo que somos para liberarlo del absurdo y de la tragedia orientándolo hacia la vida plena de la que El es portador prototípico. Lo que el pecado y la muerte desfiguran es transfigurado en El mismo que nos pone junto al Padre.
Asì las cosas, se trata de asumir todo lo que en nosotros es muerte, pecado, egoísmo, injusticia, tinieblas, para integrarnos al proyecto de Jesùs en la perspectiva pascual. Este es el camino que se nos llama a recorrer durante el período cuaresmal.
Abraham – referido por la primera lectura – es un relato estupendo de este trànsito de lo oscuro a lo luminoso a partir de su encuentro con Yavè. Es el prototipo de uno de los muchos grupos hebreos que emigraban buscando mejores maneras de vivir, como sucede con millones en el mundo de hoy.
En ese esfuerzo existencial, profundamente humano y no pocas veces doloroso, escuchan el llamado a dejarlo todo y a fiarse de una novedosa promesa de vida: “Yahvè dijo a Abrahan: vete de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostrarè. De ti harè una nación grande y te bendecirè. Engrandecerè tu nombre, y seràs tu mismo una bendición para muchos” (Gènesis 12: 1-2).
Leamos el relato involucrándonos también en nuestros proyectos de vida, en los emprendimientos màs significativos que hayamos tenido o que estemos a punto de realizar, viendo còmo tenemos que salir de un mundo de seguridades, haciendo rupturas con todo aquello que nos impide vivir con sentido, tomando decisiones de fondo, algunas de ellas muy fuertes, y corriendo el riesgo de una nueva vida en la que vislumbran libertades y plenitudes  mayores, nuestras “tierras prometidas” como las que alimentaron la esperanza de este Abrahán y de su gente.
Dios no està en el horizonte de la humanidad para respaldar egoísmos y comodidades que insensibilizan, El irrumpe en nuestra historia para convocar a existencias libres y dignas, para apasionarse por los mejores ideales, los que suscitan en nosotros la màs profunda humanidad, los que nos hacen inconformes con la medianìa y con las biografías grises y rutinarias. Se trata de buscar la luz y la libertad, de darle una nueva figura a todo lo que somos y hacemos.
Muchos salen de situaciones aberrantes de injusticia, de pobreza, de violencia, en búsqueda de espacios para desarrollarse libre y felizmente, el fenómeno de las migraciones en nuestros días es intenso y dramático, no se resignan a someterse a las fuerzas de la muerte. Otros, sin desplazarse de sus lugares, descubren novedosas posibilidades en las que se juegan ideales mucho mayores que ganar dinero y obtener éxitos, son los que apuestan por vidas crìticas, proféticas, liberadas y liberadoras. Dònde quedamos nosotros ante estas alternativas?
El relato bíblico pone el origen de Israel en esta migración mitológica, justificándola en el deseo que tiene Yavè de elegirse un pueblo, dato que no tiene nada de casual. Este pueblo encuentra en esta aventura abrahàmica la raíz de su identidad y de su significado: “Bendecirè a quienes te bendigan y maldecirè a quienes te maldigan. Por tì se bendecirán todos los linajes de la tierra” (Gènesis 12: 3).
Este es el hecho, ahora preguntémonos: què tiene que ver esto con nuestra vida? Es un relato capaz de provocar cambios de profundidad en nosotros? Es la gran pregunta de la fe. Dios no nos invita a acomodarnos a un sistema religioso de normas y observancias, sino a un estilo vital en creciente proceso de mejoría ética y espiritual, nos pide abandonar las seguridades alienantes, romper con todo tipo de esclavitud, dejar atrás la mentalidad del éxito individualista y del hacer carrera de poder, y nos promete una vida siempre con sentido, con bienaventuranza, con espíritu de aventura, con plenitud, a sabiendas de que la gran exigencia está   en que tomemos como propios los valores del Evangelio.
En las palabras de Pablo a su discípulo y compañero apostólico, Timoteo, destaca con nitidez el talante de libertad que proviene del Espíritu, una palabra que no se somete a poderes humanos, una palabra que esclarece el sentido teologal de la vida, una palabra portadora de sentido trascendente, una palabra que dignifica al ser humano, una palabra que en Jesucristo tiene la evidencia definitiva de Dios que destruye el absurdo de la muerte y abre la humanidad al futuro pleno que es El mismo: “Esta gracia se ha hecho patente ahora con la manifestación de nuestro salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio, para cuyo servicio he sido yo constituído heraldo, apóstol y maestro” (2 Timoteo 10-11).
En el evangelio de hoy – Mateo 17: 1-9 - queda claro el mensaje: Jesús, que renuncia a asegurarse la vida, obtiene la victoria simbolizada en la transfiguración. Debe tenerse presente lo que dice en el pasaje inmediatamente anterior: “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues, de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” (Mateo 16: 25-26).
 Con estas palabras, es clarísimo que Jesús invita a deponer todo modo de vida cómodo, egoísta, carente de amor y de abnegación, proponiendo crucificarse con El, en el mejor y más amplio sentido de esta expresión. Aquí es donde nuestro relato se configura para transfigurarse.
El episodio narrado  es una teofanía, que quiere decir manifestación de Dios, el autor bíblico escoge la montaña como lugar  simbólico de su comunicación, recordando así diversas escenas del Antiguo Testamento que tienen esta connotación de la montaña como lugar teologal (Moisés en el monte Sinaí, por ejemplo).
 Una cima alta y apartada aleja horizontalmente de los hombres y acerca verticalmente a Dios. En ese contexto tendrá lugar la manifestación gloriosa de Jesús, sólo a tres de los discípulos:” Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y  a su hermano Juan, y los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (Mateo 17: 1-2).
Dispongámonos a captar el profundo sentido teológico de este relato,  y hagámoslo desde esas experiencias de nuestra vida en las que salimos del cansancio, del vacío, de la monotonía, de la angustia existencial, hacia la luz que enciende el corazón y resignifica todo en términos de entusiasmo, de aliento vital, de mirada de largo alcance, de esperanza y de futuro. Estas son auténticas transfiguraciones en las que Dios trabaja haciéndonos más humanos y, por eso mismo, decisivamente divinos.
Este hecho no es contado en beneficio de Jesús, sino como experiencia muy constructiva para los discípulos. Después de escucharle hablar de su pasión y de su muerte, de las duras condiciones que plantea a quienes desean seguirle, tienen tres experiencias complementarias: ven a Jesús transfigurado de forma gloriosa, se les presentan Moisés y Elías y escuchan la voz que dice: “Este es mi hijo amado en quien me complazco, escúchenlo” (Mateo 17: 5).
Qué quiere decir la exquisita teología de esta narración?
-      Que al ver transformados su rostro y sus vestidos tienen la experiencia de que su destino final no es el fracaso, sino la gloria.
-      Al ver a Moisés y a Elías conversando con Jesús tienen la certeza de que El es la plenitud de esta historia religioso-espiritual de Israel y de la revelación de Dios a la humanidad.
-      Al escuchar la voz de la alto saben que no se les está planteando una insensatez sino un camino plenamente configurado con la voluntad del padre.
Esto es para nosotros, hoy en pleno siglo XXI, y para los seres humanos de todos los tiempos de la historia.
Vamos caminando entre luces y sombras, con todo eso que nos es inherente, la radical precariedad de nuestro ser humanos, los sufrimientos, los vacíos, los abandonos, las consecuencias del mal, las incoherencias en las que incurrimos con frecuencia, pero la intervención de Dios nos saca de esas muertes recurrentes, suscita el desarrollo de lo mejor de nosotros, nos lanza a la osadía del amor, al servicio, y nos garantíza verdaderamente que El es principio y fundamento de nuestro ser, sin retóricas, haciéndose evidente en el lenguaje de nuestra propia humanidad, en el que la Palabra por excelencia es el Señor Jesucristo: “Mas Jesús, acercándose a ellos, les tocó y dijo: levántense, no tengan miedo. Ellos alzaron los ojos y no vieron a nadie más que a Jesús” (Mateo 17: 7-8).

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