domingo, 2 de febrero de 2014

COMUNITAS MATUTINA 2 DE FEBRERO IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO FIESTA DE LA PRESENTACION DEL SEÑOR



Lecturas  (IV domingo)
1.      Sofonías 2:3 y 3:12-13
2.      Salmo 145: 7 – 10
3.      1 Corintios 1: 26-31
4.      Mateo 5: 1-12
Presentación del Señor
1.      Malaquías 3: 1-4
2.      Salmo 23: 7 – 10
3.      Hebreos 2: 14- 18
4.      Lucas 2: 22-40
La coincidencia en este domingo de la liturgia del tiempo ordinario con la de la presentación del Señor nos facilita captar la coherencia de la lógica salvadora de Dios presente en estos textos bíblicos.
De una parte , el énfasis de este día es en el valor evangélico de la pobreza – humildad como garantía de bienaventuranza y felicidad, según el proyecto de Jesús. De otra – la presentación – se nos recuerda la significativa tradición judía de presentar los hijos primogénitos al Señor: “Y, cuando llegó el día de su purificación, de acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al Señor, como manda la ley del Señor: todo primogénito varón será consagrado al Señor” (Lucas 2: 22-24). Así lo hicieron José y María.
Qué significan lo uno y lo otro? Qué contiene el que una persona se dedique a Dios? Y, en este orden de cosas, de qué manera el ser pobres según Jesús nos abre a la genuina felicidad? Que estas preguntas ayuden a activar nuestra oración y discernimiento en este domingo.
Un primer intento de respuesta es despejar de una vez por todas el falseado imaginario religioso que afirma que los que se dan a Dios se vuelven menos humanos, y se tornan  raros, disfuncionales, con serias dificultades para gozar de la vida, contrarios a lo que en buena psicología se entiende como normalidad afectiva, emocional, humana en general. Y también desentendidos de la realidad, de la historia, de los grandes asuntos de la existencia.
Todo esto obedece a una interpretación distorsionada de la revelación judeo cristiana, condicionada por unos modelos filosóficos y teológicos que no viene al caso discutir en este momento. Esta no es – claramente – la intención de Jesús!
Justamente en la medida en que somos más de Dios nos hacemos más humanos, más realistas, más implicados en esta vida, históricos, encarnados, decididamente arraigados en esta cotidianidad con toda su carga de felicidad y de dolor, de plenitud y de sufrimiento. Y esto para ser consecuentes con el paradigma por excelencia que es el Señor Jesús: El, definitivamente divino, definitivamente humano, nos refiere el modelo de la nueva condición que Dios quiere configurar en nosotros: “Por eso tenía que ser en todo semejante a sus hermanos : para poder ser un sumo sacerdote compasivo y acreditado ante Dios para expiar los pecados del pueblo. Como él mismo sufrió la prueba, puede ayudar a los que son probados” (Hebreos 2: 17-18).
Nada más humano que experimentar a fondo el aspecto dramático de la vida, la crudeza de la soledad y el abandono, la humillación y las contradicciones, todas las cruces y sufrimientos. Esta es la cuota que Jesús pagó para sacar al ser humano de su irrelevancia, del sin-sentido, del absurdo, y esto lo hizo porque El estaba totalmente dedicado al Padre – Madre Dios.
No confundamos esto con esa mentalidad triunfalista de cierto tipo de sociedades cristiano- católicas que hicieron consagraciones públicas, formales, a Dios, para seguir viviendo en sus profundas incoherencias de injusticia y exclusión, o de vida doble, aparentando ser observantes y llevando, por el revés, existencias oscuras y contrarias al querer teologal.
En esta perspectiva de la revelación bíblica el que se da a Dios , inevitablemente se debe dar al ser humano, y ser él-ella mismo-a un estupendo ser humano, al estilo de Jesús. Este es el gran indicador de la coherencia cristiana!
 Esto mismo se constituye en un imperativo de purificación para liberar la teología, la pastoral en general, la catequesis, las prácticas religiosas, la liturgia, los grupos apostólicos, la Iglesia toda, el cristianismo todo,  de ese dualismo maligno que ha rebajado notablemente la intensidad significativa de la vida de Jesús, de su ministerio público, de sus acciones, señales y milagros, de su relación crítica con la religión judía, de su conformación de un grupo de discípulos, del mérito salvador-redentor de su pasión y muerte, del gozo liberador de su Pascua.
En definitiva, como nos enseñan los juiciosos que se dedican al estudio del Nuevo Testamento, hay que volver por los fueros del cristianismo primitivo para captar en su versión original el acontecer fundante de nuestra fe, lo que felizmente nos ha de llevar siempre a saber que una dedicación total a las cosas de Dios es simultáneamente una dedicación total a las cosas de nuestra humanidad.
Al lado de todo esto, conviene explicitar que hay unos valores, un estilo, una mentalidad, una lógica – requisito “sine qua non” – como condiciones que nos hacen aptos para vivir este seguimiento.
 Es lo que está plasmado en ese bello texto de Mateo 5: 1-12 que en la tradición conocemos como el SERMON DE LA MONTAÑA, o las BIENAVENTURANZAS, contenido en el texto evangélico de este IV domingo del tiempo ordinario, asumido como el proyecto de vida de Jesús para quienes libremente quieran acogerse a El: “Dichosos los pobres de corazón porque el reinado de Dios les pertenece. Dichosos los afligidos porque serán consolados. Dichosos los desposeídos porque heredarán la tierra. Dichos los que tienen hambre y sed de justicia porque se saciarán. Dichosos los misericordiosos porque los tratarán con misericordia. Dichosos los limpios de corazón porque verán a Dios. Dichosos los que procuran la paz porque se llamarán hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por la justicia porque el reinado de Dios les pertenece”  (Mateo 5: 3-10).
Como se ve con nitidez, es un modelo de vida que no pone su seguridad en el poder, ni en las riquezas materiales, ni en el origen social, ni en la prepotencia, ni en el desconocimiento de la dignidad de los demás. Hemos afirmado con frecuencia que este proyecto del Señor es a contracorriente : cuando cierto tipo de lógica nos seduce para llevar una vida de reconocimientos, de aplausos, de importancias socialmente aceptadas, de escalafones y jerarquías, de lejanía de los dolores humanos, de desconsiderado elitismo, Jesús nos propone el servicio, la compasión, la misericordia, la solidaridad, el ego desposeído, la existencia humilde, como claves de esta novedosa manera de ser, contenida en el Evangelio.
La contundencia de esto es una invitación a revisarnos en exigente tarea autocrítica, para cada bautizado individualmente, para la Iglesia en su totalidad: Somos amigos de la egoteca? Presumimos de títulos y de ancestros sociales? Consideramos que la riqueza material es lo que nos legitima? Pensamos que los pobres lo son por mala suerte o por incompetentes? No están ellos insertos en nuestras opciones? Nos dejamos llevar por todo eso que San Ignacio de Loyola llamó “vano honor del mundo”? Creemos que la Iglesia debe tener mucho poder y presentarse rica y llena de pompas? Nos asusta entrar en un proceso de rupturas con estas realidades, de indiscutible condición pecaminosa?
Aproximémonos a la fuerza de estas palabras de Pablo: “Observen, hermanos, quiénes han sido llamados, no muchos sabios en lo humano, no muchos poderosos, no muchos nobles; antes bien, Dios ha elegido los locos del mundo para humillar a los sabios, Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes; a los plebeyos y despreciados del mundo ha elegido Dios, a los que nada son, para anular a los que son algo. Y así nadie podrá engreírse frente a Dios” (1 Corintios 1: 26-29). Felices palabras que contienen lo que el mismo Pablo llamó la sabiduría de la cruz.
Esto es programático para todo el que quiera tomar en serio el seguimiento de Jesús, en cualquiera de las versiones históricas del cristianismo. Bien sabemos la distancia que hay entre el ser y el deber ser, nunca llegaremos a la perfecta coincidencia de lo uno con lo otro, pero sí nos compete dejarnos seducir por Dios y por la buena humanidad para disminuír la brecha entre nuestra realidad y el ideal evangélico.
Que la Iglesia y cada cristiano deben dejar de ser autorreferenciales como dice Francisco, que los obispos deben vivir austeramente y darse por entero al pastoreo de sus iglesias, que sacerdotes y ministros deben reflejar una vida evangélica de la más densa consistencia, que cada comunidad de creyentes debe destacarse por su fidelidad a las bienaventuranzas, siendo acogedoras, incluyentes, fraternales, compasivas, que la institucionalidad eclesial debe estar totalmente permeada de este espíritu , que entre nosotros no debe darse nada que refleje arrogancia o carrerismo, son asuntos fundamentales, esenciales e incuestionables para una genuina existencia cristiana.
Es – definitivamente – otro tipo de lógica, esta sí empeñada en la auténtica trascendencia de la condición humana, la que se sabe llamada a la feliz libertad de quienes tienen su principio y fundamento en el Dios que se nos ha manifestado plenamente en el Señor Jesús, la que lo apuesta todo por la dignidad de cada persona, la que nos invita a romper con el culto a la personalidad y al dinero, la que se hace – por gracia del Padre – definitivamente bienaventurada.

Alejandro Romero Sarmiento – Antonio José Sarmiento Nova,S.J.

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