domingo, 20 de septiembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 20 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO

 

COMUNITAS  MATUTINA  20  DE  SEPTIEMBRE

DOMINGO XXV  DEL  TIEMPO  ORDINARIO

“De modo que los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”

(Mateo 20:16)

Lecturas:

1.   Isaías 55: 1-11

2.   Salmo 144: 2-9 y 17-18

3.   Filipenses 1: 20-24 y 27

4.   Mateo 20: 1-16

Es dramáticamente expresivo el cuadro  “El grito” del pintor noruego Edward Munch [1], reflejo de la angustia existencial de la humanidad moderna, de esta modernidad ambivalente – la obra  data de 1893 – en la que coexisten la pasión por el progreso y la libertad, afirmando sin rodeos la autonomía de la razón y la búsqueda radical de la emancipación de toda tutela, con las más aberrantes injusticias, depredaciones del ser humano y de la naturaleza, totalitarismos, guerras mundiales y regionales , todas ellas de perversa fuerza destructiva, sociedad de consumo enloquecida, países opulentos, países en miseria total. Este grito sigue vigente, es una protesta absoluta contra un mundo desequilibrado, en el que unos seres humanos, los que deciden y manejan el poder, se empeñan   en contra de las mayorías, agrediendo su dignidad, convirtiéndolos en objetos del más aberrante utilitarismo, promoviendo modelos económicos y sociales desalmados e inhumanos .[2] Esta seudocultura que valora a la humanidad por sus resultados, reduciéndola a entidad productiva, clasificando de mayores a menores, despreciando a los que considera inútiles, como una gran máquina de utilidades, definiendo el precio de todos , premiando a los privilegiados, desechando sin piedad  a multitudes. [3] Hoy tomamos en préstamo “El grito” de Munch para unirlo al de los profetas bíblicos y al de todos los hombres y mujeres que pugnan por una cultura de la justicia y de la digna gratuidad querida por Dios para sus creaturas.

Los profetas bíblicos fueron los agentes del grito de Dios contra las injusticias de su tiempo, lo hicieron con gran severidad, convirtiéndose en testigos de una vida novedosa y libre, a pesar de las muchas contradicciones e incomprensiones vividas como consecuencia de su insobornable libertad. Su clamor – fuerte, recio, de estremecedora sonoridad – se dió contra una religiosidad exterior, formal, excesivamente solemne, que no se compaginaba con la ética de la vida cotidiana, anunciaron la esperanza en un Dios liberador, comprometido sin reservas con la felicidad de su pueblo, garante de sentido definitivo de la existencia y, con la misma energía, arremetieron contra la inconsistencia de esa religiosidad que  no se traducía en conductas de justicia y de compromiso con la dignidad de los débiles y humillados.[4]

 El tema de la justicia y del reconocimiento del valor de los seres humanos es una de las líneas  de coherencia en el ministerio de los profetas: hombres y mujeres son relato de Dios, tienen valor en sí mismos, no pueden ser sometidos a explotación ni ser materia de transacciones y comercio, son ellos testigos privilegiados de esa lógica teologal que contraviene los designios injustos de los opresores. De modo especial queremos subrayar hoy al profeta que propende por una novedosa concepción y práctica de lo humano, fundamentada en la gratuidad de Dios: “Atención sedientos, acudan por agua, también los que no tienen dinero, vengan, compren trigo, coman sin pagar, vino y leche de balde. Por qué gastan dinero en lo que no alimenta? Y el salario en lo que no da hartura? Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platos sustanciosos. Presten oído, vengan a mí, escúchenme y vivirán, sellaré con ustedes alianza perpetua”. [5]

Con frecuencia escuchamos decir que la lógica de Dios  es distinta  de los esquemas  humanos, a menudo opuesta,  porque   provoca una radical ruptura de nuestros habituales esquemas de ver las realidades de la vida y trastoca las  apreciaciones con las que solemos ponderar todas las cosas.

Predomina en la mayoría de ambientes sociales y religiosos la mentalidad milimétrica de   acumulación de méritos para presumir que somos mejores que los demás, la clasificación de las personas siguiendo sus hojas de vida con mayores o menores realizaciones y títulos, su capacidad económica, también su conducta y  moralidad. Esto, en el ámbito de lo religioso, se ha convertido en escalafones de santidad, en la presunción de ser rigurosos con las observancias rituales y legales, caracterizadas por su estrechez y falta de libertad. Hay un “capitalismo religioso y social” que asigna al ser humano obligaciones relacionadas con la producción de méritos morales, rituales, determinando así su mayor o menor cercanía a Dios, copia literal de lo que sucede en la gran sociedad en la que predominan el tener y el producir sobre el ser.

Los modos de vida se tornan así en sombríos cumplimientos de normativas sin espíritu, en liturgias que adolecen de afecto y de vitalidad, en fijaciones jurídicas que no liberan al ser humano, en concebir la relación con Dios como una meritocracia, sin conversión del corazón a El y al prójimo.

Tal  estilo era dominante en el mundo judío contemporáneo de Jesús. Son bien conocidas las controversias que sostenía con los sacerdotes del templo y con los letrados, y el modo tan severo con el que cuestionaba tales actitudes: “Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de inmoralidad y robos” .[6]

 La  propuesta de Jesús es una saludable crítica que provoca revisión a fondo de nuestra religiosidad y espiritualidad, de la manera como concebimos la relación con Dios, con la intención de dar el salto cualitativo al orden de la gratuidad explícita que él  comunica en nombre de su Padre para construír un modo  donde la gracia se distribuye  en igualdad de condiciones y con desmedida generosidad, suscitando la fraternidad, el dinamismo de la comunión, la existencia asumida como aventura liberadora. Así lo  plantea la parábola de los trabajadores de la viña, como lo  refiere el texto de Mateo que se proclama  este domingo.

El proyecto original de Dios se caracteriza por la participación  equitativa de todos en los bienes de la creación y de la vida, ofrecimiento que El nos hace para moldearnos como humanidad llamada a  vivir en la clave de la gratuito. Es deliberada la intención de Jesús con su parábola de los obreros de la viña, cuando un hacendado, en diversos momentos del mismo día, va contratando jornaleros para las faenas del campo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo debido. [7]Al final de la jornada, cuando llega la hora del pago, la sorpresa es general: “Pasaron los del atardecer y recibieron un denario. Cuando llegaron los primeros, esperaban recibir más, pero también ellos recibieron la misma paga. Al recibirla, se quejaron contra el hacendado: estos últimos han trabajado una hora y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado la fatiga y el calor del día” .[8]

Es injusto Jesús al proponer este mensaje? Desconocedor de derechos y méritos adquiridos? La parábola es sutil para introducir una nueva lógica en la  relación con el Padre, con los seres humanos entre sí, lo que prima no es el merecimiento nuestro sino la voluntad divina que desborda los límites de la justicia de los hombres, este Dios  quiere agraciarnos a todos, llenarnos de oportunidades.  Jesús modifica de raíz el esquema mérito-retribución-pago y manifiesta que el proyecto de Dios es crear para todos las mismas posibilidades de gracia.  Lo  que cuenta no es la observancia sino el querer gratuito e ilimitado del Padre,  no se da a quien lo merece sino a quien lo necesita.

Con esta parábola Jesús está señalando un elemento prioritario en su proyecto del reino de Dios: supera los mínimos de una justicia legal para proponer un estilo de vida basado en la gratuidad, en la igual acogida de Dios hacia todos,  con el conocido énfasis de favorecer a aquellos a quienes “el mundo” desconoce, maltrata y excluye, lo mismo que a quienes son juzgados implacablemente por la moral de los buenos, los amigos de la vanidad religiosa, los que ostentan su pretendida superioridad rasgándose las vestiduras . Este es el grito de Jesús, que vinculamos hoy con la protesta de Munch en su dramático cuadro; rechazo total a medir al ser humano por apellidos, posesiones, resultados, también por sus cumplimientos, devociones, prácticas religiosas: “Al final del camino me dirán: has vivido? has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres”. [9]

Jesús se va por los márgenes de la historia , se encuentra con las prostitutas y con los cobradores de impuestos, se rodea de mendigos, también de condenados morales, los quiere sentar en la mesa del Padre, sirviéndoles la posibilidad de rehacerse en su humanidad, de reivindicar su dignidad, de operar en ellos el milagro sanador del amor, de restaurarlos en la integridad de su ser.

La amplitud espiritual de Jesús suscita escándalo, así sucedió en su tiempo y así sucede en nuestros días cuando se quiere ser coherente con ella. Quiere esto decir que los esfuerzos de las personas en relación con sus obligaciones y deberes, el acatamiento correcto de las leyes, la vida honesta, son inútiles, y no se hacen acreedoras al favor de Dios?

Quede claro, con nitidez evangélica, que no se  minimiza el deseo humano de llevar una vida correcta, sólidamente constituída sobre los fundamentos de una moral humanista, liberadora, y formadora de seres humanos responsables.  Quede también claro que este esfuerzo no es para presumir de  ser mejores o superiores a  los demás. No es la determinación objetiva de lo establecido normativamente lo que obliga  sino el libre compromiso que se asume con convicción. [10]

El amor verdadero, el de Dios que llena de significado nuestros amores, es la genuina ley que libera y realiza a quienes así lo viven: “Una cosa importa, que su conducta sea digna de la buena noticia de Cristo” .[11]

 

 

 



[1] 1863-1944, pionero del expresionismo en pintura.

[2] Marcelo y Eva Miranda C., Matías Molina. Edward Munch: enfermedad y genialidad en el gran artista noruego. En Revista Facultad de Medicina Universidad de Chile, número 141 (2013), páginas 774-779, https://scielo.conycit.cl/pdf/rmc//v141n6/art12.pdf . Ulrich Bischoff. Munch: cuadros sobre la vida y la muerte. Taschen. Madrid, 2000.

[3] Bernie Sanders. Contra el capitalismo salvaje. Ediciones Clave Intelectual. Madrid, 2019. César Rendueles. Capitalismo canalla. Austral. Madrid, 2018. Thomas Piketty. El capital en el siglo XXI. Paidós. Barcelona, 2017.

[4] José Luis Sicre. Introducción al profetismo bíblico. Estella, 2011; Profetismo en Israel. Verbo Divino. Estella, 1998. Gerhard von Rad. Teología del Antiguo Testamento volumen II: Las tradiciones proféticas de Israel. Sígueme. Salamanca, 1981. José Loza Vera. Introducción al profetismo: Isaías. Verbo Divino. Estella,2009.  Joseph Blenkinsopp. El libro de Isaías (capítulos 39 a 55; segundo Isaías) Sígueme. Salamanca, 2010.

[5] Isaías 55: 1-3

[6] Mateo 23: 25

[7] Mateo 20: 4

[8] Mateo 20: 9-12

[9] Atribuída al obispo Pedro Casaldáliga  (1928-2020), fallecido el pasado mes de agosto. Hombre que vivió sin reticencias el proyecto de Jesús, sirvió con amor superior a campesinos e indígenas en su diócesis de Sao Felix de Araguaia , en el Matto Grosso de Brasil, su estilo de vida fue austero y gratuito, su voz de profeta fue grito y profecía contra las graves injusticias en contra de sus buenas gentes. Francesc Escribano. Descalzo sobre la tierra roja: vida del obispo Pedro. Casaldáliga. Península. Barcelona, 2002.

[10] Pontificia Comisión Bíblica. Biblia y moral: raíces bíblicas del comportamiento cristiano. Promulgado el 11 de mayo de 2008. En www.vatican.va/roman_curia/congregations/faith/pcb_documents/rc_con_faith_doc_20080511_bibbia-e-morale-sp.html  Marciano Vidal. Para conocer la ética cristiana. Verbo Divino. Estella, 2006; Moral de actitudes, 3 volúmenes. Editorial Perpetuo Socorro. Madrid, 1978. Julio Luis Martínez & José Manuel Caamaño. Moral fundamental :bases teológicas del discernimiento ético. Sal Terrae. Santander, 2014.

[11] Filipenses 1: 27

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