“Uno
de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios en voz alta,
y cayó de bruces a sus pies, dándole gracias. Era samaritano”
(Lucas
17: 15 – 16)
Lecturas:
- 2 Reyes 5: 14 – 17
- Salmo 97: 1 – 4
- 2 Timoteo 2: 8 – 13
- Lucas 17: 11 – 19
Con
frecuencia hemos señalado en estos comentarios semanales la
preocupación que nos suscita el inaceptable modo de proceder que
consiste en instrumentalizar a los seres humanos, tratándolos
como objetos, desconociendo su dignidad, manipulando mentes y
conciencias, domesticándolos, humillando y maltratando,
descartándolos de la mesa de la vida y de sus beneficios,
violentando sistemáticamente a las personas. Es una constante
situación de pecado y de injusticia, indignante en el grado máximo
en que algo puede serlo. Es - penosamente – el modo habitual con
el que se trata a millones de seres humanos en el mundo.1
Una
vez más, las lecturas de este domingo, nos ponen a pensar en las
cosas esenciales de la fe cristiana, en la originalidad de Jesús, en
la desbordante gratuidad del Padre Dios, en esa extraordinaria
capacidad para quebrar los esquemas surgidos del egoísmo de muchos,
y en esa provocación de esperanza y felicidad cuando el caído se
experimenta amado y redimido. El evangelio marca siempre un contraste
radical – a contracorriente! – con las mentalidades dominantes de
injusticia, descarte y exclusión.
A
esto nos llevan las lecturas de hoy con el relato de Naamán, el
sirio, y con la curación de diez leprosos, de los que solo uno –
el menos indicado – regresó a Jesús para darle gracias, matizado
con las vigorosas palabras de Pablo a Timoteo: “Siguiendo
mi buena noticia, acuérdate de Jesucristo, resucitado de la muerte,
del linaje de David. Por ella padezco hasta ser encarcelado como
malhechor. Pero todo lo sufro por los elegidos de Dios, para que, por
medio de Jesucristo, también ellos alcancen la salvación y la
gloria eterna” .
2
Todos
recordamos a Pablo, fariseo radical y fundamentalista, riguroso
observante de la ley judía y encarnizado perseguidor de los primeros
discípulos de Jesús, cuando este llega a su vida a través de una
experiencia profunda en la que le hace ver su insensatez; así, este
hombre se deja avasallar por esa gratuidad amorosa y entiende que la
vida con sentido pasa por dejarse amar por el buen Dios, recibiendo
sin méritos todos los dones en los que el Padre es de absoluta
generosidad, y apropiando en la totalidad de su ser y de su quehacer
que esa gracia se torna realidad humana y salvadora en la persona de
Jesucristo. A partir de esta experiencia fundante Pablo se torna un
ser siempre agradecido y leal.3
El ministerio paulino, consignado en sus cartas, es referente
esencial para comprender y asumir la gratuidad amorosa de Dios en la
persona del Señor Jesucristo.4
Luego,
la historia de Naamán, el sirio, corrobora esta perspectiva. Todo
el capítulo 5 del segundo libro de Reyes contiene el relato que nos
invita a abrirnos a la apasionante intervención del Dios gracioso,
gratuito y gratificante.
Era
un hombre importante y bien reconocido por todos en su medio, y se
descubre enfermo de lepra, mal que entre los judíos era tenido
como maldición , haciendo que el paciente fuera excluído por el
miedo a la contaminación física y ritual, pues se pensaba que el
portador de la misma era castigado por Dios por su mala conducta.
Aconsejado por una humilde servidora israelita va en busca del
profeta Eliseo para ser curado.
Recordamos la
penosa exclamación que entre nosotros hacen personas que se sienten
“importantes” cuando son requeridos por la autoridad por estar
cometiendo faltas: Usted no sabe quien soy yo? Esto mismo le pasó al
notable general sirio: ”Naamán
llegó con sus caballos y carros y se detuvo ante la puerta de
Eliseo. Eliseo mandó a decirle: Ve a bañarte siete veces en el
Jordán, y tu carne quedará limpia. Naamán se enfadó y decidió
irse, comentando: Yo me imaginaba que saldría a verme en persona y
que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios, pasará la mano
sobre la parte enferma y me libraría de mi enfermedad”.
5
Son
sus servidores quienes le “bajan los humos” y le hacen caer en
cuenta de la disposición de humildad y apertura para recibir el don
de Dios, que es la propia de los pequeños, de los que viven en este
universo del don gratuito y del amor, los pobres de Yahvé, los que
no presumen y están siempre en plan de agradecimiento y de
fidelidad.6
Son
los mínimos los que advierten a Naamán que negarse a los
privilegios propios de la importancia social para acceder al mundo de
la gracia, del dejar a Dios ser Dios con su inusitado modo de
proceder dador de vida, lleva a las mejores razones para vivir con
sentido, en bienaventurada pequeñez. Esta conciencia es la que hace
que el antes presuntuoso general exclame: “Ahora
reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel”.
7
El
relato de Lucas pone a Jesús en camino a Jerusalén, donde se
enfrentará a su destino definitivo con el poder religioso de los
judíos y el político de los romanos. El siempre sale al encuentro
de los oprimidos, de los castigados, de los humillados: “Al
entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, que se
pararon a cierta distancia y, alzando la voz, le dijeron: Jesús,
Señor, ten piedad de nosotros”
8.
Atender la llamada de los últimos del mundo es la señal distintiva
de la misericordia de Dios, normativa en la conducta de Jesús,
ofrecida también con esa misma normatividad a todos aquellos que nos
interesamos en seguir su camino y en ser como él.9
Jesús
es la salida misericordiosa y compasiva del Padre Dios hacia toda la
humanidad, con clara preferencia por las víctimas. El no mira hojas
de vida ni títulos ni ancestros de nobleza, ni siquiera rectitud
moral, su misión es la de restaurar a todos los condenados de la
tierra, poniendo en tela de juicio el estilo conocido de manipulación
y deshonesta utilización del hombre por el hombre.
Diez
leprosos son curados y sólo uno regresa para agradecer el beneficio
de la curación: “Uno
de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios en voz alta,
y cayó de bruces a sus pies, dándole gracias. Era samaritano”
10.
La fe no es sólo confianza sino también fidelidad, la primera
cura, la segunda salva: “Alzate,
ve, tu fe te ha salvado” .11
Los
leprosos, lo recordamos, eran marginados, tal como le referimos en el
caso de Naamán y, aún más, los samaritanos eran profundamente
despreciados por los judíos. Este texto marca una diferencia
cualitativa entre el judaísmo del tiempo de Jesús y la primera
comunidad cristiana, en la que surge el texto de Lucas. Es la
constante oposición entre el peso de la ley y el don gratuito de
Dios: el leproso agradecido es el excomulgado samaritano, los otros
nueve – judíos – se van felices a reportar su curación a los
sacerdotes del templo, tal como lo prescribía la ley. En ese
contexto, ser samaritano era visto por los judíos como una
maldición, los despreciaban y tenían por herejes y blasfemos. Ese
excluído es el único que vuelve para hacer profesión de gratitud.
La
religiosidad , en la mentalidad de este judaísmo y en la de muchos
ambientes religiosos de hoy, se concibe como la adaptación cómoda a
unas normas externas, a un ordenamiento institucional, en la que no
hay cabida para la espiritualidad, esta última espacio legítimo
donde Dios acontece dándose y dando vida, constituyendo al
destinatario-beneficiario como un nuevo ser humano asumido por la
gratuidad y por la gratitud. La religiosidad formal se siente
merecedora de Dios, una meritocracia espiritual, y presume de
superioridad moral, desconociendo el sentido profundo que para Dios
tiene la vivencia creyente y gratuita de los condenados de la
tierra.12
De
nuevo, Jesús nos lleva a considerar en discernimiento si nuestra
búsqueda de Dios y del sentido de la vida es mediante esta sumisión
a un cúmulo de prescripciones y de ritos, o a vivir la fe como
aventura liberadora, tal como él la vive y propone. Criterio
fundamental de discernimiento para establecer si nuestra relación
con Dios va en lo cierto es este de optar por lo gratuito, de
dejarnos seducir por ese amoroso misterio que da todo de sí mismo,
afirmando la dignidad de todo ser humano y de toda la realidad creada
y natural, sacramentos de la capacidad gratuita y graciosa de ese
Dios , cuyo ser es darse permanentemente para que haya vida en
abundancia.13
Hay
muchos cuestionamientos a la institucionalidad religiosa cuando se
queda en las formalidades y se aleja de las realidades humanas, de
los gozos y esperanzas, de los sufrimientos y vacíos de tantos en el
mundo. Muchos ateos lo son porque no se sienten persuadidos de Dios
con esta mediación estéril de las religiones sin vitalidad, sin
capacidad de entusiasmo y de motivación.
Valga
esta reflexión para que los creyentes practiquemos una honda
autocrítica, revisando si nos quedamos en un simple cumplimiento
religioso o si decidimos dar el salto con Jesús para vivir la
auténtica misión de la libertad en el amor de Dios.
Por
eso, el leproso agradecido es un símbolo de la nueva actitud, la del
que se siente necesitado del don y lo acoge feliz con la misma lógica
de gracia con la que ha sido sanado de su enfermedad. La religión,
para ser genuina mediación de salvación, debe estar saturada de
espiritualidad, de confianza y fidelidad simultáneamente, como le
sucede a este samaritano que recuperó su humanidad en el encuentro
con Jesús.
El
fanatismo y la ceguera de muchos contenidos religiosos que llenan de
miedos infundados a los creyentes, inventando fantasmas enemigos de
la fe, son una típica evidencia de la utilización indebida de
Dios, producto de una deficiente formación bíblica y teológica, y
de serias carencias en términos de madurez y de sentido crítico.
Cada
cristiano, cada comunidad de discípulos de Jesús, tiene la vocación
de narrar con la coherencia de su vida que Dios es gratuito ciento
por ciento, que la buena existencia es apasionante cuando es
determinada por ese don, y que todo ser humano, toda manifestación
de vida, es lenguaje de lo mismo. Por eso , vamos en contra de la
manipulación del hombre por el hombre.
1
En la novela de Constantin Virgil Gheorgiou (escritor rumano, 1916 –
1992) titulada LA HORA 25, el autor cristiano ortodoxo y sacerdote
de esta tradición, narra hechos sucedidos en la segunda guerra
mundial, a partir del sufrimiento de un inocente, víctima de las
depredaciones propias de este penoso tiempo de la historia del siglo
XX en la que más de cincuenta millones de hombres y mujeres fueron
sacrificados. Es una reflexión narrativa sobre el problema del mal
que hace padecer a los justos, en ese abominable contexto de la
guerra. Tiene versión cinematográfica (1967), dirigida por Carlo
Ponti, con la actuación protagónica de Virna Lisi y Anthony Quinn.
2
2 Timoteo 2: 8-10
3
BORNKAMM, Günther. Pablo de Tarso. Sígueme. Salamanca, 1987.
4
En
www.vaticannews.va/es/papa-francisco/misa-santa-marta/2019-06/papa-francisco-homilia-misa-santa-marta.html
el Santo Padre se refiere a la relación de gratuidad con Dios que
nos lleva a dar gratuitamente.
5
2 Reyes 5: 9-11
6
LECLERC, Eloi. La sabiduría de un pobre. Ediciones Encuentro.
Madrid, 2018. Profunda reflexión de este franciscano francés sobre
la experiencia espiritual de San Francisco de Asís. Es un clásico
de la literatura espiritual del siglo XX.
7
2 Reyes 5: 15
8
Lucas 17: 11-13
9
SOBRINO, Jon. Fuera de los pobres no hay salvación. Trotta. Madrid,
2007.
10
Lucas 17: 15-16
11
Lucas 15: 19.
12
GUTIERREZ MERINO, Gustavo. Beber en su propio pozo: en el itinerario
espiritual de un pueblo. Sígueme. Salamanca, 1984.
13
BOFF, Leonardo. Gracia y liberación del hombre. Cristiandad.
Madrid, 1980-
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