domingo, 26 de mayo de 2013

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 26 DE MAYO SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD



Lecturas
1.      Proverbios 8: 22-31
2.      Salmo 8: 4-9
3.      Romanos 5: 1-6
4.      Juan 16: 12-15
Una afirmación-convicción central de la fe cristiana es que Dios es una comunión de personas:
-          Padre, creador y dador de vida, comprometido incondicionalmente con la felicidad de sus creaturas, principio y fundamento de todo ser, plenitud de lo humano, misericordioso, implicado en nuestra realidad, enamorado de toda la humanidad, un Dios que todo lo apuesta por nosotros. Cada ser humano es la opción preferencial de Dios.
-          Hijo, expresión plena del amor paternal de Dios,revelador de su rostro, en quien el Padre explicita en qué consiste la genuina humanidad, asume en todo nuestra condición menos en el pecado, proximidad comprometida de Dios con todas las causas humanas de felicidad y dignidad, Dios-con-nosotros,entre nosotros, para nosotros, por nosotros, desde nosotros.
-          Espíritu, que nos dota de inteligencia y sabiduría para comprender la divinidad y, al hacerlo, comprender nuestra humanidad, comunicador de la vitalidad de Dios para cada ser humano, configurador de la personalidad “teologal” en nosotros.
Y entre ellos , un dinamismo de amor permanente e inagotable: esta es la comunión trinitaria. Dice Jesús a sus discípulos : “Todo lo que tiene el Padre, también es mío; por eso les he dicho que todo lo que el Espíritu les dé a conocer, lo recibirá de mí” (Juan 16: 15).
 El Dios que se nos revela en Jesús, gracias a la acción del Espíritu, es un Dios relacional, que continuamente sale de sí mismo y se manifiesta vitalmente, amorosamente. Y esto es todo para el ser humano, para su plenitud, para la realización máxima  de nuestras aspiraciones de felicidad.
Este Dios trinitario es también un Dios que se hace parte de nuestra realidad encarnándose en el Hijo y asumiendo todo lo humano, sufriendo como nosotros, amando como nosotros, dejándose sensibilizar por todos nuestros dramas y fragilidades, apropiándoselos para redimirlos, cargando sobre sí el aspecto pecaminoso de nuestro ser para hacerlo nuevo en el amor salvador del Padre. Es , en definitiva, un Dios que camina con nosotros, que se empeña en estar siempre presente en nuestra historia, dando vida y sentido,haciendo posible nuestra trascendencia hacia El y hacia los hermanos.
Por eso, podemos afirmar que toda la realidad del ser humano y de su historia es materia del acontecer salvador-liberador de nuestro Dios.
En el texto de Proverbios se nos dice que la sabiduría es inherente al ser y al quehacer de Dios, aspecto esencial de su personalidad, también facilitando que cada ser humano se beneficie de ella: “El Señor me creó al principio de sus tareas, antes de sus obras más antiguas . Fui formada en un pasado lejano, antes de los orígenes de la tierra” (Proverbios 8: 22-23).
 Sabiduría, en la cultura bíblica, es tener sentido de Dios, disposición para captar y vivir lo esencial, apertura a la trascendencia, actitud libre para dejarse asumir por El. El humanismo que se expresa en los textos bíblicos  es de corte netamente sapiencial, continuamente vemos alusiones a esta realidad, porque es sustancial para la comprensión del hombre-mujer en la tradición hebrea, en expresiones como “Al ver el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que cuides de él? Lo hiciste apenas inferior a un dios, coronándolo de gloria y esplendor ;le diste poder sobre la obra de tus manos , todo lo pusiste bajo sus pies” (Salmo 8: 4-7).
La sabiduría se traduce en un ser humano abierto a Dios, dotado – por participación – del ser mismo divino, con sentido de trascendencia, y con una manera de vivir que expresa en todo su conciencia teologal. Tal es el ser humano ideal según la Biblia: “Señor, quien se hospedará en tu tienda? Quien habitará en tu monte santo? El que procede con rectitud, se comporta honradamente, y es sincero en su interior; el que no calumnia con su boca, no hace daño a su prójimo, y no agravia a su vecino, y honra a quienes respetan al Señor” (Salmo 15: 1-4).
Esto último lo podemos apreciar en los ricos contenidos de la literatura sapiencial bíblica: Eclesiástico y Eclesiastés, Proverbios y Job, Sabiduría y Salmos, todos ellos abundantes en la filosofía existencial de los israelitas, de clarísima raigambre teologal: el saber vivir con sentido desde la perspectiva del amor de Dios.
La dinámica trinitaria también tiene una particularísima concreción en la justicia que viene de Dios, según lo refiere el texto de Romanos. La salvación no se obtiene por méritos propios y autojustificación, es don de Dios, gratuidad pura, y es el Espíritu el que nos permite participar de este beneficio: “Así pues, quienes mediante la fe estamos recibiendo la salvación, vivimos en paz con Dios por medio de Nuestro Señor Jesucristo. Por la fe en Cristo hemos llegado a obtener esta situación de gracia en la que vivimos y de la que nos sentimos orgullosos, esperando participar de la gloria de Dios” (Romanos 5: 1-2).
Esto genera en el creyente una conciencia de amor gratuito, gracioso, y nos mueve a responder a la iniciativa de Dios , amándolo, y proyectando todo esta gracia en la relación con los demás hermanos, con la creación, con la vida, con la realidad. La gracia trinitaria re-encanta la vida, dota a cada ser humano que la vive de la condición de bienaventurado, establece la fraternidad-projimidad como forma habitual de relación, cuida de la vida en todas sus manifestaciones, transforma la historia para hacerla ámbito de justicia, de libertad, de dignidad.
Podemos, entonces, afirmar, que la vida de la trinidad se manifiesta en un ser humano a-graciado, gestor de una historia igualmente saturada de la vitalidad del Padre, del Hijo y del Espíritu.  Grande y definitiva esperanza para todos!
Una consecuencia clara de este quehacer del Dios trino en nosotros ha de ser el de interesarnos amorosamente por transformar las realidades injustas que afectan a tantos hermanos nuestros, la gracia tiene junto , con su manifestación en cada persona, una inevitable dimensión social e histórica. Es nuestra responsabilidad de creyentes trabajar por este nuevo mundo, extensión felicísima de la comunión trinitaria.
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
Alejandro Romero Sarmiento

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