Lecturas
1.
Hechos
15: 1-2 y 22-29
2.
Salmo
66: 2-8
3.
Apocalipsis
21: 10-14 y 22-23
4.
Juan
14:23-29
Al comenzar la reflexión de la Palabra para este domingo VI
del tiempo de Pascua queremos recordar a nuestros lectores y corresponsales que
COMUNITAS MATUTINA nació como una
comunidad de oración a partir de la enfermedad y encuentro pleno con el Señor
de nuestra hermana (de Antonio José) y mamá ( de Alejandro) Clarita Sarmiento
Nova. Eso mismo nos movió a proponer que las intenciones de quienes recibían –
y siguen recibiendo - este mensaje
semanal también fueran acogidas aquí y
remitidas a todos para expresar nuestra comunión cristiana en este elemento
esencial de nuestra fe que es el de orar los unos por los otros, experimentando
el vínculo común que nos une en el Señor Jesús.
Sirva este comentario para invitarlos-as a enviar sus
intenciones, y a todos-as para fortalecer esta dinámica orante (a comunitasmatutina@gmail.com) . Es nuestra esperanza que esta reflexión dominical
sirva de crecimiento en la fe y en la vida según el Evangelio.
En la oración de este domingo les proponemos hacer memoria de
todas las personas de la comunidad de Bojayá (Departamento del Chocó) que
fueron asesinadas por fuego cruzado de guerrilleros y paramilitares el 2 de
mayo de 2002, hace once años: fueron más de cien las víctimas! Veamos en ellos
a tantos seres humanos que padecen injustamente la demencia criminal de los
grupos armados en nuestro país y en tantos lugares del mundo.
Al respecto tengamos presente el magisterio de los obispos de
América Latina, en su III Asamblea Plenaria de Puebla (México) en enero de
1979, cuando en los numerales 32 a
40 de su documento final evocan
los rostros de niños, jóvenes, indígenas, campesinos, obreros, sub-empleados,
desempleados, marginados, ancianos, en los que reconocen un desafío de Dios
para reconocer y promover su dignidad y para realizar una acción pastoral que
responda evangélicamente a este requerimiento. Algún parecido con nuestra
realidad 34 años después de este hecho eclesial?
Igualmente, confiamos al Señor, el eterno descanso del Sr.
Obispo Jaime Enrique Duque Correa
(1942-2013), pastor de la diócesis de El Banco (Departamento del Magdalena),
recientemente llamado a la plenitud de Dios, miembro del Instituto de
Misioneros Javerianos de Yarumal.
En la primera lectura se plantea una situación que da pie a
una discrepancia en la primitiva comunidad cristiana pero también a un
discernimiento que tiene mucho sentido para quienes deseamos vivir en el
proyecto de Jesús. Se trata del asunto
de la obligatoriedad del cumplimiento de la ley judía para los
convertidos cristianos procedentes del paganismo, insistencia que provenía de
un grupo de judíos neo cristianos que aún no entendían del todo la novedad
radical de la salvación realizada en Jesucristo, superando la antigua lógica de
la relación con Dios fundamentada en el cumplimiento minucioso, estrictísimo de
la complicada maraña normativa del judaísmo: “Bajaron algunos de Judea que
adoctrinaban así a los hermanos: si ustedes no se circuncidan conforme a la costumbre mosaica, no podrán salvarse.
Esto fue ocasión de una acalorada discusión de Pablo y Bernabé contra ellos”
(Hechos 15: 1-2).
Esto, que podría verse como una anécdota curiosa, da pie para
un debate, diálogo, discernimiento, que hace referencia a directa a qué es lo
que verdaderamente salva-libera en la novedosa lógica de plenitud que el Padre
nos ofrece en Jesucristo. Conocemos bien las severas confrontaciones que El
hace a los sacerdotes y maestros de la ley por su fundamentalismo legalista y
por su cerrazón e intransigencia ante la iniciativa de la misericordia de Dios
que desborda las fronteras de esta mentalidad.
Pablo, primero fariseo radical y perseguidor de los discípulos de Jesús, es
ahora un testigo convencido de que ha ocurrido un hecho salvífico que introduce
algo cualitativamente novedoso para la relación de los humanos con Dios y para
su esperanza de vida y salvación: es el mismo Jesús que anula la justicia de la
ley y se ofrece el mismo como mediación definitiva para este encuentro donde el
ser humano halla su verdadera
realización y trascendencia.
Por eso llevan el tema a un discernimiento comunitario: “Así
que decidieron que Pablo y Bernabé y algunos más de ellos subieran a Jerusalén,
adonde los apóstoles y presbíteros ,para tratar esta cuestión”, proceso
que concluye felizmente con estas palabras: “Que hemos decidido el Espíritu Santo y
nosotros no imponerles más cargas que estas indispensables…… (aquí la
mención de las mismas” (Hechos 15: 2 y 28-29).
Es un caso típico de contraste entre la absolutización de
leyes humanas con la auténtica voluntad de Dios. Las prescripciones y
determinaciones legales son medios relativos a un fin, la ley está al servicio
del ser humano y de su dignidad, no al revés. Este es uno de los núcleos, como
bien sabemos, del pensamiento que San Pablo expone en sus cartas, justamente
para que en esos tiempos de primera evangelización quedara suficientemente
claro que el acontecimiento de Jesús no era, ni es, una simple reforma del
viejo judaísmo, sino una novedad radical de salvación, universal, incluyente,
de total misericordia, la justicia que Dios ofrece a toda la humanidad que se
quiera acoger a ella, expresada de modo decisivo en Jesús, en la donación de su
vida, en su muerte, en su Pascua.
Cuántas veces absolutizamos normas humanas! Esto en el ámbito
religioso ha sido particularmente problemático: milimetrías , estrecheces
mentales, que han servido más bien para generar culpa y angustia, que esperanza
y salvación. Este hecho nos revela que la Buena Noticia de Jesús es por esencia
liberadora, saturada de cercanía de Dios al ser humano, provocadora de sentido,
rescatadora de la ilusión de vivir con dignidad.
Así las cosas, una
pregunta clave: distinguimos las costumbres, normas y prácticas religiosas de
lo esencial cristiano? Estamos encadenados a esa vieja mentalidad y nos
empeñamos en imponerla a otros? O, más bien, nos dejamos sorprender por el
Espíritu y nos llenamos de la sabiduría esencial que hace de todo ese conjunto
de normativas un medio pedagógico que no puede ni debe oscurecer la justicia
salvadora que se nos da en Jesús?
En la complejidad que nos suscita el lenguaje del Apocalipsis
descubramos otro aspecto de esta novedad: Jesús es el verdadero templo, en El
se supera la localización puntual en tiempos, lugares, rituales,prácticas,
porque Dios asume la historia y realidad del ser humano en su Hijo y a través
de El, y hace de todo lo humano el espacio de su acontecer salvador: “Pero
no ví santuario alguno en ella, porque su santuario es el Señor, el Dios
todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbren ,
porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero”
(Apocalipsis 21: 22-23)
Dicho de otra manera, el templo de Dios es la realidad, El
sucede en nuestra historia, en lo cotidiano, no separándose de ella sino
integrándose para que todo el devenir de la humanidad se articule en una unidad
de sentido. Esta es la Jerusalén del futuro ( que ya se inició) a la que alude
esta segunda lectura. Es el futuro felicísimo , razón de nuestra esperanza, que
llegará a su consumación cuando vayamos a la bienaventuranza definitiva, pero
que encuentra en esta historia un espacio privilegiado de anticipación en las
realizaciones propias del reino de Dios y su justicia.
Con esto queda derrumbada la mentalidad que distingue lo
profano de lo sagrado, creando como un ámbito de superioridad, ciertamente
ficticio y artificial. El Dios Padre que se nos ha revelado en Jesús se despoja
de esa sacralidad e ingresa a la historia para caminar con nosotros ,
confiriendo significado salvador-liberador a los nobles aconteceres con los que
construimos sentido y en los que
buscamos su voluntad.
Lo ratifica Juan cuando dice: “Si alguno me ama, guardará mi
palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él”
(Juan 14: 22). El ser humano es el lugar donde Dios realiza sus intenciones de
vida y plenitud! Por eso, el constante tema de la dignidad humana, que no es
una veleidad ideológica, sino el espacio de su amorosa intervención!
La vida según el Espíritu es el inmenso y desbordante espacio
de un Dios profundamente apasionado por el ser humano y por su historia, un
Dios que no acepta esclavitudes ni designios humanos sacralizados, un Dios empeñado en hacernos siempre libres, que
mira con predilección a los escarnecidos, que es el mayor vocero de esta
dignidad que el egoísmo de tantos pierde y prostituye.
Alejandro Romero Sarmiento
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
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