Lecturas
1. Isaías 42: 1-4 y 6-7
2. Salmo 28: 1-4 y 9-10
3. Hechos de los Apóstoles
10: 34-38
4. Lucas 3: 15-16 y 21-22
La
celebración de este domingo tiene que ver con tres realidades
fundamentales de la vida de Jesús:
-
Es elegido por el Padre, es su predilecto, para realizar una
misión de salvación-liberación, cuyo beneficiario directo es el ser humano de
todos los tiempos de la historia.
-
Esta misión la hace con justicia, con rectitud, enderezando
todo lo torcido por el pecado y el egoísmo.
-
Jesús se implica en la historia de su pueblo y de toda la
humanidad, participa de su destino, pero lo saca del absurdo y de la muerte
para situarlo en la perspectiva de la vida y de la plenitud de Dios.
Todo esto hace parte sustancial de
aquello que en reflexiones anteriores hemos llamado “Dios con nosotros”,
encarnado plenamente en nuestra realidad histórica, existencial. Esta
constatación es clave para comprender el ser y el quehacer de Dios expresado
plenamente en Jesús.
Ojalá (expresión de origen árabe que significa
literalmente “Dios quiera”: inshallah) que toda la dinámica espiritual que es
posible vivir en COMUNITAS MATUTINA nos ayude a modificar de raíz un paradigma
religioso del Dios lejano, inaccesible, al Dios que camina con nosotros,
inserto en nuestra condición humana, tal como se evidencia en la revelación
bíblica. Si esto es así, nuestra fe y nuestro estilo de vida – en todas sus
dimensiones – cambiará cualitativamente y será mucho más esperanzador y cargado
de sentido.
Consideremos las palabras de Isaías
como delineadoras de la misión del siervo del Señor (prefiguración de Jesús en
el Antiguo Testamento: “Yo, el Señor, te llamé, y te tomé por la
mano, para que seas instrumento de salvación; yo te formé, pues quiero que seas
señal de mi pacto con el pueblo, luz de las naciones. Quiero que des vista a
los ciegos, y saques a los presos de la cárcel, del calabozo donde viven en la
oscuridad” (Isaías 42: 6-7).
El Padre opta preferencialmente por
el hijo - es un asunto de lógica
elemental ¡ - ,( todo padre y madre disfrutan plenamente con sus hijos y no
tienen mayor preocupación e interés que se crecimiento cabal), y se complace en El, como lo reitera el texto
de Lucas: “Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido” (Lucas 3: 22).
Estas no son consideraciones
abstractas ni figuras de adorno en el texto. Se está haciendo patente que Dios
para venir a la humanidad opta por adentrarse plenamente en todo lo humano y
para eso su Palabra se hace carne, historia, realidad, vida cotidiana, en la
persona de Jesús de Nazareth. Lo que se completa – y esto de modo decisivo! –
afirmando que Dios al elegir a su Hijo elige también a la humanidad, la opción
preferencial de Dios es el ser humano y su plenitud. Esto tiene unas
consecuencias colosales para que todo lo nuestro no perezca en el momento de la
muerte o se desbarate con las constantes manifestaciones de la fragilidad que
nos es inherente.
Por eso da tanta pena ver
interpretaciones y prácticas del cristianismo que se reducen a devociones
individuales, a pietismos desencarnados, a observancias de ritos formales, a
fundamentalismos y posturas autoritarias, lo mismo que a procesos de fe que no son educados de forma
adecuada con la lógica salvadora que se nos evidencia en la Biblia. Y
desafortunadamente no son pocos los ministros que inculcan estas distorsiones
en sus creyentes!! Empobrecen el hecho cristiano y dan pie para que muchos se
alejen de este camino.
El mesianismo que se perfila en el
texto de Isaías marca un contraste radical con la expectativa de salvación que
tenían muchos en Israel, aspirantes a un Mesías poderoso, espléndido de poder y
prestigio, espectacular: “No gritará, no levantará la voz, no hará
oír su voz en las calles, no acabará de romper la caña quebrada ni apagará la
mecha que arde débilmente. Verdaderamente traerá la justicia” (Isaías
42: 2-3).
Y así fue Jesús, tal como consta en
los evangelios y en los escritos del Nuevo Testamento: un salvador sometido a
las fragilidades humanas, humillado y ofendido por los dirigentes de su propia
religión y por su pueblo, crucificado, con lo que somete a juicio a todos los
poderes de este mundo y quiebra la lógica habitual de los humanos. Este es el
Dios que reivindica la dignidad humana y que la abre a la trascendencia plena,
el que, desde su nacimiento en los extramuros de Belén hasta su muerte en
Jerusalem también fuera de la ciudad, nos habla de otro tipo de proyecto, de
talante, el del anonadamiento en el amor total al Padre y a todos los humanos,
sin excepción.
Por esta razón hemos traído a
colación con bastante frecuencia el ejemplo de hombres y mujeres, excepcionales
seguidores de Jesús, que se han destacado por haber asumido el mismo estilo
humilde y crucificado de su Señor:
-
Como el Padre Damián, que en la isla de Molokai, se dio
plenamente a los leprosos, hasta contagiarse él mismo de esta enfermedad y
morir a causa de ella.
-
Como Monseñor Romero, que se puso de parte de su pueblo
vilipendiado por los poderosos de El Salvador, hasta ser asesinado por ellos porque no soportaban la denuncia
profética que hacía y su condición de justo insobornable.
-
Como la jovencita Inés, que en los primeros siglos de la
historia cristiana, no se inclinó para rendir culto al emperador de Roma, y
muere mártir por esta razón.
-
Como la vigorosa Teresa de Jesús que emprendió la reforma de
su orden religiosa, a sabiendas de que esto le
valdría incomprensiones y desacatos.
-
Como Maximiliano Kolbe, el valiente franciscano que ofreció
su vida en un campo de concentración para que no fuera sacrificado por los
nazis un padre de familia.
-
Como tantos-as que silenciosa y discretamente hacen de su
vida una ofrenda al amor del Padre y de los hermanos, en el mejor estilo de
Jesús.
La misión de Jesús es desde la cruz con
los crucificados del mundo. Esto nos propone un imperativo a los cristianos,
que es trabajar para que todo en la Iglesia sea como Jesús, desechando arrogancias,
triunfalismo, poder, afán de prestigio social, criterios mundanos, filtraciones
egoístas. Los recientes escándalos de pederastia por parte de sacerdotes y
religiosos, los manejos de las finanzas eclesiales, los silencios inaceptables,
son una oportunidad extraordinaria de purificación y crecimiento en este Señor
crucificado y débil, pero contundente en el lenguaje del amor y de la total
coherencia con el proyecto del Padre.
El movimiento de conversión que
suscita Juan Bautista con su predicación severa, exigente, confrontadora, pone
el dedo en la llaga de realidades de aquel tiempo de Jesús: la religión ritual
sin conversión del corazón, la convivencia de los dirigentes judíos con el
poder romano, las excentricidades de Herodes y de su gente, que no se
compadecían con las condiciones en que malvivían la mayoría de sus
contemporáneos. Juan se va al desierto, predica fuera de la ciudad santa, e invita a quienes deseen aceptar su mensaje
de invitación a un nuevo estilo de vida, a que reciban el bautismo (que no es
el sacramental cristiano), como señal de esta decisión reorientadora.
Jesús, partícipe del destino de su
pueblo, escucha al profeta y viene al Jordán para hacerse bautizar, lenguaje
elocuente de encarnación, de compromiso con esta historia necesitada de un
nuevo sentido, el de Dios, el del amor, el de la justicia.
Esto lleva a Pedro, en el relato de
la segunda lectura, a dar testimonio de estas realidades decisivas de
salvación: “Ustedes ya saben lo que pasó en toda la tierra de los judíos,
comenzando por Galilea, después que Juan proclamara que es necesario bautizarse.
Saben que Dios llenó de poder y de
Espíritu Santo a Jesús de Nazareth y que este anduvo haciendo el bien y sanando
a cuantos sufrían bajo el poder del diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos
10: 37-38).
Estas palabras de Pedro se dan en
presencia del centurión Cornelio y de otros gentiles (nombre que se da en la
mayoría de las traducciones castellanas de la Biblia a los paganos, a los no
judíos), con lo que también se está poniendo de presente que la Buena Noticia
de Jesús y su acción salvadora supera las barreras religiosas y culturales del
mundo judío, con clara intención incluyente y universal.
Cornelio es un hombre justo (cfr. Hechos 10:
1-2), y su actitud mueve a Pedro a cambiar de mentalidad con respecto a los
gentiles: “Ahora entiendo que verdaderamente Dios no hace diferencia entre una
persona y otra. Dios acepta a quienes le reverencian y hacen lo bueno,
cualquiera que sea su nación” (Hechos 10: 34-35). El mesianismo de Jesús no tiene fronteras ni
hace acepción de personas!
Con esto, tenemos suficientes
contenidos para considerar en nuestra oración de este domingo y de la semana
que comienza. Tengamos la osadía de dejarnos llevar por el Espíritu!
Antonio José Sarmiento Nova,SJ
Alejandro Romero Sarmiento
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