Lecturas
1. Nehemías 8: 2-6 y 8-10
2. Salmo 18: 8-15
3. 1 Corintios 12: 12-30
4. Lucas 1: 1-4 y 4:14-21
Como bien sabemos, el pueblo Israel
sufrió en su historia muchas
dificultades y crisis. Una de ellas es la cautividad en Babilonia,
particularmente dolorosa y exigente porque supuso la pérdida de su territorio
nacional, la destrucción de su templo como mayor emblema de su religión y el
sometimiento a una potencia extranjera.
Si tenemos una buena traducción de la Biblia,
como la de Jerusalem, podemos revisar las introducciones que hay para cada
libro, lo mismo que las notas de pie de página. Esto nos permitirá conocer
mejor el contexto y el pretexto de cada texto bíblico.
El libro de Nehemías corresponde al
retorno del cautiverio y a la reorganización religiosa, social y política de
los israelitas, de nuevo en su territorio. Concretamente el texto que hoy se
nos ofrece como primera lectura se refiere al nacimiento del judaísmo con su
estructura fundamental de ley (la Torah) y de templo (el culto).
Aquí se presenta el libro de la ley a
toda la asamblea de los creyentes: “Esdras abrió el libro a la vista de todo el
pueblo – pues estaba más alto que el resto de la gente – y al abrirlo, el
pueblo entero se puso en pie” (Nehemías 8: 5). La recuperación y
explicitación de la Torah es factor decisivo para la reestructuración social,
moral y religiosa de los israelitas, de nuevo libres y conscientes de la
constante presencia liberadora de Yahvé.
No pensemos que se trata de hacer
referencias a asuntos eruditos sino de constatar cómo se manifiesta Dios en la
vida de una comunidad, y cómo esta manifestación da sentido de vida a los
fieles, recupera la esperanza y los estructura nuevamente.
A raíz de esto, les proponemos pensar
en los pueblos desestructurados por la guerra, por el desplazamiento forzado,
realidad tan desafortunadamente común en la historia, y en la manera como esto
colapsa una sociedad, maltrata su cohesión, afecta destructivamente su identidad y desarma sus razones para vivir. Igual cosa
podemos decir cuando esto sucede en el plano individual. Son auténtica
catástrofes que desarticulan al ser humano y todas sus dinámicas.
Para la comunidad de Nehemías resulta
decisivo el reconocimiento de la Torah, descubriendo en ella el modo concreto
como Dios les quiere dar nuevo impulso, nuevas garantías, renovada esperanza.
Si conocemos de cerca procesos de retorno y reorganización de desplazados
apreciaremos mejor el significado de esta reflexión.
Para la oración de hoy está de una
parte la insistencia solidaridad con estas comunidades pero también,
remitiéndonos a cada uno de los integrantes de COMUNITAS MATUTINA, está el reto de hacer conciencia sobre este
Dios que fundamenta nuestras vidas, las inserta en un contexto comunitario y
formula unas exigencias que serán nuestra respuesta a El, en su deseo
apasionado y siempre creciente de lograr lo mejor de lo mejor para nosotros.
Esto se reitera con la presentación
que nos hace el relato de Lucas, Jesús inaugurando su misión pública: “Se
levantó para hacer la lectura, y le entregaron el volumen del profeta Isaías.
Desenrrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito: el Espíritu del
Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva,
me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”
(Lucas 4: 17-19). El es la razón de ser de la nueva comunidad de creyentes que
se suscita con su ministerio, la Iglesia. El es el configurador, y lo inicia
dando a entender los alcances de su servicio público.
En esta presentación que Jesús hace
de sí mismo, se nos imponen tres actitudes: la de la plena confianza en El como
enviado del Padre, la de cambiar nuestra mente y nuestro corazón totalmente
hacia El, y la adoptar como nuestro su proyecto de vida siguiéndolo fielmente,
porque un cristiano no es el que hace parte formal de la iglesia, sino el que
resueltamente decide implicar su vida en la de Jesús, y esto con la mayor
seriedad y responsabilidad.
El genuino Jesús es el que nos hace
libre de toda atadura de pecado, de egoísmo, de afección desordenada, de
injusticia, de muerte, y el que modela en nosotros la nueva humanidad que
procede de Dios. Así como la Torah fue certeza de Yahvé que reconfiguró a
nuestros antepasados israelitas, Jesús es, por excelencia, el reconfigurador de
nuestra humanidad, con el anuncio de la Buena Noticia y con su implicación
liberadora en nuestra historia.
Cabe aquí hacer una breve
consideración sobre las presentaciones incompletas de Jesús, e incluso
deformadas, que se traduce también en prácticas humanas y religiosas igualmente
empobrecidas por no recibir en totalidad el anuncio liberador del Señor. Esto
demanda la responsabilidad a cada cristiano, a los pastores de la Iglesia, a
los educadores en la fe, a los teólogos y catequistas, para que su ministerio
transmita cabalmente la visión total del Señor Jesucristo, insertos siempre en
la fuerza testimonial de la Iglesia mismo y de todos los cristianos, algo
parecido a lo que hace decir a Lucas: “Puesto que muchos han intentado narrar
ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las
han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y testigos
de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado
diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo todo por su orden, ilustre
Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” (Lucas
1: 1-4).
El compromiso central de la Iglesia
es la evangelización y esta consiste esencialmente en presentar a Jesucristo
como plenitud de vida y de salvación, procedente del Padre. Lucas, dirigiéndose
a su amigo Teófilo, hace relación al testimonio de otros, dándoles el mayor
crédito y situándose en la incipiente tradición de las comunidades del
cristianismo primitivo. También nosotros hoy, después de veinte siglos de
historia cristiana, nos compete el anuncio íntegro, y de tal manera que sea
primero nuestra manera de vivir el aval y la garantía que persuada a otros a
hacer parte de este camino.
La fidelidad se expresa igualmente en
la fuerza significativa de esta comunicación, en su capacidad de responder a
los interrogantes del ser humano, en encarnarse en las condiciones reales de su
vida, en la oferta honesta de esperanza y sentido. Seamos abiertos al Espíritu
para dejarnos saturar de Jesús, y para trabajar infatigablemente con la pasión
de compartir la transformación y el gozo que El suscita en nosotros.
Oremos hoy por el descanso eterno de
Mauricio París Santamaría, ingeniero javeriano,
y encomendemos con especial afecto a Zelma Echeverría, integrante de
esta comunidad, residente en Quito (Ecuador).
No hay comentarios:
Publicar un comentario