domingo, 19 de abril de 2020

COMUNITAS MATUTINA 19 DE ABRIL 2020 II DOMINGO DE PASCUA CICLO A


“Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él”
(Juan 20: 30-32)
Lecturas:
1.   Hechos 2: 42-47
2.   Salmo 117: 2-4;13-15 y 22-24
3.   1 Pedro 1: 3-9
4.   Juan 20: 19-31
En esta temporada de corona virus asistimos a testimonios de vida y muerte, los primeros nos hablan de gente que se entrega sin medida a servir al prójimo, a través de sus trabajos habituales o dando lo mejor de sí mismos en servicios de emergencia, sin contemplar el beneficio personal, a sabiendas de que esto de la solidaridad y del servicio es la apuesta mayor de la vida. Por esos caminos transita todo el personal sanitario, los que garantizan que nuestras condiciones de alimentación, bienestar, energía eléctrica, agua, provisiones básicas, comunicaciones, seguridad, vigilancia, estudios, teletrabajo, cuidadores, acompañantes, educadores, servicios espirituales y religiosos, estén a la orden del día. Bellas narrativas que acreditan con altura la humanidad: esto es Pascua![1]
Un bello modo de este espíritu pascual lo presenta hoy Hechos de los Apóstoles: “Todos los que creían estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de  cada uno. Todos los días se reunían en el templo , y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. [2]
Pero también – los segundos – hay relatos de mezquindad y de egoísmo sin límites. Los  violentos que no cesan en su cruzada criminal, los que estigmatizan a médicos, enfermeras, profesionales de la salud, con esa conducta maligna que lo ignora todo sobre la trascendencia del ser humano, grupos que sólo creen en su bienestar; los que desacatan las determinaciones preventivas, quienes no comunican que estuvieron de viaje cuando la pandemia había iniciado su carrera mortal, o algunos – bien católicos por cierto – que se burlaron de la primera joven que en Colombia estuvo infectada por el corona virus, por pertenecer a una iglesia evangélica, insinuando que su contagio era castigo de Dios por no ser  católica. También algunos gobiernos que determinan cosas que atentan directamente contra la vida y la dignidad de sus gobernados .Grave, muy grave:  muerte y ruptura de la armonía original del ser humano, [3] el mal siempre reviste nuevas formas de presencia. Esto es muerte!
Que sean estas referencias – propuestas en tiempo pascual – un estímulo para meditar con hondura sobre nuestra condición humana, misterio contradictorio y apasionante, bien y mal coexistentes, grandes humanistas y humanismos, actitudes de total generosidad, y malignidades sobreabundantes. Asumiendo y replanteando  está Dios para significar con eficacia el mundo nuevo que resucita con Jesús.[4]
La  consideración   que proponemos para este domingo es la de hacer un esfuerzo imaginativo para ponernos en el contexto de los primeros discípulos de Jesùs, los que en su vida histórica le siguen y empiezan a ser formados por èl, con los tropiezos y contradicciones bien conocidos según refieren los relatos evangélicos, cuando  imaginaban  que lo que estaba por venir era una triunfante revolución social y político- religiosa con las evidencias temporales de liderazgo y poderío, a lo que aspiraban, como dice Jesús   a propósito de la petición que le hiciera la madre de los hijos de Zebedeo: “Como ustedes saben, entre los paganos los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás; y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser su esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. [5]
He  aquí que lo que resulta es una implacable persecución a Jesùs por parte de los dirigentes religiosos, la acusación de blasfemo y hereje, el juicio y la condena a muerte, la victoria de las fuerzas del mal y,  finalmente, lo que desde la perspectiva humana es un fracaso rotundo: muerto en cruz.
Cómo reaccionan sus seguidores?:Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron”,[6]   crisis y desencanto total, sentimiento de derrota que  expresan los dos caminantes de Emaùs a su misterioso acompañante: “El les dijo: què ha ocurrido? Ellos le contestaron: lo de Jesùs el Nazareno, un profeta poderoso en obras y palabras a los ojos de Dios y de todo el pueblo: còmo nuestros sumos sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que iba a ser èl quien liberarìa a Israel; pero, con todas esas cosas, llevamos ya tres días desde que eso pasò”.[7]
 Còmo se da en estos abatidos discípulos la evolución hacia la experiencia pascual? Còmo resultan transformados por el Resucitado? Còmo viven ellos la conciencia de que El està vivo y les anima para siempre? A responder este interrogante concurren las lecturas de este y de los siguientes domingos del tiempo pascual. Por eso conviene que veamos  nuestras vivencias de fracaso y recuperación,  la forma como salimos de situaciones de abatimiento , cuando después de abandonos y frustraciones volvemos a vivir con sentido y felicidad. O cuando somos testigos de las inmensas bondades de los seres humanos.[8]
La resurrección de Jesùs no es un simple acontecer individual en el que el Padre favorece al Hijo sacándolo de la oscuridad de la muerte. Lo que aquí sucede es la re-creaciòn del ser humano y, la llegada de lo que en el Nuevo Testamento se llama nueva creación y/o nueva humanidad: “El es el principio, el Primogènito de entre los muertos, para que sea El el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en èl toda la plenitud y reconciliar por El y para El todas las cosas”. [9]
El que haya imperfecciones en la evolución hacia esta novedosa cualidad pascual no quiere decir que sea imposible de lograr,  la conciencia de esos discípulos transformados reconoce que Jesùs lo apostò todo a ese proyecto y el Padre lo legitimò con la resurrección. Vivir pascualmente es estar  100% en y para el proyecto de Jesùs, para una humanidad plena. Ellos lo lograron, muchos lo han logrado, nosotros andamos en eso, es nuestro proyecto clave de la vida.
Dice el texto de Juan que “los discípulos tenían cerradas las puertas del lugar donde se encontraban, pues tenían miedo a los judíos” ,[10] y presenta el caso de Tomás el incrédulo: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y mi mano en su costado, no creeré” , [11] evidencias de inseguridades y temores de que les pudiese suceder lo mismo que a Jesús. O también del que apasionadamente quiere creer, pero necesita ser llenado por la presencia de su Señor, como en estas experiencias-límite, pandemia del corona virus y similares, en las que  clamamos a Dios para que abandone su silencio.[12]
Tomás, a quien tradicionalmente se ha estigmatizado por incrédulo, viene a ser ahora un símbolo de la humanidad perpleja, esa misma que somos nosotros, siempre llenos de búsquedas y preguntas, movidos por la más radical y adolorida honestidad. “Nos hiciste, Señor, para tí, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”,[13] tradicional frase de San Agustín, que hoy se nos antoja continuidad del sincero deseo de Tomás. Paradójico, pero es así: “Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer”. [14]
Es   preciso que en esta Pascua nos pronunciemos como el incrédulo Tomás,[15] porque tenemos pasión de Dios, de sentido, requerimos razones para la esperanza, ellas se sacian cuando vislumbramos su presencia en nuestra historia, cuando su silencio cesa,[16] cuando se relata en las historias de hombres y mujeres pascuales, como aquellos que – primero desencantados porque al final descubrieron que no se trataba de un mesianismo triunfal – tienen esa experiencia definitiva que los transforma para siempre, les comunica la certeza del Viviente: “Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo: cree!”[17]
Las apariciones están totalmente asociadas a la fe. Jesús sólo se manifiesta a los que tenían vínculos con él, a los que se habían interesado en su proyecto de vida. En cada comunidad cristiana particular todo tiene sentido cuando ellas   “se dejan vivir por Jesús” :“Ustedes aman a Jesucristo, aun sin haberle visto; creen en él, aunque de momento no le vean. Y lo hacen rebosantes de alegría indescriptible y gloriosa, alcanzando así la meta de la fe, que es la salvación” .[18]




[1] Autores varios. Palabras para tejernos, resistir y transformar en la época que estamos viviendo. Textos rebeldes. Cochabamba, 2011; Fernando Ayuso (Editor). Tejer esperanza en tiempos de pandemia. Publicaciones Claretianas. Madrid, 2020.
[2] Hechos 2: 44-46
[3] Hannah Arendt. Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal. Penguin Random House. Madrid, 2013; Enrique Romerales. El problema del mal. Ediciones Universidad Autónoma de México UAM. México D.F. 1995; Herbert Haag. El problema del mal. Herder. Barcelona, 1981; Félix Ovejero. Idiotas o ciudadanos? . Montesinos. Barcelona, 2014. Nietzsche Friedrich. Genealogía de la moral. Alianza editorial. Madrid, 1976.
[4] Andrés Torres Queiruga. Repensar la resurrección. Trotta. Madrid, 2003.
[5] Mateo 20: 24-28
[6] Mateo 26: 56
[7] Lucas 24: 19-21
[8] Cáritas América Latina y el Caribe. Cartas a Dios desde América Latina. PPC. Madrid, 2015; Papa Francisco. Un plan para resucitar. Publicado en revista Vida Nueva España del 17 de abril 2020.
[9] Colosenses 1: 18-20
[10] Juan 20: 19
[11] Juan 20: 25
[12] Fedor Dostoiewsky. Los hermanos Karamazov. Alianza editorial. Madrid, 1978.
[13] San Agustín. Confesiones I 1,1. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 2018.
[14] Juan 20: 25
[15] Ricardo Palma. La sandalia de Santo Tomás en Tradiciones Peruanas . Porrúa. México DF, 2000.
[16] Juan Luis Ruiz de la Peña. Crisis y apología de la fe. Sal Terrae. Santander (España), 1995.
[17] Juan 20: 27
[18] 1 Pedro 1: 8-9

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