domingo, 22 de septiembre de 2019

COMUNITAS MATUTINA 22 DE SEPTIEMBRE 2019 DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C


“Escuchen esto los que pisotean a los pobres, los que quieren suprimir a los humildes de la tierra……”
Amós 8:4
Lecturas:
1.   Amòs 8: 4 – 7
2.   Salmo 112: 1 – 8
3.   1 Timoteo 2: 1 – 8
4.   Lucas 16: 1 – 13

Las palabras del profeta Amós, primera lectura de este domingo, bien podrían ser pronunciadas en un foro mundial del Fondo Monetario Internacional o en la convención general de Odebrecht o en algún destacado evento del universo financiero del planeta. Pero, con seguridad, el profeta sería abucheado y vilipendiado por decir cosas “políticamente incorrectas”: “Escuchen esto los que pisotean a los pobres, los que quieren suprimir a los humildes de la tierra[1], empieza así la invectiva para seguir con el rosario de exigentes reclamos: “Dicen: cuándo pasará el novilunio para poder vender el grano, y el sábado para dar salida al trigo, achicar la medida y aumentar el peso, trucando balanzas para robar; para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias, y vender hasta el salvado del grano?”[2]
Y remata el profeta con el recuerdo de Dios: “Lo ha jurado Yahvé por el orgullo de Jacob: jamás he de olvidar todas sus obras!”[3]
Los profetas bíblicos fueron extremadamente severos al denunciar las inconsistencias religioso-morales de sus contemporáneos. Su voz se levantó potente para desenmascarar la hipocresía de una religión formal, solemne, pomposa, que se esmeraba en los rituales pero sin demandar la conversión del corazón, manifestada  en el referente del prójimo humillado y abatido.[4]
Esa Palabra viene también poderosa y con alta capacidad de confrontación a esta sociedad mundial globalizada,  idiotizada con el consumo, enloquecida con la lógica implacable del mercado, excluyente, demoledora con los millones de poblaciones marginales del mundo. El sistema económico neoliberal, intrínsecamente perverso por su capacidad de concentrar riqueza en minorías y de crear pobreza en las mayorías, es merecedor de este debate profético.[5]
Nos referimos hoy a dos voces, similares a la de Amós: el Papa Francisco y la adolescente sueca Greta Thunberg, el uno proclamando a diestra y a siniestra la maldad del modelo que produce seres humanos descartados y descartables, y la otra haciendo conciencia de las consecuencias penosas del cambio climático, con toda su secuela de injusticia social y de destrucción del hábitat de la vida.
La voz del profeta no es cuestión lejana de arqueología bíblica, tiene plena vigencia en nuestro tiempo. Estamos anestesiados a tal punto de no conmovernos con la densidad de esta crisis? Estos problemas se nos volvieron parte del paisaje? Carecemos de capacidad para la indignación profética? Nuestra fe en Dios se encarna en estos dramas para responder a ellos “encargándonos de la realidad”, como afirmaba el mártir jesuita Ignacio Ellacuría en su filosofía de la realidad histórica?[6]
Es de extrema  gravedad moral la injusticia que se comete sistemáticamente contra las mayorías vulnerables de la humanidad. Muchos de estos explotadores se dicen religiosos y observantes de rituales, creyentes de doctrinas, pero sus arcas rebosan de dineros desiguales obtenidos a costa de la pobreza de muchísimos seres humanos: escandaloso recorte de las pensiones, salarios de hambre, maquila, contratos laborales que son toda una paparrucha seudojurídica, carencia de servicios sanitarios básicos, poblaciones enteras migrando hacia el “primer mundo”, gobernantes que desde la Casa Blanca y la oficina del Primer Ministro británico, o del palacio presidencial de Brasilia, niegan con descaro el cambio climático y promueven determinaciones para suspender la migración y abandonar a los ansiosos desplazados a la mala suerte del océano, como en Lampedusa y en otros lugares del planeta.
Somos conscientes de que la opción preferencial por los pobres y por la justicia es normativa del seguimiento de Jesús? O estamos sumergidos en una religiosidad intimista, con el facilismo propio de la nueva era, con piedades individualistas, que desentonan completamente con la Buena Noticia del Señor?
Al Papa Francisco se le oponen con rabia farisaica un grupo de cardenales y obispos decadentes respaldados por opulentos magnates del catolicismo de los Estados Unidos, acusándolo de pervertir la fe y la moral cristianas, sindicándolo de herejía y de laxitud moral. Exactamente lo mismo hicieron los sacerdotes del templo de Jerusalén y los maestros de la ley con el Señor Jesús.[7]
Como es tendencia dominante en los evangelios, en la  parábola del administrador sagaz que nos presenta hoy el relato de Lucas, Dios se nos evidencia como el único Señor al que vale la pena dedicarse por entero, porque en El se encuentran la genuina libertad y la genuina humanidad. Es, una vez màs, la afirmación contundente del principio constitutivo del reino de Dios y su justicia, como categoría determinante de un proyecto de vida trascendente, liberado y liberador.[8]
Podemos entender el texto en su contexto: la confrontación de Jesùs con los fariseos, a quienes Lucas caracteriza como avaros y siempre dispuestos a ridiculizar sus enseñanzas, haciéndole preguntas y comentarios capciosos para descubrirlo como infractor de la ley judía y contrario a sus principios y tradiciones jurídico – religiosas.
Partiendo del ejemplo del administrador astuto, de la habilidad con la que maneja su crisis con el amo,  ganándose el favor de los acreedores de este último, Jesùs nos lleva a descubrir valores que son claves para el nuevo proyecto de vida que èl propone: nosotros no somos dueños de los bienes materiales sino administradores, a  partir de una ética del compartir y de la projimidad, con la prioridad bien conocida de los pobres y excluìdos, reiteración que seguramente resulta molesta a muchos, pero que es imperativo explicitarla porque hace parte sustancial de su propuesta: “Estaban oyendo todas estas cosas los fariseos, que son amigos del dinero, y se burlaban de él. Pero él les dijo: Ustedes se las dan de justos delante de los hombres, pero Dios los conoce por dentro: y para Dios es abominable lo que los hombres consideran estimable”.[9]
El desarrollo emancipatorio del siglo XX con su afirmación del primado de la razón crìtica e ilustrada, proyectada en el conocimiento científico, se olvidò del asunto fundamental de la solidaridad y de la sensibilidad con esos otros desafíos  èticos que son los prójimos abatidos por la pobreza, por la negación de sus derechos, y se obnubilò con el progreso de la tecnología, con la lógica desmedida del mercado, y cambiò los ideales humanistas por los de un desarrollo desalmado, en cuya raíz hay una perversidad intrínseca, que es la de concentrar la riqueza en pocas manos, creando miseria y hambre en las mayorìas.[10]
 A este tipo de concepción hay que señalar crìticamente como alienación de la condición humana. Aquì se inscribe la praxis de Jesùs que denuncia la idolatrìa del dinero y  advierte sobre la pecaminosidad que allì se contiene. De ahì que èl nos diga con tanta claridad:”Ningùn criado puede servir a dos señores, porque aborrecerà a uno y amarà al otro; o bien se dedicarà a uno y despreciarà al otro. No se puede servir a Dios y al dinero” [11]
Los ídolos que quitan al ser humano su dignidad y su libertad son el dinero, el afán enfermizo de riquezas, la absolutización del poder, con lo que se pasa por encima de los seres humanos y se los instrumentaliza como medios para lograr estos fines de modo despiadado.
No caigamos en la tentación de mirar atrás en la historia para justificarnos y decir que son cosas de tiempos pasados. Para superar esa tendencia irresponsable dejemos que estas cifras nos ilustren al respecto: el 20 % de los màs ricos del planeta controlan el 83 % de la producción mundial; el 20 % de los màs ricos del planeta controlan el 81 % del gasto de energía; ese mismo 20 % , controla el 80.5 % del ahorro, ellos mismos controlan el 80.6 % de la inversión del mundo. Y también: las 350 personas màs ricas del mundo reciben en la actualidad rentas equivalentes al ingreso de 2.400 millones de seres humanos, el 45 % de la población del planeta, con el escàndalo de que estos últimos se debaten dìa a dìa entre la vida y la muerte, a causa de la miseria que genera el maligno sistema económico que domina en nuestro tiempo.[12]
Por eso, la advertencia de Jesùs, aludiendo a la astucia de ese administrador, es una invitación a cambiar totalmente nuestra manera de pensar y de sentir, no sòlo por ir a contracorriente de ese desorden, sino porque muchas veces los principios que lo sostienen tienen su argumento en creencias religiosas que ponen a Dios de parte de los ricos y de los poderosos, justificando asì la injusticia con los màs desfavorecidos. Quien quiera vivir cumpliendo la voluntad de Dios no puede hacer parte de ese juego inmisericorde.
La muy de moda “teología de la prosperidad”, fomentada por los grupos neopentecostales fundamentalistas, dice que la propiedad de grandes bienes materiales es señal de la bendición de Dios para quien los posee, porque está indicando que estas personas son fieles a su voluntad. La pobreza es, en esta perspectiva, una maldición que pone al desnudo la maldad moral de quienes la padecen.[13] Esto “explica” la presencia masiva de personas de las comunidades populares de nuestras grandes capitales latinoamericanas y africanas en estas congregaciones, que además son soporte de los regímenes políticos más conservadores del mundo, como es el caso de Estados Unidos, Brasil, Guatemala, en la actualidad.
Cuando nos dice: “Y es que los hijos de este mundo son màs sagaces con los de su clase que los hijos de la luz!”[14] nos està invitando a tener una astucia evangélica para comprometernos en un modo de vida que sea de servicio,de solidaridad, de responsabilidad ètica con los prójimos caìdos,  que demandan de nosotros una transformación radical de esa lógica de ganancia egoísta por una de fraternidad y de gratuidad.
Cada uno, en ejercicio de un discernimiento responsable, debe encontrar la manera de actuar con sagacidad para conseguir el mayor beneficio, no para el yo falseado por el egoísmo y por el dinero, sino para el verdadero ser, cuyos rasgos descansan en la entrega sin reservas al bien del prójimo, con miras a generar una cultura de la solidaridad.
Cabe asì detectar la sinceridad de nuestras intenciones y de las conductas que resultan de allí. Y esto debe remitirnos a examinar esos estilos de excesiva confianza en las cosas externas: dinero, posesiones, prestigio social, títulos, relaciones, indicadores funestos del “ser bien” que nos alejan de Dios y del hermano. Jesùs propone que seamos sagaces para deducir de allì ventajas espirituales, esas sì profundamente humanas y solidarias.
Estos criterios egoístas han hecho carrera y se han “normalizado”, hasta el punto de convertirse en notas  de identificación de la gente sensata, seria  y respetable, todo esto canonizado por la aprobación de la buena sociedad. No hace falta dar muchas vueltas para comprobar que ponemos màs interés en lo material que en lo espiritual. Asì, resulta penoso verificar que personas que han tenido acceso a una buena formación humana y acadèmica, tengan en esta materia de ética esencial y de projimidad unas mentalidades deplorables por su cortedad de miras y por su egoísmo disfrazado de sensatez, apariencias deleznables que claman al cielo!
Definitivamente, servir a dos dioses, en los términos de disyuntiva que nos presenta Jesùs, es descubrir una esencial incompatibilidad. El Dios que se nos revela en Jesùs no es un tirano programador de conciencias, ni se satisface con el servilismo y con la miseria, El es un Padre que tiene en la dignidad humana su  màs profunda y comprometedora sacramentalidad, el rostro de Dios es el del prójimo que requiere ser reconocido como humano merecedor de todo bien.
El dinero, los bienes materiales, las cosas, las posesiones, no son asuntos de exclusividad individual y de goce solitario, en esta nueva ética que surge de la Buena Noticia ellos adquieren su verdadero significado cuando se ponen al servicio de los hermanos, cuando se inspiran en una lógica de comunión y de participación.
Los altos niveles de corrupción en nuestro país: Odebrecht, cartel de la toga, malversación de los dineros destinados a la salud y a las obras públicas, los deshonestos manejos con los restaurantes escolares, el vergonzoso vencimiento de términos con el que unos jueces de decadente moralidad van liberando a los delincuentes de cuello blanco, son síntomas de un mundo enfermo, una sociedad del espectáculo plena de apariencias y miserable en sus contenidos espirituales y humanistas.
Nuestra vida no puede tener dos fines últimos, sòlo podemos tener uno. Todos los demás objetivos tienen que ser penúltimos, es decir, orientados al último y definitivo , que es el que hemos venido planteando.
A esto San Ignacio de Loyola, en el comienzo de sus Ejercicios Espirituales, denomina “Principio y Fundamento”, es el presupuesto con el que el santo inicia su propuesta de transformación en el Espíritu: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra  son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es criado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”.[15] Escrito con castellano y teología del siglo XVI nuestro santo nos está proponiendo el más extraordinario proyecto de vida, la referencia teologal como elemento estructurante de la existencia.
 El asunto de Jesùs reside en que pongamos todo lo que somos y tenemos al servicio de lo que vale de veras, que es – dicho escuetamente – el reconocimiento afectivo y efectivo de la dignidad humana, principalmente la de aquellos que son víctimas del sistema. Es imperativo para quien quiera tomar en serio su condición de cristiano! Amar a Dios por encima de todo equivale a amar al ser humano, asumido como prójimo, por encima de todo. Sobre esto no existen dudas.
Seguir a Jesucristo no es una religión más, como algunos han querido volverla , secuestrándole la profecía evangélica. El cristianismo es la adhesión integral del creyente a El, a su causa, a sus opciones, a sus conductas, es una pasión interpersonal y comunitaria que nos adhiere a su proyecto de plena humanidad y de plena divinidad: “Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos”.[16]




[1] Amós 8: 4
[2] Amós 8:5-6
[3] Amós 8: 7
[4] SICRE, Jose Luis. Con los pobres de la tierra: los profetas bíblicos y la justicia social. Cristiandad. Madrid, 1999.
[5] STITGLITZ, Joseph. Malestar en la globalización.  Taurus. Madrid, 2003.
[6] ELLACURIA, Ignacio. Filosofía de la realidad histórica. UCA editores. San Salvador, 1995.
[7] El conocido canal católico de TV EWTN es soterrado fortín de oposición al Santo Padre, lo hace sutilmente, también la agencia de noticias Aciprensa digital. Estos medios son financiados por grupos católicos económicamente poderosos que ven a Francisco como un peligro para la identidad del catolicismo, Tienen nostalgia del régimen de cristiandad, se rasgan las vestiduras por el magisterio cercano, evangélico, misericordioso, de Francisco. Recuerdan el caso del Sr. Galat en el canal Teleamiga?
[8] SCHYLLEEBECKX, Edward. Dios futuro del hombre. Sígueme. Salamanca, 1986.
[9] Lucas 16: 14-15
[10] VALVERDE, José María. Génesis, estructura y crisis de la modernidad. BAC. Madrid, 1998.
[11] Lucas 16: 13
[12] PNUD. Indíces e indicadores de desarrollo humano. Informe estadístico 2018. New York. Naciones Unidas, 2018. JESUIT REFUGEE SERVICE JRS. Informe anual 2018. Roma, 2018.
[13] BLOOM, Harold. La religión americana. Taurus. Madrid, 2009.
[14] Lucas 16: 8
[15] San Ignacio de Loyola. Ejercicios Espirituales. San Pablo. Madrid, 1996.
[16] 1 Timoteo 2: 5-6

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