Lecturas
1. Deuteronomio 4: 1-2 y 6-8
2. Salmo 14: 2-5
3. Santiago 1:17-18.21b22.27
4. Marcos 7:1-8.14-15 y 21-23
El libro del Deuteronomio (segunda
ley) representa una tendencia radical de renovación en el pueblo de Israel,
propiciada por un grupo de profetas profundamente críticos del deterioro de la
religiosidad de sus paisanos, anquilosada por cumplimientos legales y pràcticas
rituales sin conversión del corazón y sensibilidad por las necesidades del
prójimo.
Es lo que suele suceder cuando la
inercia nos hace perder el sentido de novedad cualitativa de algo que en sus
orígenes fue para nosotros causa de notable entusiasmo pero ahora muy
habituados a eso lo convertimos en costumbre que no nos exige cambios de
actitudes y de conductas. Esto calò muy hondo en estos profetas y por eso
suscitaron esta dinámica transformadora para rescatar lo original de la fe de
Israel.
Esto tiene su raíz en el mismo Dios
único y personal y en la alianza que El ha establecido con su pueblo. Cabe
preguntarnos si nuestra manera de asumir los compromisos con Dios està
determinada por esta conciencia de una relación interpersonal con El,
generadora de novedades sustanciales en nuestro estilo de vida, o si estamos doblegados
por rutinas religiosas y por rituales carentes de vitalidad.
Cuando Dios en el texto
deuteronomista nos dice: “Y ahora, Israel, escucha las leyes y los
preceptos que les enseño a practicar, para que vivan y entren en posesión de la
tierra que les da el Señor,Dios de sus antepasados” (Deuteronomio 4:1),
nos està haciendo una interpelación de tipo personal respaldada por una promesa
de plenitud que se expresa en la posesión de la tierra.
-
Me siento implicado personalmente en la relación con Dios?
-
La promesa que El me hace alienta la totalidad de mi
esperanza?
-
Entiendo y vivo el querer de Dios como el fundamento de una
vida feliz y cargada de sentido?
Por su parte, el apóstol Santiago nos
plantea el significado de la genuina religiosidad. Sabemos muy bien sobre el
modelo religioso del judaísmo contemporáneo de Jesùs, excesivamente legalista y
ritual: se era religioso por el cumplimiento estricto de la ley, aùn en sus màs
mínimos detalles, con claro estilo fundamentalista, y por la observancia de
todas las prescripciones relacionadas con el culto. A esto se refiere este
texto de la segunda lectura de este domingo.
“La religiosidad autèntica y sin
tacha a los ojos de Dios Padre consiste en socorrer a huérfanos y viudas en sus
dificultades y en conservarse incontaminado del mundo” (Santiago 1:27): Es el
asunto màs exigente que Jesùs plantea a los judíos, saturados de vanidad
religiosa y arrogancia moral, y que ahora Santiago recuerda a esta comunidad de
judíos convertidos a la fe cristiana, a quienes dirige su carta.
Un cristianismo meramente devocional,
o también muy cultual, como suele verse, pero sin referencia a una manera de
vivir abierta a Dios Padre y a los hermanos, especialmente a los màs débiles y
afectados por la pobreza y la injusticia, es una conducta cultural simplemente
pero no una vida fundamentada en Dios y en la projimidad. El culto religioso
debe estar saturado de un contenido teologal y solidario. Este desafío viene
desde los profetas del Antiguo Testamento y en Jesùs se hace definitivo.
-
El prójimo frágil y sufriente ocupa un lugar prioritario en
mi vida o es parte de entusiasmos ocasionales, sin mayor trascendencia?
-
Soy consciente de la paternidad de Dios y de la mirada
fraterna a los seres humanos que son sus hijos?
El texto de Marcos viene a reforzar
todo esto de modo elocuente. La pureza que es agradable a los ojos de Dios no
es la que proviene del cumplimiento externo sino la que , debidamente arraigada
en el corazón, està sinceramente abierta a su voluntad y se traduce en un
estilo comprometido con los hermanos, de recta intención, de purificación
profunda de los motivos que inspiran nuestro actuar.
Al escándalo de los judíos, que
recriminaban a Jesùs porque sus discípulos no cumplìan con los ritos de
purificación, El replica: “Que bien profetizò Isaìas de Ustedes,
hipócritas, según està escrito: este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón està lejos de mì. En vano me dan culto, pues las doctrinas que enseñan
son preceptos humanos” (Marcos 7:6-7).
Que la severidad de estas palabras
del Señor sea para nosotros motivo de una confrontación profunda, radical, de
lo que nos mueve en la vida, hasta llegar a poder llevar una vida de la mayor
honestidad ante El y ante la humanidad. Se trata del mayor ejercicio de
coherencia existencial, no son las formas externas ni la adaptación a las
convenciones humanas las que determinan la autenticidad, es el dejarnos asumir
por Dios, por su amor, y permitir que El nos despoje de toda apariencia, de
toda ficción de falsa moralidad, para dar paso a la transparencia del ser.
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