domingo, 16 de diciembre de 2018

COMUNITAS MATUTINA 16 DE DICIEMBRE III DOMINGO DE ADVIENTO CICLO C


“Yo los bautizo con agua. Pero està a punto de llegar alguien que es màs fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias: el los bautizarà con Espìritu Santo y fuego”
(Lucas 3: 16)
Lecturas

1.   Sofonìas 3: 14 – 18
2.   Salmo Isaìas 12: 2 – 6
3.   Filipenses 4: 4 – 7
4.   Lucas 3: 10 – 18

La primera palabra de la liturgia de este domingo tercero de Adviento – tomada de la segunda lectura – es una invitación a la alegría: “Estèn siempre alegres en el Señor; les repito, estèn alegres[1] , es el común denominador de los textos de hoy.  No se trata de la alegría del espectáculo, de la sociedad de consumo , de los afanes de las fiestas y eventos de conveniencia social , de los regalos costosos, sino del gozo que proviene de la presencia real y eficaz de Dios entre nosotros, el Emmanuel, el Dios que se inserta amorosamente en la humanidad, que asume como propia nuestra condición, un Dios cercano, palpable, ciento por ciento dedicado a nosotros.
 Esta profecía anuncia que estamos afianzados  sobre la realidad del Dios que está en  nuestra historia, en  nuestra realidad, en nuestros dramas, en nuestras plenitudes, para comunicarnos la salvación, el sentido definitivo de la vida, la superación de la ambigüedad y del pesimismo radical,   la capacidad de llevar una existencia con significado trascendente. Dios humano, demasiado humano, para que nosotros lleguemos a ser divinos, demasiado divinos.
Tan feliz  realidad es la razón de estas palabras de Pablo: “No se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presenten a Dios sus peticiones, mediante la oración y la sùplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios , que supera toda inteligencia, custodiarà sus corazones y sus mentes en Cristo Jesùs[2].
Sabemos bien que expresiones como las anteriores, en los textos bíblicos, no surgen de consideraciones piadosas o de vana retòrica religiosa. Allì hay una densa experiencia del Dios que salva, una certeza de vida teologal, que  da soporte al testimonio paulino, causa de la genuina alegría. Estupendo argumento para salir al paso con fuerza profética a todos esos estilos de religión entristecida, sombrìa, obsesionada   con culpas y estrecheces de conciencia.
Esta alegría es consecuencia de un proceso, que empieza por una toma de conciencia de nuestro verdadero ser, en un gran ejercicio de interiorización, de configuración del yo en cuanto sujeto de la relación con Dios, siguiendo lo que quiere decir la palabra inglesa insight, mirada profunda sobre uno mismo para hacerse consciente del propio yo, constitución de la interioridad, materia prima de la relación de trascendencia, de amor, con Dios y con el prójimo, fuente de esta genuina alegría, en la que queremos hacer énfasis en este Adviento: “Yahvè, tu Dios, està en medio de tì, un poderoso salvador!! Exulta de gozo por tì, te renueva con su amor; danza por tì con gritos de jùbilo, como en los días de fiesta[3].
Si descubrimos que Dios forma parte de nuestro ser, encontraremos absoluta seguridad dentro de nosotros. Somos conscientes en nuestra vida personal y colectiva de esta presencia teologal? En Adviento se nos invita a advertir esta bienaventurada realidad y a valorar los alcances de la misma, en la perspectiva de una vida abierta al sentido definitivo , novedosa con la novedad de Dios, dotada de una esperanza cierta, viable, la gran apuesta de El para que todo lo humano sea redimido y liberado.
“La gente le preguntaba: entonces, què debemos hacer?” [4]. La cuestión  es  prueba de la sinceridad de los que se acercan a Juan , de su deseo honesto de acatar la invitación de este profeta a un replanteamiento total de la vida, en clave de Dios y de una humanidad plenamente asumida por El. Con cuatro pinceladas marca el Bautista  la tarea de cambiar la manera de pensar y de actuar:
-      El que tenga dos tùnicas, que las reparta con el que no tiene[5]
-      El que tenga para comer, que haga lo mismo[6]
-      No exijan màs de lo que les està fijado[7], responde a unos publicanos deseosos de conversión
-      No hagan extorsión a nadie; no hagan denuncias falsas[8] , es su respuesta a un grupo de soldados, igualmente deseosos de una nueva vida.
Adviento, tiempo de revisión profunda de todo lo que somos y hacemos, examen de conciencia que hace posible una evaluación a fondo de nuestras motivaciones, prioridades, valores determinantes, actitudes, conductas.
 Es la nuestra una vida inmediatizada por lo utilitario? Sacrificamos el ser a las penosas exigencias del   tener?  Cargamos ladrillos a la sociedad de consumo? Toda nuestra  preocupación consiste en ganancias materiales, comodidades, individualismo y competencia? El prójimo sufriente tiene una presencia significativa en nuestras decisiones o, más bien, sus dramas se nos antojan cosas lejanas de  unos pobrecitos mal dotados ,  por allá en Africa, en Siria, en las comunas de Medellín, en Soacha, en Haití?  Nos dejamos llevar por esta cultura de la velocidad y del estar siempre ocupados sin posibilidad de silencio fecundo?  Nos ponemos la máscara de la felicidad ficticia, perfumada, bien vestida, sin corazón ni humanismo?
 La nuestra es una religión de formalidades rituales sin conversión del corazón? Navidad se nos volvió tiempo  de rumbas y derroches?  El Bautista nos brinda unos indicadores claros para hacer este “control de calidad”:  si estamos perdiendo la vida porque nos dejamos dominar por el sistema, o si  nuestra libertad está abierta a Dios que está aquí para provocar una humanidad redimida de estos sometimientos.


El Bautista, como Jesùs,   ratifica  que no quiere saber nada de las cosas del templo ni del cumplimiento minucioso de la legislación judía, tampoco de una vida sin solidaridad y justicia. Una religiosidad que no llega al prójimo, que no genera   comunión, no es la que Dios quiere. La  conversión que promueve el Bautista está referida directamente a una nueva manera de ser en el servicio y  en la fraternidad.  Es la preocupación sincera por los demás el gran indicador de la conversión a Dios junto con un estilo sobrio, significante de la mesa común para todos.
Destacamos también  que esta predicación no està destinada a asustar con el Dios vengativo que castiga implacablemente, ni  su mentalidad es la de  producir conciencias angustiadas. Sí es un Dios que exige responsabilidades, pero no es la causa  de conciencias apabulladas por los  legalismos obsesivos  de los fariseos del tiempo de Jesús y de otras distorsiones con las que se ha oscurecido su mensaje al paso de los siglos.
Tenemos claro que Dios ya està en nosotros, en nuestra historia? O nos seguimos sintiendo incompletos porque aguardamos a que venga de otra parte el salvador, sin darnos cuenta de su vitalidad creadora y re – creadora, ya presente en nuestra vida.? La encarnación de Dios en nuestra humanidad equivale a una presencia inserta, implicada en lo humano, real, no   lejanía metafísica sino verdad teologal en la cotidianidad de hombres y mujeres, un Dios de a pie, que disipa la distante solemnidad con la que nos han habituado a verlo.
Porque se trata de pasar de la ansiedad angustiosa a la feliz certeza de la fidelidad del Padre, avalada con el anuncio de Juan: “Yo los bautizo con agua. Pero està a punto de llegar alguien que es màs fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias: èl los bautizarà con Espìritu Santo y con fuego. En su mano tiene el bieldo para aventar su parva; recogerà el trigo en su granero, pero quemarà la paja con fuego que no se apaga. Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba a la gente la Buena Nueva[9]
Esto – hay que volver a decirlo con señalado énfasis – rompe por completo ese paradigma de la religión de sacrificios, de expiaciones, de inculpaciones, de desprecio de lo humano, de evasión de la historia, para afirmar el proyecto de Jesùs,  que  es  - felizmente - la inserción liberadora de Dios en la humanidad.
Por eso: “Grita alborozada Siòn, lanza clamores, Israel, celèbralo alegre de todo corazón, ciudad de Jerusalèn. Que Yahvè ha anulado tu sentencia, ha alejado a tu enemigo. Yahvè, Rey de Israel, està en medio de tì. Ya no temeràs mal alguno!”[10]
Cuando en este mundo hay tan malas noticias de tragedias, pobrezas, violencias, falta de oportunidades, exclusiones, torpes decisiones de quienes gobiernan, desprecios, humillaciones, la Iglesia no   tiene por  qué  cargar con màs agobios a los humanos.  Desafortunadamente se infiltró la  mentalidad de que a Dios hay que reglamentarlo de modo milimétrico, dando origen a una religión estructurada más con mentalidad jurídica que con misericordia. El Evangelio de Jesús contiene la nueva lógica de vida que transforma en su raíz el modo de relacionarnos con Dios y entre nosotros en una perspectiva de libertad y de redención, sin subestimar los compromisos y las responsabilidades propias de una opción consciente  pero sin convertirse en penosa carga  de obligaciones humillantes.
La Iglesia tiene que ser, en su esencia, portadora de la alegría de esta noticia de misericordia, de cercanìa, de encarnaciòn, de liberación, de Jesùs como sacramento del encuentro con Dios.
La alegría de la que habla la liturgia de hoy no es ingenua, no evade los aspectos problemáticos de la existencia ni estimula el simple disfrute de placeres sin compromisos serios. El asunto va por el lado de compartir, de hacer de la propia vida una ofrenda, en la mejor lógica evangélica, hasta que esto determine en su raíz nuestro proyecto de vida.
La invitación es a  vivir la osadìa de Dios, la de su presencia resuelta a hacer de todos los mejores y màs generosos seres humanos para tejer una historia de buenas noticias de vida y de dignidad, de justicia y de fraternidad, de comunión y de solidaridad.





[1] Filipenses 4:4
[2] Filipenses 4: 6-7
[3] Sofonías 3: 17-18
[4] Lucas 3: 10
[5] Lucas 3: 11
[6] Lucas 3: 11
[7] Lucas 3: 12
[8] Lucas 3: 14
[9] Lucas 3: 16-18
[10] Sofon+ias 3: 14-15

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