domingo, 6 de septiembre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 6 DE SEPTIEMBRE 2020 DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

“Si tu hermano te ofende, ve y amonéstalo, tú y él a solas. Si no te hace caso, hazte acompañar de uno o dos, para que el asunto se resuelva por dos o tres testigos”

(Mateo 18: 15-16)

Lecturas

1.   Ezequiel  33: 7 – 9

2.   Salmo 94: 1 – 9

3.   Romanos  13: 8 – 10

4.   Mateo 18: 15 – 20

La fe en Dios, con la implicación existencial que la acompaña, es una opción personal e intransferible, en la que el sujeto creyente se compromete a tener  una existencia coherente con aquello que profesa, nadie lo suple en esta responsabilidad fundamental. De aquella deriva una consecuencia eclesial y social, eso que aquí en COMUNITAS MATUTINA llamamos ética de la projimidad. [1]La condición de cristiano se vive plenamente en la iglesia , la comunidad de los seguidores de Jesús, en la que nos hacemos  corresponsables los unos de los otros. También en  la sociedad, en cuanto que los cristianos somos al mismo tiempo ciudadanos, tenemos el desafío de aportar a su construcción, en perspectiva de bien común y de justicia. Es lo que enseña la doctrina social de la Iglesia. [2]

 La Iglesia no es una entidad prestadora de servicios rituales, como una gran EPS de consumos religiosos, sino una comunidad que tiene como centro determinante al Señor Jesucristo.[3] Una mentalidad individualista ha entendido mal la relación con Dios, como si esta fuera un “negocio” del sujeto con El, en orden a garantizar la salvación, sin asumir la dimensión comunitaria, la solidaridad con el prójimo, pilares decisivos en el proyecto de Jesús.

Cuando un miembro de la comunidad cristiana falla gravemente a sus compromisos como seguidor de Jesús también afecta negativamente a todo el cuerpo de la Iglesia, su pecado resta gracia y santidad a todos los cristianos. De la misma manera, la vida limpia y evangélica de los creyentes se traduce en incremento de vitalidad espiritual y de participación del dinamismo teologal para cada bautizado.[4]

El pecado individual tiene repercusiones sociales. Cuando los Obispos de América Latina, en su II asamblea general,[5] reunida en Medellín en agosto de 1968, hablaron de “situación de pecado”, de “violencia institucionalizada”, de “pecado estructural”, se refirieron  en plan de denuncia profética a las muchas injusticias sociales manifestadas en pobreza, marginalidad, exclusión social, falta de oportunidades para millones de hombres y mujeres en el continente, manifestación de la incoherencia entre una región del mundo mayoritariamente cristiano – católica, pero con una práctica religiosa individualista, formal, de ritos sin implicación en la vida, y desentendida de estas graves problemáticas. Más de 50   años después estas circunstancias siguen dolorosamente vigentes![6]

Esta pecaminosidad social no es fruto de fuerzas indeterminadas, detrás de ella hay personas con intenciones concretas y deliberadas para generar este estado de cosas. Corresponde a los cristianos  comprometidos, claros en su opción fundamental , ejercer una misión profética para hacer conscientes a todos de estas inconsistencias,  contrarias al proyecto de plenitud y fraternidad que es sustancial en la voluntad del Padre de Jesús. A esto alude la primera lectura de hoy, del profeta Ezequiel, con su referencia al “centinela”, al que alerta la comunidad: “A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabras de mi boca, les darás la alarma de mi parte”. [7] El profeta anuncia el nuevo orden de cosas en Dios, vida, libertad, dignidad, justicia, y ejerce la corrección fraterna y comunitaria llamando la atención con rigor de todo aquello que atenta contra el proyecto de Dios, desacatos contra sus creaturas los seres humanos. [8]

Cómo guiar  esta   sociedad a una situación de gracia?[9] Cómo reflejar en el funcionamiento de nuestros países los valores del Evangelio en términos del respeto a la dignidad de las personas, de posibilitar un modelo económico de raigambre humanista, de crear unas condiciones contundentes para la honestidad y la transparencia?  En qué formas concretas los cristianos participamos en la política, en las grandes decisiones del estado? Cómo aportamos a un clima constante y creciente de respeto a cada persona, de reconocimiento de la diversidad y pluralidad de estilos de vida, de las  convicciones ideológicas, de las  identidades culturales, de las creencias religiosas? En suma, cómo depositar las semillas del Evangelio en la configuración de las relaciones sociales?[10]

Se trata de ser  testigos de Dios, en estas condiciones :   la de los que, desde su honda experiencia del Señor, tienen la disposición para interpretar los signos de los tiempos, en tónica de discernimiento, invitando a todos a detectar las evidencias del mal,  de lo que  se opone a los deseos  de plenitud que el Padre tiene dispuestos para todos. La misión profética es incómoda , resulta desagradable para muchos a quienes se  pone el dedo en la llaga, porque pone en evidencia las causas y las consecuencias del mal, explicita a los responsables, cuestiona la discontinuidad que hay entre una vida pretendidamente religiosa pero simultáneamente injusta y deshonesta.

No es cansina repetición   insistir en que tenemos como misión “arreglar el mundo”, comprometernos con pasión en la generación de un modo de vida que tenga en cuenta   a cada ser humano en sus necesidades, en su derecho legítimo a vivir con sentido y con dignidad. Para ello se impone el recurso permanente a la condición profética, lo que demanda a la Iglesia  un talante de configuración total con Jesús.

Una aplicación práctica nos la presenta el evangelio de hoy con su enseñanza sobre la corrección fraterna que, si bien se presenta inicialmente como un ejercicio individual, también conecta con la misión social del profetismo cristiano. El texto surge en el contexto de unos conflictos que se presentaron en la comunidad de Mateo, tiene una explícita evidencia de misericordia y  compromiso con la verdad, siguiendo el ejemplo de  Jesús que es solidario con el pecado, no con el pecador.  La invitación  que se nos hace es a llamar la atención al prójimo que está fallando sin exponerlo al escarnio público ni condenarlo con agresividad, como suele suceder en muchos ámbitos de las relaciones personales y sociales: “Si tu hermano te ofende, ve y amonéstalo, tú y el a solas. Si no te hace caso, hazte acompañar de uno o dos, para que el asunto se resuelva por dos o tres testigos”. [11]

 Tenemos que corregirnos unos a otros, con vigoroso y exigente amor, con  espíritu de crítica constructiva y creadora de modos saludables de convivir entre nosotros. San Ignacio de Loyola llama a esto “salvar la proposición del prójimo”: [12]“Para que así, el que da los ejercicios espirituales, como el que los recibe, más se ayuden y se aprovechen: se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo que a condenarla; y si no la puede salvar, inquiera cómo la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve”. [13]

La corrección fraterna ,  en esta perspectiva social y estructural,  nos compromete a estar abiertos a la gracia de Dios para que ella – con el concurso de nuestra libre respuesta – erradique de nosotros esas motivaciones, intenciones, y actitudes egocéntricas, ambiciosas, y genere en nosotros una nueva manera de ser, enraizada en el “conocimiento interno de Jesús” ,  que ella tenga inspiración en estas palabras de Pablo: “Que la única deuda que tengan con los demás sea la del amor mutuo” . [14]

 

 



[1] Pedro Laín Entralgo. Teoría y realidad del otro. Revista de Occidente. Madrid, 1961.

[2] Dante Bettoni. Cristianos y ciudadanos: manual de iniciación sociopolítica. Mensajero. Bilbao, 2000. Tony Mifsud. Moral social : lectura solidaria del continente. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM. Bogotá, 2001. José María Castillo. El discernimiento cristiano: por una conciencia crítica. Sígueme. Salamanca, 1999.

[3] Víctor Codina. Para comprender la eclesiología desde América Latina. Verbo Divino . Estella (Navarra España, 2003. Enrique Dussel. América Latina y conciencia cristiana. Instituto Pastoral Latinoamericano IPLA. Quito, 1970.

[4] En su encíclica “Mediator Dei”(29 de junio de 1943) el Papa Pío XII enseña sobre la teología del cuerpo místico de Cristo y lo refiere a la Iglesia. Este asunto esencial del pecado que afecta a todo el cuerpo, de la santidad personal que incide  en la santidad del mismo, es tratado por el Papa. Su concepto de Iglesia- Cuerpo Místico fue asumido por el Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium”.

[5] Los obispos católicos de América Latina han realizado cinco asambleas generales, a saber. Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992), Aparecida (2007). Son asambleas sinodales de las que emana un magisterio que orienta e inspira el quehacer eclesial, a partir de una interpretación evangélica de los signos de los tiempos, con recurso a les mediaciones analíticas de las ciencias sociales y humanas. La II asamblea, la realizada en Medellín, fue especialmente determinante para marcar un punto de quiebre con el cristianismo ritual e individualista abriéndose a la dimensión social de la evangelización y de la acción pastoral de la Iglesia.

[6] II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM. Indo American Press Service. Bogotá, 1969. Juan Carlos Scannone. Teología de la liberación y praxis popular. Sígueme. Salamanca, 1978.

[7] Ezequiel 33: 7

[8] José Luis Sicre. Los profetas de Israel y su mensaje. Cristiandad. Madrid, 1987. Enrique Nardoni. Los que buscan la justicia, un estudio de la justicia en el mundo bíblico. Verbo Divino. Estella (Navarra España), 1997. José Luis Sicre. Con los pobres de la tierra: la justicia social en los profetas de Israel. Cristiandad. Madrid, 1984.

[9] Leonardo Boff. Gracia y liberación del hombre. Cristiandad. Madrid, 1979. José Ignacio González Faus. Proyecto de hermano: visión creyente del hombre. Sal Terrae. Santander, 1987.

[10] Pablo VI. Exhortación apostólica El anuncio del evangelio hoy.  Evangelii Nuntiandi. Este documento pontificio es un texto clave del magisterio de Pablo VI, es fruto de la III asamblea general del Sínodo de los obispos celebrado entre septiembre y octubre de 1974. Un elemento central del texto es la dimensión social de la evangelización. Su contenido es de total vigencia en nuestro tiempo.

[11] Mateo 18: 15

[12] Francisco López . Salvar la proposición del prójimo. En Reflexiones Ignacianas número 10. Centro Ignaciano de Espiritualidad. México D.F. 2014; páginas 24-37

[13] San Ignacio de Loyola. Ejercicios Espirituales, número 22.

[14] Romanos 13: 8

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