“Si partes tu pan con
el hambriento, si sacias el hambre del indigente, resplandecerá en las
tinieblas tu luz y lo oscuro de ti será mediodía”
(Isaías
58: 10)
Lecturas:
1.
Isaías 58: 6 -10
2.
Salmo 111: 4-9
3.
1 Corintios 2: 1-5
4.
Mateo 5: 13 – 16
Qué es , en definitiva,
lo que salva y da sentido pleno al ser humano? Pregunta que se formula con gran
simpleza pero que esconde el deseo más profundo que alienta en nosotros, el que
moviliza todo nuestro proyecto vital.
A esta cuestión
responden los múltiples esfuerzos de la filosofía, las tradiciones religiosas y
espirituales, los diversos humanismos, los núcleos de valores de las comunidades y
grupos sociales, las configuraciones culturales, los desarrollos de la ciencia,
el reconocimiento de la dignidad humana, la organización institucional y
jurídica, la capacidad humana de amar, de entregar la vida a un ideal
totalizante, cuya realización ha de redundar en bien de una humanidad libre,
realizada, trascendente.[1]
Muchas de estas
realizaciones son atinadas y logran dar un sustento humanista, espiritual, a
quienes las viven, constituyéndose en genuinos arraigos de trascendencia y felicidad, de plenitud, armonía y coherencia, pero también otras resultan insuficientes, unas porque sucumben
a la tentación de la arrogancia o del poder,
al considerarse la medida plena de todo lo que las personas pueden hacer
en esta materia, o porque se constituyen en penosos escenarios de dominación y tiranía de unos humanos para
otros, revistiendo en unos casos modalidades sofisticadas del mal , y en otros
vulgar atropello y depredación.
Como angustioso ejemplo
de lo último anterior vamos a decir que presenciamos con inmensa pena el
espectáculo de varios de los actuales gobernantes de países muy importantes en
el plano económico y político, con sus
arbitrariedades y con su cínica conducta ante los problemas álgidos de los países que les son
confiados. La prepotencia que es común
denominador de este proceder no es estimulante ni da confianza a la mayoría de
la población mundial. Personajes así están afianzados en un poder que no es ni
luminoso , señal elocuente de la decadencia que afecta a
muchos ámbitos del mundo contemporáneo. [2]
Quienes toman
decisiones excluyentes en lo social y en lo político, quienes polarizan a sus
países con odios encendidos, quienes determinan guerras arrasadoras y brutales,
quienes diseñan modelos económicos y políticas laborales abiertamente
inequitativas, quienes fomentan elitismos y se valen del poder para dar soporte
a sus intereses sin una referencia responsable al bien común, son seres humanos
oscuros, cuya presencia es siniestra, causa de muerte y de injusticia para
miles de millones de habitantes del planeta.
Analistas de la cultura
y de la sociedad, líderes religiosos y humanistas, activistas sociales,
organizaciones de protesta y reivindicación se manifiestan en contra de estos
desafueros, como el fallecido pensador polaco Zygmunt Bauman (1925 –
2017) que aborda la gravísima
problemática de lo que él llama “residuos humanos”, consecuencia de una globalización brutalmente desigual,
del desequilibrio siempre creciente entre naciones ricas y naciones pobres. [3]
Estas cosas no resultan de la casualidad o de la mala suerte de quienes las
sufren, ellas se originan en intenciones humanas decididas con plena
advertencia y con pleno consentimiento.
Con elocuente severidad de profeta el Papa
Francisco llama personas descartadas a aquellos seres humanos que no son
significativos para el aparato productivo de unas sociedades que no se
compadecen con las mayorías silenciadas y desconocidas.[4]
Hecho penoso que sucede con mayor notoriedad entre los siglos XX y XXI, tiempo
de los mayores avances de la razón, del pensamiento civilizado (?), de los
adelantos científico-tecnológicos, de la mayor conciencia en materia de la autonomía y de la dignidad del ser
humano.[5]
Escandaloso e inaceptable contraste que
oscurece al mundo!
El anuncio del mensaje
de Jesús y la totalidad de la propuesta del cristianismo no pueden ser ajenos a
estas crisis, porque la lógica encarnatoria y salvífico-liberadora
que está en la raíz de nuestra fe nos mueven a insertarnos en la realidad del
mundo para seguir al Señor en la tarea de hacer libre al ser humano de toda esclavitud.
Someter al prójimo a condiciones de indignidad es claramente un pecado y una ruptura de la armonía original querida por
Dios, su deseo es que todos los seres humanos vivamos con plenitud y felicidad,
trascendiendo siempre en unas relaciones constructivas con cada persona, con
cada grupo social, y abiertos a la definitiva plenitud en El, en la que se consuma y sintetiza esta
intención salvadora. [6]
Sin menospreciar los
grandes frutos del ser humano ya mencionados, sí vale la pena detenernos a
preguntarnos el por qué de tantos egoísmos y violencias, de tantos absurdos y
maltratos, de tantas decisiones erradas que someten a la gente a interminables
vejaciones, muchas de ellas hechas en nombre del progreso y de la
libertad. [7]
Son muchas las personas
y los grupos sociales que
generan oscuridad porque han dado
la espalda al carácter fundamental del
amor, de la compasión, de la solidaridad, del reconocimiento comprometido del
prójimo y han desacralizado el misterio de la vida.
Pablo , en el texto de
la segunda lectura de este domingo, da testimonio de una realidad definitiva
que tiene la pretensión de totalizar el sentido de vida de todos los seres
humanos y de constituirse en luz
definitiva que nos abre a las perspectivas del
humanismo trascendente capaz de superar estas oscuridades: “Yo
mismo, hermanos, cuando fui donde ustedes a anunciarles el misterio de Dios, no
confié mi mensaje al prestigio de la palabra o de la sabiduría, pues sólo
quería manifestarles mi saber acerca de Jesucristo, y además crucificado”.
[8]
El Dios que se manifiesta en Jesucristo es un Dios
que se vacía de sí mismo para darse todo salvando y liberando, Dios que se encarna en
el aspecto dramático de nuestra realidad, el sufrimiento, el mal, la injusticia,
la muerte, asumiéndola para salvarla. Este Dios no es ni ensimismado ni autorreferencial, es un Dios todo para el ser
humano, para la vida, para la libertad, el Dios que se abaja y se hace historia y
realidad para dedicarse de lleno a configurarnos en el sentido absoluto de la
existencia.[9]
Nos damos cuenta del
alcance de esta definitiva inserción de Dios a través de Jesús? Captamos la
novedad sustancial que en El se nos ofrece? Nuestra condición de cristianos
sabe dar el paso cualitativo de la religiosidad ritual al compromiso evangélico
de seguir ese camino? La manera como vivimos actualmente significa algo para
otros en términos de consistencia ética y espiritual?
El gran indicador para
valorar al ser humano no reside en su incontenible disposición para el progreso
material, sino en su apertura al amor
definitivo, en su actitud de trascendencia, en su capacidad para construír un
mundo incluyente, solidario, justo. Esto, que desde luego no es patrimonio
exclusivo del cristianismo, sí hace parte de los elementos normativos del
proyecto de Jesús, y al asumirlos nos juntamos con hombres y mujeres de buena
voluntad para construír un mundo que refleje la trascendencia de Dios desde la
amorosa sabiduría de la cruz.
Los profetas bíblicos,
como Isaías, tienen como elemento constante de su misión conectar el culto a
Dios con la justicia debida a los desvalidos y sometidos por la oscuridad del
egoísmo de quienes los oprimen. Reconocer y hacer efectiva la dignidad de los
pobres es un claro indicativo de esta novedad de vida: “Este es el ayuno que yo deseo:
romper las cadenas injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los
maltratados, y arrancar todo yugo…..”[10].
Si nuestra experiencia religiosa está llena de prójimo, es auténtica, si no lo es, se trata de un
ritualismo vacío, como el que fustigaron los profetas del Antiguo Testamento.
El evangelio de este
domingo nos pone en trance de luminosidad y de dar gusto de justicia y dignidad
a la vida de nuestros prójimos: “Ustedes
son la sal de la tierra. Mas, si la sal se desvirtúa, con qué se la salará? Ya
no sirve para nada más que para ser tirada fuera y pisoteada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima
de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del
celemín, sino en el candelero, para que alumbre a todos los que están en la
casa. Brille así su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras
y alaben a su padre que está en los cielos” [11]
Estas miniparábolas,
puestas inmediatamente después de las bienaventuranzas, son una referencia directa a la misión de los
seguidores de Jesús. No estamos en el mundo para establecer una estructura
religiosa en el sentido tradicional del término, similar a la de los fariseos y
maestros de la ley, sino para comunicar la Buena Noticia que proviene de Dios,
oferta misericordiosa para todos, primeramente para los desheredados y
condenados, con el fin de alentar a una vida digna y esperanzada.
En este mundo en el que
tantas realidades sombrías afectan negativamente a millones de personas, unos
consumidos en su comodidad y en su seudocultura insensible y hedonista, y los
más, negados en la posibilidad de vivir humanamente, los cristianos tenemos que
trabajar a brazo partido en esa perspectiva que Jesús propone como programa de vida,
la justicia, la paz, la mesa compartida, la restauración de lo destruido por el
pecado y la injusticia, dando sabor y luminosidad con la coherencia de una vida
simultáneamente ligada a Dios y al prójimo.
Esto es lo que hace que
la vida de un ser humano valga la pena, en esto es donde se juega el sentido de
la vida. Desde su cruz, Jesús nos incita a vivir como El, para todos los
prójimos , sazonando la historia e iluminándola con el sabor que da el
Padre , Dios con nosotros y para
nosotros.
Debemos reconocer
humildemente que desde la Iglesia hemos aportado oscuridad y sin sabor cuando
nos hemos aliado con los poderes del mundo, cuando hemos adoptado estilos de
soberbia moral y religiosa, cuando hemos dado primacía a lo jurídico-ritual
sobre la misericordia y la compasión, cuando hemos conquistado sin respetar
libertades e identidades. Ser sal de la tierra y luz del mundo implica un serio
auto examen para erradicar esas prácticas que oscurecen la luminosidad original
de la Buena Noticia de Jesús. [12]
[1]
LUCAS LUCAS, Ramón. Horizonte vertical: sentido y significado de la persona
humana. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2010.
[2]
ARBOLEYA, Jesús. La decadencia del discurso de Trump y sus peligros en https://progresosemanal.us/20170923/la-decadencia-del-discurso-trump-peligros/ . WALLERSTEIN, Immanuel. Geopolítica del
siglo XXI: volatilidad por todos lados en www.iade.org.ar/noticias/geopolitica-del-siglo-xxi-volatilidad-por-todos-lados
. IONESCO, Eugene. El rey se muere (obra de teatro) Editorial Losada. Buenos
Aires, 2010. CREMOUX, Raúl. Trump visto por psicoanalistas en https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raul-cremoux/trump-visto-por-psicoanalistas
[3]
BAUMAN, Zygmunt. La modernidad y sus parias. Paidós. Buenos Aires, 2005. JUDT, Tony. Algo va mal. Taurus. Buenos Aires,
2011. STITGLITZ, Joseph. El malestar en la globalización. Taurus. Madrid, 2002.
[4]
PEREZ ANDREO, Bernardo. El Papa Francisco más allá del neoliberalismo. En https://www.religiondigital.org/opinion/Papa-Francisco-alla-Neoliberalismo_0_1801919818.html
. PAPA FRANCISCO. Encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la casa común.
Ediciones Paulinas. Bogotá, 2015.
[5]
VALVERDE, Carlos. Génesis, estructura y crisis de la modernidad. Biblioteca de
Autores Cristianos BAC. Madrid, 1996.
[6]
CASTILLO, José María. Dios y nuestra felicidad. Desclée de Brower. Bilbao,
2001.
[7]
BERIAIN, Josetxo y AGUILUZ, Maya (Editores). Las contradicciones culturales de
la modernidad. Anthropos. México, 2007.
[8] 1
Corintios 2: 1-2
[9]
TORNOS, Andrés. Cuando hoy vivimos la fe: teología para tiempos difíciles. San
Pablo. Madrid, 1995.
[10]
Isaías 58: 6
[11]
Mateo 5: 13-16
[12]
MOLTMANN, Jürgen. Cristo para nosotros hoy. Trotta. Madrid, 1999.
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