domingo, 20 de octubre de 2013

COMUNITAS MATUTINA 20 DE OCTUBRE DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas
1.      Exodo 17: 8-13
2.      Salmo 120: 1-8
3.      2 Timoteo 3: 14 a 4:2
4.      Lucas 18: 1-8
Cómo hacer compatibles la más profunda confianza en Dios con la capacidad humana de tomar decisiones y de transformar favorablemente las realidades de la historia? Este interrogante surge como pregunta clave a partir de lo que nos proponen los textos de Exodo y del Evangelio de Lucas, propuestos por la liturgia de la palabra de este domingo.
En nuestro propósito de revisar críticamente algunos  aspectos ingenuos de la práctica religiosa debemos advertir algunas actitudes que merecen una revisión de fondo:
-          Declinar toda responsabilidad humana para dejar que sea Dios el único actor de la historia, dando paso a eso que llamamos providencialismo.
-          Hacer descansar la relación con Dios sólo en la demanda de favores, milagros, beneficios.
-          Tener la idea de que Dios es el gran operador que resuelve todos nuestros problemas de modo mágico.
-          Desarrollar una concepción minimizante del ser humano, que al lado de Dios es ínfimo e incompetente para emprender proyectos de vida responsables y autónomos.
Esta advertencia es para someter a proceso crítico las mentalidades que están detrás de estos modos religiosos, con el fin de superarlos y de evolucionar hacia una fe activa y comprometida.
 La mejor y más saludable tradición cristiana nos dice algo parecido a aquello del refrán  “A Dios rogando y con el mazo dando”, donde podemos descubrir el sentido genuino de la confianza en la gratuidad de Dios – siempre dispuesto a dar todo de sí mismo para nuestra plenitud – y las posibilidades del ser humano que – en ejercicio de su libertad – piensa, discierne, decide y actúa para hacer de la historia el escenario de su realización. Esto es lo atinado para hablar de gracia de Dios y  de libertad humana, realidades que se implican mutuamente.
En el relato del Exodo hay una situación problemática, como tantas que  se nos presentan en la vida (no hagamos el énfasis de la lectura  en la batalla que va a terminar con vencedores y vencidos, probablemente con muertos y otros reveses, veamos más bien  el aspecto de reto y compromiso).  Cómo afrontan estos israelitas tal  circunstancia? :” Y sucedió que mientras Moisés tenía las manos arriba , se imponía Israel, pero cuando las bajaba, se imponían los amalecitas. Se le cansaron los brazos a Moisés , entonces tomaron una piedra, y sentaron a Moisés sobre ella, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así Moisés mantuvo sus brazos alzados hasta la puesta del sol” (Exodo 17: 11-12).
Que este relato y el ingenio manifestado en él nos lleve a constatar cómo actuamos en las situaciones límite de la vida: el sufrimiento, las frustraciones afectivas, las enfermedades, los problemas económicos, el desempleo, los vacíos existenciales: nos abandonamos al fracaso? Adoptamos una actitud providencialista y milagrera? Bajamos la guardia?  Abjuramos de la fe en Dios? O – mejor – hacemos recurso a nuestra iniciativa-temple-creatividad y confiando en este Dios,  absolutamente comprometido con nuestra felicidad,  ejercemos nuestra responsabilidad afrontando constructivamente la adversidad?
Todo indica que el camino adecuado transita por la respuesta a este último interrogante.
Cuando los llamados “maestros de la sospecha” – Feuerbach, Nietszche, Marx,Freud – plantean desde sus horizontes de comprensión unos interrogantes severos a las creencias y prácticas religiosas , lo hacen porque ven a una humanidad que ha hipotecado su libertad y su dignidad a una realidad llamada dios y se han convertido en seres incapaces de autonomía, transfiriendo toda responsabilidad y sentido a eso que está más allá, hombres y mujeres pusilánimes, que no acometen la tarea de decidir por sí mismos. A la luz de esto debemos aceptar que hay mentalidades y estilos religiosos que son claramente alienantes y que, en el caso cristiano, desdicen del proyecto liberador de Jesús.
Veamos las cuestiones que nos proponen estos pensadores no creyentes como intervenciones del Espíritu (recordemos que la lógica de Dios deshace la nuestra) que provocan purificaciones de la mentalidad providencialista, de la religión de sólo milagros y favores, de las falsas imágenes de Dios que minusvaloran al ser humano, y pongámonos en trance de un cristianismo adulto, en el que gracia de Dios y emprendimiento humano se combinan sabiamente como orientación fundante y fundamental de nuestros proyectos de vida.
El relato de Lucas es elocuente en este sentido : se trata de orar sin desanimarse, dándonos plenamente a Dios Nuestro Señor en un ejercicio de confianza radical, de abandono en sus manos, de amorosa insistencia, explicitando en ello nuestra certeza  de que sólo en El reside nuestra esperanza: “ Y el  Señor dijo: Dios no les hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche, mientras demora en escucharles? Pues les aseguro que Dios hará justicia en favor de ellos, y lo hará rápido” (Lucas 18: 7-8).
En este orden de cosas, miremos lo que sucede con el proceso de paz en nuestro país, para poner un caso bien cercano a nuestra cotidianidad. Es una dinámica llena de ambigüedades, altamente crítica y difícil, pues conocemos bien esta larga y dolorosa historia; negociaciones anteriores que fracasaron, manejos maquiavélicos de parte de los guerrilleros, situaciones de pobreza extrema, inhabilidad del gobierno y de los empresarios para implementar un modelo económico humanista e incluyente, presencia de otros grupos armados intolerantes – paramilitares,Bacrim - y de alta crueldad en sus manejos.
 Definitivamente es una realidad muy compleja, pero no por ello debemos dejar de afrontarla. Qué retos plantea esto a nuestra sensibilidad evangélica en la  perspectiva de confiar en Dios y tomar decisiones sabias y constructivas?
 Está clarísimo que hay que confiar en Dios y desplegar las mejores herramientas de la fe para demandar de El gracia y sensatez que inspire a los directamente implicados en las negociaciones, pero al mismo tiempo se impone el desarrollo de todo el talento de sabiduría , de sentido humano, de diálogo responsable, de civilidad, con la intención de que se logre el acuerdo que permita una convivencia pacífica de todos los que vivimos en Colombia, con las debidas y muy exigentes condiciones de justicia y de equidad social.
En Colombia,  la mayoría de sus pobladores nos decimos cristianos, seguidores de Jesús, los más  en la comunidad católica, y un número bastante  significativo en las denominaciones surgidas de la  reforma protestante. Esto, impacta constructivamente el tejido social colombiano? Los valores del Evangelio se traducen en prácticas de equidad, de respeto a la dignidad humana, de promoción de los derechos humanos? Estamos suficientemente involucrados en el proceso de paz? Los gobernantes y empresarios, muchos de ellos creyentes, hacen una apuesta en su gestión para superar definitivamente estas gravísimas patologías?
Porque nunca debemos olvidar que, si bien la fe cristiana nos remite a una plenitud que se consuma más allá de la historia, esta misma confianza en el Dios revelado en el Señor Jesucristo nos exige construír un mundo de projimidad, solidario, fraterno, humano, equitativo. Esto es esencial y definitivo para una cabal comprensión y vivencia de la fe en Jesucristo.
En COMUNITAS MATUTINA trabajamos para inspirar un cristianismo serio, juicioso, fiel al Señor y a la humanidad, conectado con la historia, abierto a los signos de los tiempos, con raíces profundas en lo mejor de la tradición cristiana, de la interpretación bíblica, del magisterio eclesial, de la buena teología, de la espiritualidad saludable.
 Esto nos lleva a escuchar con atención las sabias recomendaciones que hace Pablo a Timoteo, ambos fieles testigos de la mayor seriedad en materia de vida según el Evangelio, que desde hace varios domingos estamos recibiendo como segunda lectura: “Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo aprendiste. Recuerda que desde niño conoces las sagradas Letras; ellas pueden proporcionarte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3: 14-15).
La palabra de Dios es el mismo Señor Jesucristo, en quien El Padre se ha expresado decisiva y definitivamente en orden a nuestra plenitud de sentido, a nuestra salvación. El testimonio original de las primitivas comunidades cristianas marca un derrotero para los creyentes de todos los tiempos de la historia en lo tocante a lo original de nuestra fe.
Cómo marca eso nuestra espiritualidad, nuestros estilos de vida, nuestras decisiones, todos los ámbitos de nuestra existencia? Atender a esa Palabra, vivida por cristianos concretos en circunstancias concretas , nos garantiza el mayor nivel de seriedad en nuestra manera de asumir el Evangelio, también con la intención de salir adelante a interpretaciones fundamentalistas y a modos de cristianismo “light”, superfluo, trivial, como suele suceder en muchos de los llamados movimientos de renovación, bastante entusiastas desde el punto de vista emocional, y poco densos en su conexión con la realidad y con la Palabra original y originante.
“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir, y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra religiosamente maduro y preparado para toda obra buena” (2 Timoteo 3: 16-17). Esta referencia clave que hace Pablo a Timoteo también vale para nosotros, el relato bíblico es fundante porque testimonia  “en vivo y en directo” los acontecimientos en los que Dios se nos revela progresivamente hasta su manifestación plena en la historia de Jesús, que es la Palabra por excelencia. Tal  es el contenido principal de la recomendación paulina a Timoteo, una juiciosa invitación a la seriedad cristiana.


Antonio José Sarmiento Nova,SJ  -  Alejandro Romero Sarmiento

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