Lecturas
1. Isaìas 50: 5-9
2. Salmo 114: 1-9
3. Santiago 2: 14-18
4. Marcos 8:27-35
La pregunta que Jesùs hace a sus
discípulos en el texto de Marcos que nos propone hoy la Iglesia es también
dirigida a nosotros: “Quièn dice la gente que soy yo? Ellos le
contestaron: unos, que Juan el Bautista; otros, que Elìas; y otros, que uno de
los profetas.El siguió preguntándoles: Y según ustedes, quièn soy yo?” (Marcos
8: 27-29).
Despuès de haber compartido con ellos
parte significativa de su ministerio, de su anuncio del Reino, de haberlos
introducido en la nueva lógica que proviene del Padre a través de El, Jesùs les
hace un “examen” para constatar si han captado los alcances de su persona y de
su misión.
Esto nos lleva a pensar en las
múltiples interpretaciones que sobre Jesùs se han hecho a lo largo de la
historia, unas incompletas y sesgadas, y otras, haciendo el esfuerzo de
insertarse en los testimonios del cristianismo primitivo, en los textos del
Nuevo Testamento, en el magisterio de la Iglesia, y en la experiencia
actualizada de los cristianos.
Jesùs el hacedor de milagros y
portentos , Jesùs “manso y humilde de corazón”, Jesùs subversivo político,
Jesùs entronizado como un rey lejano de la historia del ser humano, Jesùs juez
y justiciero, Jesùs profeta de una bondad intrascendente, Jesùs un hombre
extraordinario, Dios con apariencia de hombre, hombre especial sin divinidad.
Es tarea de la Iglesia, de su
teología, de su ministerio pastoral, de su experiencia comunitaria, responder a
este interrogante captando y viviendo lo esencial de su ser y de su misión.
Veamos lo que sigue en el texto de Marcos: “Pedro le respondió: Tù eres el
Mesìas. Entonces Jesùs les ordenò que no hablaran de èl con nadie”
(Marcos 8: 29-30).
Esta respuesta aparentemente simple
es de un alcance trascendente, es lo que los estudiosos del Evangelio llaman el
“secreto
mesiánico”, decisivo para entender y vivir a Jesùs, para poder
responder existencialmente su pregunta.
Se refiere a que la misión de Jesùs
en la historia humana no es la de un poderoso personaje que triunfa al estilo
del mundo, lo suyo pasa por la dimensión de la cruz , de la donación total y
amorosa de la vida para que todos tengamos vida en abundancia. Digamos que esto
del secreto mesiánico es el rechazo enfático del poder, es la aceptación del
sufrimiento crucificado como la gran posibilidad redentora y salvadora, y asì
mismo les va explicando en los siguientes versículos del texto: “Entonces
Jesùs empezó a enseñarles que el Mesìas tenía que sufrir mucho….”
(Marcos 8: 31.
La respuesta de Pedro es como la de
tantos seres humanos que no asumen este aspecto doloroso de la existencia, la
aceptación del mismo en una perspectiva liberadora, salvífica, y le vale una
reprimenda de Jesùs: “Colòcate detrás de mì, Satanàs, porque no
piensas como Dios sino como los hombres” (Marcos 8: 33).
Si miramos la primera lectura, tomada
de Isaìas, de los llamados “cànticos del siervo sufriente de Yahvè”, podremos establecer la coherencia que guarda
con la enseñanza de Jesùs a propósito de su misión. El texto prefigura un
Mesìas humillado y ofendido, perseguido, maltratado: “no ocultè la cara ante los
insultos y salivazos” (Isaìas 50: 6), que pone en tela de juicio todos
nuestros imaginarios sobre Dios y sobre las realidades que nos salvan y nos dan
sentido.
No es el poder ni la vanidad, no la
arrogancia ni la dominación, sino el amor vivido hasta el máximo, la fuerza que
asume al ser humano desde Dios y le hace posible la redención. Por eso Jesùs completa su enseñanza sobre las
implicaciones de su mesianismo asì: “Si alguno quiere venir detrás de mì, que
renuncie a sì mismo, que cargue con su cruz y que me siga” (Marcos 8:
34).
Creer en Jesucristo no es la
tranquila pertenencia a una institución prestadora de servicios religiosos, ni
la participación en una religiosidad
vivida por inercia sociocultural, ni el cómodo cumplimiento de unos rituales.
De acuerdo con lo que El mismo propone se trata de configurar nuestra vida, si
asì lo decidimos, con la de El, en una relación de amor apasionado que nos
lleva a descubrir que siguiendo este camino crucificado es donde se realiza la
jugada maestra de una vida con sentido.
No se trata del sufrimiento por sì
mismo, ni de autocastigo, o de dolor
enfermizo, masoquismo se llama esto. Optar por el mismo sendero de Jesùs
significa que asumimos un modo de vida determinado por la ofrenda amorosa de sì
mismo, por la renuncia al vano honor del mundo, por la pràctica constante y
creciente de la solidaridad, por la identificación existencial con los
adoloridos y humillados para buscar su dignificación y su liberación.
Para “redondear” el mensaje de este
domingo Santiago, en su conocido estilo pràctico, nos indica: “Asì
también la fe, si no tiene obras, està completamente muerta” (Santiago
2: 17). A lo que se està refiriendo es a la coherencia de la fe profesada con
una vida que traduce en pràcticas evangélicas y humanas eso en lo que se dice
creer. Hoy, de modo muy especial, se nos hace énfasis en el aspecto “crucificado”
de Jesùs y, desde ahì, nos remite a una confrontación de todo lo que somos y
hacemos.
-
Tenemos miedo del sacrificio, de la abnegación, de la cruz?
-
Còmo ha sido mi actitud en los momentos de dolor?
-
Evado la responsabilidad del amor con una vida facilista y
cómoda?
-
Capto el “secreto mesiánico” de Jesùs?
Antonio Josè Sarmiento Nova,SJ
Pontificia Universidad Javeriana
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