domingo, 19 de mayo de 2013

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 19 DE MAYO SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES



Lecturas
1.      Hechos 2: 1-11
2.      Salmo 103: 1 y 24-34
3.      1 Corintios 12: 3-7 y 12-13
4.      Juan 20: 19-23
Pentecostés evidencia la feliz realidad del Espíritu que anima la comunidad cristiana y nos garantiza de modo permanente la vitalidad que procede de Jesús Resucitado. Para nuestra oración de este domingo destaquemos estos aspectos:
-          Las diversas culturas, estilos de vida, sensibilidades, etnias, explicitan la multiforme riqueza de lo humano, esta se integra en el acontecer del Espíritu, dándonos una conciencia de universalidad, de diálogo en el pluralismo, de reconocimiento del valor de las diferencias, de genuino sentido ecuménico: “Había en Jerusalén judíos y hombres respetuosos de Dios, venidos de TODAS las naciones de la tierra” (Hechos 2: 5).
-          El dinamismo del Espíritu hace salir la iniciativa de Dios de los estrechos límites del judaísmo al ámbito de toda la humanidad, marcando así una diferencia cualitativa con el anterior modelo religioso y con todas las tradiciones de este tipo que se empeñan en permanecer cerradas, en forma de ghetto, negándose a la riqueza de la diversidad espiritual de todos los humanos: “Entre nosotros hay partos, medos y elamitas;habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia y del Ponto; hay hombres provenientes de Asia, Frigia, Panfilia y Egipto; y de la parte de Libia que limita con Cirene; hay forasteros romanos, judíos,  y hombres no judíos que aceptaron sus creencias; cretenses y árabes; y , sin embargo, todos los oímos hablar en nuestros idiomas las maravillas de Dios” (Hechos 2: 9 – 11).
Esta conciencia es profundamente revolucionaria porque supera el exclusivismo judío, bien conocido por las severas confrontaciones que Jesús hace a los sacerdotes y a los maestros de la ley. Tal es el significado del término griego “oikoumene” (oikoumene) que se refiere a la totalidad del mundo conocido, con sus múltiples diferencias y valores en la perspectiva del diálogo y del bien común.
Durante muchos siglos, por un mal entendido concepto de la verdad de salvación, el mundo cristiano, tanto católico como protestante y ortodoxo, se cerró al diálogo y adoptó una postura  defensiva de intransigencia , considerando malo a quien no participaba de sus creencias. Es un grave pecado que las iglesias han ido reconociendo – gracias a Dios ! - para dar paso al ejercicio del diálogo, conscientes de que “Uno es el Señor, una la fe, uno el bautismo. Uno es Dios, el Padre de todos, que está por encima de todos, y que actúa por todo y en todos” (Efesios 4: 5-6).
Se dice que el ecumenismo es la nueva manera de ser cristiano, y esta es una afirmación muy razonable. Desde nuestra fe en Jesús, es experimentarnos como ciudadanos del amplio mundo de los creyentes.  Esto no equivale a sacrificar la identidad doctrinal y eclesial del catolicismo, del protestantismo, de la ortodoxia, del anglicanismo. En cada una de estas expresiones de la fe cristiana hay modos de interpretación bíblica, de formulación doctrinal, de vivencia eclesial, de espiritualidad que, en vez de alejar y separar, deben contribuír a la comunión de los creyentes y al crecimiento de todos en el seguimiento del Señor Jesucristo.
Cuando se dan tantos motivos de segregación y discriminación, de afirmación violenta de unos grupos sobre otros, de fundamentalismos dogmáticos, las comunidades cristianas deben dar lo mejor de sí mismas para contribuír al gozo de compartir la fe en el mismo Señor y Salvador y también de aportar al entendimiento de los seres humanos entre sí, a los procesos de paz y de reconciliación, al feliz  y respetuoso descubrimiento de lo diverso. Esta es la apasionante tarea del Espíritu! Esto es Pentecostés!
Vienen a la mente y al corazón figuras de hondo sentido ecuménico como los Papas Juan XXIII y Pablo VI, como el pastor Philip Potter (figura clave del Consejo Mundial de Iglesias), el Cardenal Agustín Bea, jesuita de gratísima memoria, el arzobispo Ramsey, primado de la Comunión Anglicana, el patriarca Atenágoras de Constantinopla, cristianos raizales que en los años felices del Vaticano II se dieron a la tarea de crear en las iglesias esta sensibilidad universal, nota distintiva de los verdaderos discípulos de Jesús.
Que sea esta solemnidad de Pentecostés de 2013 un momento para reflexionar y preguntarnos si somos dados a la cerrazón y al elitismo religioso, o si , más bien, tenemos la osadía de dejarnos llevar por el Espíritu hacia los caminos del encuentro y el entendimiento común.
El Espíritu nos entusiasma, nos cambia del pesimismo a la ilusión de vivir, transforma nuestras negatividades en gracias y nuevas posibilidades, infunde en nosotros aliento apostólico, pasión por hacer nuevas las cosas, con la fuerza del Dios amoroso, portador de maravillosas y esperanzadoras novedades para todos los humanos.
Estas señales de nueva vida en Jesucristo son , entre otras:
-          El ministerio ordenado para el servicio de presidencia y guía de la comunidad
-          El constituír a los discípulos -  y a nosotros también !  - en testigos privilegiados de la resurrección (recordando que, en este sentido, testigo es el que está dispuesto a avalar con su vida aquello que atestigua)
-          La creatividad constante para promover nuevas formas de vida eclesial
-          El estar siempre referidos al prójimo, a los demás, a la solidaridad, ser instrumentos para que otros encuentren en Jesús el sentido de su vida
-          La particularísima sensibilidad ante el sufrimiento de la humanidad
-          El vivir con sentido, articulados coherentemente con el proyecto de Jesús
El texto de 1 Corintios nos advierte algo maravilloso, los dones o carismas que el Espíritu da a los bautizados y su traducción en servicios y ministerios para la cabal construcción de la comunidad: “Hay diferentes dones espirituales pero el Espíritu es el mismo; hay diversos servicios, pero el Señor es el mismo Dios quien obra todo y en todos. En cada uno el Espíritu Santo revela su presencia , dándole algo que es para el bien de todos” (1  Corintios 12: 4-7).
Estos dones no son para el brillo y éxito individual de unos pocos, es la animación que el Espíritu confiere a cada creyente para que se sienta movido a la construcción de la unidad en el servicio, así entendemos el gran don de la vida matrimonial , el del ministerio ordenado de los obispos, presbíteros y diáconos, el de la vida consagrada en las diferentes congregaciones religiosas, como también los ministerios de predicación, catequesis, servicio a los pobres, atención a los enfermos, administración eclesial, reflexión y enseñanza de la teología, interpretación bíblica,  formación de niños y jóvenes, espiritualidad conyugal, pastoral social, y tantas otras expresiones de la multiforme acción del Espíritu.
 La Iglesia no es una institución prestadora de servicios religiosos sino una comunidad  que tiene su centro en la persona de Jesús, animada por el Espíritu, en constante camino hacia el Padre, trabajando por el reino de Dios y su justicia según el Evangelio: “Todos nosotros, ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un único cuerpo. Y a todos se nos ha dado a beber del único Espíritu” (1 Corintios 12: 13).
Finalmente, el texto de Juan , enfatizando todo lo señalado anteriormente, nos abre una puerta típica del Espíritu que es la de la capacidad ministerial para la reconciliación. Somos conscientes de que el pecado es mucho más que una infracción a un código legal, es la negativa humana a la acción de Dios,  frustrar el proyecto del Padre,  rechazar la posibilidad de realización teologal,  desarmonizar el orden original de la creación.
Sin embargo, Dios en su empeño amoroso de dar alternativas a la humanidad, no baja la guardia, se mantiene fiel a su apuesta por nuestra felicidad y para eso comunica el Espíritu a través de la acción reconciliadora de Jesús, tal como El mismo lo dice a sus discípulos en el relato de esta aparición: “El  les volvió a decir: la paz esté con Ustedes. Así como el Padre me envió a mí , así yo los envío a Ustedes. Dicho esto, sopló sobre ellos: Reciban el Espíritu Santo, queden perdonados a quienes Ustedes perdonen, y a quienes no libren de sus pecados, queden atados” (Juan 20: 22-23).
El Espíritu también brinda la conciencia del desamor, del vivir negándose a la trascendencia, y mueve el corazón humilde a sentir necesidad del amor fundante del Padre, concediendo a la Iglesia esta  capacidad ministerial para el perdón y  la reconciliación con Dios y con el hermano.
Es tiempo de vida nueva,es tiempo del Espíritu, es tiempo en el que se hace posible el aliento vital del Padre en Jesús, con esto no podemos permitir que la última palabra sobre nuestras vidas la tengan los señores de la muerte. Dios se afirma en nosotros haciendo feliz realidad el nuevo ser humano que surge con Jesús.
Antonio José Sarmiento Nova,SJ
Alejandro Romero Sarmiento

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