Lecturas
1.
Génesis
2: 7-9 y 3: 1-7
2.
Salmo
50: 3-6 y 12-17
3.
Romanos
5: 12-19
4.
Mateo
4: 1-11
Una saludable expectativa con la que podemos iniciar la cuaresma de este
año es la de superar el estilo sombrío que suele rodear este tiempo, reduciendo
sus manifestaciones al color morado de los ornamentos litúrgicos y a la
abstinencia de carne el día viernes. El
asunto cuaresmal es mucho más que unas formalidades externas, lo que está en
juego es un replanteamiento radical de la vida en la perspectiva de Dios, una
revisión sustancial de nuestro sujeto interior, y un desprendimiento de todas aquellas
motivaciones que nos hacen esclavos y nos apartan del dinamismo liberador del
Evangelio.
El proyecto de Dios para la humanidad no parte del
establecimiento de una institución religiosa con todo su tinglado de preceptos,
doctrinas, autoridades, rituales, sino de una relación constitutiva de sentido
y de dignidad, producto de la opción preferencial que El tiene por cada ser
humano, conocida en el lenguaje más tradicional como la alianza. Y esa relación nos remite a la conciencia del Dios
sabe dar vida, crear, y mantener a sus creaturas en el dinamismo viviente: “Entonces
el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un
aliento de vida, y el hombre fue un ser
viviente” (Génesis 2: 7).
Este es el testimonio original de la fe de Israel, su
conciencia de que de un Dios personal, único, fluye el dinamismo sustancial de
la vida, que a su vez establece un vínculo fundante para que esa vitalidad
permanezca y evolucione hasta la plenitud y la trascendencia.
Captar este elemento
es clave para re- significar nuestra percepción y vivencia de la relación con
Dios, de la confianza en El, de los contenidos de la mediación religiosa, de la
espiritualidad y de la vida coherente que evidencia nuestra fidelidad a ese
plan.
De no ser así , seguiremos
en la trampa del ritualismo, de la religiosidad estereotipada sin incidencia en
la transformación de la vida y en la esperanza como garantía de sentido pleno y
definitivo. Una religiosidad anodina como la que desafortunadamente se vive en
muchos medios y personas no es persuasiva para otros y está totalmente alejada
de la vitalidad fundante de nuestro creador.
Es importantísimo también asumir que una de las dotaciones esenciales con las que nos
ha obsequiado el buen Dios es la de la libertad, la capacidad de aceptarlo o de
rechazarlo, sin imponerse, siempre proponiéndose y sometiéndose a nuestro libre
albedrío, y suministrándonos todo lo requerido para un discernimiento sensato: “El
Señor Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y en él puso al hombre que
había formado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles
hermosos de ver, y buenos para comer, así como el árbol de la vida en medio del
huerto y el árbol del conocimiento del bien y del mal” (Génesis 2:
8-9).
Consideremos el radical alcance de esta decisión creadora,
tan extrema que se arriesga a la posibilidad de ser rechazado, como en efecto
sucede tan a menudo en la condición humana. Esto es definitivo para comprender
la concepción bíblica del ser humano, la genuina antropología teológica, y nos
brinda la mejor capacidad para entender nuestro propio misterio, los motivos y
resortes profundos del ser que inspiran nuestras opciones y decisiones,
nuestras actitudes y conductas.
De otra parte, entramos también a constatar el contraste entre la justicia de
Dios y el proceder de los humanos: “Pero no hay comparación entre el delito y
el don. Porque si por el delito de uno solo todos murieron, mucho más la gracia
de Dios, hecha don gratuito en otro hombre, Jesucristo, se ha derramado
abundantemente sobre todos…..Y si por el delito de uno solo la muerte inauguró
su reinado universal, mucho más por obra de uno solo, Jesucristo, vivirán y
reinarán los que reciben en abundancia la gracia y el don de la salvación” (Romanos
5: 15.17).
Una tendencia de esta libertad humana rompe el vínculo
esencial con Dios y afirma con arrogancia su propio proyecto, con las
consecuencias bien conocidas. Y la libertad del Padre se empeña en seguir
optando por el ser humano, desbordándose gratuitamente en el mantenimiento de
esa vitalidad original que ahora se hace relato definitivo en el acontecimiento
meritorio del Señor Jesucristo.
En la ruptura captamos el misterio de la iniquidad, los
alcances del ejercicio de esa libertad desvinculada de su referente teologal, y
así asistimos a aquello del hombre que es lobo para el hombre, a la barbarie del
nazismo y de todos los totalitarismos de la historia, a la demencia del poder,
a la negación del prójimo, a la justificación de los crímenes de lesa humanidad
con argumentos como la seguridad nacional o la lucha de clases, también al
sentimiento trágico de la vida y al vacío existencial, y a todos los desórdenes
en los que incurrimos los humanos.
Recordamos , por
ejemplo, el magisterio de los obispos de
América Latina, cuando en su segunda asamblea general, en Medellín agosto de
1968, denunciaban el pecado estructural y la violencia institucional. Es la conciencia del pecado individual
que tiene unas penosas consecuencias,
también pecaminosas, en el tejido de la sociedad.
Por oposición, en la libre acogida del ofrecimiento de Dios
para mantener nuestra creaturalidad hallamos el ejercicio de una libertad
referida a El, que no sacrifica ni la dignidad ni la autonomía que nos son
inherentes, y que nos orienta a lo comunitario, a lo solidario, a lo fraternal,
a lo justo e incluyente, como transparencias de nuestra fidelidad a su
proyecto. La gracia de Dios que habita a quien la recibe en libertad tiene
también una traducción social y estructural!
Estas reflexiones que ilustran la Palabra de este primer
domingo de cuaresma nos ayudan a una valoración sincera de nosotros mismos y de
nuestra realidad circundante? Cómo vivir con limpieza evangélica en este mundo
de injusticia y de violencia, de corrupciones y de dineros mal habidos, de
intereses mezquinos y de consumos escandalosos? Cómo ser conscientes del pecado
, pero también de su contrapartida liberadora, la gracia sobreabundante?
Y en ese universo de
contradicciones, descubrimos la
contundencia del Dios que se hace humano, histórico, real, en la persona de
Jesús, para emprender la ruta de retorno a la armonía del paraíso? Percibimos
el mérito gratuito de su vida, del dramatismo de su pasión, de la humillación
de su muerte condenado como reo, de su amanecer pascual , donde el Padre
ratifica su decisión a favor de todos los humanos, incluyendo a quienes se
niegan sistemáticamente a aceptarlo?
“Y como por la desobediencia de uno solo, todos fueron hechos
pecadores, así también, por la obediencia de uno solo, todos recibirán la
salvación”
(Romanos 5: 19). La salvación, que es la adquisición de la vida plena en Dios,
no es el resultado de un mérito personal o colectivo de la humanidad, sino una
iniciativa gratuita de su amor y, por lo mismo, es desmedida e incondicional. Y
así marca con radicalidad la postura
opuesta al desorden que introducen el pecado y la pecaminosidad! En Jesús Dios
se pronuncia con decisión para rescatar lo que el pecado pierde.
A la luz de esto, cómo vemos nuestras vidas y este mundo en
el que estamos ? Es la existencia humana una competencia para escalar
posiciones, para acceder al poder, para ser importantes, para clasificar de
modo excluyente a las personas, para decidir arbitrariamente sobre la vida de
la gente, para imponer visiones unilaterales de la realidad, de lo social, de
lo político, de lo religioso, de lo cultural ?
O más bien, desde la óptica de esa gratuidad que nos
trasciende, estamos abiertos a un modo
de vida en la que el cuidado de los demás, la ética de la projimidad, la
capacidad de darnos para que otros vivan, la mesa servida en igualdad de
condiciones para todos, sean los rasgos que definan eso que Juan Pablo II llamó
la civilización del amor, la globalización de la solidaridad ?
Cuenta un relato africano que un antropólogo propuso un juego
a los niños de una tribu, y como estímulo les puso una canasta llena de frutas,
diciéndoles que quien llegase primero ganaría para sí todas las frutas.
Sucedió que al dar la largada para la competencia, todos los
chiquillos se tomaron de las manos, corrieron juntos, y luego se sentaron a
disfrutar del premio. Cuando él les preguntó por qué habían procedido de esa
manera, si uno solo podía lograr la recompensa, ellos le contestaron UBUNTU
¿Cómo uno de nosotros podrían estar feliz si todos los demás están tristes?....
UBUNTU,
en la tribu Xosha significa: Yo soy porque nosotros somos……..
Justamente esta es la lógica que el Padre Dios nos revela en
Jesús, quien en ejercicio de su libertad, se ve sometido a las presiones
propias de la cultura competitiva del pecado, como la espectacularidad, el
liderazgo arrogante y exitoso, el desconocimiento de la unicidad liberadora de
Dios, tal como lo refiere el texto de Mateo , cuando el tentador le promete : “Todo
esto te daré, si te postras y me adoras” (Mateo 4: 9), presentándole
todo el espectro del vano honor del mundo y queriendo imponerle la negativa a
la voluntad del Padre, así lo propone el comienzo del capítulo 4 de Mateo, en
el relato de las tentaciones en el desierto.
Bien lo sabemos: ni el poderío económico, ni el político, ni
los grandes logros de la humanidad que se desentienden de Dios y del prójimo,
tienen capacidad de salvación, ni tampoco las religiones cuando se desenfocan
de su esencia y se convierten en autorreferenciales, según la inteligente
expresión del Papa Francisco.
Sólo el acoger el misterio amoroso de Dios ,
gratuito, solidario, negándose a toda idolatría, como lo hace Jesús en el
desierto, nos sumerge en la esperanzadora dimensión del UBUNTU que es
simultáneamente divino y humano, de ese Dios que es apasionadamente Padre y
Madre para que hombres y mujeres nos reconozcamos como prójimos y hermanos,
dejando atrás las mediaciones de todos los poderes que nos alienan y matan
nuestra identidad original: “Retírate Satanás, porque está escrito:
Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él le darás culto” (Mateo 4: 10).
Alejandro Romero Sarmiento – Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
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