sábado, 26 de septiembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 27 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

 

COMUNITAS  MATUTINA 27 DE SEPTIEMBRE

DOMINGO XXVI  DEL  TIEMPO  ORDINARIO

“Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegarán antes que ustedes al reino de Dios”

(Mateo 21: 31)

Lecturas:

1.   Ezequiel 18: 25-28

2.   Salmo 24: 4-9

3.   Filipenses 2: 1-11

4.   Mateo 21: 28-32

 

Dice el teólogo José Antonio Pagola, refiriéndose a la actitud de Jesús ante la institución religiosa judía de su tiempo y a su  estrecha mentalidad de corte legalista: “Probablemente sorprendió mucho su libertad ante el conjunto de normas y prescripciones en torno a la pureza ritual. La mayor parte de las “impurezas” que podía contraer una persona no la convertían en un “pecador”, moralmente culpable ante Dios, pero, según el código de pureza, la apartaban del Dios santo y le impedían entrar en el templo y tomar parte en el culto. Al parecer, en tiempos de Jesús se vivía con bastante rigor la observancia de la pureza ritual… Jesús, por el contrario, se relaciona con total libertad con gente considerada impura, sin importarle la crítica de los sectores más observantes. Come con pecadores y publicanos, toca a los leprosos y se mueve entre gente indeseable. La verdadera identidad no consiste en excluír a paganos, pecadores e impuros. Para ser el “pueblo de Dios” lo decisivo no es vivir “separados”, como hacen en buena parte los sectores fariseos, ni aislarse en el desierto como los esenios de Qumrán. En el reino de Dios, la verdadera identidad consiste en no excluír a nadie, en acoger a todos y, de manera preferente, a los marginados”.  [1]

En el ministerio de Jesús,  su cuestionamiento a la minuciosidad religiosa judía es uno de los aspectos más destacados de su misión. La obsesión que tenían los creyentes del judaísmo de ese tiempo    por seguir literalmente todas las normativas rituales y legales sin preocuparse de la conversión del corazón  y de la solidaridad con el prójimo  era para él motivo primero de desacuerdo e insatisfacción:   es el planteamiento central de la Palabra de este domingo.

 Junto con esto, conocemos bien su predilección por todos los humillados, condenados morales, prostitutas, cobradores de impuestos,  señalados como indeseables, portadores de enfermedades “malditas” como la lepra, rechazados de la sociedad. Esta conducta de Jesús es la más clara señal del reino de Dios que él instaura en la historia de la humanidad:  la revelación que él hace de Dios   es la de  un Padre  que  es garantía de sentido y dignidad para los  últimos del mundo, ejercicio pleno de la compasión y la misericordia. [2]

Jesús desnuda los ropajes de la vanidad religiosa y  de las apariencias de santidad y de moralidad, para llegar a la pregunta de fondo que confronta rigurosamente tales actitudes. Para el judaísmo contemporáneo de Jesús la santidad consistía en el acatamiento y práctica de un extenso conjunto de prescripciones relacionadas con sus rituales. Son frecuentes las discusiones suyas con los hombres religiosos que le ponían a prueba para verificar si era él un judío piadoso y observante, con el fin de tener argumentos para acusarlo[3] como blasfemo y contrario a las tradiciones religiosas de Israel.[4]

Es clásico el capítulo 23 del evangelio de Mateo, en el que Jesús lanza siete maldiciones contra los escribas y fariseos, con palabras muy fuertes, que aún hoy suenan con extrema severidad: “Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que purifican por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia” .[5]Una advertencia  así no se queda solamente para aquellos sacerdotes y maestros de la ley, también se extiende a las prácticas religiosas de todos los tiempos de la historia,  cuando ellas no están respaldadas por una vida convertida sinceramente al amor de Dios y a la solidaridad con el prójimo.

 La relación entre el culto y la vida es indispensable, la rectitud de esta es la que garantiza la autenticidad de aquel; lo que se significa en el rito debe llevarse a la cotidianidad, a los diversos ámbitos de la vida, la relación de pareja, la familia, la formación de los hijos, el ejercicio de la sexualidad, la atención solidaria a los pobres y marginados, el reconocimiento respetuoso de las diferencias, el cuidado del hábitat, el compromiso permanente con la dignidad humana, la protección de la vida en todas sus formas, el manejo del dinero y de los recursos materiales, el acceso al conocimiento, la seriedad en los estudios, el trabajo entendido como servicio, la participación en la construcción del bien común. Una vida íntegra referida a Dios evidencia su plenitud en la relación con los demás, este es el culto agradable que le debemos, todo lo que allí se celebra y expresa debe tener decisivas implicaciones en una nueva manera de ser y de vivir, modelada según el proyecto original de Jesús.

 La parábola que propone hoy el evangelio de Mateo alude a aquellas personas profundamente religiosas pero negadas al amor de Dios y a sus implicaciones éticas, en contraste con aquellos que son tenidos por no creyentes y ajenos a la Iglesia pero sinceros en sus convicciones, y abiertos al don de Dios.  Para ello señala dos actitudes: “Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero le dijo: Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. El respondió No quiero, pero luego se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. El respondió: voy, señor, pero no fue. Cuál de los dos hizo la voluntad del Padre? El primero, le dicen” .[6]

Su referencia crítica es evidente, destacando con sutileza  la actitud negligente ante la conversión de quienes se dicen los más cumplidores de la religión, los que presumen de ser ejemplo de vida recta, y modelo para los demás, despreciando a quienes no viven en esta perspectiva del ritualismo externo. Es indiscutible que una de las causas del ateísmo y de la lejanía de muchos hombres y mujeres de la práctica religiosa es el estilo de algunos – bastantes , es preciso reconocerlo! -  que se dicen observantes, estrictos cumplidores de sus rituales, pero con un corazón endurecido en el que predomina la ley sobre el ser humano, presumidos de ser superiores a los demás en su moralidad, siempre en plan de juzgar y condenar al prójimo, presentando como base de este comportamiento la imagen de un Dios justiciero, vengativo, implacable, sometiendo sus súbditos al servilismo y a la más amarga religiosidad. En coherencia con la originalidad del proyecto de Jesús  es imperativo negar a este tipo de Dios para acceder al verdadero, al Padre de la libertad y de la misericordia que él nos manifiesta. [7]

Jesús  transforma radicalmente la relación entre los seres humanos y Dios dejando atrás el esquema de la mediación ritual para proponer el culto al Padre en espíritu y en verdad. La vida asumida como culto agradable a El: “Pero llega la hora, ha llegado, en que los que dan culto auténtico adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque esos son los adoradores que busca el Padre. Dios es Espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” .[8]

Muchos de los que son despreciados  por ateos y agnósticos resultan de ejemplar honestidad y rectitud en sus vidas. Las palabras de Jesús a este propósito son durísimas: “Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios. Porque vino Juan, enseñando el camino de la justicia, y no le creyeron, mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Y ustedes, aún después de verlo, no se han arrepentido ni le han creído”.[9]

Con frecuencia los cristianos somos sometidos al examen crítico de nuestra honestidad, se nos cuestiona por exceso de formalidad religiosa y por dureza de corazón, por manipular a Dios poniéndolo como legitimador de posturas estrechas con respecto a la conciencia de las personas, por hacer interpretaciones sesgadas del evangelio, por no ejercer la misericordia, por dar prioridad a las leyes sobre la vida, por juzgar y condenar implacablemente a los “pecadores”, por la soberbia moral.

El Evangelio siempre nos trae posibilidades de crecimiento y   conversión. Este tema de hoy es antiguo y reiterado, pero su trasfondo es inagotable y susceptible de un proceso constante y creciente de configuración con Jesús, con el proyecto del Padre, realidad que se manifiesta cuando damos el salto del cristianismo de formas externas y de minucias rituales a la pasión por la verdad que se manifiesta en el reverso de la historia, en las muchas cruces de la humanidad, en la indignación de Dios con las injusticias de los “buenos”: [10] “Les aseguro que los publicanos[11] y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios[12], radicales palabras de Jesús para estos fariseos “observantes” , expresan el desacuerdo radical con esa moralidad y religiosidad de formas exteriores.

 

 



[1] José Antonio Pagola. Jesús: aproximación histórica. PPC. Madrid, 2008; páginas 250-251

[2] Carlos Gil Arbiol. La misericordia desde las víctimas: la mirada de Jesús. Publicado en revista Lumen, Provincia Capuchina de España, volumen 65 número 3 (2016), páginas 263 a 284. Del mismo autor El Dios de Jesús y las fronteras culturales y religiosas. Publicado en revista Cuestiones Teológicas Universidad Pontificia Bolivariana Medellín volumen 44 número 102 julio-diciembre 2017, páginas 453 a 467.  Jon Sobrino. La fe en Jesucristo: ensayo desde las víctimas. Trotta. Madrid, 1999. Andrés Torres Queiruga. Creo en Dios Padre: El Dios de Jesús como afirmación plena del hombre. Sal Terrae. Santander, 1986.

[3] Gerhard Theissen

[4] Xavier Alegre. Los responsables de la muerte de Jesús en https://core.ak.uk/download/pdf/47263907.pdf

[5] Mateo 23: 25

[6] Mateo 18: 28-31

[7] Juan Arias. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 2003. José María Mardones. Matar a nuestros dioses: un Dios para un creyente adulto. PPC. Madrid, 2005. Manuel Díaz Mateos. Imágenes de Dios y dignidad humana. CEP. Lima, 2003. Ver la excelente presentación power point de Jesús Rojano Martínez SDB titulada Cuidar a Dios : imágenes falsas de Dios en https://catequesis.archimadrid.es/wp-content/uploads/2017/01(Cuidar-a-Dios.pdf  Milan Machovec. Jesús para ateos. Sígueme. Salamanca, 1976.

[8] Juan 4: 23-24

[9] Mateo 18: 31-32

[10] Federico Nietzsche. La genealogía de la moral. Alianza Editorial. Madrid, 2011. José María Castillo. La ética de Cristo. Desclée de Brower. Bilbao, 2005.

[11] Eran los cobradores de impuestos en Palestina, en tiempos de Jesús, grupo social muy odiado por todos, estaban al servicio del Imperio Romano y del Templo de Jerusalén, las cargas impositivas que estas entidades eran recaudadas por estos con bastante arbitrariedad.

[12] Mateo 21:31,

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