domingo, 20 de octubre de 2019

COMUNITAS MATUTINA 20 DE OCTUBRE 2019 DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C


“No hará entonces Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche? Les hará esperar? Les digo que les hará justicia pronto”
(Lucas 18: 7 – 8).

Lecturas:
1.   Exodo 17: 8 – 13
2.   Salmo 120: 1 – 8
3.   2 Timoteo 3: 14 a 4: 2
4.   Lucas 18: 1 – 8
Algunas veces, cuando nos encontramos con determinados textos bíblicos, nos vemos abocados a serias dificultades para su interpretación si permanecemos en una captación literal de los mismos, como los que nos propone la liturgia de este domingo, en la que se plantea la relación con Dios a partir de la experiencia de la oración. Valga esta aclaración inicial para  involucrarnos  adecuadamente en el  sentido  original que ellos contienen, y para dar el salto cualitativo de la fe fideísta a la fe adulta y autónoma.
Esfuerzo esencial de parte de los teólogos y de los estudiosos de la Biblia es el de ayudarnos a descubrir el pretexto y el contexto de los diversos textos, recordando que surgieron en un realidad cultural muy distinta de la nuestra, con otras mediaciones de expresión y con otras sensibilidades. Esta advertencia también resulta fundamental para una apropiación inteligente de lo que la Biblia nos comunica en orden a cualificar nuestra condición humana en la perspectiva del proyecto de Dios.[1]
Cierto tipo de predicaciones y contenidos del cristianismo, en grupos católicos y evangélicos, son muy peligrosos porque acuden a los textos de forma literal sin el ejercicio de la mediación interpretativa y los convierten en argumentos de autoridad o de soporte para justificar cosas que nada tienen que ver con el proyecto original de Jesús, tendencia conocida con el nombre de fundamentalismo, frecuentemente de talante tradicionalista y totalmente cerrada al cambio , al diálogo sereno dentro del pluralismo, y al fomento de la libertad y mejor humanidad de los creyentes siguiendo los aspectos esenciales del proyecto cristiano. [2]
Dicho de otra manera: hay que desmitificar los textos, no para profanar la fe ni para agredir la sensibilidad de los creyentes, sino para llevarlos por lo más esencial y puro del cristianismo, haciendo el esfuerzo constante y creciente de aproximarnos al seguimiento de Jesús desde la realidad concreta en la que vivimos.[3]
La de hoy – parábola de la viuda y del juez injusto – es una invitación a no desanimarnos en el intento de implantar el reino de Dios y su justicia, con lo que esto implica  de oración profunda y de empeño evangélico por mejorar la realidad, por eso el evangelio  empieza diciendo: “Les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer” [4],  expresión que de inmediato nos pone en contacto con esos momentos díficiles que tenemos en la vida, cuando nos sentimos en situación límite, agobiados y desencantados, acudiendo a Dios para que baje y nos haga justicia, supliendo nuestra responsabilidad, comportamiento religioso que es característico de muchos en el mundo.
Dios obra así? El sustituye nuestra responsabilidad e iniciativa? Funciona mágicamente atendiendo de forma automática el llamado que le hacemos? Su silencio significa que es injusto y que no se compadece de nuestras penurias? Responder a estas cuestiones es uno de los elementos básicos que nos ofrece una reflexión adecuada sobre las lecturas de este domingo.
Así , nos ponemos  frente a las víctimas del mal, a los inocentes afectados por crímenes y maldades de otros, a los abandonados y empobrecidos. Es indudable que cuesta mucho creer en un Dios que calla ante estas trágicas realidades, interrogante que surge a menudo en nuestra cotidianidad, y que canalizan muchos escritores y pensadores desde esa conocida óptica que es el sentimiento trágico de la vida.[5]
En la mayoría de las invocaciones litúrgicas oficiales nos dirigimos a Dios como todopoderoso y omnipotente, que es lo mismo, olvidando que el Dios que se nos revela es más sufriente y misericordioso, cercano al ser humano, padeciendo con nosotros y trabajando de esa manera para empoderarnos como sujetos activos de la historia y de nuestros propios proyectos . Este último es el que se nos ha manifestado en Jesucristo.
Este Dios nuestro se inserta en la historia humana, se encarna, asume todo lo que somos y hacemos, se convierte en realidad existencial, y se hace sacramento en todo lo humano para darnos plenitud de sentido y llevarnos consigo en un permanente proceso de trascendencia hacia El y hacia el prójimo, exactamente como lo hizo Jesús. Es un Dios encarnado, intensamente humano, “semejante a nosotros en todo menos en el pecado”, como lo expresa con diafanidad este texto de la carta a los Hebreos: “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado”. [6]
Entonces, la invitación de Jesús con esta parábola es a una  fe – confianza activa en ese Dios que nos lanza a la historia para que nos hagamos cargo de ella, siguiendo el espíritu sabio de ese popular refrán que dice “A Dios rogando y con el mazo dando”, vale decir que El sí  nos escucha pero no nos sustituye en el compromiso de hacer frente a la vida: “No hará entonces Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche? Les hará esperar? Les digo que les hará justicia pronto”[7] , tal es la respuesta que da Jesús a quien insiste en la oración a tiempo y a destiempo.
La oración no es para suplir carencias sino para experimentar el empuje de la fe, es un enfoque distinto, manteniéndonos firmes en ese radical ejercicio de confianza, aún a pesar de crisis y contradicciones. Acerca de esto,  San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios Espirituales, recomienda lo siguiente: “Así mismo es de advertir que como en el tiempo de la consolación es fácil y leve estar en la contemplación la hora entera , así en el tiempo de la desolación es muy difícil cumplirla. Por tanto, la persona que se ejercita, por hacer contra la desolación y vencer las tentaciones, debe siempre estar alguna cosa más de la hora cumplida; porque no sólo se avece (acostumbre) a resistir al adversario, más aún a derrocalle”. [8]
Fino conocedor de su propia interioridad y de la de quienes se implican en un camino de crecimiento en el Espíritu, San Ignacio hace esta práctica recomendación para no desesperar en el intento, para ratificar la profunda confianza en Dios de parte del orante, y para mantener el ánimo como recurso para desarmar el desaliento y el pesimismo que vienen en esos tiempos de aridez espiritual, cuando las respuestas no se dan como esperamos.
Ordinariamente la religiosidad tradicional hace más hincapié en la oración de petición que en la de confianza o de agradecimiento, la mayoría de las devociones se orientan a pedir milagros, favores, beneficios. Si las evaluamos con un sano sentido crítico encontramos que ellas minimizan al ser humano y le desarman su capacidad de emprendimiento libre para superar sus problemáticas desde una fe-confianza madura y apta para generar una humanidad adulta. [9]
El texto de Lucas surge en un contexto muy grave para esos primeros cristianos, esto explica el clamor angustioso de la comunidad y la respuesta que el evangelista pone en boca de Jesús. Viven toda clase de contradicciones e incomprensiones, no les resulta nada fácil apartarse del judaísmo o de las mentalidades dominantes griega y romana, para hacerse fieles seguidores de Jesús con todo lo que conlleva de cruz, persecución, ser tenidos por blasfemos y locos, así como en otros tiempos de la historia muchos otros cristianos han vivido – y siguen viviendo – situaciones de extremo dramatismo a causa de sus convicciones creyentes.
Una constatación como esta  nos remite a nuestros propios dramas existenciales : la enfermedad, el fracaso afectivo, la frustración de proyectos vitales, la soledad, la injusticia , la muerte de los seres queridos o la posibilidad de la nuestra propia. Cómo vivir la fe en estas circunstancias? Cómo relacionarnos con Dios desde estas condiciones contradictorias? El mismo nos dice continuamente que no va a suplir nuestra responsabilidad porque no es un Dios “tapagujeros” sino un Señor deseoso de nuestra adultez y de una fe consistente que nos hace al mismo tiempo profundamente humanos,  autónomos, capaces de serias decisiones, y profundamente divinos, asumidos por El en clave de salvación y de liberación.
Cómo confiar en Dios y cómo relacionarnos con El mediante la oración en esta Colombia polarizada políticamente, con odios semejantes a los de aquellas pugnacidades partidistas liberales y conservadoras que tantas muertes y tragedias causaron en nuestra patria? Cómo confiar en ese amoroso Dios en esta tierra tan marcada por una violencia tan reiterada, por tanta exclusión social, por estas inaceptables medidas económicas que golpean tan severamente a la mayoría de nuestros compatriotas? Cómo creer en El en esta nación en la que su propio gobierno es fuente de desencanto para las mayorías?
Volvemos por el ya referido refrán “A Dios rogando y con el mazo dando”: la esperanza cristiana es activa, nos proyecta a la trascendencia definitiva pero también nos inserta con gran realismo y responsabilidad histórica en estos contextos necesitados de redención y de liberación.[10]
Así, la genuina oración nos inscribe en la perspectiva del futuro, apuntando siempre con esperanza a la meta final de la historia en Dios, elemento que se convierte en estructurante de todo nuestro ser individual y comunitario, somos futuro es la expresión cabal que podemos afirmar con esperanza, certeza creyente de que todo nuestro relato de vida tiene sentido, aún en medio del drama y de la cruz.
También vale la pena recordar que los cristianos que vinieron después de Jesús vivían en una expectativa de la salvación como suceso que debía acontecer de inmediato, mentalidad propia de la apocalíptica de esos tiempos. Ellos, al ver que las cosas no ocurrían así, y “se demoraba” entraban en gran desaliento y desespero, sintiendo que tal vez El no se compadecía de su expectativa.
Qué nos dice esto a nosotros que vivimos esta cultura moderna de la inmediatez con sus urgencias y velocidades, con su tecnología electrónica que nos tiene el mundo al alcance de la mano, con las agendas cargadas de compromisos, tan intensas que no nos permiten vislumbrar este sentido de futuro y plenitud que nos propone Jesús?
Qué decir también – en términos de compromiso y responsabilidad histórica – ante las demandas de justicia de tantos hermanos que migran por el mundo buscando un espacio para vivir con paz y dignidad, con este apremio del término de la guerra en Colombia y en otros lugares del planeta, con los cuestionamientos que se hacen al sistema económico neoliberal, con el vacío que sufren tantos hombres y mujeres? Cómo ser con ellos y para ellos testigos serios de la confianza en Dios? Cómo recuperar aquí el sentido de la espiritualidad y de la trascendencia?
Desde la fe cristiana no podemos salir con respuestas improvisadas y superficiales a estas cuestiones que aquejan a millones en el mundo, lo nuestro tiene que ser al mismo tiempo densamente espiritual y densamente histórico, como el ánimo que ofrece Pablo a su discípulo y amigo Timoteo para el ejercicio de la misión: “Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quienes lo aprendiste” . [11]
Seguidores de Jesús afincados en la historia y en la realidad, comprometidos con ella, con la mirada puesta en el futuro definitivo que es Dios mismo, recibiendo de El estímulo para encarar esta tarea con plena confianza en su gracia y también en nuestras posibilidades como humanos. Por esto vamos por la paz y por la justicia, desde la fe: “Así el hombre de Dios se encuentra religiosamente maduro y preparado para toda obra buena” .[12]
No andamos abandonados de la mano de Dios. Por la oración sabemos que El está con nosotros de modo incondicional. Y esto nos debe bastar para seguir insistiendo sin bajar la guardia. Moisés tuvo esa experiencia: “Moisés dijo a Josué: elige a algunos de nuestros hombres para ir a combatir contra Amalec. Yo estaré sobre la cima del monte, y tendré en mi mano el bastón de Dios”. [13] Moisés es modelo de creyente para ese pueblo peregrino por el desierto, discurren durante cuarenta años en medio de grandes vicisitudes, cuando llegaron los desalientos este guía de Israel mantuvo vigente la confianza, así inspiró a su gente para permanecer vigilantes y esperanzados con la mira puesta en la tierra prometida.
Así también nosotros hoy, en este mundo contradictorio, “porque yo lo puedo todo en Aquel que me conforta”. [14]








[1] CHARPENTIER, Etienne. Para leer el Antiguo Testamento. Verbo Divino .  Estella (Navarra, España), 1983. Para leer el Nuevo Testamento. Verbo Divino. Estella (Navarra, España, 1982).
[2] A los interesados en la formación adulta y crítica de la fe les recomendamos vivamente la obra de GESCHE, Adolphe. Dios para pensar, son seis volúmenes – no muy grandes – en los que el autor se esmera en presentar sistemática y críticamente los aspectos claves de la fe cristiana. Es publicada por Ediciones Sígueme de Salamanca (España)
[3] El gran estudioso del Nuevo Testamento Rudolf BULTMANN (1884-1976), alemán, estudioso como pocos del Nuevo Testamento, miembro de la Iglesia Evangélica Luterana de su país. Bultmann propone la desmitologización del lenguaje bíblico, especialmente el que proponen los evangelios sobre Jesús para acceder a la experiencia genuina de la fe, libre de mitos y de creencias distorsionadas. Sus obras claves son “Teología del Nuevo Testamento” y “Creer y comprender”, también publicada por las Ediciones Sígueme de Salamanca (España).
[4] Lucas 18: 1
[5] Varias veces hemos citado obras del español Miguel de Unamuno (1864-1936), perteneciente a la llamada generación española del 98, cuya obra clásica de inquietud frente al problema del mal y el sentimiento del mal se titula “Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos”, que conocemos en la edición de Biblioteca Nueva, Madrid, 1986.
[6] Hebreos 4: 15
[7] Lucas 18: 6-8
[8] Ejercicios Espirituales, número 13. En la edición de San Pablo. Madrid, 1996, página 44.
[9] En los años setenta se publicó la obra del jesuita uruguayo Juan Luis SEGUNDO  (1925-1996) titulada “Teología abierta para el laico adulto”, en 5 interesantes volúmenes, editada por Carlos Lohlé de Buenos Aires en 1971. En este trabajo el autor propone un itinerario muy sólido de formación de cristianos adultos, críticos, emancipados, desde las claves de comprensión de la teología de la liberación. Publicada hace más de cincuenta años sigue siendo de total actualidad.
[10] MOLTMANN, Jürgen. Esperanza y planificación del futuro. Sígueme. Salamanca, 1971.
[11] 2 Timoteo 3: 14
[12] 2 Timoteo 3: 17
[13] Exodo 17: 9
[14] Filipenses 4: 13

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