Lecturas
1.
Exodo
17: 8-13
2.
Salmo
120: 1-8
3.
2
Timoteo 3: 14 a 4:2
4.
Lucas
18: 1-8
Cómo hacer compatibles la más profunda confianza en Dios con
la capacidad humana de tomar decisiones y de transformar favorablemente las
realidades de la historia? Este interrogante surge como pregunta clave a partir
de lo que nos proponen los textos de Exodo y del Evangelio de Lucas, propuestos
por la liturgia de la palabra de este domingo.
En nuestro propósito de revisar críticamente algunos aspectos ingenuos de la práctica religiosa
debemos advertir algunas actitudes que merecen una revisión de fondo:
-
Declinar
toda responsabilidad humana para dejar que sea Dios el único actor de la
historia, dando paso a eso que llamamos providencialismo.
-
Hacer
descansar la relación con Dios sólo en la demanda de favores, milagros,
beneficios.
-
Tener
la idea de que Dios es el gran operador que resuelve todos nuestros problemas
de modo mágico.
-
Desarrollar
una concepción minimizante del ser humano, que al lado de Dios es ínfimo e
incompetente para emprender proyectos de vida responsables y autónomos.
Esta advertencia es para someter a proceso crítico las
mentalidades que están detrás de estos modos religiosos, con el fin de superarlos
y de evolucionar hacia una fe activa y comprometida.
La mejor y más
saludable tradición cristiana nos dice algo parecido a aquello del refrán “A Dios rogando y con el mazo dando”,
donde podemos descubrir el sentido genuino de la confianza en la gratuidad de
Dios – siempre dispuesto a dar todo de sí mismo para nuestra plenitud – y las
posibilidades del ser humano que – en ejercicio de su libertad – piensa,
discierne, decide y actúa para hacer de la historia el escenario de su
realización. Esto es lo atinado para hablar de gracia de Dios y de libertad humana, realidades que se
implican mutuamente.
En el relato del Exodo hay una situación problemática, como
tantas que se nos presentan en la vida (no
hagamos el énfasis de la lectura en la
batalla que va a terminar con vencedores y vencidos, probablemente con muertos
y otros reveses, veamos más bien el
aspecto de reto y compromiso). Cómo
afrontan estos israelitas tal circunstancia? :” Y sucedió que mientras Moisés
tenía las manos arriba , se imponía Israel, pero cuando las bajaba, se imponían
los amalecitas. Se le cansaron los brazos a Moisés , entonces tomaron una
piedra, y sentaron a Moisés sobre ella, mientras Aarón y Jur le sostenían los
brazos, uno a cada lado. Así Moisés mantuvo sus brazos alzados hasta la puesta
del sol” (Exodo 17: 11-12).
Que este relato y el ingenio manifestado en él nos lleve a
constatar cómo actuamos en las situaciones límite de la vida: el sufrimiento,
las frustraciones afectivas, las enfermedades, los problemas económicos, el
desempleo, los vacíos existenciales: nos abandonamos al fracaso? Adoptamos una
actitud providencialista y milagrera? Bajamos la guardia? Abjuramos de la fe en Dios? O – mejor –
hacemos recurso a nuestra iniciativa-temple-creatividad y confiando en este
Dios, absolutamente comprometido con
nuestra felicidad, ejercemos nuestra
responsabilidad afrontando constructivamente la adversidad?
Todo indica que el camino adecuado transita por la respuesta
a este último interrogante.
Cuando los llamados “maestros de la sospecha” – Feuerbach,
Nietszche, Marx,Freud – plantean desde sus horizontes de comprensión
unos interrogantes severos a las creencias y prácticas religiosas , lo hacen
porque ven a una humanidad que ha hipotecado su libertad y su dignidad a una
realidad llamada dios y se han convertido en seres incapaces de autonomía,
transfiriendo toda responsabilidad y sentido a eso que está más allá, hombres y
mujeres pusilánimes, que no acometen la tarea de decidir por sí mismos. A la
luz de esto debemos aceptar que hay mentalidades y estilos religiosos que son
claramente alienantes y que, en el caso cristiano, desdicen del proyecto
liberador de Jesús.
Veamos las cuestiones que nos proponen estos pensadores no
creyentes como intervenciones del Espíritu (recordemos que la lógica de Dios
deshace la nuestra) que provocan purificaciones de la mentalidad
providencialista, de la religión de sólo milagros y favores, de las falsas
imágenes de Dios que minusvaloran al ser humano, y pongámonos en trance de un cristianismo
adulto, en el que gracia de Dios y emprendimiento humano se combinan sabiamente
como orientación fundante y fundamental de nuestros proyectos de vida.
El relato de Lucas es elocuente en este sentido : se trata de
orar sin desanimarse, dándonos plenamente a Dios Nuestro Señor en un ejercicio
de confianza radical, de abandono en sus manos, de amorosa insistencia,
explicitando en ello nuestra certeza de
que sólo en El reside nuestra esperanza: “ Y el
Señor dijo: Dios no les hará justicia a sus elegidos si claman a él día
y noche, mientras demora en escucharles? Pues les aseguro que Dios hará
justicia en favor de ellos, y lo hará rápido” (Lucas 18: 7-8).
En este orden de cosas, miremos lo que sucede con el proceso
de paz en nuestro país, para poner un caso bien cercano a nuestra cotidianidad.
Es una dinámica llena de ambigüedades, altamente crítica y difícil, pues
conocemos bien esta larga y dolorosa historia; negociaciones anteriores que
fracasaron, manejos maquiavélicos de parte de los guerrilleros, situaciones de
pobreza extrema, inhabilidad del gobierno y de los empresarios para implementar
un modelo económico humanista e incluyente, presencia de otros grupos armados
intolerantes – paramilitares,Bacrim - y de alta crueldad en sus manejos.
Definitivamente es una
realidad muy compleja, pero no por ello debemos dejar de afrontarla. Qué retos
plantea esto a nuestra sensibilidad evangélica en la perspectiva de confiar en Dios y tomar
decisiones sabias y constructivas?
Está clarísimo que hay
que confiar en Dios y desplegar las mejores herramientas de la fe para demandar
de El gracia y sensatez que inspire a los directamente implicados en las
negociaciones, pero al mismo tiempo se impone el desarrollo de todo el talento
de sabiduría , de sentido humano, de diálogo responsable, de civilidad, con la
intención de que se logre el acuerdo que permita una convivencia pacífica de
todos los que vivimos en Colombia, con las debidas y muy exigentes condiciones
de justicia y de equidad social.
En Colombia, la
mayoría de sus pobladores nos decimos cristianos, seguidores de Jesús, los
más en la comunidad católica, y un
número bastante significativo en las
denominaciones surgidas de la reforma
protestante. Esto, impacta constructivamente el tejido social colombiano? Los
valores del Evangelio se traducen en prácticas de equidad, de respeto a la
dignidad humana, de promoción de los derechos humanos? Estamos suficientemente
involucrados en el proceso de paz? Los gobernantes y empresarios, muchos de
ellos creyentes, hacen una apuesta en su gestión para superar definitivamente
estas gravísimas patologías?
Porque nunca debemos olvidar que, si bien la fe cristiana nos
remite a una plenitud que se consuma más allá de la historia, esta misma
confianza en el Dios revelado en el Señor Jesucristo nos exige construír un
mundo de projimidad, solidario, fraterno, humano, equitativo. Esto es esencial
y definitivo para una cabal comprensión y vivencia de la fe en Jesucristo.
En COMUNITAS MATUTINA trabajamos para
inspirar un cristianismo serio, juicioso, fiel al Señor y a la humanidad,
conectado con la historia, abierto a los signos de los tiempos, con raíces
profundas en lo mejor de la tradición cristiana, de la interpretación bíblica,
del magisterio eclesial, de la buena teología, de la espiritualidad saludable.
Esto nos lleva a
escuchar con atención las sabias recomendaciones que hace Pablo a Timoteo,
ambos fieles testigos de la mayor seriedad en materia de vida según el
Evangelio, que desde hace varios domingos estamos recibiendo como segunda
lectura: “Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste,
teniendo presente de quiénes lo aprendiste. Recuerda que desde niño conoces las
sagradas Letras; ellas pueden proporcionarte la sabiduría que lleva a la
salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3: 14-15).
La palabra de Dios es el mismo Señor Jesucristo, en quien El
Padre se ha expresado decisiva y definitivamente en orden a nuestra plenitud de
sentido, a nuestra salvación. El testimonio original de las primitivas
comunidades cristianas marca un derrotero para los creyentes de todos los
tiempos de la historia en lo tocante a lo original de nuestra fe.
Cómo marca eso nuestra espiritualidad, nuestros estilos de
vida, nuestras decisiones, todos los ámbitos de nuestra existencia? Atender a
esa Palabra, vivida por cristianos concretos en circunstancias concretas , nos
garantiza el mayor nivel de seriedad en nuestra manera de asumir el Evangelio,
también con la intención de salir adelante a interpretaciones fundamentalistas
y a modos de cristianismo “light”, superfluo, trivial, como suele suceder en
muchos de los llamados movimientos de renovación, bastante entusiastas desde el
punto de vista emocional, y poco densos en su conexión con la realidad y con la
Palabra original y originante.
“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar,
para argüir, para corregir, y para educar en la justicia; así el hombre de Dios
se encuentra religiosamente maduro y preparado para toda obra buena” (2 Timoteo 3: 16-17). Esta
referencia clave que hace Pablo a Timoteo también vale para nosotros, el relato
bíblico es fundante porque testimonia “en
vivo y en directo” los acontecimientos en los que Dios se nos revela
progresivamente hasta su manifestación plena en la historia de Jesús, que es la
Palabra por excelencia. Tal es el
contenido principal de la recomendación paulina a Timoteo, una juiciosa
invitación a la seriedad cristiana.
Antonio José Sarmiento Nova,SJ -
Alejandro Romero Sarmiento
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