domingo, 12 de enero de 2014

COMUNITAS MATUTINA DOMINGO 12 DE ENERO EL BAUTISMO DE EL SEÑOR



Lecturas
1.      Isaías 42: 1 - 4 Y 6 - 7
2.      Salmo 28: 1 - 4 y 9 - 10
3.      Hechos 10: 34 – 38
4.      Mateo 3: 13 – 17
Con la celebración de este domingo concluye formalmente el tiempo de Navidad. A partir del lunes 13 de enero estamos en el primer segmento de tiempo ordinario, que este año va hasta el 4 de marzo (el tiempo de cuaresma inicia el 5 de marzo, miércoles de ceniza).
Navidad – como ya lo hemos expresado  - manifiesta la encarnación del Verbo de Dios en la realidad humana e histórica, es el misterio de la encarnación que en el Hijo asume todo lo humano para re-significarlo de su posibilidad mortal y de pecado a la realidad definitiva de la bienaventuranza, no sólo la que se realiza más allá de la historia, sino  también la que se anticipa felizmente en el tiempo histórico-existencial de nuestra vida.
Destaca algunas evidencias particulares de la encarnación , como la condición familiar de Jesús con José y María (primer domingo después de Navidad), la Epifanía – manifestación de la intención de salvación universal que el Padre revela en Jesucristo – (segundo domingo después de Navidad), y esta del Bautismo, en la que descubrimos la participación comprometida de Jesús en el destino histórico de su pueblo, de la humanidad, y se explicitan la predilección hacia Jesús  por parte del Padre Dios, y las dimensiones esenciales de su misión.
Lo importante aquí es que podamos vincular nuestras biografías con este gran relato salvador y liberador, de manera que el significado de estos acontecimientos se vincule significativamente con todos los hechos de nuestra vida.
Empecemos hoy por el relato de Mateo: “ Entonces fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Juan se resistía diciendo: Soy yo quien necesito que tú me bautices, ¿ y tú acudes a mí? Jesús le respondió: Ahora haz lo que te digo, pues de este modo conviene que realicemos la justicia plena. Ante esto Juan aceptó. Después de ser bautizado, Jesús salió del agua y en ese momento se abrió el cielo  y vió al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Se escuchó una voz del cielo que decía: Este es mi hijo querido, mi predilecto “ (Mateo 3: 13-17).
Cabe advertir que no es este el sacramento del bautismo, tal como lo entendemos y vivimos en la comunidad cristiana. Es un signo de conversión – purificación y de aceptación de un compromiso de nueva vida en Dios, al que Juan Bautista invitaba con su ministerio profético. Este predicaba en el desierto y manifestaba su profunda inconformidad con el estado de la religión de sus contemporáneos, a la que consideraba formal y vacía,  y desentendida del sincero amor a Dios y al prójimo.
Por eso propendía por una vuelta sincera a Dios y por una vida limpia que se ajustara al orden teologal, siempre en términos de rectitud, de riqueza interior, de transparencia del ser. La palabra del Bautista fue fogosa y de altísima exigencia.
Todos los que asentían a este  mensaje del se hacían bautizar de él. Así mismo, Jesús, plenamente inserto en la historia de su pueblo, hace lo mismo, pero le añade una connotación cualitativa: “pues de este modo conviene que realicemos la justicia plena” (Mateo 3: 15), la justicia de Dios es su voluntad de salvación gratuita para todos los humanos, aquí se reitera el aspecto de universalidad, de inclusión total de todo el género humano, un auténtico Dios sin fronteras! Esto es definitivo para comprender la misión de Jesús.
Con este gesto simbólico, El toma sobre sí todo el sufrimiento del mundo, el causado por el pecado-ruptura con la voluntad de Dios,el que unos humanos ejercen injustamente sobre otros, los dolores y penurias que afectan negativamente el sentido trascendente de la vida, las pobrezas y exclusiones, el vacío y el absurdo, y afirma su voluntad de ejercer este servicio salvífico-liberador desde su asentimiento radical a la voluntad del Padre Dios.
Este gesto del bautismo es también una nueva Epifanía:  “Este es mi hijo querido, mi predilecto” (Mateo 3: 17), en el escenario descrito por Mateo – palabras del Padre, presencia del Espíritu que se posa sobre él – hay una clara definición del misterio trinitario de Dios que lo declara y define como Hijo, estableciendo así este elemento sustancial de la identidad de Jesús. Y este Hijo es el “siervo sufriente de Dios”.
Este último aspecto lo corrobora la primera lectura, que es del profeta Isaías, llamado por los estudiosos el primer cántico del Siervo: “Sobre él he puesto mi espíritu para que promueva el derecho en las naciones…… Yo, el Señor, te he llamado para la justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la cárcel a los que habitan en tinieblas” (Isaías 42: 1 y 6-7).
Recordamos que son cuatro  estos cantos del Siervo, todos en el profeta Isaías, en ellos se delinea el perfil ideal de un hombre que llevará sobre sí la misión – conferida por el mismo Yavé – de entregarse totalmente a la causa de salvar y liberar a su pueblo de todas las penurias que causan el pecado, el egoísmo, la injusticia. Este es un servidor que no hace gala de poder mundano, ni de estrategias espectaculares, ni reclama para sí vanos honores y homenajes: “No gritará, no clamará, no voceará por las calles” (Isaías 42: 2).
Tal personaje es presentado como un siervo que ha sido elegido y sostenido por Dios mismo, sobre él ha sido derramado el Espíritu, que le habilita para la misión ya indicada, con consecuencias de salvación, de libertad, de dignidad, de nueva vitalidad, para todo el que se acoja a esta iniciativa teologal.
Siguiendo lo ya dicho y explicado muchas veces sobre la coherencia de cada ciclo litúrgico y sus correspondientes lecturas, especialmente las de cada domingo, estamos invitados a ver en esta realidad del Bautismo de Jesús una definición programática y normativa:  no en vano se explicita en uno de los primeros domingos del año.
 Queda clara la identidad de Jesús como el Hijo predilecto, y elegido para la misión de llevar a la humanidad de todos los tiempos la oferta salvadora de Dios, haciéndose solidario con todo aquello que menoscaba en el ser humano su dignidad original, su condición de gracia y santidad, su ser relato del amor del Padre – Madre que nos ha creado y elegido para la plenitud, a través del Hijo, a pesar del ejercicio desordenado y pecaminoso de nuestra libertad.
En el relato de Hechos se nos presenta uno de los apasionantes y clarísimos testimonios originales de nuestra fe, son profesiones de fe condensadas, que el autor de este texto nos comunica de modo pedagógico, a manera de síntesis de nuestras convicciones creyentes: “Pedro tomó la palabra y dijo: El comunicó su palabra a los israelitas y anuncia la Buena Noticia de la paz por medio de Jesús, el Mesías, que es Señor de todos…..Cómo Dios ungió a Jesús de Nazareth con Espíritu Santo y poder:él pasó haciendo el bien y sanando a los poseídos por el diablo, porque Dios estaba con él….” (Hechos 10: 34.36.38).
La expresión diablo viene del griego “dia – bolos” (dia - bolos), que significa el calumniador, el difamador, el que rompe los vínculos fundantes de la vida, lo diabólico es lo destructivo, lo desvinculante.  Aspecto esencial de la misión de Jesús es detener, desvirtuar, deshacer los efectos de lo dia – bólico, como  el pecado, el egoísmo, la injusticia, la ruptura del amor de Dios y del prójimo, invitando también , a quien desee seguirlo e implicarse con El, a participar afectiva y efectivamente de esa misma misión.
Comenzando el año es saludable establecer algunos énfasis y prioridades para nuestros proyectos de vida.
 A qué le queremos apostar en 2014: a ser más ricos? A tener más propiedades materiales? A ascender en la escala social? A buscar aplausos y homenajes de los demás? A crear un museo llamado egoteca? A manipular maquiavélicamente personas y situaciones para nuestro propio beneficio e interés?  Responder  afirmativamente a estas cuestiones equivaldrá a transitar por las rutas de lo dia – bólico.
Pero….. si el proyecto de Jesús nos interesa y apasiona, y llena nuestras vidas de sentido, lo clave será tomar en serio estos elementos centrales de su misión, tal como nos los presentan la liturgia y la Palabra de esta fiesta del Bautismo del Señor. Y entonces , los valores determinantes de nuestra vida, opciones, proyectos, decisiones, serán los de las bienaventuranzas, los propios de Jesús, y esto cambia cualitativamente todo nuestro ser y nuestro quehacer.
Siempre será destacable en la existencia cristiana el requerimiento de una vida nueva en Dios, en proceso constante y creciente de conversión a El, con la certeza de que esto nos hará más humanos y más divinos, configurados con el Hijo, mejores personas, dispuestos al ejercicio permanente de la projimidad, del servicio, de la realización de la justicia y de la solidaridad, dejando atrás – asistidos por la gracia de Dios manifestada en Jesús – todas aquellas realidades que llamamos  - con San Ignacio de Loyola – “afectos desordenados”, lo que nos impide crecer en los caminos del Evangelio.
Mirando a nuestro mundo , nuestra realidad, desarticulada por tantas patologías individuales y sociales, desequilibrios y violencias, injusticias y pobrezas, Dios también nos llama para seguir a Jesús en la erradicación del mal y del pecado, compromiso primario de todo bautizado que asuma juiciosamente su condición de tal, y para implantar las señales esperanzadoras del reino de Dios y su justicia.
Esta tarea – misión no se realiza sobre un lecho de rosas, ni hace parte de las ofertas seductoras de la sociedad, es vista más bien con sospecha y prevención, son las consecuencias propias de la vida del profeta, la incomprensión, la persecución, los juicios sobre nuestra cordura y sensatez. Debemos tener suficientemente claro que el seguimiento de Jesús se realiza con la conciencia de la cruz, de la vida – como la de El – que se ofrece plenamente para que la de muchos tenga sentido y salvación.

Antonio José Sarmiento Nova SJ – Alejandro Romero Sarmiento

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