“Delante de ti tienes
fuego y agua; escoge lo que quieras. Delante de cada uno están la vida y la
muerte, y cada uno recibirá lo que elija”
(Eclesiástico
15: 16-17)
Lecturas:
1.
Eclesiástico 15: 14 – 20
2.
Salmo 118: 1-5;17-18 y 33-34
3.
1 Corintios 2: 6 – 10
4.
Mateo 5: 17 – 37
La libertad, el
emanciparse de tutelas esclavizantes, son grandes sensibilidades del ser
humano, especialmente en estos tiempos en los que han entrado en crisis las
realidades que pretenden
enseñorearse sobre las personas para decidir sus vidas
desde fuera de ellas mismas. Con la
Revolución Francesa y la Ilustración, a partir del siglo XVIII, la libertad se
constituyó en la nota distintiva de la modernidad. Todo lo que pretenda dominar
al ser humano es sometido a rigurosa crítica.[1]
Esto es particularmente
álgido en el ámbito de lo religioso. Durante siglos, la institución
eclesiástica, con su pretensión de administrar la relación entre Dios y los
seres humanos, se ha erigido en legisladora y en determinadora de las
conciencias, poniendo como gran legitimador al mismo Dios, y estableciendo
salvación o condenación, según haya acatamiento de sus leyes o apartamiento de
ellas.[2]
Tal situación se consideraba normal y obvia,
como aspecto esencial de la vida en sociedad. Pasados muchos siglos, y viviendo
en ámbitos completamente diferentes resulta muy problemático empeñarse en su
vigencia. Los llamados “maestros de la sospecha”, tan influyentes en el
pensamiento de los siglos XIX y XX – Marx, Freud, Feuerbach, Nietzsche –
enfilaron sus baterías para someter a riguroso análisis la tutela de lo
religioso. Concluyen ellos que la
creencia en Dios y la mediación de la religión constituyen un impedimento que
limita al ser humano para el ejercicio
de su autonomía. [3]
Estamos entrando en una
zona de alta susceptibilidad, para la Iglesia, para la cultura moderna, para
todos los humanos, principales implicados en la cuestión. Jesús , en el texto
del evangelio de este domingo, nos introduce en el más allá de la ley, en su
espíritu, y nos conduce a la relación
profunda de la libertad humana frente a Dios, cuestionando en su raíz la
configuración legalista del judaísmo de su tiempo y dando una pauta decisiva
para sus seguidores en todas las épocas de la historia.[4]
El filósofo español
Juan Martín Velasco estudia
juiciosamente el impacto de la cultura moderna sobre la religión, la
explicitación de la razón ilustrada y crítica, la secularización de la
sociedad, los movimientos emancipatorios del siglo XX, las luces que brindan
las ciencias sociales y humanas en esta perspectiva de autonomía, y ofrece unas líneas de superación del conflicto a
partir de una espiritualidad cristiana que sintoniza con las grandes
preocupaciones de la modernidad, poniendo a dialogar el espíritu original del
Evangelio con tales aspiraciones liberadoras.[5]
La primera lectura –
del libro del Eclesiástico – nos sitúa frente a la gran posibilidad de ser libres: “ El te ha puesto delante fuego y agua,
alarga tu mano y toma lo que quieras. Qué grande es la sabiduría del Señor,
tiene un gran poder y todo lo ve!” [6],
con esta escueta afirmación el autor bíblico reconoce el sentido de la
libertad, el discernimiento, la postura del hombre ante alternativas que –
debidamente ponderadas – le permiten tomar una decisión, en el ejercicio maravilloso
de la responsabilidad, y de la capacidad de hacerse a sí mismo.[7]
A esto lo conocemos en
lenguaje clásico como el libre albedrío, tema clave de la filosofía y de la
teología porque hace parte esencial de todo ser humano que toma en serio su vida queriendo estructurarla
responsablemente, examinando con sentido crítico las alternativas que se le
plantean y decidiendo ante ellas el sentido mismo de su existencia, de lo que lo hace plenamente humano.[8]
Por otra parte, la
segunda lectura – de la primera carta a los Corintios – nos dice: “Sin
embargo, entre los perfectos hablamos de sabiduría, pero no de la sabiduría de
este mundo ni de los jefes de este mundo, abocados a la ruina, sino de una
sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los
siglos para gloria nuestra, desconocida por los jefes de este mundo….”
. [9]
Es preciso recordar, a
propósito de este texto, que mundo en los escritos paulinos no significa la
realidad de la vida, lo material, lo concreto, lo histórico, sino lo que se
opone a las intenciones liberadoras de Dios, lo que es egoísta, injusto,
pecaminoso, lo que impide al ser humano su pleno desarrollo; por “perfecto” se
entiende no un grupo de iniciados sino los que han entendido a Jesús y se
empeñan libremente en vivir según su proyecto. En la propuesta de Jesús el
elemento libertad es determinante, de su Buena Noticia no procede nada que haga
esclavo al ser humano. [10]
Nos hemos referido
frecuentemente a la colisión que se produce entre lo que Jesús
plantea y la manera de ser y de pensar de ciertas mentalidades humanas,
influídas por mentalidades legalistas, religioso-rituales, como las de los
sacerdotes del templo de Jerusalén y los maestros de la ley. Jesús entra en abierta contradicción con estos
“mapas mentales” porque no ve en ellas posibilidades de libertad , cifran su saber en cumplimientos externos sin
conversión al amor de Dios y al amor del prójimo, no hay en ellos espíritu de fraternidad y de
servicio, simplemente observancias, las más de ellas verdaderamente opresoras: “Porque
les digo que si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y
fariseos, no entrarán en el reino de los cielos”. [11]
Entender lo que nos
quiere decir Pablo con la sabiduría de Dios, escondida y misteriosa, no es otra cosa que lo que él mismo llama “la locura
de la cruz”, el amor máximo de Dios a la humanidad expresado en Jesús, en su
preferencia por los últimos. De esta sabiduría es de la que requerimos para
poder vivir en una feliz libertad nuestra relación con Dios y nuestra
apropiación de lo que entendemos por esa voluntad suya y por ley.[12]
El texto evangélico que
se propone para este domingo sigue como continuidad de las bienaventuranzas. El
autor está escribiendo para judíos convertidos al cristianismo, por eso su
lenguaje y continuas referencias a las tradiciones de Israel, a sus prácticas
religiosas. Así descubrimos que no lo hace en línea de continuidad sino en abierta discontinuidad, donde conectamos con nuestro gran tema de la
libertad y del significado de la ley.
Sabemos que el
cristianismo se ha encarnado en diferentes modelos de pensamiento y de cultura
, esto fue especialmente fuerte en los
primeros siglos de presencia cristiana en el mundo, a través de las visiones
griega y romana, situaciones que han permanecido en el tiempo, no siempre con
la feliz capacidad de hacer relevante el mensaje del Evangelio. En este orden
de cosas, es problema grave que se ha filtrado al cristianismo, el de presentarnos a Dios como una entidad
autoritaria, distante de los humanos, que se encarna en una institución
poderosa – la Iglesia – que dictamina lo que es bueno y lo que es malo,
obligando a sus creyentes a proceder en el sentido en que ella lo decida, so
pena de pecado y de condenación.
La oferta de Jesús es 100 % opuesta a la de los fariseos
y maestros de la ley, él defiende la actitud ante el espíritu de la ley y no el
cumplimiento por sí mismo, desconectado este de Dios y de lo más íntimo del
corazón humano, y advierte sobre el
conocido peligro del legalismo.La redacción del texto utiliza la contraposición
“Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados…..pero yo les digo….” para
indicar con esto la radical novedad del espíritu de los mandamientos, que
consiste en superar con creces lo que
está mandado puntualmente: “Ustedes han oído que se dijo a los
antepasados: no matarás, pues el que mate será reo ante el tribunal. Pues yo
les digo que aquel que se encolerice contra su hermano será reo ante el
tribunal; el que llame a su hermano imbécil será reo ante el sanedrín; y el que
le llame renegado será reo de la Gehenna de fuego”.[13]
Jesús indica
claramente que la ley no se refiere sólo al acto puntual de matar sino a todo
aquello que atente contra la projimidad y contra la dignidad del hermano. Con esto
volvemos a recordar que los fariseos, y todos los que se les parecen, cumplen
la ley como una función exterior, sin estar convertidos a Dios y al hermano, y
hacen de su observancia un mero requisito, que ellos pretenden implantar como
obligatorio para todos.
En cambio, Jesús alude a las exigencias del
propio ser, y en esto surge de nuevo la cuestión de la libertad, ser libre
pertenece a lo más íntimo de la condición humana, Jesús así lo asume y por eso
nos guía por el sendero fino del espíritu que ha de inspirar nuestras conductas
y observancias, trascendiendo su materialidad formal e imprimiéndoles un significado
liberador y definitivo: “Para ser libres nos ha liberado Cristo”.
[14]
[1]
JUDT, Tony. Pensar el siglo XX. Taurus. Madrid, 2012. ELLACURIA, Ignacio.
Filosofía de la realidad histórica. UCA Editores. San Salvador, 1997. SAMOUR,
Héctor. Voluntad de liberación: el pensamiento filosófico de Ignacio Ellacuría.
UCA Editores. San Salvador, 2006. NOAH HARARI, Yuval. De animales a dioses:
breve historia de la humanidad. Debate. Barcelona, 2014.
[2]
NIETZSCHE, Federico. Más allá del bien y del mal. Gradifco. Buenos Aires, 2007
. HARRIS, Sam. Carta a una nación cristiana. Distriforma. Madrid, 2006.
[3]
TORRALBA, Francesc. Los maestros de la sospecha. Fragmenta editorial.
Barcelona, 2013. MANRESA , Ferrán y autores varios. Maestros de la sospecha,
críticos de la fe. Cristianismo y Justicia. Barcelona 2007.
[4]
DUCQUOC, Christian. Jesús, hombre libre. Sígueme. Salamanca, 1976.
[5]
MARTIN VELASCO, Juan. El malestar religioso de nuestra cultura. Ediciones
Paulinas. Madrid, 1993.
[6]
Eclesiástico 15: 16-18
[7]
CASTILLO, José María. El discernimiento cristiano: por una conciencia crítica.
Sígueme. Salamanca, 2001.
[8]
STUART MILL, John. Sobre la libertad. Ediciones Akal. Madrid, 2014.
[9]
1 Corintios 2: 6-7
[10]
COMBLIN, Joseph. La libertad cristiana. Sal Terrae. Santander (España), 1986.
Del mismo autor: Vocación a la libertad. San Pablo. Madrid, 1997.
[11]
Mateo 5: 20
[12] GONZALEZ
DE CARDEDAL, Olegario. La entraña del cristianismo. Secretariado Trinitario.
Salamanca, 1998.
[13]
Mateo 5: 21-22
[14]
Gálatas 5: 1
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