domingo, 5 de abril de 2020

COMUNITAS MATUTINA 5 DE ABRIL DOMINGO DE RAMOS - SEMANA SANTA 2020

Ofrecí mi espalda a los golpes, mi cara a los que mesaban mi barba, y no hurté mi rostro a insultos y salivazos. Pero el Señor Yahvé me ayuda, por eso no sentía los insultos; y ofrecí mi cara como el pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado”
(Isaìas 50: 6-7)
Lecturas:
  1. Isaías 50: 4-7
  2. Salmo 21: 8-9;17-20;23-24
  3. Filipenses 2: 6-11
  4. Mateo 26: 14 a 27:66 (relato de la pasión)

Comencemos esta reflexión de Domingo de Ramos con la demandante pregunta que hace Leonardo Boff 1 “Cambian los clavos, otros son los verdugos; la víctima sigue siendo la misma: Cristo que es crucificado y agoniza en los pobres, oprimidos y pequeños. Cómo denunciar hoy los verdugos? Cómo alertar a la “turbamulta” que es, en su inconsciencia, seducida y manipulada por la destreza de las raposas de este mundo? Cómo traducir, en la predicación, la primacía paulina de la sabiduría de la cruz?2
Que sea este fuerte interrogante una invitación profunda para dar contexto a la semana santa de 2020: pandemia de corona virus que afecta a todos los habitantes del planeta, y lo que contienen siempre estos penosos hechos, desigualdad de oportunidades en los servicios de salud, demora de algunos gobiernos en proveer las medidas de urgencia requeridas, explosión contundente de las evidencias de la pobreza, gobiernos arrogantes que se resisten a admitir la gravedad de la crisis, ciudadanos negligentes que siguen volcándose a las calles, muerte, más las pandemias inagotables de la inequidad en la distribución de los recursos y la vulnerabilidad de las comunidades que padecen estas realidades. Pasión de Cristo, pasión del mundo.3
Al ir considerando en nuestra experiencia orante y existencial a Jesùs sometido a humillación y condena a muerte, él mismo nos llama a constatar lo mismo en la humanidad que vive absurdas y trágicas condiciones , de humillación, de vacío del sentido de la vida, que no se compadecen con su dignidad y con su vocación a la feliz realización de sus ideales.
Son muchas las interpretaciones de la pasión de Jesùs, igualmente las mentalidades religiosas que se corresponden con ellas. La clave està en que esta realidad sucedida hace un poco màs de veinte siglos sea significativa para nosotros, creyentes del siglo XXI, y tenga el peso suficiente para transformar nuestra vida en la misma perspectiva en la que él orientó su existencia, vida de Dios en él, vida de Dios en nosotros, humanidad y divinidad sucediendo en dramática y esperanzadora simultaneidad.4
Pocos aspectos de su vida han sido tan distorsionados como su muerte. Le endilgaron la interpretación de que a Dios le encanta el sufrimiento humano y que por eso hay que aceptarlo sin chistar, además de buscarlo voluntariamente. En esta óptica se piensa en un Dios que exige la muerte de su propio hijo como satisfacción para perdonar los pecados de la humanidad, concepción totalmente contraria a la originalidad de la predicación de Jesús.
Es consciente de lo que le va a suceder y acepta su destino, porque este drama tiene total coherencia en relación con toda su vida y con su predicación, no en el sentido de adivinación del futuro sino en el de la consistencia teologal de todo su ser y quehacer: revelar la misericordia de Dios y hacerla efectiva preferentemente en los condenados de la tierra, y en los humanos que no se conforman con una vida a medias, convirtiéndose en esperanza para todos, y desarmando la hipocresía de la religión de los sacerdotes del templo y maestros de la ley, grupo que ve en el nazareno a un blasfemo y heterodoxo que atenta contra la solidez de las tradiciones religiosas del judaísmo de su tiempo. Jesús no está sometido ciegamente a un fatalismo predeterminado por Dios, su pasión y su muerte resultan de sus opciones y de la incapacidad de los judíos para entender el contenido de su misión. 5
Es imperativo afirmar que la muerte de Jesús no fue exigida, ni programada ni permitida por Dios, El no necesita de sangre y de crueldades para comunicarnos su perdón. La muerte de Jesús se conecta con su misión, con sus decisiones, con su manera de relacionarse con el Padre y con el prójimo, con su severa actitud ante la institución religiosa del judaísmo y ante sus dirigentes; en suma, con su anuncio del reino de Dios y su justicia.
La circunstancia de estar todos encerrados en casa para celebrar una semana santa sin la solemnidad habitual, es óptima coyuntura para repensar nuestra fe – que no para demolerla! – y para revisar en sincero ambiente de oración estos contenidos de nuestras convicciones creyentes vinculándolos con esta y otras dolorosas realidades, ya referidas y bien sentidas por millones de seres humanos: “Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”. 6
Jesús murió por ser fiel a Dios y al ser humano necesitado de sentido y de salvación de los poderes de la muerte, del pecado y de la injusticia, 7 nos deja claro que amar como Dios ama es más importante que la vida biológica, no murió para lograr por primera vez que Dios nos amara sino para demostrar que ese Dios a quien llamamos Padre y Madre nos ama desde siempre, y que su intención es – con ese mismo enfático “siempre” – desbordarse en vida y plenitud con todos los seres humanos, incluyendo aquellos que, en acto de respetable libertad, deciden vivir sin estar inscritos en su camino.
Jesús es condenado a muerte por aquellos que hicieron de Dios y de la religión un instrumento de dominación y de alienación, como suele suceder con los grupos religiosos fanático-fundamentalistas que siguen abundando en nuestro tiempo. La muerte de Jesús tiene directa relación con su profetismo, con su opción por todos los seres humanos caídos por la injusticia que otros ídem cometen contra ellos. Esta actitud jesuánica resultó intolerable para aquellos dirigentes religiosos.
Hagamos un repaso de algunos aspectos de su pasión que nos conectan con las actuales pasiones de la humanidad:
  • En el llamado huerto de Getsemaní experimenta la muy humana angustia ante lo que empieza a suceder, pero finalmente acepta con dolorosa entereza: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú”. 8 Recordando que el querer de Dios es el amor supremo hasta aquello que, en lugar común, solemos llamar “las últimas consecuencias”. Con su muerte Jesús pone de manifiesto la absoluta solidaridad de Dios con la humanidad.
  • Jesús rechaza todo recurso a la violencia y a las manifestaciones de poder, afirmando algo esencial: la primacía del amor que se expresa en la donación cruenta de su vida en la cruz: “En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada , la sacó e hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le llevó la oreja. Le dijo entonces Jesús: Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada perecerán a espada” . 9
  • Cuando constatamos el mal que recae sobre tantos inocentes surge la pregunta por la posibilidad de la intervención de Dios, o también una gran indignación por su silencio. Qué pasa?: “El Señor Yahvé me ha abierto el oído, y no me resistí ni me hice atrás. Ofrecí mi espalda a los golpes, mi cara a los que mesaban mi barba, y no hurté mi rostro a insultos y salivazos” 10 dice este llamado tercer cántico del Siervo doliente de Yahvé, con el que el profeta Isaías prefigura el mesianismo crucificado de Jesús, en el que reconocemos la verdadera indignación-denuncia ante la malignidad del poder que destruye al inocente.
  • San Ignacio de Loyola, en las consideraciones introductorias de la tercera etapa de sus Ejercicios Espirituales, en las que entra en la pasión del Señor, dice: “considerar cómo la divinidad se esconde, es a saber, cómo podría destruir a sus enemigos y no lo hace, y cómo deja padecer la sacratísima humanidad tan crudelísimamente” .11 La muerte de Jesús supone el culmen de su debilidad, afirmación del lenguaje de Dios que no es el del poder sino el del amor que se deshace de toda pretensión humana: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo, el cual, siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo” .12
  • La entrada de Jesús en Jerusalèn, montado sobre un asno y aclamado por sus seguidores, no es un acto triunfal como el de un poderoso que ingresa al “hall” de la fama. Es un gesto profético, indicación que hace el evangelista para resaltar su misión en medio de los pobres: “Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor! Hosanna en las alturas! Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Quien es este? Se preguntaban. Y la gente decía: este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea” . 13
La ya aludida interpretación que ha dado pie a muchas creencias distorsionadas que exaltan el sufrimiento por sí mismo, dando un tono pesimista y sombrío a la presentación del cristianismo, no tienen cabida en esta experiencia original de Jesús, de total comprobación histórica. Causa determinante del alejamiento de muchos de la fe cristiana es ese frenesí de sangre que no mira la derramada de los condenados de la tierra.
Al demostrar que para él es más importante el amor que la conservación de la vida, Jesús nos enseña el camino hacia lo definitivo, hacia lo que puede potenciar con autenticidad todo lo nuestro en cuanto humanos, el verdadero ser donde trascendemos y permanecemos en esa vitalidad. Jesús en la cruz llega al máximo grado de humanidad, ahí reside admirablemente la divinidad: “ Alrededor de la hora nona, clamó Jesús con fuerte voz: Elí, Elí, lemá sabactani!, esto es: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?” 14 clamor que expresa la angustia extrema, castigado injustamente, abandonado por sus discípulos, confrontando con su desvalimiento a los poderosos , repitiendo el mismo gesto en todas las cruces con las que el pecado de los humanos ajusticia a los inocentes.
Jesús crucificado es el lenguaje contundente de Dios en el que suceden plenamente su humanidad y su divinidad, asumiendo lo más humano de nosotros – la muerte – y situándola en la perspectiva de Dios: “Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu” 15 . La cruz de Jesús es el resultado de un anuncio cuestionador y de una práctica liberadora: “Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra, en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre” .16



1 Teólogo brasilero, nacido en 1938. Su obra se sitúa en corriente de la teología de la liberación.
2 Leonardo Boff. Cómo anunciar hoy la cruz de Nuestro Señor Jesucristo en www.servicioskoinonia.org/relat/217.htm
3 Leonardo Boff. Pasión de Cristo, pasión del mundo. Santander (España), 1987.
4 Edward Schylleebeckx. Jesús la historia de un viviente. Trotta. Madrid, 2010.
5 Adriana Destro y Mauro Pesce. La muerte de Jesús: investigación de un misterio. Verbo Divino. Estella (Navarra, España), 2001.
6 Papa Francisco, su reflexión en la Bendición Urbi et Orbis , el pasado viernes 27 de marzo de 2020. El Santo Padre partió del texto de Marcos 4: 35, el relato de la tempestad calmada.
7 El teólogo Jon Sobrino (nacido en 1938) ha dedicado su reflexión a la cristología hecha desde el contexto de las víctimas; nacido en España, reside desde su juventud en El Salvador, donde ha vivido directamente las condiciones de dramática pobreza que afectan a la mayoría de la población, junto con una brutal guerra civil que azotó al pequeño país entre 1980 y 1992. Sus obras más destacadas en este sentido son “Jesucristo Liberador: lectura histórico-teológica de Jesús de Nazareth” y “La fe en Jesucristo: ensayo desde las víctimas”, ambas publicadas por la editorial Trotta de Madrid.
8 Mateo 26: 39
9 Mateo 26: 51-52
10 Isaías 50: 5-6
11 San Ignacio de Loyola. Ejercicios Espirituales, no. 196. San Pablo. Madrid, 1996; página 118.
12 Filipenses 2: 6-7
13 Mateo 21: 9-11
14 Mateo 27: 46
15 Mateo 26: 50
16 Filipenses 2: 9-11

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