Lecturas
1.
Eclesiastés
1:2 y 2:21-23
2.
Salmo
89: 3-6 y 12-17
3.
Colosenses
3: 1-5 y 9-11
4.
Lucas
12:13-21
Con lo que podemos llamar un saludable escepticismo el libro
de Qohelet
o Eclesiastés
empieza diciendo: “Vana ilusión, vana ilusión! Todo es vana ilusión” (Eclesiastés
1:2), afirmación que complementa con esta:”En fin, qué saca el hombre de tanto
trabajar y preocuparse en este mundo? Toda su vida es de sufrimientos, es una
carga molesta;ni siquiera de noche descansa su mente. Y esto también es vana
ilusión!” (Eclesiastés 2: 22-23).
Es preciso tener en cuenta que este escrito sapiencial del
Antiguo Testamento corresponde a una reflexión que hace un sabio en la que se
plantea los grandes interrogantes vitales, como la vida y la muerte, la
sabiduría y la insensatez, la riqueza y la pobreza. Con un talante que podemos
llamar existencialista, el autor mira con relatividad todas las realidades
humanas, invitando a la búsqueda de lo esencial, y para ello hace recurso
permanente al escepticismo con el fin de hacer un impacto profundo en el lector y
oyente .
El texto coincide con el gran asunto que nos planteamos todos
los humanos: para qué vivir? Cómo vivir? Qué es lo que da sentido a nuestra
vida? Qué significado tienen todos nuestros esfuerzos y realizaciones? Cuáles
son los valores y prioridades que determinan todo nuestro quehacer?
De acuerdo con esto, la propuesta para considerar en este domingo es una
revisión de fondo a la totalidad de lo que somos y hacemos: vida de pareja,
paternidad-maternidad, sexualidad, amistades, estudios, trabajos, profesión,
comodidades materiales, dinero, participación en la sociedad, etc. Y hacerlo en
la clave profunda, decisiva, de la pregunta por el significado de esto,
esclareciendo finalmente si ese cúmulo de realidades “sirven” para algo que
valga la pena, más allá de logros o beneficios materiales; es decir, si con ello
trascendemos y somos libres, si nuestra vida no se agota en estos trajines tan
relativos.
El interrogante profundo es si vivimos la vida o si ella nos vive a nosotros!
El autor del texto es un creyente en Dios, que inspira todas sus cuestiones en
esta perspectiva, por eso, de modo desafiante , interpela conciencias y
sensibilidades en orden a esta búsqueda de lo esencial para vivir con sentido y
trascendencia. Es un apasionante escepticismo de naturaleza teologal que nos
pone en trance de libertad, la que se logra cuando accedemos a la genuina
sabiduría, la existencia libremente fundamentada en este Dios siempre empeñado
en hacernos más humanos, más dignos, más esenciales.
Si no desarrollamos una vigilancia crítica sobre nosotros
mismos, en la lógica en que lo estamos proponiendo, terminamos llenos de cosas,
atafagados y dominados por una cantidad de asuntos que no son esenciales para
el buen vivir, agobiados por las presiones sociales y el que dirán, acumulando
dinero, prestigio, títulos, éxitos, esclavos del trabajo, sin lograr la genuina felicidad, cuya
traducción evangélica – lo sabemos bien -
es bienaventuranza, plenitud de Dios y del hermano en nosotros.
Es muy expresivo el sugerente libro del psiquiatra español Enrique
Rojas titulado “El hombre light: una vida sin valores”
(Editorial Temas de Hoy.Madrid,1998), en el que estudia juiciosamente todas las
preocupaciones del ser humano que vive en la cultura neoliberal, la de escalar
posiciones y brillar socialmente, la de adquirir dinero y mucho confort
material, la de ser reconocido y aplaudido, y también la de buscar afanosamente
los objetivos sin importar los medios a los que se acude para lograrlos.
Al leer el texto de Rojas vienen inevitablemente las
correlaciones con Eclesiastés y su espíritu crítico, inquietante, relativizador
pero también liberador, como bien lo dice en su prólogo: “Este es un libro de denuncia.
Desde hace ya unos años me preocupan los derroteros por los que se dirige la
sociedad opulenta del bienestar en Occidente, y también porque su influencia en
el resto de los continentes abre camino, crea opinión y propone argumentos. Es
una sociedad, en cierta medida, que está enferma, de la cual emerge el hombre
light, un sujeto que lleva por bandera una tetralogía nihilista:
hedonismo-consumismo-permisividad-relatividad. Todos ellos enhebrados por el
materialismo…… “ (Rojas, opus citatae página 13).
Si los cristianos nos decimos comprometidos con un proyecto
trascendental que se fundamenta en Jesucristo cómo nos dejamos interrogar por
esto? Somos promotores de un capitalismo religioso? Hacemos de la fe un vestido
cultural? O una ideología para explicar y justificar algunos asuntos? La
inercia ritual hace que sustraigamos el espíritu vital a todo lo que somos y
hacemos dando el triste espectáculo de ser unos creyentes descoloridos? Y, por otra parte, nuestra falta de vigor
profético hace que no denunciemos todo este facilismo que inunda el mundo
contemporáneo? Cómo afirmar y vivir el carácter liberador del Evangelio ante
esta seudocultura de la superficialidad?
Es preciso trabajar , y dejarnos llevar por el torrente de la
gratuidad de Dios, para que nuestra vida, trabajos, acciones, esfuerzos, se
vacíen de sus contenidos formales, de sus estilos estereotipados, de la
adicción desaforada al trabajo, de la acumulación de bienes, y se abran a la
invitación que nos hace San Pablo: “Por lo tanto, ya que Ustedes han resucitado
con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde está Cristo sentado a la derecha
de Dios” (Colosenses 3: 1).
La correcta interpretación de estas palabras paulinas no es –
hay que decirlo con énfasis!- la de un espiritualismo vacío, desencarnado,
lejano de las dinámicas de la historia y de la experiencia cotidiana de la
humanidad.
Es, por el contrario,
la de vivir con significado pascual, en la trascendencia con la que Dios nos
asume en Jesucristo, donde adquiere pleno sentido el compromiso permanente con
la dignidad del ser humano, con la transformación del mundo clasista y
excluyente en un ámbito de solidaridad, de respeto por todos, de constante dignificación
de todo lo humano, a sabiendas de que
aquí anticipamos con elocuencia antropológica e histórica lo que será un día la
consumación definitiva de todo en el amor de Dios, gracias al mérito
redentor-salvador-liberador del Señor Jesucristo.
Esto lo enmarcamos en esta afirmación: “Puesto que ya se han librado de
su vieja naturaleza y de las cosas que antes hacían, y se han revestido de la
nueva naturaleza, la del hombre nuevo, que se va renovando a imagen de Dios, su
Creador, para llegar a conocerlo plenamente” (Colosenses 3: 9-10). Este
es el dinamismo constante de la vida que se decide por el camino de Jesús, el
despojo del egoísmo, del privilegiar lo material sobre lo espiritual, para
vivir en la novedad de esta Buena Noticia que nos propone una forma de ser y de
vivir que es definitivamente liberadora porque nos lleva a asumir lo que
trasciende en el amor, en la donación de la vida, al estilo de Nuestro Señor.
La escena que propone el relato evangélico de Lucas es típica
en el sentido en que lo venimos afirmando. A la intervención del hombre
que pide a Jesús que diga a su hermano
que comparta con él la herencia, el
maestro responde con una parábola, tan simple en su formulación, tan honda en
su propuesta: “El rico se dijo: ya sé que voy a hacer, derribaré mis graneros y
construiré otros más grandes en los que guardaré toda mi cosecha y mis bienes. ……
Pero
Dios le dijo: necio, vas a morir esta misma noche, para quien será lo que
tienes guardado? Eso pasa al hombre que acumula riquezas para sí mismo pero no
es rico delante de Dios” (Lucas 12:18.20-21)
Como propio de este mundo de apariencias y de privilegio a
los ricos es frecuente ver cómo se honra a los poderosos y adinerados, las
páginas sociales de los periódicos son abundantísimas al respecto, y cómo se
ignoran los notables esfuerzos de los pobres para organizarse, para vivir,
también para indignarse por el desorden social! Mundo de contrastes que no ha
descubierto la jugada maestra de la vida, que no es otra que la de configurar
un ser humano estructurado por la radical referencia a Dios y al hermano,
buscando conjuntamente la sabiduría que favorece la relatividad de todo para
articularnos en la trascendencia definitiva.
Cuáles son los indicadores de la genuina humanidad? Las
riquezas? La compra y posesión de los conglomerados empresariales? El mundo
financiero tan poco solidario con las necesidades de las mayorías? La economía
de mercado llamada “capitalismo salvaje” por Juan Pablo II?
No será más bien que la pasión por la justicia, la
disposición para compartir, el estilo sobrio y austero, el feliz ejercicio de la solidaridad, son el lenguaje
de una vida más hermosa, humana demasiado humana y, por lo mismo, divina
demasiado divina?
El Papa Francisco en los diversos mensajes y homilías en la
Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro se refirió de modo constante a
todos estos aspectos de la sabiduría esencial, del dejar de ser
autorreferenciales para dar paso a la inclusión y a la comunión, de la vida
entendida como servicio, del alejamiento de los mecanismo malignos del poder,
del frenesí enloquecedor de la sociedad de consumo, haciendo eco a la
invitación paulina: “Hagan morir, pues, todo lo que de terrenal hay en Ustedes” (Colosenses
3: 5).
Antonio José Sarmiento Nova,SJ – Alejandro Romero Sarmiento
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