“Y
añadió: les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su patria”
(Lucas 4: 24)
Lecturas:
1.
Jeremías 1: 4-10 y
17-19
2.
Salmo 70
3.
1 Corintios 12: 31 a 13:
13
4.
Lucas 4: 21-30
Después
de breve y fecundo descanso vuelve COMUNITAS
MATUTINA, siempre con la intención de ser instrumento para hacer actual la
Palabra, el acontecer liberador de Dios en nuestra historia, anunciando una
Buena Noticia que sea de sentido pleno de la existencia, dotada de potencia
profética para anunciar el nuevo orden de vida que nos llega constantemente con
Jesús y para denunciar todo lo que se oponga a esa esperanzadora novedad: la
corrupción, las afrentas a la dignidad de los seres humanos, los intereses
mezquinos, la deleznable sociedad de consumo, la destrucción del hábitat, las
exclusiones y demás pecaminosidades que empañan la acción amorosa del Padre.
Hoy
les proponemos dar primero una mirada de contexto a realidades altamente inquietantes
que suceden en nuestro país y en el mundo:
-
Un monstruo corruptor
llamado Odebrecht que ha comprado conciencias de personas aparentemente
“responsables” del bien común para beneficiarse con jugosos contratos de obras
públicas, esto en la mayoría de países de América Latina
-
Unos responsables del
ejercicio de la fiscalización, en los más altos niveles del estado, que –
conociendo a fondo la perversidad de estas corruptelas – han permanecido en
silencio y se niegan a dejar su cargo, a pesar de que la mayoría de la
comunidad nacional así lo demanda
-
Algunos grupos
violentos que se niegan a entrar en el universo pleno de la paz, manteniendo su
demencia destructora, asesinando 21 jóvenes policías, dejando a sus familias
sumidas en el dolor y al país mayoritario ofendido en sus más íntimas
convicciones de reconciliación y de vida digna
-
Una derecha política
recalcitrante – frecuentemente muy “religiosa” y “defensora” (?) de lo que
entienden ellos como valores tradicionales - incitando a la venganza, a la guerra,
a la fractura social, y no pocos altos funcionarios del gobierno haciéndose
voceros de estas tendencias disolventes y malignas
-
Venezuela, nuestro
hermano país, entrañable por tantas razones de historia y de cultura común,
sumida en un caos por directa responsabilidad de un gobierno que se ha tornado
en dictadura, sumiendo en la pobreza a la mayoría de su población, y buscando
la animadversión de gobiernos poderosos
y no menos nocivos que el venezolano ,
que amenazan con invadir su territorio para “proteger” a la ciudadanía (Trump, Bolsonaro, Putin). Los respectivos
gobiernos de Colombia y Venezuela se prestarán para esta infamia? Los invasores
procedentes de Rusia o de Estados Unidos, con distinto signo ideológico, no
vendrán como portadores de paz, lo suyo es afirmar poderes, grandes capitales,
presencia avasalladora. Para ellos, la dignidad humana no es valor
determinante.
-
Desde que se firmaron
los acuerdos de paz, en octubre de 2016, han sido asesinados más de 400 líderes
sociales, hombres y mujeres servidores de sus comunidades, dedicados a la
protección de los derechos de las mismas, al reconocimiento de sus derechos, a
la restitución de sus tierras. Son crímenes casuales o hay un plan deliberado
de exterminio porque incomodan intereses económicos y políticos?
Qué
dice a esto la profecía cristiana? Qué diría a esto Jesús? Qué decimos nosotros
que nos reconocemos como seguidores suyos? Cómo nos manifestamos ante esto?
Seguimos sumidos en una religiosidad inocua, metafísica, desentendida de las dolorosas
realidades que maltratan excesivamente a millones de seres humanos? Nos vamos a
dejar desafiar por el Señor, por la realidad social, y vamos a seguir el camino
de la profecía corajuda, como la de Jesús, como la de Jeremías, como la de
tantos creyentes que renuncian con generosidad a sus intereses personales para
hacerse testigos del Reino y de su justicia?
En
los comienzos del año litúrgico se nos presenta a Jesús comenzando su misión,
así lo indicaba el texto evangélico del domingo anterior (Lucas 4: 16-20), una
misión claramente orientada a la plenitud y liberación de todo el ser humano y
de todos los seres humanos, histórica, real y trascendente en la consumación
definitiva cuando pasemos la frontera de la muerte hacia la Vida: “El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los
pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos,
y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un
año de gracia del Señor”[1]
Esta presentación se hace pedagógicamente para
que también nosotros nos insertemos en esa misión y la tomemos como propia. Por
eso, la anterior referencia al contexto de realidad NO es un recurso para
generar sentimientos sombríos sino para acicatear
nuestra capacidad de construír aquí en la historia las señales anticipadas del
Reino definitivo. El anuncio de la Buena Noticia de Jesús no se puede hacer si
no estamos encarnados en lo que aflige a tantos prójimos .
La
tentación de desencarnar la fe cristiana
es permanente en la historia de la Iglesia. Por eso se hace imperativo el
discernimiento lúcido que nos permita articular los elementos que hacen
completo-integral el anuncio de la Buena Noticia, mensaje de salvación y de liberación para esta historia real y cotidiana,
y para el futuro de bienaventuranza prometido como plenitud y vida inagotable
en el misterio amoroso de Dios.
Así
las cosas, estamos necesitados de profetas, aunque esta misión resulte incómoda
y sea vilipendiada y perseguida: “La gente se preguntaba: Pero no es este el
hijo de José? El les respondió: seguramente ustedes me van a aplicar el refrán
que dice: médico , cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en
Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria. Y añadió: les aseguro que ningún
profeta es bien recibido en su patria”[2].
Jesús es el profeta incómodo por excelencia, así lo evidencian las
exclamaciones de incredulidad y escepticismo de sus oyentes, sus paisanos,
sumidos en la comodidad de su religión ritual, carente de solidaridad y de
sentido de la justicia.
Nadie
es profeta en su tierra, dice el texto. Su libertad de espíritu para confrontar
el fundamentalismo y la extrema rigidez de aquella religión ( y también de
muchas de las actuales) , su anuncio de un Dios Padre-Madre comprometido con la
liberación y la plenitud de todos los humanos, su resuelta preferencia por los
últimos del mundo, su ejercicio de la misericordia restauradora sin condenar
implacablemente al pecador, su extraordinaria libertad de espíritu, pusieron el
dedo en la llaga y conmovieron a muchos. A unos porque se escandalizaron y lo
consideraron enemigo de la moral y de la religión, y a otros porque vieron y
ven en él la gran señal de esperanza, afincada en el mismísimo Dios.
Cómo
tomamos este mensaje? Lo vamos a dejar pasar insensiblemente sin que toque
nuestra interioridad? O, mejor, vamos a
dejar que esta desbordante profecía nos incomode para hacer frente a tantos
hechos que mancillan a Dios y al ser humano?
La
primera lectura – de Jeremías – nos pone simultáneamente en el trance profético de la divino y de lo
humano, la grandeza de la misión a la que es llamado por Yahvé y la conciencia
de sus límites, exactamente como nosotros: “Me dirigió la palabra Yahvé en estos
términos: Antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía; antes que
nacieses, te había consagrado como profeta; te tenía destinado a las naciones.
Yo respondí: Ah, Señor Yahvé! Mira que no sé expresarme, que soy un pobre
muchacho. Pero Yahvé me dijo: No digas que eres un muchacho, pues irás donde yo
te envíe y dirás todo lo que te mande. No les tengas miedo, que contigo estoy
para protegerte – oráculo de Yahvé”[3]
Dios
estuvo en la historia de Israel mediado en sus profetas, personas que no
pertenecían al estamento religioso oficial, gentes libres, tomadas de la comunidad,
frágiles como todos, pero dotados de la fuerza de Dios, la misma que requerimos
hoy para anunciar que el Dios revelado en Jesucristo es un Dios de toda la
humanidad, cercano, solidario, encarnado, Dios de todos y para todos, siempre
en plan de libertad, de dignidad , de vida plena, el mismo que animó la
precariedad de Jeremías: “Por tu parte, cíñete bien los lomos, ponte
firme y diles cuanto te ordene. No desmayes ante ellos, que yo no te haré
desmayar. Por mi parte, te convierto desde hoy en plaza fuerte, en pilar de
hierro, en muralla de bronce frente a
toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes,
de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. Te harán la guerra más no podrán
contigo, pues contigo estoy yo – oráculo de Yahvé – para salvarte”[4]
Dios
empodera al profeta, nos empodera también a nosotros para la misma misión. No es
un Dios asistencialista que nos dispensa de la responsabilidad de confrontar
esta seudocultura de muerte, es un Dios que nos dota de energía teologal y
humana, de espíritu liberador, para cambiar la lógica del poder por la de la
comunión y la solidaridad. Tarea nada fácil pero apasionante , para que no
llevemos existencias estériles, resignadas, sino creadoras de nuevos seres
humanos, según el modo del Señor Jesucristo, en quien descubrimos todo lo
divino y lo humano, revistiéndonos de El, gracias al Espíritu de la Vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario