COMUNITAS
MATUTINA 20 DE
SEPTIEMBRE
DOMINGO XXV
DEL TIEMPO ORDINARIO
“De modo que los que ahora son los últimos, serán los
primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”
(Mateo 20:16)
Lecturas:
1.
Isaías 55: 1-11
2.
Salmo 144: 2-9 y 17-18
3.
Filipenses 1: 20-24 y 27
4.
Mateo 20: 1-16
Es dramáticamente expresivo el cuadro “El grito” del pintor noruego Edward Munch [1],
reflejo de la angustia existencial de la humanidad moderna, de esta modernidad
ambivalente – la obra data de 1893 – en
la que coexisten la pasión por el progreso y la libertad, afirmando sin rodeos
la autonomía de la razón y la búsqueda radical de la emancipación de toda
tutela, con las más aberrantes injusticias, depredaciones del ser humano y de
la naturaleza, totalitarismos, guerras mundiales y regionales , todas ellas de
perversa fuerza destructiva, sociedad de consumo enloquecida, países opulentos,
países en miseria total. Este grito sigue vigente, es una protesta absoluta
contra un mundo desequilibrado, en el que unos seres humanos, los que deciden y
manejan el poder, se empeñan en contra de las mayorías, agrediendo su
dignidad, convirtiéndolos en objetos del más aberrante utilitarismo,
promoviendo modelos económicos y sociales desalmados e inhumanos .[2]
Esta seudocultura que valora a la humanidad por sus resultados, reduciéndola a
entidad productiva, clasificando de mayores a menores, despreciando a los que
considera inútiles, como una gran máquina de utilidades, definiendo el precio
de todos , premiando a los privilegiados, desechando sin piedad a multitudes. [3]
Hoy tomamos en préstamo “El grito” de Munch para unirlo al de los profetas
bíblicos y al de todos los hombres y mujeres que pugnan por una cultura de la
justicia y de la digna gratuidad querida por Dios para sus creaturas.
Los profetas bíblicos fueron los agentes del grito de
Dios contra las injusticias de su tiempo, lo hicieron con gran severidad,
convirtiéndose en testigos de una vida novedosa y libre, a pesar de las muchas
contradicciones e incomprensiones vividas como consecuencia de su insobornable
libertad. Su clamor – fuerte, recio, de estremecedora sonoridad – se dió contra
una religiosidad exterior, formal, excesivamente solemne, que no se compaginaba
con la ética de la vida cotidiana, anunciaron la esperanza en un Dios
liberador, comprometido sin reservas con la felicidad de su pueblo, garante de
sentido definitivo de la existencia y, con la misma energía, arremetieron
contra la inconsistencia de esa religiosidad que no se traducía en conductas de justicia y de
compromiso con la dignidad de los débiles y humillados.[4]
El tema de la
justicia y del reconocimiento del valor de los seres humanos es una de las
líneas de coherencia en el ministerio de
los profetas: hombres y mujeres son relato de Dios, tienen valor en sí mismos,
no pueden ser sometidos a explotación ni ser materia de transacciones y
comercio, son ellos testigos privilegiados de esa lógica teologal que
contraviene los designios injustos de los opresores. De modo especial queremos
subrayar hoy al profeta que propende por una novedosa concepción y práctica de
lo humano, fundamentada en la gratuidad de Dios: “Atención sedientos,
acudan por agua, también los que no tienen dinero, vengan, compren trigo, coman
sin pagar, vino y leche de balde. Por qué gastan dinero en lo que no alimenta?
Y el salario en lo que no da hartura? Escúchenme atentos y comerán bien,
saborearán platos sustanciosos. Presten oído, vengan a mí, escúchenme y
vivirán, sellaré con ustedes alianza perpetua”. [5]
Con frecuencia escuchamos decir que la lógica de Dios es distinta
de los esquemas humanos, a menudo
opuesta, porque provoca una radical ruptura de nuestros
habituales esquemas de ver las realidades de la vida y trastoca las apreciaciones con las que solemos ponderar
todas las cosas.
Predomina en la mayoría de ambientes sociales y religiosos
la mentalidad milimétrica de acumulación de méritos para presumir que
somos mejores que los demás, la clasificación de las personas siguiendo sus
hojas de vida con mayores o menores realizaciones y títulos, su capacidad
económica, también su conducta y
moralidad. Esto, en el ámbito de lo religioso, se ha convertido en
escalafones de santidad, en la presunción de ser rigurosos con las observancias
rituales y legales, caracterizadas por su estrechez y falta de libertad. Hay un
“capitalismo religioso y social” que asigna al ser humano obligaciones
relacionadas con la producción de méritos morales, rituales, determinando así
su mayor o menor cercanía a Dios, copia literal de lo que sucede en la gran
sociedad en la que predominan el tener y el producir sobre el ser.
Los modos de vida se tornan así en sombríos
cumplimientos de normativas sin espíritu, en liturgias que adolecen de afecto y
de vitalidad, en fijaciones jurídicas que no liberan al ser humano, en concebir
la relación con Dios como una meritocracia, sin conversión del corazón a El y al
prójimo.
Tal estilo era
dominante en el mundo judío contemporáneo de Jesús. Son bien conocidas las
controversias que sostenía con los sacerdotes del templo y con los letrados, y
el modo tan severo con el que cuestionaba tales actitudes: “Ay de ustedes, letrados y
fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por
dentro están llenos de inmoralidad y robos” .[6]
La propuesta de Jesús es una saludable crítica
que provoca revisión a fondo de nuestra religiosidad y espiritualidad, de la
manera como concebimos la relación con Dios, con la intención de dar el salto
cualitativo al orden de la gratuidad explícita que él comunica en nombre de su Padre para construír
un modo donde la gracia se distribuye en igualdad de condiciones y con desmedida
generosidad, suscitando la fraternidad, el dinamismo de la comunión, la
existencia asumida como aventura liberadora. Así lo plantea la parábola de los trabajadores de la
viña, como lo refiere el texto de Mateo
que se proclama este domingo.
El proyecto original de Dios se caracteriza por la
participación equitativa de todos en los
bienes de la creación y de la vida, ofrecimiento que El nos hace para
moldearnos como humanidad llamada a vivir en la clave de la gratuito. Es
deliberada la intención de Jesús con su parábola de los obreros de la viña,
cuando un hacendado, en diversos momentos del mismo día, va contratando
jornaleros para las faenas del campo: “Vayan ustedes también a mi viña y les
pagaré lo debido. [7]Al
final de la jornada, cuando llega la hora del pago, la sorpresa es general:
“Pasaron los del atardecer y recibieron un denario. Cuando llegaron los
primeros, esperaban recibir más, pero también ellos recibieron la misma paga.
Al recibirla, se quejaron contra el hacendado: estos últimos han trabajado una
hora y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado la fatiga y el
calor del día” .[8]
Es injusto Jesús al proponer este mensaje?
Desconocedor de derechos y méritos adquiridos? La parábola es sutil para
introducir una nueva lógica en la relación con el Padre, con los seres humanos
entre sí, lo que prima no es el merecimiento nuestro sino la voluntad divina
que desborda los límites de la justicia de los hombres, este Dios quiere agraciarnos a todos, llenarnos de
oportunidades. Jesús modifica de raíz el
esquema mérito-retribución-pago y manifiesta que el proyecto de Dios es crear
para todos las mismas posibilidades de gracia. Lo que
cuenta no es la observancia sino el querer gratuito e ilimitado del Padre, no se da a quien lo merece sino a quien lo
necesita.
Con esta parábola Jesús está señalando un elemento
prioritario en su proyecto del reino de Dios: supera los mínimos de una
justicia legal para proponer un estilo de vida basado en la gratuidad, en la
igual acogida de Dios hacia todos, con
el conocido énfasis de favorecer a aquellos a quienes “el mundo” desconoce,
maltrata y excluye, lo mismo que a quienes son juzgados implacablemente por la
moral de los buenos, los amigos de la vanidad religiosa, los que ostentan su
pretendida superioridad rasgándose las vestiduras . Este es el grito de Jesús,
que vinculamos hoy con la protesta de Munch en su dramático cuadro; rechazo
total a medir al ser humano por apellidos, posesiones, resultados, también por
sus cumplimientos, devociones, prácticas religiosas: “Al final del camino me
dirán: has vivido? has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de
nombres”. [9]
Jesús se va por los márgenes de la historia , se
encuentra con las prostitutas y con los cobradores de impuestos, se rodea de
mendigos, también de condenados morales, los quiere sentar en la mesa del
Padre, sirviéndoles la posibilidad de rehacerse en su humanidad, de reivindicar
su dignidad, de operar en ellos el milagro sanador del amor, de restaurarlos en
la integridad de su ser.
La amplitud espiritual de Jesús suscita escándalo, así
sucedió en su tiempo y así sucede en nuestros días cuando se quiere ser
coherente con ella. Quiere esto decir que los esfuerzos de las personas en
relación con sus obligaciones y deberes, el acatamiento correcto de las leyes,
la vida honesta, son inútiles, y no se hacen acreedoras al favor de Dios?
Quede claro, con nitidez evangélica, que no se minimiza el deseo humano de llevar una vida correcta,
sólidamente constituída sobre los fundamentos de una moral humanista,
liberadora, y formadora de seres humanos responsables. Quede también claro que este esfuerzo no es
para presumir de ser mejores o
superiores a los demás. No es la
determinación objetiva de lo establecido normativamente lo que obliga sino el libre compromiso que se asume con
convicción. [10]
El amor verdadero, el de Dios que llena de significado
nuestros amores, es la genuina ley que libera y realiza a quienes así lo viven: “Una
cosa importa, que su conducta sea digna de la buena noticia de Cristo” .[11]
[1] 1863-1944, pionero del expresionismo
en pintura.
[2] Marcelo y Eva Miranda C., Matías
Molina. Edward Munch: enfermedad y genialidad en el gran artista noruego.
En Revista Facultad de Medicina Universidad de Chile, número 141 (2013),
páginas 774-779, https://scielo.conycit.cl/pdf/rmc//v141n6/art12.pdf . Ulrich Bischoff. Munch:
cuadros sobre la vida y la muerte. Taschen. Madrid, 2000.
[3] Bernie Sanders. Contra el
capitalismo salvaje. Ediciones Clave Intelectual. Madrid, 2019. César
Rendueles. Capitalismo canalla. Austral. Madrid, 2018. Thomas Piketty.
El capital en el siglo XXI. Paidós. Barcelona, 2017.
[4] José Luis Sicre. Introducción al
profetismo bíblico. Estella, 2011; Profetismo en Israel. Verbo
Divino. Estella, 1998. Gerhard von Rad. Teología del Antiguo Testamento
volumen II: Las tradiciones proféticas de Israel. Sígueme. Salamanca,
1981. José Loza Vera. Introducción al profetismo: Isaías. Verbo Divino.
Estella,2009. Joseph Blenkinsopp. El
libro de Isaías (capítulos 39 a 55; segundo Isaías) Sígueme. Salamanca,
2010.
[5] Isaías 55: 1-3
[6] Mateo 23: 25
[7] Mateo 20: 4
[8] Mateo 20: 9-12
[9] Atribuída al obispo Pedro
Casaldáliga (1928-2020), fallecido el
pasado mes de agosto. Hombre que vivió sin reticencias el proyecto de Jesús,
sirvió con amor superior a campesinos e indígenas en su diócesis de Sao Felix
de Araguaia , en el Matto Grosso de Brasil, su estilo de vida fue austero y
gratuito, su voz de profeta fue grito y profecía contra las graves injusticias
en contra de sus buenas gentes. Francesc Escribano. Descalzo sobre la tierra
roja: vida del obispo Pedro. Casaldáliga. Península. Barcelona, 2002.
[10] Pontificia Comisión Bíblica. Biblia
y moral: raíces bíblicas del comportamiento cristiano. Promulgado el 11 de
mayo de 2008. En www.vatican.va/roman_curia/congregations/faith/pcb_documents/rc_con_faith_doc_20080511_bibbia-e-morale-sp.html
Marciano Vidal. Para conocer la ética cristiana. Verbo Divino.
Estella, 2006; Moral de actitudes, 3 volúmenes. Editorial Perpetuo
Socorro. Madrid, 1978. Julio Luis Martínez & José Manuel Caamaño. Moral
fundamental :bases teológicas del discernimiento ético. Sal Terrae.
Santander, 2014.
[11] Filipenses 1: 27
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