Solemnidad
del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi) Ciclo C
“Tomó entonces los
cinco panes y los dos peces, y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre
ellos la bendición, los partió y se los fue dando a los discípulos para que, a
su vez, se los sirvieran a la gente”
(Lucas
9: 16)
Lecturas
1.
Génesis 14: 18 – 20
2.
Salmo 109: 1 – 4
3.
1 Corintios 11: 23 – 26
4.
Lucas 9: 11 – 17
Dice el teólogo español José María Castillo , a
propósito de la teología de los sacramentos : “La Iglesia es fiel a Jesús
cuando celebra, por la fuerza del Espíritu, los mismos gestos simbólicos que
realizó Jesús: cuando se adhiere a su destino y comulga con su vida, cuando
perdona los pecados y libera a los hombres de las fuerzas de esclavitud y
muerte que operan en la sociedad, cuando
sana las raíces del mal y del sufrimiento que oprimen a todos los crucificados
de la tierra. Cuando todo eso no son palabras, sino experiencias reales y
concretas, vividas cada día en cada comunidad de fe, entonces cada una de esas
comunidades expresa auténticamente tales experiencias mediante los símbolos
fundamentales de nuestra fe a los que llamamos sacramentos”.[1]
En este contexto de
reconocer y celebrar hoy el sacramento eucarístico, la referencia nos ayuda a
situar el correcto sentido y práctica de los sacramentos y, en particular, de
este, al que llamamos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, la eucaristía. Esta claridad es esencial porque caemos a menudo en la tentación de hacer de ellos prácticas rituales desconectadas de la
historia real de las personas y, - lo
que es más grave aún! - de la realidad de Jesús y del significado original y
originante de su sacramentalidad. El carácter genuino de la religión cristiana
tiene en la fuerza significativa y transformadora de lo humano un elemento
hermenéutico determinante para su comprensión y vivencia.[2]
En muchos casos hemos
convertido la eucaristía en un culto de adoración, desprovisto de fraternidad,
de servicio, de comunión y de participación,
desconociendo así el proyecto de Jesús, que le da pleno sentido a la cena del
pan y del vino como compartir fraterno y como significación sacramental de la
Iglesia. Se torna una “presencia-en-sí”, como un espectáculo litúrgico al que
se venera sin tomar en cuenta - con la seriedad que el sacramento amerita - la comunidad, los seres humanos concretos que
allí se congregan para profesar la fe, también la fraternidad, el servicio, la
solidaridad. Es decir, los elementos de
ética evangélica – esenciales todos ellos! – propios de la Buena Noticia de
Jesús.[3]
Recordemos que la eucaristía es un sacramento,
que es la unión de un signo con una realidad significada: “Esta copa es la nueva alianza en
mi sangre. Cuantas veces la beban, háganlo en memoria mía. Pues cada vez que
coman de este pan y beban de este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que
venga”.[4]
Vivir en memoria de Jesús es reproducir en nosotros los rasgos constitutivos de
su existencia: la amorosa referencia al Padre y al prójimo.
Es muy diciente el
comienzo del texto evangélico de este domingo, que refiere la multiplicación de
los panes y los peces, gesto en el que los estudiosos de los evangelios ven una
clara alusión eucarística: “Pero la gente lo supo y le siguieron. El
los acogía, les hablaba del Reino de Dios y curaba a los que tenían necesidad
de ser curados”[5].
Ratifican estas palabras que la conducta de Jesús nunca se desentiende de las
problemáticas de las personas que le siguen y escuchan, hace suyas sus
expectativas, sus dolencias, y se implica en ellas salvíficamente. Hay siempre
en Jesús una actitud constante y creciente de cordialidad,[6]
tomando el sentido de este palabra en su más legítima etimología: lo que nace
del corazón y recibe con afecto y con respeto al prójimo
La realidad histórica
de Jesús, su pasión, su muerte, su cruz, constituyen el lenguaje por excelencia
del amor de Dios a la humanidad, tal donación es la que da sentido y salva,
recrea y redime, y propone como proyecto de vida a quien aspire a seguirlo,
configurarse con El y hacer de la propia vida una amorosa ofrenda, en los
mismos términos en los que El lo hizo, es el contenido central de este
sacramento y el que le confiere significado existencial y transformador: “
Porque yo recibí del Señor lo que les transmití: que el Señor Jesús, la noche
en que era entregado, tomó pan, dio gracias, lo partió y dijo: Este es mi
cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía. Asimismo, tomó el
cáliz después de cenar y dijo: Esta copa es la nueva alianza en mi sangre.
Cuantas veces la bebieren , hagánlo en memoria mía” [7],
sabiendo que en ese anuncio-memorial está contenido el vivir exactamente como
él, en servicio del prójimo. Si no es así, se prostituye el sacramento.
El primer signo es el
pan partido y preparado para ser comido, señal indicativa de lo
que fue Jesús toda su vida. La clave no
reside en el pan como cosa, sino en el hecho de que está partido y dispuesto para ser compartido. Jesús estuvo
siempre preparado para que todo el que se acercara a él pudiera hacer suyo todo
lo que él era: la vida del Padre Dios que a través de la mediación salvadora y
liberadora de Jesús se hace vitalidad, transformación, plenitud, para quienes
se benefician de este don.
El pan se parte para
comerlo, la fuerza del signo está en la disponibilidad para ser comido. Jesús
estuvo siempre dispuesto para que todo el que se acercara a él pudiera hacer
suyo todo lo que él era. Se dejó partir, se dejó comer, se dejó asimilar,
aunque esa actitud tuvo como consecuencia que los jefes de su religión lo
aniquilaran.
El segundo signo es la
sangre derramada, teniendo presente que para los judíos la sangre es la vida
misma, esta hace alusión a la vida de Jesús que estuvo siempre a disposición de
los demás, preferentemente para los pobres, los condenados morales, los sin
nombre, los humillados, los desconocidos, los ignorados.
Esta feliz constatación
tiene implicaciones éticas y existenciales definitivas para la existencia
cristiana. Si bien los sacramentos
tienen un aspecto ritual celebrativo, es preciso ir al fondo de la cuestión
para captar y asumir vitalmente el contenido del sacramento: Jesús que se parte
y se comparte para darnos la vida del Padre, involucrando a quien lo recibe en
su misma perspectiva de vida: entregarse a la causa del reino de Dios y su
justicia, reconocer afectiva y efectivamente a cada ser humano como prójimo,
generando un nuevo tejido de relaciones determinado por el espíritu de las
bienaventuranzas, construyendo una lógica de fraternidad, de servicio y de solidaridad.[8]
En ese contexto,
entendemos la significación del relato de Lucas, que la Iglesia nos propone
este domingo, la multiplicación de los panes y de los peces.
Nos pone a
consideración de una gran multitud en el desierto, sin posibilidad de
alimentarse, evoca al antiguo Israel, en su marcha de Egipto a Canaán, camino
de la libertad, peregrinación hacia la tierra de la promesa, cuando es
socorrido en su hambre y en su sed gracias a la intercesión de Moisés.
Jesús se preocupa
sinceramente por quienes le siguen, y así pide a sus discípulos que hagan todo
lo necesario para proveer a la muchedumbre: “El les dijo: denles ustedes de
comer. Pero ellos respondieron: no tenemos más que cinco panes y dos peces, a
no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente. Jesús
dijo entonces a sus discípulos: hagan que se acomoden por grupos de unos
cincuenta. Lo hicieron así y acomodaron a todos.” [9]
La misericordia y la compasión de Jesús quedan subrayadas de
forma absoluta. En lo que fue El durante su vida podemos descubrir la presencia
de Dios como don. Por eso, cuando celebramos este sacramento tomamos conciencia
de la realidad divina en nosotros. Esta toma de conciencia debe llevarnos a
vivir esa realidad tal como la vivió Jesús.
Quiere decir todo lo
anterior que el sacramento eucarístico no es una realidad en sí misma, sino una
realidad ordenada a la Iglesia, que es la comunidad de los discípulos de Jesús,
para significar con eficacia todo eso que llamamos Evangelio, Buena Noticia:
que todos los seres humanos somos acogidos por la paternidad misericordiosa de
Dios, que desde ahí se configura una comunidad en la que todos entran en
igualdad de condiciones, que la dignidad humana brilla con luz propia, que el
poder, el dinero, y demás ídolos, no son realidades centrales en la vida de los
seres humanos, y que la projimidad es la nueva categoría que tiene como aval al
mismísimo Padre de Jesús.[10]
En la eucaristía se
concentra todo el mensaje de Jesús, que es el amor. El amor que es Dios manifestado
en el don que de sí mismo hizo Jesús durante su vida. Esto somos nosotros en
esta nueva perspectiva: don total, amor total, sin límites. Al comer y beber el
pan y el vino consagrados, estamos completando el signo. Lo que equivale a
decir que hacemos nuestra su vida y nos comprometemos a identificarnos con lo
que fue e hizo Jesús. El pan que me da la vida no es el pan que como, sino el
pan en que me convierto cuando me doy. Soy cristiano, no cuando “como” a Jesús,
sino cuando me dejo comer, como hizo él.
Se trata de liberarnos
del ego religioso y moral, que presume de bueno y superior a los demás,
autocomplaciente y lejano de las necesidades de los prójimos, para ingresar en
el camino del nosotros, de la fraternidad sin reservas, del apropiarnos de los
dolores y de los gozos de ellos, dando paso a la sustancia del sacramento, que
es la mesa servida por el mismo Jesús, por nosotros con El, para hacer efectiva
en la práctica cotidiana esa nueva manera de ser. Comulgar significa asumir
libremente el compromiso de hacer nuestro todo lo que es y hace Jesús.
Esta significación es
de extrema abundancia y generosidad, ilimitada como el amor de Dios, como la
ofrenda de Jesús: “ Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y, levantando los ojos
al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y se los fue dando a
los discípulos para que, a su vez, se los sirvieran a la gente. Comieron todos
hasta saciarse, y se recogieron doce canastos con los trozos que les habían
sobrado” . [11]
La realidad esencial es
el amor de Dios presente en nosotros. Los signos sacramentales son medios para
llegar eficazmente a la realidad significada, y vivirla. Si esto hacemos, nuestro verdadero ser ya no será el nuestro
sino él en nosotros, y nosotros en los
prójimos amados y servidos.
Este sacramento es así, una significación eficaz
de la nueva vida que se ha de consumar en la plenitud cuando pasemos la
frontera de la muerte hacia la Vida, que desde ya se ha de anticipar en las prácticas de nuestra cotidianidad, negando
la prelación al poder y a la exclusión, abriendo siempre la posibilidad real de
que cada hombre y cada mujer sean reconocidos en su dignidad y en su
originalidad.
[1]
CASTILLO, José María. Símbolos de libertad: teología de los sacramentos.
Ediciones Sígueme. Salamanca 1982, página 458. BOROBIO, Dionisio. Historia y
teología comparada de los sacramentos. Sígueme. Salamanca, 2012. GONZALEZ FAUS,
José Ignacio. Símbolos de fraternidad: sacramentología para empezar.
Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2006.
[2]
TORNOS, Andrés. Cuando hoy vivimos la fe: teología para tiempos difíciles. San
Pablo. Madrid, 1995. URTEAGA, Jesús María. El valor divino de lo humano. Rialp.
Madrid, 2008.
[3]
SCHRAGE, Wolfgang. Etica del Nuevo Testamento. Sígueme. Salamanca, 1987.VIDAL,
Marciano. Para comprender la ética cristiana. Verbo Divino. Estella, 1998.
[4]
1 Corintios 11: 25-26
[5]
Lucas 9: 11
[6]
Cordial, cordialidad, vienen del latín cor-cordis. El diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española lo define como afectuoso, que tiene la virtud de
fortalecer el corazón.
[7] 1
Corintios 11: 23-25
[8]
PABLO VI. Encíclica Mysterium Fidei, 1965. JUAN PABLO II. Encíclica Ecclesia de
Eucharistia, 2003. GESTEIRA GARZA,Manuel. Eucaristía misterio de comunión.
Sígueme. Salamanca, 1995. LEON-DUFOUR,Xavier. La fracción del pan: culto y
existencia en el Nuevo Testamento. Cristiandad. Madrid, 1983. ALVEAR, Enrique.
La Eucaristía sacramento de la liberación integral del hombre. Arquidiócesis de
Santiago de Chile, 1980.
[9]
Lucas 9: 13-15
[10]
CARAVIAS, José Luis. Vivir como hermanos: reflexiones bíblicas sobre la
hermandad. Apuntes fotocopiados, Jesuítas Paraguay. DE ROUX, Rodolfo Eduardo.
Eucaristía y comunión. Publicado en revista Theologica Xaveriana, número 133,
año 2000.
[11]
Lucas 9: 16-17
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