domingo, 21 de octubre de 2012

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 21 DE OCTUBRE XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO



Lecturas
1.      Isaìas 53:10-11
2.      Salmo 32:4-5 y 18-22
3.      Hebreos 4: 14-16
4.      Marcos 10: 35-45
Definitivamente una marcada tendencia de los relatos evangélicos y de la revelación bíblica en general es la de destacar que el ser humano modelado por Dios debe ser contrario al poder, a la arrogancia que viene del mismo, al vano honor del mundo. Con esta realidad nos conectan los textos de este domingo, de modo especial el relato de Marcos.
La historia de la humanidad abunda en hechos que ponen en evidencia los excesos del poder: el imperio romano que se consideró el centro del mundo, las extravagancias de sus emperadores, el estilo de vida vanidoso, derrochador, irresponsable; la barbarie del nazismo con la demencia de Hitler a la cabeza, empeñado en la superioridad de la raza aria y haciendo todo para destruir a los judíos, sin el más mínimo asomo de compasión; también ciertos episodios de la vida de la iglesia, en los que no pocos olvidaron los ideales del evangelio y se dedicaron a consagrar funestas alianzas con los poderes temporales; también de años más recientes tenemos presentes las dictaduras en América Latina, violadoras de derechos humanos, limitando la libre expresión del pensamiento y persiguiendo a los disidentes.
Pero también cabe que llevemos este examen de conciencia a nuestra propia vida, y hagámoslo viendo lo que destaca el evangelio de hoy, la respuesta de Jesús al requerimiento de Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, que le pidieron que los pusiese en lugar de privilegio, como imaginándose que el asunto de Jesús era una apuesta de poder temporal y de jerarquías: “No saben lo que piden. Pueden beber el cáliz de amargura que yo voy a beber, o pasar por la terrible prueba que yo voy a pasar?” (Marcos 10: 38).
Lo “normal” es aspirar al poder, estar por encima de los demás, ambicionar aplausos y reconocimientos, hacer tráfico de influencias, presumir de ser más, hacer gala de estar en los círculos de influencia, adoptar los criterios de superioridad. Lo que Jesús propone es “anormal”, y en esto El es clarísimo: “Ustedes saben que quienes figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus dirigentes las oprimen. No debe ser asì entre ustedes. El que quiera ser importante entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos” (Marcos 10: 41.45). El mismo con su modo de darse al Padre y a su voluntad, con su atención a todos, preferentemente a los últimos y excluidos, con su negativa a la fama y a la espectacularidad, con su juicio ignominioso y humillante, con la donación total de todo su ser en la cruz, nos ha señalado el camino de la “normalidad evangélica”.
Es posible que a fuerza de escuchar muchas veces este texto nos pase desapercibido y sin fuerza impactante. Que sea el momento de rescatar su significado y de llevarlo  a nuestros modelos mentales, a nuestra escala de valores, a nuestro estilo de vida, a nuestras relaciones,  a todo nuestro modo de proceder.
Seguir a Jesús no es cuestión de tener “palancas” y de valerse de ellas, ni de hacer carrera y lograr beneficios, ni de ocupar posiciones destacadas, aquí el núcleo fundamental es la vida entendida como servicio, muriendo al propio ego, a los afectos desordenados, a las vanidades, aceptando que el conocimiento interno del Señor nos lleva a donar la vida para que otros tengan vida de verdad.
La primera lectura, del profeta Isaías, hace parte de un grupo de textos llamados los “cantos del Siervo de Yavè”, que proponen el perfil del genuino Mesías de Israel, no se presenta aquí a un rey poderoso, sino a un servidor sufriente, que entrega la vida y carga con la culpa de todos: “Pero el Señor quiso quebrantarlo con sufrimientos. Y si el entrega su vida como expiación, verà su descendencia, tendrá larga vida y por medio de el prosperaràn los planes del Señor” (Isaìas 53: 10).
Què tipo de vida dan los poderosos, los tiranos, los arrogantes? Què tipo de vida dan los que aman sin medida, los solidarios, los servidores de la humanidad? Còmo participamos de una u otra mentalidad? Què rupturas debemos hacer en nosotros para acceder al estilo servicial de Jesùs?
La carta a los Hebreos nos invita a acercarnos a este Mesìas que “…. No es el un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas sino que ha sido probado en todo como nosotros menos en el pecado” (Hebreos 4: 15). El mayor servicio de Jesùs es el de insertarse en nombre de Dios dentro de la condición humana, con toda su fragilidad, con todo su dramatismo, con todas sus limitaciones, incluso con toda su pecaminosidad, haciéndose pequeño, vaciándose de sì mismo, portando la cruz, muriendo trágicamente, y por todo esto, por el total amor de Dios expresado en El, haciendo de esa muerte y de esa encarnaciòn mèrito salvador y liberador para garantizarnos la vida plena, la que no se agota, la que trasciende para siempre en el amor del Padre.
Hoy damos gracias a Dios por la vida de estos hermanos, llamados por El a su plenitud:
1.      Ana Marìa Hidalgo Jaramillo, joven esposa y madre de familia.
2.      Jarby Armando Pèrez Amaya, sacerdote de 50 años de edad, de la diócesis de Socorro y San Gil.
3.      Jorge Hernàn Lòpez, dedicado a los medios de comunicación y a la difusión de la Palabra.
Nos unimos a sus familiares con profundo sentido de esperanza.

Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Alejandro Romero Sarmiento

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