domingo, 27 de enero de 2013

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 27 DE ENERO III DEL TIEMPO ORDINARIO



Lecturas
1.      Nehemías 8: 2-6 y 8-10
2.      Salmo 18: 8-15
3.      1 Corintios 12: 12-30
4.      Lucas 1: 1-4 y 4:14-21
Como bien sabemos, el pueblo Israel sufrió en su historia  muchas dificultades y crisis. Una de ellas es la cautividad en Babilonia, particularmente dolorosa y exigente porque supuso la pérdida de su territorio nacional, la destrucción de su templo como mayor emblema de su religión y el sometimiento a una potencia extranjera.
 Si tenemos una buena traducción de la Biblia, como la de Jerusalem, podemos revisar las introducciones que hay para cada libro, lo mismo que las notas de pie de página. Esto nos permitirá conocer mejor el contexto y el pretexto de cada texto bíblico.
El libro de Nehemías corresponde al retorno del cautiverio y a la reorganización religiosa, social y política de los israelitas, de nuevo en su territorio. Concretamente el texto que hoy se nos ofrece como primera lectura se refiere al nacimiento del judaísmo con su estructura fundamental de ley (la Torah) y de templo (el culto).
Aquí se presenta el libro de la ley a toda la asamblea de los creyentes: “Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo – pues estaba más alto que el resto de la gente – y al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie” (Nehemías 8: 5). La recuperación y explicitación de la Torah es factor decisivo para la reestructuración social, moral y religiosa de los israelitas, de nuevo libres y conscientes de la constante presencia liberadora de Yahvé.
No pensemos que se trata de hacer referencias a asuntos eruditos sino de constatar cómo se manifiesta Dios en la vida de una comunidad, y cómo esta manifestación da sentido de vida a los fieles, recupera la esperanza y los estructura nuevamente.
A raíz de esto, les proponemos pensar en los pueblos desestructurados por la guerra, por el desplazamiento forzado, realidad tan desafortunadamente común en la historia, y en la manera como esto colapsa una sociedad, maltrata su cohesión, afecta destructivamente su identidad  y desarma sus razones para vivir. Igual cosa podemos decir cuando esto sucede en el plano individual. Son auténtica catástrofes que desarticulan al ser humano y todas sus dinámicas.
Para la comunidad de Nehemías resulta decisivo el reconocimiento de la Torah, descubriendo en ella el modo concreto como Dios les quiere dar nuevo impulso, nuevas garantías, renovada esperanza. Si conocemos de cerca procesos de retorno y reorganización de desplazados apreciaremos mejor el significado de esta reflexión.
Para la oración de hoy está de una parte la insistencia solidaridad con estas comunidades pero también, remitiéndonos a cada uno de los integrantes de COMUNITAS MATUTINA, está el reto de hacer conciencia sobre este Dios que fundamenta nuestras vidas, las inserta en un contexto comunitario y formula unas exigencias que serán nuestra respuesta a El, en su deseo apasionado y siempre creciente de lograr lo mejor de lo mejor para nosotros.
Esto se reitera con la presentación que nos hace el relato de Lucas, Jesús inaugurando su misión pública: “Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el volumen del profeta Isaías. Desenrrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito: el Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lucas 4: 17-19). El es la razón de ser de la nueva comunidad de creyentes que se suscita con su ministerio, la Iglesia. El es el configurador, y lo inicia dando a entender los alcances de su servicio público.
En esta presentación que Jesús hace de sí mismo, se nos imponen tres actitudes: la de la plena confianza en El como enviado del Padre, la de cambiar nuestra mente y nuestro corazón totalmente hacia El, y la adoptar como nuestro su proyecto de vida siguiéndolo fielmente, porque un cristiano no es el que hace parte formal de la iglesia, sino el que resueltamente decide implicar su vida en la de Jesús, y esto con la mayor seriedad y responsabilidad.
El genuino Jesús es el que nos hace libre de toda atadura de pecado, de egoísmo, de afección desordenada, de injusticia, de muerte, y el que modela en nosotros la nueva humanidad que procede de Dios. Así como la Torah fue certeza de Yahvé que reconfiguró a nuestros antepasados israelitas, Jesús es, por excelencia, el reconfigurador de nuestra humanidad, con el anuncio de la Buena Noticia y con su implicación liberadora en nuestra historia.
Cabe aquí hacer una breve consideración sobre las presentaciones incompletas de Jesús, e incluso deformadas, que se traduce también en prácticas humanas y religiosas igualmente empobrecidas por no recibir en totalidad el anuncio liberador del Señor. Esto demanda la responsabilidad a cada cristiano, a los pastores de la Iglesia, a los educadores en la fe, a los teólogos y catequistas, para que su ministerio transmita cabalmente la visión total del Señor Jesucristo, insertos siempre en la fuerza testimonial de la Iglesia mismo y de todos los cristianos, algo parecido a lo que hace decir a Lucas: “Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y testigos de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo todo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” (Lucas 1: 1-4).

El compromiso central de la Iglesia es la evangelización y esta consiste esencialmente en presentar a Jesucristo como plenitud de vida y de salvación, procedente del Padre. Lucas, dirigiéndose a su amigo Teófilo, hace relación al testimonio de otros, dándoles el mayor crédito y situándose en la incipiente tradición de las comunidades del cristianismo primitivo. También nosotros hoy, después de veinte siglos de historia cristiana, nos compete el anuncio íntegro, y de tal manera que sea primero nuestra manera de vivir el aval y la garantía que persuada a otros a hacer parte de este camino.
La fidelidad se expresa igualmente en la fuerza significativa de esta comunicación, en su capacidad de responder a los interrogantes del ser humano, en encarnarse en las condiciones reales de su vida, en la oferta honesta de esperanza y sentido. Seamos abiertos al Espíritu para dejarnos saturar de Jesús, y para trabajar infatigablemente con la pasión de compartir la transformación y el gozo que El suscita en nosotros.
Oremos hoy por el descanso eterno de Mauricio París Santamaría, ingeniero javeriano,  y encomendemos con especial afecto a Zelma Echeverría, integrante de esta comunidad, residente en Quito (Ecuador).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog