Lecturas:
1.
Habacuc 1: 2 – 3 y 2: 2 – 4
2.
Salmo 94: 1 – 9
3.
2 Timoteo 1: 6 – 8 y 13 – 14
4.
Lucas 17: 5 – 10
Jesùs nos pide revisar en profundidad mentalidades y
actitudes relativas a asuntos esenciales de la vida, y lo hace con lenguaje
desafiante, para indicar la densidad de lo que està planteando. Asì, en las
lecturas de hoy, la de Lucas, precedida por la de Habacuc, se nos remite a la
realidad de la fe, cuestionando las comprensiones deficientes que tenemos de
ella. Creer en Dios no es asentir a “cosas” externas al creyente o plegarse
simplemente a un determinado sistema religioso.[1]
En la revelación
bíblica la fe no consiste en el asentimiento a una serie de definiciones
doctrinales. Esta es algo mucho màs
radical y decisivo, se trata de la confianza en alguien, de depositar la
garantía de la propia vida en una realidad distinta de nosotros, que nos invita
y propone cosas maravillosas, comprometiendo la totalidad del ser y del
quehacer en este acto, que también exige la fidelidad como actitud de
permanente recreación de esa confianza. La fe no se puede reducir a
“creencias”, esa no es la propuesta de Jesús, es una manera de vivir
fundamentada en el Evangelio, capaz de hacernos nuevos, emancipados,
transformadores.
Tampoco nos podemos
quedar en un sistema de seguridades
doctrinales que nos proteja de las dinámicas del cambio, de las preguntas
inquietantes y definitivas, de las inevitables crisis existenciales. La fe
genuina es exigente, retadora, provoca renuncias y rupturas, remite a la
libertad, se inserta en la realidad, siempre abierta a la trascendencia,
confronta esto último con aquellas situaciones en las que el ser humano se
juega el sentido de su vida.
El profeta Habacuc –
primera lectura de este domingo – nos pone en el contexto de un diálogo entre
el profeta y Dios, con la cuestión por excelencia, la pregunta por la raíz del
mal y el sufrimiento que lo rodea : Hasta cuándo , Señor, pediré auxilio sin
que tú escuches, clamaré hacia ti: violencia!, sin que tú salves? Por qué me
haces ver la iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y
violencia, hay contiendas y aumenta la discordia”. [2]
Angustioso clamor que
nos pone frente al gran interrogante que surge cuando en el mundo se dan tantos
males e injusticias, principalmente en contra de inocentes, inquietud que està
en la raíz de muchos desarrollos del pensamiento, algunos de ellos tomados por
el sentimiento trágico de la vida. Es la desgarrada protesta que mueve a muchos seres humanos cuando se
constatan los efectos arrasadores del mal y no se vislumbra de inmediato la respuesta
de Dios. [3]
De inmediato nuestra
sensibilidad recorre los escenarios trágicos de la humanidad, como estos que
hemos vivido en Colombia durante tantos años, propiciados por grupos de
personas que recurren a la violencia para eliminar a quien piensa o cree
distinto, para ejercer retaliación por otros crímenes, para presionar a las
autoridades a tomar un determinado tipo de decisiones, para afianzar poder y
demostrar superioridad, para emprender la devastación de comunidades inocentes,
unas y otras autènticas encarnaciones
del mal, hechas penosa realidad en colectividades donde la mayoría de sus
integrantes son esforzados ciudadanos que configuran sus familias, organizan su
vida laboral y productiva, constituyen sus ámbitos de vida comunitaria, justa y
organizada.
El siniestro campo de
concentración de Auschwitz, en la Polonia de la segunda guerra mundial, es un
trágico monumento al sin sentido, propiciado por un régimen diabólico y
enloquecido. Ante los cadáveres de varios millones de cadáveres judíos, el
mundo se sigue preguntando por la justicia de Dios y por los alcances de la
barbarie decidida por seres humanos, como lo que hoy acontece en Siria y en las
barcazas de africanos que se lanzan al mar porque no resisten las penurias que viven
en sus países de origen.
Vuelve a nosotros el
drama existencial de Job, que simboliza el sufrimiento del inocente, la
tentación de capitular renunciando a la
fe y a la esperanza, culpar a Dios de lo que es responsabilidad humana y caer
en un permanente estado de desencanto y sin sentido.[4] Es
uno de los grandes núcleos de realidad que nos presenta la revelación bíblica,
haciendo eco a lo que es vivenciado por muchos en la humanidad.
No es la resignación de víctimas que sucumben ante
estas tragedias lo que propone la lógica
de la fe genuina , sino la confianza en ese Dios único y personal, en quien se
encuentra la capacidad para afrontar de modo transformador la adversidad, el
fracaso, la enfermedad, la injusticia, el mal en sus múltiples concreciones, la
cuestión decisiva y definitiva de la muerte. En suma, el gran por qué de la
existencia.
La queja de Habacuc es
clara: no hay justicia, se vive en una violación sistemática de los derechos
básicos provocada por confusiones de su tiempo, que nos trasladan a nuestro
tiempo con los grandes desafueros que poderosos y sistemas políticos y
económicos cometen contra los débiles del mundo. Ante esto, cuál es el papel de
la fe? Se contiene allí un sentido que abra a la acción de la justicia y
resignifique la esperanza?
La última palabra sobre
la vida de los humanos no la tienen los señores de la muerte, ni los
provocadores de injusticias y destrucciones, aunque en determinado momento su
poder parezca avasallador y ganancioso. Lo decisivo para nosotros proviene de
Dios, señor de la historia, quien gratuitamente nos dota de la capacidad
creyente, del estilo fuerte para cambiar el significado de lo trágico y mortal
en señales de vida y de esperanza, a partir de la confianza radical en El: “El
Señor me respondió y dijo: escribe la visión, grábala sobre unas tablas para
que se la pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado,
ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque
vendrá seguramente y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero
el justo vivirá por su fidelidad”. [5]
La respuesta de la fe
no actúa no automática ni mágicamente, es un proceso denso, en el que se viven
desolaciones y experiencias de profundas crisis, protestas y rebeliones, pero
también vivencias de purificación, de dramático realismo, en las que el
creyente poco a poco se va liberando de la religiosidad tradicional para
experimentar ser encontrado por el Dios que se involucra, que se encarna, que
se hace principio y fundamento existencial, recuperando la esperanza y la
pasión de vivir.[6]
Tales consideraciones llevan directamente a lo que
suscita el texto de Lucas que se propone para este domingo: “Dijeron los apóstoles al Señor: auméntanos
la fe. El Señor respondió: si tuvieran una fe como un grano de mostaza, habrìan
dicho a este sicomoro: arràncate y plántate en el mar, y les habrìa obedecido”. [7]
La solicitud de los discípulos
da pie a una amonestación que cuestiona el poner la seguridad en las buenas
obras y en las pràcticas religiosas, en cuanto acumulación de mèritos y
autojustificaciòn, para abrir la puerta a la confianza en Dios, tema reiterado
en los exigentes retos que Jesùs pone a
fariseos y demás persoajes religiosos de su tiempo.
Quienes pasan la vida acumulando mèritos no confían en
Dios sino en sì mismos, mentalidad que también està presente en sus discípulos ,
a quienes se dirige este reto. Igualmente, la parábola del servidor cuya única
obligación es cumplir con lo mandado sin mèrito alguno, también es una crìtica
a las personas y grupos religiosos que
sòlo confían en la observancia de la ley como única alternativa de salvación.
Es el eterno dilema entre la fe y las obras, asunto clave que ocupò las
reflexiones y la espiritualidad de aquel fraile alemán Martìn Lutero , cuyas
inquietudes finalmente derivaron en lo que conocemos como la Reforma
Protestante, en cuya base està el esfuerzo por recuperar el sentido legìtimo de
la fe como confianza en Dios, de donde
proviene la justicia gratuita y nunca
recompensadora de cumplimientos y observancias.[8]
De esta manera, somos
conducidos a descubrir lo que realmente
somos, ir al fondo de nuestro ser como gran ejercicio de confianza, despojarnos
de màscaras y apariencias para entrar confiados en el misterio de nuestra
humanidad, experiencia que a su vez nos permite entrar en el espacio de Dios en
cuanto principio y fundamento de todo lo que somos y hacemos.
En la respuesta que da
Jesùs da a entender que la petición que le hacen los discípulos està mal
planteada. No se trata de cantidad sino de autenticidad. El no les podía
aumentar la fe porque no la tenìan ni en su màs mínima expresión, esta tiene
que crecer desde dentro, y para ello pone el ejemplo sencillísimo del grano de
mostaza, comparación que nos pone en contacto con las realidades germinales de
la vida, que son asì de simples y por lo mismo contenedoras potenciales de una
nueva manera ser en Dios.
Lo que Jesùs dice no
està referido a una promesa de poderes mágicos para realizar portentos, que es
lo que ordinariamente se entiende y lo que moviliza a muchos en materia
religiosa, demandando milagros, sanaciones, sin comprometer la propia vida en
un nuevo proceso de mejor humanidad según el Evangelio. Para El, la fuerza de Dios ya està en cada uno de
nosotros, para quien tiene confianza esa energía se podrá desplegar en
servicio, en solidaridad, en fraternidad, en vida recta y justa.
Lo opuesto a la fe es
la idolatrìa, el poner las seguridades en realidades humanas absolutizadas, y
darles a estas un pretendido poder salvador y liberador, sacando del escenario
al verdadero Dios que se nos revela amorosamente para que seamos auténticamente
humanos. La fe es una actitud personal fundamental que imprime un rumbo
definitivo a la existencia.
Los testimonios de los
grandes creyentes son relatos de Dios que nos ayudan a comprender la respuesta
de Jesùs, que suena dura por escueta y contundente pero estimulante para
encontrar el sentido real de la fe, así mismo las palabras de Jesús:
“Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”.
[9] El creyente se sumerge en la gran dinámica de
la gratuidad de Dios y su justicia, e inscribe su libertad en este apasionante
misterio de vida, asume la decisión de romper con el universo de las
seguridades religiosas que paralizan su ejercicio creyente y se lanza a la gran
aventura de la fe. Es una llamada a ejercer en
nosotros una autocrìtica profunda en perspectiva de superación de los
miedos que nos paralizan, de las evasiones con las que queremos justificar el
no compromiso y el ejercicio de la responsabilidad de transformar esta historia
sin el recurso a la consabida y decadente mentalidad milagrera.[10]
Tambièn en la vida
social se viven las consecuencias de esta pobre disposición, no se confía en
las personas, se cultiva con exceso el
ser lobos unos para otros, todo se reglamenta y se
cobra, se cosifica a la gente y se la instrumentaliza, las relaciones humanas
están mediadas por normas y coacciones y no por credibilidad, y se cuantifican los resultados como si el asunto fuera una demostración de
cantidad y acumulación. Un verdadero escàndalo: la humanidad sometida a las
leyes del mercado y de la ganancia egoísta!!
La fe – confianza
bíblica supone también la esperanza y el amor, las tres adquieren su pleno significado
cuando se entrelazan. Es lo que sucede en los creyentes raizales cuando corren el riesgo de confiar
,feliz aventura en la que se juega el sentido de la vida, tal como Abrahàn,
Moisès, los profetas, Marìa, Pablo, los discípulos después de la experiencia
pascual.
Creer no es cuestión de
facilismo y de la inercia de una religión sociocultural. Es
imperativo tener el coraje de preguntarse, de practicar rupturas, de superar el
letargo de una religiosidad que adormece y somete conciencias, hay que mirar
todos los aspectos de la condición humana, sus búsquedas de sentido, sus
protestas ante el carácter implacable del mal y de la injusticia, explorar,
cuestionar, dejar que la realidad desafíe y estimule modos más auténticos de
vivir y de creer. Y…..dejarnos sorprender por Dios, El justifica, redime,
transforma, exige, nos invita a ser profundamente libres, a optar, pero no
permite que nos acomodemos, de El viene el éxodo permanente de las seguridades
hacia las libertades
Jesús no instaura un modelo religioso
repetitivo, lo suyo es Dios que revelándose en él nos revela también lo más
íntimo de nosotros. A esto alude Pablo cuando dice a Timoteo: “Por tal motivo, te recomiendo que reavives
el carisma de Dios que està en tì por la imposición de mis manos. Piensa que el
Señor no nos diò un espíritu de timidez sino de fortaleza, de caridad y de
templanza. No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de Nuestro
Señor, ni de mì, su prisionero. Al contrario, soporta conmigo los sufrimientos
por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios” [11]
Superada la idea de la
fe como creencia en conceptos o como dotación de poderes extraordinarios, y
aceptado que se trata de confianza radical en este Dios incondicional, estamos
llamados a transitar por senderos de una humanidad que se configura teologalmente,
sin providencialismos, con entera responsabilidad para gestar un mundo de
gratuidad humanizante, de trabajo hombro a hombro con el prójimo para construir
relaciones de confianza en la relación fundante con el Tù constitutivo que es
Dios y con el tù referido a los demás
que se torna en nosotros – comunidad, al estilo del Señor Jesùs.
La fe no nos da
recetas, desinstala, libera, es permanente dinamismo de liberación. Si no es
así, es opio del pueblo.
[1]
TORNOS, Andrés. Cuando hoy vivimos la fe : teología para tiempos difíciles. San
Pablo. Madrid, 1997.
[2]
Habacuc 1: 2-3
[3]
BRAVO LAZCANO, Carlos. El problema del mal. Pontificia Universidad Javeriana –
Facultad de Teología. Bogotá, 2006.
[4]
UNAMUNO, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los
pueblos. Gredos. Madrid, 1987.
[5]
Habacuc 2: 2 - 4
[6] MARTIN
VELASCO, Juan. El encuentro con Dios. Caparrós editores. Madrid, 1995.
[7]
Lucas 17: 5-6
[8]
ROPER, Lyndal. Martín Lutero, renegado y profeta. Taurus. Barcelona, 2016.
[9]
Lucas 17: 10
[10]
MARTIN VELASCO, Juan. El malestar religioso de nuestra cultura. Ediciones
Paulinas. Madrid, 1993. GARRIDO, Javier. El conflicto con Dios hoy. Sal Terrae.
Santander (España), 2003.
[11] 2
Timoteo 1: 6-8
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