Lecturas
1. Hechos 13: 14 y 43-52
2. Salmo 99: 2-5
3. Apocalipsis 7:9 y 14-17
4. Juan 10: 27-30
Este es el domingo en el que la Iglesia destaca la realidad de Jesús Buen
Pastor, con la inspiración de los textos bíblicos escogidos para hoy, lo que nos
remite también – en clave cristocéntrica – al ideal evangélico del ministerio
ordenado que se ejerce para bien de toda la comunidad y de toda la humanidad.
Necesariamente vienen a nuestra mente y corazón aquellos hombres señalados en
este servicio, por su congruencia con el proyecto de Jesús, por su dedicación
extremadamente generosa a las comunidades a ellos confiadas, por la
transparencia de su ser, por su compromiso incondicional con todos, sin
etiquetar a nadie , por su apertura y amplitud de miras; en definitiva, por su
talante decididamente configurado con el reino de Dios y su justicia.
Es fundamental destacar la relación pastor – comunidad, esta es una
implicación esencial y decisiva. En la genuina inspiración cristiana, el
ministerio, que significa servicio, sólo se entiende en esta perspectiva. La
condición de diácono, presbítero u obispo, no es una dignidad en sí misma que se
confiere para ascender en el escalafón religioso, sino el compromiso de ofrecer
todo de sí mismo, anunciando la buena noticia de Jesús, sirviendo a todos
infatigablemente, acogiendo con misericordia, transmitiendo sentido y esperanza,
con el exigente énfasis del Señor en los pobres, en los humillados y ofendidos,
en los maltratados y abandonados.
La sustancia de la existencia ministerial-pastoral es el mismísimo Señor
Jesucristo: “Si Jesucristo es norma y prototipo del ministerio sacerdotal, hay
que indagar el núcleo de su existencia y de su misión. El fue el hombre para los
otros, la pro-existencia por antonomasia, enajenación servicial a favor de sus
hermanos. Pero lo fue siendo el hombre de Dios. Existió para los seres humanos
existiendo para Dios y haciéndose enviar por El, obediente, para la salvación de
toda la humanidad. Así pudo merecerles el perdón y amor del Padre, darles
confianza, ánimo y esperanza, y reunirlos en la familia
de Dios, en la comunión de sus hermanos y hermanas (Cfr. Mateo 12: 49),
preparada para recibir la salvación definitiva de Dios” (GRESHAKE,Gisbert.Ser
sacerdote.Ediciones Sígueme.Salamanca,1995;página 122).
Estas palabras no constituyen un lugar común piadoso, sino la genuina lógica
ministerial, y comprometen no sólo a quienes ejercemos este servicio sino a la
entera comunidad de los creyentes.
Es un ministerio universal, que trasciende fronteras culturales, étnicas,
sociales, religiosas. A este respecto, veamos este relato de la primera lectura
de hoy: “El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para escuchar la
palabra de Dios. Los judíos, al ver a la multitud, se llenaron de envidia y
contradecían con palabras insultantes cuanto Pablo decía. Entonces Pablo y
Bernabé dijeron con valentía: Era necesario anunciar a Ustedes la palabra de
Dios; pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, hemos
decidido dirigirnos a los no judíos. Así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto
como la luz de los gentiles, para que tú seas la salvación hasta el fin de la
tierra” (Hechos 13: 44-47).
La bien conocida reticencia de los judíos al mensaje de Jesús y al ministerio
de los apóstoles es muy parecida a la de muchos grupos católicos que se sienten
poseedores de la verdad, moralmente superiores, y desconocedores de las semillas
de vida que Dios deposita en otras comunidades creyentes distintas de la
nuestra. También en algunas congregaciones protestantes y evangélicas suceden
cosas parecidas. Estas conductas no son compatibles con las intenciones
originales del Señor, que nos envía a todos , en la más saludable actitud
ecuménica e incluyente.
Esta constatación la fortalece la segunda lectura, así: “Después miré y pude
ver una muchedumbre inmensa, incontable, que procedía de toda nación, razas,
pueblos, y lenguas” (Apocalipsis 7: 9).
Cuando las dinámicas sociales, políticas, económicas son tan excluyentes;
cuando se dan guerras étnicas, con la violenta voluntad de exterminio de unos
hacia otros; cuando siguen prevaleciendo escandalosas diferencias en las clases
sociales; cuando incluso las creencias religiosas se tornan factor de
discriminación: estas palabras y realidades del Nuevo Testamento nos
confrontan con severidad y se constituyen en un imperativo
ético-humanista-evangélico, para ejercer el ministerio en beneficio de todos,
para hacer de nuestros proyectos de vida auténtico don que promueve la
solidaridad, el reconocimiento respetuoso de lo que es diferente de nosotros, la
inclusión de todos y de todas , generando signos anticipados de la plenitud a la
que estamos llamados en el reino definitivo.
Cómo está nuestra vida en estos aspectos? Somos discriminadores y miramos con
prejuicio a las personas de otras culturas, creencias, etnias? Nuestro estilo es
elitista, con el fundamentalismo propio de los intransigentes? Dejemos que el
Espíritu transforme estas mentalidades y haga de nosotros auténticos hombres y
mujeres para toda la humanidad. Tal es la mirada abarcadora, universal, que
proviene de Jesús y, en consecuencia, este es el estilo cristiano original. No
aumentemos las razones para el desencanto , producto de las arrogancias
religioso-morales de algunos de nosotros.
El recuerdo de hombres impecablemente dedicados al ministerio como Monseñor
Romero, Francisco de Asís, el Padre Arrupe, Maximiliano Kolbe, Dom Helder
Cámara, San Juan María Vianney, entre muchos dignos de mención, viene a hora a
refrescarse con las estimulantes palabras del Papa Francisco, totalmente
situadas en esta clave del buen pastor: “al buen sacerdote se le reconoce por
cómo anda ungido su pueblo; esta es una prueba clara. Cuando la gente nuestra
anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa
con cara de haber recibido una buena noticia. Nuestra gente agradece el
evangelio predicado con unción, agradece cuando el evangelio que predicamos
llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de
la REALIDAD, cuando ilumina las situaciones límites, las periferias….” (De la
homilía de Francisco en la misa crismal, jueves santo, 28 de marzo de 2013).
Esto también contiene el reto de bajar del pedestal a quienes ejercemos el
ministerio, con la clara decisión de pasar del modelo jerárquico al de servicio
de la comunión y participación del pueblo de Dios, dejando de lado privilegios,
estilos de superioridad, vano honor del mundo, para identificarnos plenamente
con el Señor Jesús en su pasión y cruz, donde acontece el mayor signo de
credibilidad del Padre para toda la humanidad, portador de su vitalidad: “Yo les
doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano” (Juan
10: 28).
Oremos hoy unos por otros, seamos evangélicamente exigentes con nuestros
pastores, no fomentemos el estilo de superioridad clerical, propiciemos
comunidades verdaderamente abiertas a todos los seres humanos, insertémonos en
las realidades que viven todos y todas, particularmente las más dramáticas,
sigamos en todo a Jesús y seamos instrumentos suyos para que haya esperanza,
ilusión de vivir, reivindicación de la dignidad de cada ser humano.
Antonio José Sarmiento Nova,SJ – Alejandro Romero Sarmiento
En el trajín de la gran ciudad: transmilenio, medios de comunicación que nos saturan, preocupaciones personales, la dura realidad que a menuda nos abruma, cabe esta pregunta: ¿hundo la cabeza en la arena como el avestruz para evadir? ¿qué hago?
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