domingo, 9 de septiembre de 2012

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 2 DE SEPTIEMBRE XXII DEL TIEMPO ORDINARIO



Lecturas
1.     Deuteronomio 4: 1-2 y 6-8
2.     Salmo 14: 2-5
3.     Santiago 1:17-18.21b22.27
4.     Marcos 7:1-8.14-15 y 21-23
El libro del Deuteronomio (segunda ley) representa una tendencia radical de renovación en el pueblo de Israel, propiciada por un grupo de profetas profundamente críticos del deterioro de la religiosidad de sus paisanos, anquilosada por cumplimientos legales y pràcticas rituales sin conversión del corazón y sensibilidad por las necesidades del prójimo.
Es lo que suele suceder cuando la inercia nos hace perder el sentido de novedad cualitativa de algo que en sus orígenes fue para nosotros causa de notable entusiasmo pero ahora muy habituados a eso lo convertimos en costumbre que no nos exige cambios de actitudes y de conductas. Esto calò muy hondo en estos profetas y por eso suscitaron esta dinámica transformadora para rescatar lo original de la fe de Israel.
Esto tiene su raíz en el mismo Dios único y personal y en la alianza que El ha establecido con su pueblo. Cabe preguntarnos si nuestra manera de asumir los compromisos con Dios està determinada por esta conciencia de una relación interpersonal con El, generadora de novedades sustanciales en nuestro estilo de vida, o si estamos doblegados por rutinas religiosas y por rituales carentes de vitalidad.
Cuando Dios en el texto deuteronomista nos dice: “Y ahora, Israel, escucha las leyes y los preceptos que les enseño a practicar, para que vivan y entren en posesión de la tierra que les da el Señor,Dios de sus antepasados” (Deuteronomio 4:1), nos està haciendo una interpelación de tipo personal respaldada por una promesa de plenitud que se expresa en la posesión de la tierra.
-         Me siento implicado personalmente en la relación con Dios?
-         La promesa que El me hace alienta la totalidad de mi esperanza?
-         Entiendo y vivo el querer de Dios como el fundamento de una vida feliz y cargada de sentido?
Por su parte, el apóstol Santiago nos plantea el significado de la genuina religiosidad. Sabemos muy bien sobre el modelo religioso del judaísmo contemporáneo de Jesùs, excesivamente legalista y ritual: se era religioso por el cumplimiento estricto de la ley, aùn en sus màs mínimos detalles, con claro estilo fundamentalista, y por la observancia de todas las prescripciones relacionadas con el culto. A esto se refiere este texto de la segunda lectura de este domingo.
“La religiosidad autèntica y sin tacha a los ojos de Dios Padre consiste en socorrer a huérfanos y viudas en sus dificultades y en conservarse incontaminado del mundo” (Santiago 1:27): Es el asunto màs exigente que Jesùs plantea a los judíos, saturados de vanidad religiosa y arrogancia moral, y que ahora Santiago recuerda a esta comunidad de judíos convertidos a la fe cristiana, a quienes dirige su carta.
Un cristianismo meramente devocional, o también muy cultual, como suele verse, pero sin referencia a una manera de vivir abierta a Dios Padre y a los hermanos, especialmente a los màs débiles y afectados por la pobreza y la injusticia, es una conducta cultural simplemente pero no una vida fundamentada en Dios y en la projimidad. El culto religioso debe estar saturado de un contenido teologal y solidario. Este desafío viene desde los profetas del Antiguo Testamento y en Jesùs se hace definitivo.
-         El prójimo frágil y sufriente ocupa un lugar prioritario en mi vida o es parte de entusiasmos ocasionales, sin mayor trascendencia?
-         Soy consciente de la paternidad de Dios y de la mirada fraterna a los seres humanos que son sus hijos?
El texto de Marcos viene a reforzar todo esto de modo elocuente. La pureza que es agradable a los ojos de Dios no es la que proviene del cumplimiento externo sino la que , debidamente arraigada en el corazón, està sinceramente abierta a su voluntad y se traduce en un estilo comprometido con los hermanos, de recta intención, de purificación profunda de los motivos que inspiran nuestro actuar.
Al escándalo de los judíos, que recriminaban a Jesùs porque sus discípulos no cumplìan con los ritos de purificación, El replica: “Que bien profetizò Isaìas de Ustedes, hipócritas, según està escrito: este pueblo me honra con los labios, pero su corazón està lejos de mì. En vano me dan culto, pues las doctrinas que enseñan son preceptos humanos” (Marcos 7:6-7).
Que la severidad de estas palabras del Señor sea para nosotros motivo de una confrontación profunda, radical, de lo que nos mueve en la vida, hasta llegar a poder llevar una vida de la mayor honestidad ante El y ante la humanidad. Se trata del mayor ejercicio de coherencia existencial, no son las formas externas ni la adaptación a las convenciones humanas las que determinan la autenticidad, es el dejarnos asumir por Dios, por su amor, y permitir que El nos despoje de toda apariencia, de toda ficción de falsa moralidad, para dar paso a la transparencia del ser.

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