domingo, 21 de abril de 2013

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 21 DE ABRIL IV DE PASCUA

Lecturas
1. Hechos 13: 14 y 43-52
2. Salmo 99: 2-5
3. Apocalipsis 7:9 y  14-17
4. Juan 10: 27-30
Este es el domingo en el que la Iglesia destaca la realidad de Jesús Buen Pastor, con la inspiración de los textos bíblicos escogidos para hoy, lo que nos remite también – en clave cristocéntrica – al ideal evangélico del ministerio ordenado que se ejerce para bien de toda la comunidad y de toda la humanidad.
Necesariamente vienen a nuestra mente y corazón aquellos hombres señalados en este servicio, por su congruencia con el proyecto de Jesús, por su dedicación extremadamente generosa a las comunidades a ellos confiadas, por la transparencia de su ser, por su compromiso incondicional con todos, sin etiquetar a nadie , por su apertura y amplitud de miras; en definitiva, por su talante decididamente configurado con el reino de Dios y su justicia.  
Es fundamental destacar la relación pastor – comunidad, esta es una implicación esencial y decisiva. En la genuina inspiración cristiana, el ministerio, que significa servicio, sólo se entiende en esta perspectiva. La condición de diácono, presbítero u obispo, no es una dignidad en sí misma que se confiere para ascender en el escalafón religioso, sino el compromiso de ofrecer todo de sí mismo, anunciando la buena noticia de Jesús, sirviendo a todos infatigablemente, acogiendo con misericordia, transmitiendo sentido y esperanza, con el exigente énfasis del Señor en los pobres, en los humillados y ofendidos, en los maltratados y abandonados.
La sustancia de la existencia ministerial-pastoral es el mismísimo Señor Jesucristo: “Si Jesucristo es norma y prototipo del ministerio sacerdotal, hay que indagar el núcleo de su existencia y de su misión. El fue el hombre para los otros, la pro-existencia por antonomasia, enajenación servicial a favor de sus hermanos. Pero lo fue siendo el hombre de Dios. Existió para los seres humanos existiendo para Dios y haciéndose enviar por El, obediente, para la salvación de toda la humanidad. Así pudo merecerles el perdón y amor del Padre, darles confianza, ánimo y esperanza, y reunirlos en la familia
de Dios, en la comunión de sus hermanos y hermanas (Cfr. Mateo 12: 49), preparada para recibir la salvación definitiva de Dios” (GRESHAKE,Gisbert.Ser sacerdote.Ediciones Sígueme.Salamanca,1995;página 122).
Estas palabras no constituyen un lugar común piadoso, sino la genuina lógica ministerial, y comprometen no sólo a quienes ejercemos este servicio sino a la entera comunidad de los creyentes.
Es un ministerio universal, que trasciende fronteras culturales, étnicas, sociales, religiosas. A este respecto, veamos este relato de la primera lectura de hoy: “El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para escuchar la palabra de Dios. Los judíos, al ver a la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con palabras insultantes cuanto Pablo decía. Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía: Era necesario anunciar a Ustedes la palabra de Dios; pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, hemos decidido dirigirnos a los no judíos. Así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que tú seas la salvación hasta el fin de la tierra” (Hechos 13: 44-47).
La bien conocida reticencia de los judíos al mensaje de Jesús y al ministerio de los apóstoles es muy parecida a la de muchos grupos católicos que se sienten poseedores de la verdad, moralmente superiores, y desconocedores de las semillas de vida que Dios deposita en otras comunidades creyentes distintas de la nuestra. También en algunas congregaciones protestantes y evangélicas suceden cosas parecidas. Estas conductas no son compatibles con las intenciones originales del Señor, que nos envía a todos , en la más saludable actitud ecuménica e incluyente. 
Esta constatación la fortalece la segunda lectura, así: “Después miré y pude ver una muchedumbre inmensa, incontable, que procedía de toda nación, razas, pueblos, y lenguas”  (Apocalipsis 7: 9). 
Cuando las dinámicas sociales, políticas, económicas son tan excluyentes; cuando se dan guerras étnicas, con la violenta voluntad de exterminio de unos hacia otros; cuando siguen prevaleciendo escandalosas diferencias en las clases sociales; cuando incluso las creencias religiosas se tornan factor de discriminación:  estas palabras y realidades  del Nuevo Testamento nos confrontan con severidad y se constituyen en un imperativo ético-humanista-evangélico, para ejercer el ministerio en beneficio de todos, para hacer de nuestros proyectos de vida auténtico don que promueve la solidaridad, el reconocimiento respetuoso de lo que es diferente de nosotros, la inclusión de todos y de todas , generando signos anticipados de la plenitud a la que estamos llamados en el reino definitivo. 
Cómo está nuestra vida en estos aspectos? Somos discriminadores y miramos con prejuicio a las personas de otras culturas, creencias, etnias? Nuestro estilo es elitista, con el fundamentalismo propio de los intransigentes? Dejemos que el Espíritu transforme estas mentalidades y haga de nosotros auténticos hombres y mujeres para toda la humanidad. Tal es la mirada abarcadora, universal, que proviene de Jesús y, en consecuencia, este es el estilo cristiano original. No aumentemos las razones para el desencanto , producto de las arrogancias religioso-morales de algunos de nosotros.
El recuerdo de hombres impecablemente  dedicados al ministerio como Monseñor Romero, Francisco de Asís, el Padre Arrupe, Maximiliano Kolbe, Dom Helder Cámara, San Juan María Vianney, entre muchos dignos de mención,  viene a hora a refrescarse con las estimulantes palabras del Papa Francisco, totalmente situadas en esta clave del buen pastor: “al buen sacerdote se le reconoce por cómo anda ungido su pueblo; esta es una prueba clara. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia. Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción,  agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la REALIDAD, cuando ilumina las situaciones límites, las periferias….” (De la homilía de Francisco en la misa crismal, jueves santo, 28 de marzo de 2013). 
Esto también contiene el reto de bajar del pedestal a quienes ejercemos el ministerio, con la clara decisión de pasar del modelo jerárquico al de servicio de la comunión y participación del pueblo de Dios, dejando de lado privilegios, estilos de superioridad, vano honor del mundo, para identificarnos plenamente con el Señor Jesús en su pasión y cruz, donde acontece el mayor signo de credibilidad del Padre para toda la humanidad, portador de su vitalidad: “Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10: 28).
Oremos hoy unos por otros, seamos evangélicamente exigentes con nuestros pastores, no fomentemos el estilo de superioridad clerical, propiciemos comunidades verdaderamente abiertas a todos los seres humanos, insertémonos en las realidades que viven todos y todas, particularmente las más dramáticas, sigamos en todo a Jesús y seamos instrumentos suyos para que haya esperanza, ilusión de vivir, reivindicación de la dignidad de cada ser humano.
Antonio José Sarmiento Nova,SJ – Alejandro Romero Sarmiento


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