domingo, 13 de octubre de 2019

COMUNITAS MATUTINA 13 DE OCTUBRE 2019 DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

Uno de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios en voz alta, y cayó de bruces a sus pies, dándole gracias. Era samaritano”
(Lucas 17: 15 – 16)
Lecturas:
  1. 2 Reyes 5: 14 – 17
  2. Salmo 97: 1 – 4
  3. 2 Timoteo 2: 8 – 13
  4. Lucas 17: 11 – 19
Con frecuencia hemos señalado en estos comentarios semanales la preocupación que nos suscita el inaceptable modo de proceder que consiste en instrumentalizar a los seres humanos, tratándolos como objetos, desconociendo su dignidad, manipulando mentes y conciencias, domesticándolos, humillando y maltratando, descartándolos de la mesa de la vida y de sus beneficios, violentando sistemáticamente a las personas. Es una constante situación de pecado y de injusticia, indignante en el grado máximo en que algo puede serlo. Es - penosamente – el modo habitual con el que se trata a millones de seres humanos en el mundo.1
Una vez más, las lecturas de este domingo, nos ponen a pensar en las cosas esenciales de la fe cristiana, en la originalidad de Jesús, en la desbordante gratuidad del Padre Dios, en esa extraordinaria capacidad para quebrar los esquemas surgidos del egoísmo de muchos, y en esa provocación de esperanza y felicidad cuando el caído se experimenta amado y redimido. El evangelio marca siempre un contraste radical – a contracorriente! – con las mentalidades dominantes de injusticia, descarte y exclusión.
A esto nos llevan las lecturas de hoy con el relato de Naamán, el sirio, y con la curación de diez leprosos, de los que solo uno – el menos indicado – regresó a Jesús para darle gracias, matizado con las vigorosas palabras de Pablo a Timoteo: “Siguiendo mi buena noticia, acuérdate de Jesucristo, resucitado de la muerte, del linaje de David. Por ella padezco hasta ser encarcelado como malhechor. Pero todo lo sufro por los elegidos de Dios, para que, por medio de Jesucristo, también ellos alcancen la salvación y la gloria eterna” . 2
Todos recordamos a Pablo, fariseo radical y fundamentalista, riguroso observante de la ley judía y encarnizado perseguidor de los primeros discípulos de Jesús, cuando este llega a su vida a través de una experiencia profunda en la que le hace ver su insensatez; así, este hombre se deja avasallar por esa gratuidad amorosa y entiende que la vida con sentido pasa por dejarse amar por el buen Dios, recibiendo sin méritos todos los dones en los que el Padre es de absoluta generosidad, y apropiando en la totalidad de su ser y de su quehacer que esa gracia se torna realidad humana y salvadora en la persona de Jesucristo. A partir de esta experiencia fundante Pablo se torna un ser siempre agradecido y leal.3 El ministerio paulino, consignado en sus cartas, es referente esencial para comprender y asumir la gratuidad amorosa de Dios en la persona del Señor Jesucristo.4
Luego, la historia de Naamán, el sirio, corrobora esta perspectiva. Todo el capítulo 5 del segundo libro de Reyes contiene el relato que nos invita a abrirnos a la apasionante intervención del Dios gracioso, gratuito y gratificante.
Era un hombre importante y bien reconocido por todos en su medio, y se descubre enfermo de lepra, mal que entre los judíos era tenido como maldición , haciendo que el paciente fuera excluído por el miedo a la contaminación física y ritual, pues se pensaba que el portador de la misma era castigado por Dios por su mala conducta. Aconsejado por una humilde servidora israelita va en busca del profeta Eliseo para ser curado.
Recordamos la penosa exclamación que entre nosotros hacen personas que se sienten “importantes” cuando son requeridos por la autoridad por estar cometiendo faltas: Usted no sabe quien soy yo? Esto mismo le pasó al notable general sirio: ”Naamán llegó con sus caballos y carros y se detuvo ante la puerta de Eliseo. Eliseo mandó a decirle: Ve a bañarte siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia. Naamán se enfadó y decidió irse, comentando: Yo me imaginaba que saldría a verme en persona y que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios, pasará la mano sobre la parte enferma y me libraría de mi enfermedad”. 5
Son sus servidores quienes le “bajan los humos” y le hacen caer en cuenta de la disposición de humildad y apertura para recibir el don de Dios, que es la propia de los pequeños, de los que viven en este universo del don gratuito y del amor, los pobres de Yahvé, los que no presumen y están siempre en plan de agradecimiento y de fidelidad.6
Son los mínimos los que advierten a Naamán que negarse a los privilegios propios de la importancia social para acceder al mundo de la gracia, del dejar a Dios ser Dios con su inusitado modo de proceder dador de vida, lleva a las mejores razones para vivir con sentido, en bienaventurada pequeñez. Esta conciencia es la que hace que el antes presuntuoso general exclame: “Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel”. 7
El relato de Lucas pone a Jesús en camino a Jerusalén, donde se enfrentará a su destino definitivo con el poder religioso de los judíos y el político de los romanos. El siempre sale al encuentro de los oprimidos, de los castigados, de los humillados: “Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia y, alzando la voz, le dijeron: Jesús, Señor, ten piedad de nosotros” 8. Atender la llamada de los últimos del mundo es la señal distintiva de la misericordia de Dios, normativa en la conducta de Jesús, ofrecida también con esa misma normatividad a todos aquellos que nos interesamos en seguir su camino y en ser como él.9
Jesús es la salida misericordiosa y compasiva del Padre Dios hacia toda la humanidad, con clara preferencia por las víctimas. El no mira hojas de vida ni títulos ni ancestros de nobleza, ni siquiera rectitud moral, su misión es la de restaurar a todos los condenados de la tierra, poniendo en tela de juicio el estilo conocido de manipulación y deshonesta utilización del hombre por el hombre.
Diez leprosos son curados y sólo uno regresa para agradecer el beneficio de la curación: “Uno de ellos, viéndose curado, volvió glorificando a Dios en voz alta, y cayó de bruces a sus pies, dándole gracias. Era samaritano” 10. La fe no es sólo confianza sino también fidelidad, la primera cura, la segunda salva: “Alzate, ve, tu fe te ha salvado” .11
Los leprosos, lo recordamos, eran marginados, tal como le referimos en el caso de Naamán y, aún más, los samaritanos eran profundamente despreciados por los judíos. Este texto marca una diferencia cualitativa entre el judaísmo del tiempo de Jesús y la primera comunidad cristiana, en la que surge el texto de Lucas. Es la constante oposición entre el peso de la ley y el don gratuito de Dios: el leproso agradecido es el excomulgado samaritano, los otros nueve – judíos – se van felices a reportar su curación a los sacerdotes del templo, tal como lo prescribía la ley. En ese contexto, ser samaritano era visto por los judíos como una maldición, los despreciaban y tenían por herejes y blasfemos. Ese excluído es el único que vuelve para hacer profesión de gratitud.
La religiosidad , en la mentalidad de este judaísmo y en la de muchos ambientes religiosos de hoy, se concibe como la adaptación cómoda a unas normas externas, a un ordenamiento institucional, en la que no hay cabida para la espiritualidad, esta última espacio legítimo donde Dios acontece dándose y dando vida, constituyendo al destinatario-beneficiario como un nuevo ser humano asumido por la gratuidad y por la gratitud. La religiosidad formal se siente merecedora de Dios, una meritocracia espiritual, y presume de superioridad moral, desconociendo el sentido profundo que para Dios tiene la vivencia creyente y gratuita de los condenados de la tierra.12
De nuevo, Jesús nos lleva a considerar en discernimiento si nuestra búsqueda de Dios y del sentido de la vida es mediante esta sumisión a un cúmulo de prescripciones y de ritos, o a vivir la fe como aventura liberadora, tal como él la vive y propone. Criterio fundamental de discernimiento para establecer si nuestra relación con Dios va en lo cierto es este de optar por lo gratuito, de dejarnos seducir por ese amoroso misterio que da todo de sí mismo, afirmando la dignidad de todo ser humano y de toda la realidad creada y natural, sacramentos de la capacidad gratuita y graciosa de ese Dios , cuyo ser es darse permanentemente para que haya vida en abundancia.13
Hay muchos cuestionamientos a la institucionalidad religiosa cuando se queda en las formalidades y se aleja de las realidades humanas, de los gozos y esperanzas, de los sufrimientos y vacíos de tantos en el mundo. Muchos ateos lo son porque no se sienten persuadidos de Dios con esta mediación estéril de las religiones sin vitalidad, sin capacidad de entusiasmo y de motivación.
Valga esta reflexión para que los creyentes practiquemos una honda autocrítica, revisando si nos quedamos en un simple cumplimiento religioso o si decidimos dar el salto con Jesús para vivir la auténtica misión de la libertad en el amor de Dios.
Por eso, el leproso agradecido es un símbolo de la nueva actitud, la del que se siente necesitado del don y lo acoge feliz con la misma lógica de gracia con la que ha sido sanado de su enfermedad. La religión, para ser genuina mediación de salvación, debe estar saturada de espiritualidad, de confianza y fidelidad simultáneamente, como le sucede a este samaritano que recuperó su humanidad en el encuentro con Jesús.
El fanatismo y la ceguera de muchos contenidos religiosos que llenan de miedos infundados a los creyentes, inventando fantasmas enemigos de la fe, son una típica evidencia de la utilización indebida de Dios, producto de una deficiente formación bíblica y teológica, y de serias carencias en términos de madurez y de sentido crítico.
Cada cristiano, cada comunidad de discípulos de Jesús, tiene la vocación de narrar con la coherencia de su vida que Dios es gratuito ciento por ciento, que la buena existencia es apasionante cuando es determinada por ese don, y que todo ser humano, toda manifestación de vida, es lenguaje de lo mismo. Por eso , vamos en contra de la manipulación del hombre por el hombre.

1 En la novela de Constantin Virgil Gheorgiou (escritor rumano, 1916 – 1992) titulada LA HORA 25, el autor cristiano ortodoxo y sacerdote de esta tradición, narra hechos sucedidos en la segunda guerra mundial, a partir del sufrimiento de un inocente, víctima de las depredaciones propias de este penoso tiempo de la historia del siglo XX en la que más de cincuenta millones de hombres y mujeres fueron sacrificados. Es una reflexión narrativa sobre el problema del mal que hace padecer a los justos, en ese abominable contexto de la guerra. Tiene versión cinematográfica (1967), dirigida por Carlo Ponti, con la actuación protagónica de Virna Lisi y Anthony Quinn.
2 2 Timoteo 2: 8-10
3 BORNKAMM, Günther. Pablo de Tarso. Sígueme. Salamanca, 1987.
4 En www.vaticannews.va/es/papa-francisco/misa-santa-marta/2019-06/papa-francisco-homilia-misa-santa-marta.html el Santo Padre se refiere a la relación de gratuidad con Dios que nos lleva a dar gratuitamente.
5 2 Reyes 5: 9-11
6 LECLERC, Eloi. La sabiduría de un pobre. Ediciones Encuentro. Madrid, 2018. Profunda reflexión de este franciscano francés sobre la experiencia espiritual de San Francisco de Asís. Es un clásico de la literatura espiritual del siglo XX.
7 2 Reyes 5: 15
8 Lucas 17: 11-13
9 SOBRINO, Jon. Fuera de los pobres no hay salvación. Trotta. Madrid, 2007.
10 Lucas 17: 15-16
11 Lucas 15: 19.
12 GUTIERREZ MERINO, Gustavo. Beber en su propio pozo: en el itinerario espiritual de un pueblo. Sígueme. Salamanca, 1984.
13 BOFF, Leonardo. Gracia y liberación del hombre. Cristiandad. Madrid, 1980-

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