domingo, 16 de junio de 2019

COMUNITAS MATUTINA 16 DE JUNIO 2019 SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD CICLO C


“El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes”
(Juan 16: 14-15)


Lecturas:
1.   Proverbios 8: 22-31
2.   Salmo 8
3.   Romanos 5: 1-5
4.   Juan 16: 12-15
La revelación de Dios como misterio y realidad trinitarios es el núcleo que estructura el testimonio de fe de las comunidades que dieron origen a los textos del Nuevo Testamento. La Trinidad es un acontecimiento salvador, no podemos quedarnos en la formulación doctrinal, un poco complicada por las categorías de interpretación filosófico-teológica de los primeros concilios de la historia cristiana, aunque son válidas,   porque la clave es dar el paso a la experiencia creyente, a la vivencia salvadora de la que somos beneficiarios, a la implicación trinitaria en la condición humana.
Sin faltar a la expresión de la doctrina oficial de la Iglesia sobre el misterio de la Trinidad, en su contenido y en su traducción conceptual, sí es muy importante, demasiado importante, hacer un esfuerzo por parte del magisterio de la Iglesia, de la teología y de la catequesis, para dar fuerza significativa al lenguaje sobre   Dios. Los tradicionales conceptos metafísicos con los que se transmite resultan bastante inadecuados para la mentalidad contemporánea. Dios no es el motor inmóvil, como lo formulaba la escolástica tradicional, sino el Dios que es comunión de amor, cuya intimidad no puede reservarse para sí mismo porque lo suyo es trascender, dar vida, salvar, dar sentido, liberar, redimir, mantenerse siempre dando todo de sí para que el ser humano, la creación, permanezcan  en ese dinamismo de vitalidad[1].
El quehacer del Dios al que tradicionalmente llamamos Uno y Trino consiste en comunicar vida y amor para mantenernos en la plenitud, tal  es la auténtica sabiduría divina[2]: “Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios[3].
 El gran propósito de Dios es alcanzar al ser humano con su gracia para hacerlo pleno, íntegro, feliz, realizado, con una existencia llena de sentido trascendente. Este objetivo teologal es el que nos permite entender que Dios sea un Padre, un Hijo, un Espíritu Santo, todo simultáneamente, como dice la formulación tradicional: tres personas distintas y un solo Dios verdadero.
Cómo se hace eso compatible con nuestra vida real? Con nuestras preguntas, búsquedas y sensibilidades? Con lo que nos llena de felicidad y con lo que nos hace fracasar, provocando un replanteamiento radical de nuestro ser y de nuestro quehacer? Qué tiene que ver el que Dios sea Trinidad con nuestra existencia cotidiana?
Para obtener una respuesta aproximada en la mayor medida posible  tenemos que volver a la simplicidad del lenguaje evangélico y a utilizar la parábola, la alegoría, la comparación, el ejemplo sencillo, como hacía Jesús, conectando esa pedagogía con las realidades de la vida cotidiana, en las que los humanos nos jugamos el sentido de la vida y donde nos hacemos las grandes preguntas del sentido: el enamoramiento, la amistad, los afectos, el trabajo, la construcción de la felicidad, también el sufrimiento, los vacíos, el mal, la soledad, la enfermedad, la muerte.
El pueblo bíblico tuvo una sensibilidad existencial muy marcada, y en ella experimentó a Dios creando, dando vida, liberando, salvando, tal es el modo más adecuado y relevante para “decir” a Dios en relación salvífica con nosotros: “Decir  que el mundo está en las manos de un Dios concebido como Sujeto consiste, en cambio, en aportar al ser humano el soplo, fuente él mismo de esperanza y de salvación, de saber que este mundo y él mismo no está “sin norte”, en “ninguna parte”. Un mundo producido por un Sujeto es un mundo que se sostiene siempre y en todas partes en la posibilidad de una salvación, de un rescate[4].
 Vale decir que Dios es un Yo amoroso, un Tú amoroso, un nosotros amoroso, de cuya esencia es establecer un vínculo fundante con el yo-tú-nosotros que somos los seres humanos. Dicho simplemente: con Dios las cosas son de tú a tú para formar permanentemente un vínculo de sentido y de salvación. No estamos hablando de tres en uno sino de una única realidad que es relación.
El Nuevo Testamento nos muestra con claridad una estructura trinitaria de esta relación salvadora. La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, obediencia que no es la del Dios sádico que entrega a su Hijo para victimizarlo sino la de aquel que en su intimidad asume la conciencia y experiencia radical de la vida que se ofrece para dar sentido y plenitud a todos, y la actualización constante y creciente de esta realidad es la tarea propia del Espíritu, que después de la Pascua es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de vida nueva configurándolo con Jesús en su cuerpo sacramental que es la Iglesia: “Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado[5].
Lo que experimentaron los primeros cristianos es que Dios podía ser a la vez:
-      Dios que es origen, principio y fundamento, fuente de la vida, el Padre.
-      Dios que se hace uno de nosotros, el Hijo.
-      Dios que se identifica con cada uno de nosotros, el Espíritu.
Con esto, nos están dando testimonio de un Dios que no está encerrado en sí mismo, sino que se relaciona dándose totalmente a todos y a la vez permaneciendo El mismo. Jesús nos enseñó que, para experimentar a Dios, el ser humano tiene que mirar dentro de sí mismo (Espíritu), mirar amorosamente a los demás (Hijo), y mirar a lo definitivamente trascendente (Padre).
 Vale decir, que el dinamismo trinitario se expresa en el ser humano, cuando este, desde su libertad, acoge a Dios, y es configurado por El: “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes[6].
Que sea esta celebración de la Trinidad,  y la correspondiente reflexión-oración sobre la Palabra propuesta,  una estupenda  oportunidad para purificar nuestra idea y experiencia de Dios.  El  es mucho más simple que lo que nosotros imaginamos y aprehendemos en nuestras definiciones “teológicas”. Con frecuencia proyectamos  insuficiencias y frustraciones en esa realidad a la que llamamos Dios. Así nacen las falsas imágenes: el justiciero, el implacable vengador, el castigador, el juez intransigente, el vigilante, el prohibidor, moralista, manipulador,  correspondientes a falsas imágenes de nosotros mismos[7].
Un Dios que humilla al ser humano, que interviene en su vida de modo moralizante para prohibir y también amargar su existencia, un Dios que minimiza las posibilidades de la libertad, enemigo del placer y del gozo de vivir, que demanda un culto absorbente propio de seres entristecidos, un Dios que legisla obsesivamente todos los detalles de la conducta diaria, un Dios al que se atribuyen tragedias y grandes frustraciones, no es el Dios que se nos ha manifestado en Jesús. Es el Dios, cuya traducción en las diferentes versiones de la religión, es el causante de la rebeldía de muchos y de las grandes manifestaciones del ateísmo[8].
Los modelos fundamentalistas e integristas de la religión, muy de vuelta hoy en diversos contextos del planeta, son soporte de sistemas sociopolíticos de corte autoritario y dictatorial. Es poner a Dios como el gran legitimador de la autoridad intransigente, validando ideologías que sofocan la libertad y justifican las dictaduras. Es la tentación fascista de muchos movimientos religiosos en la actualidad[9].
 Todo esto impone el rescate de la experiencia original de Jesús y de las comunidades del Nuevo Testamento, para acceder al Dios Padre amoroso, incondicional con la humanidad y revelado en el Hijo que dió todo de sí mismo, afirmando la preferencia por los últimos del mundo, denunciando la religión estereotipada en formalismos exteriores, ejerciendo la misericordia y la compasión, estableciendo el servicio y la solidaridad como notas distintivas de su proyecto, haciendo comunidad de discípulos en la misma dinámica y garantizando la presencia-asistencia del Espíritu como comunicación de vida teologal y de nueva humanidad.
El Dios revelado en Jesús está plenamente identificado con nosotros. Es el Dios que, siendo Espíritu, tiene como único objetivo llevarnos a la plenitud de la verdad. Y aquí “verdad” no se reduce a conocimiento téorico sino a comunicación de vida, es el Espíritu que nos impulsa a ser genuinamente humanos.
 Lo que proclamamos en el texto de Juan – evangelio de este domingo – es la experiencia de esos primeros cristianos de la comunidad joanea que llevaban setenta años más o menos viviendo esa realidad del Espíritu en cada uno de ellos. Ellos nos testimonian que,  gracias al Espíritu , tienen la misma vida de Jesús,  es la vitalidad que desenmascara todos los poderes de la muerte y del pecado. La experiencia pascual consistió y consiste en llegar a la misma vivencia de Dios Padre que tuvo Jesús. Esta es la gran esperanza que llena de sentido la vida de todo aquel que tome en serio esta oferta,  proyecto de vitalidad inagotable, cuyo principio y fundamento es la comunión de la Trinidad.
Es la Sabiduría de Dios, que equivale a su voluntad, sus designios, su Palabra, su Espíritu, siempre trascendente pero también encarnada en la historia, en la que esta misma se convierte en sacramento-relato de esa realidad de sentido y plenitud, sin oscurecer su condición de Sujeto mayor, origen de la vida y del amor, afirmación que nos dispensa del panteísmo difuso y nos pone de frente a la gozosa certeza de su condición personal y relacional: “Yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día, recreándome delante de él todo el tiempo, recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los hombres[10].
Así las cosas, los seres humanos tenemos la vocación de relatar , con eficacia   liberadora, a ese Dios cuyo amor es tan desbordante que no se agota en una sola manera de divinidad. Esa potencia de la Trinidad se vierte al ser humano, nos hace padres y madres, nos hace hijos y hermanos, nos hace creadores e innovadores, instrumentos suyos para transformar la historia, comunidad de hombres y mujeres modelados por su misma comunión.



[1] GESCHE, Adolphe. Dios para pensar. Sígueme. Salamanca 1994. El autor ha sido profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Lovaina. Su obra tiene cinco volúmenes: El mal y el hombre (I), Dios y el cosmos (II y III), el destino (IV), el sentido (V), Jesucristo (VI). El autor hace un esfuerzo notable de traducción del lenguaje sobre Dios apropiado para nuestro tiempo, vivencial, próximo a la sensibilidad sobre la libertad y la autonomía, sobre la afirmación de la dignidad humana, sobre el significado de la historia en clave de trascendencia. Es una obra altamente recomendable en términos de una cultura teológica madura y de una formación realista de la fe.
[2] MARTIN VELASCO, Juan. La experiencia cristiana de Dios. Trotta, Madrid 1995.
[3] Romanos 5: 1-2
[4] GESCHE, Adolphe. Dios para pensar. Volumen II “Dios-el cosmos”, página 84.
[5] Romanos 5: 3-5
[6] Juan 16: 13-15
[7] MARDONES, José María. Matar a nuestros dioses: un Dios para un creyente adulto. PPC. Madrid, 2007.
[8] ARIAS, Juan. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 1971. GARRIDO, Javier. El conflicto con Dios hoy: reflexiones pastorales. Sal Terrae. Santander (España), 2000.
[9] TAMAYO-ACOSTA. Juan José. Fundamentalismo y diálogo interreligioso. Publicado en www.servicioskoinonia.org/relat/327.htm CARO, Isaac y FEDIAKOVA, Evguenia. Los fundamentalismos religiosos: etapas y contextos de surgimiento. Publicado en Fermentum. Revista Venezolana de Sociología y Antropología. Universidad de Los Andes; Mérida (Venezuela), Número 29 septiembre 2000. www.redalyc.org/html/705/70511228808/index.html
[10] Proverbios 8: 30-31

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog