Lecturas
1. Hechos 1: 1 – 11
2. Salmo 46: 2 – 9
3. Efesios 1: 17 – 23
4. Mateo 28: 16 – 20
En el relato de Hechos , primera
lectura de hoy, se refiere que “lo vieron levantarse hasta que una nube se
lo quitó de la vista” (Hechos 1: 9). Esta breve expresión pone de
manifiesto la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana
de Jesús como contrapunto y reivindicación a la humillación padecida en la pasión y en la
muerte.
En esta solemnidad se pone de relieve el
señorío de Jesús, en el sentido en que entendemos bíblicamente SEÑOR,
el que en nombre de Dios está en el centro de la historia, constituído como
salvador y mesías. Es el KYRIOS, vocablo griego para designar
al Señor Jesús.
Con esta exaltación viene como
complemento decisivo el don del Espíritu, la vitalidad de Dios que anima con la
presencia del Señor Resucitado, cuya solemnidad celebraremos dentro de una
semana, en Pentecostés: “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu
Santo” (Hechos 1: 8).
El Espíritu es el que nos hace conscientes del
esta presencia del VIVIENTE haciéndonos participar del don pleno de Dios con su
gracia e inspirando nuestra vida con el modo de ser y de proceder de las
Bienaventuranzas; así mismo, el Espíritu hace que la Iglesia sea una comunidad
sacramental en torno a Jesús, evidenciando con su vida de comunión y
participación esa centralidad del Señor, y posibilitando su envío apostólico a
comunicar la Buena Noticia, su carácter decididamente misionero y apostólico,
su responsabilidad misional de comunicar – trascendiendo límites religiosos y
culturales – la Buena Noticia de Jesús, en el más apasionante estilo de
universalidad y ecumenismo.
Para poder captar con mayor
nitidez el señorío de Jesús conviene pedagógicamente que demos una mirada
crítica a otros señoríos, aquellos que no propician la libertad y la dignidad
de los humanos:
-
El poder y el dinero
-
Las ideologías
-
El ego
-
La absolutización de personas e instituciones
-
El sexo sin comunión y complementariedad
-
La vida fácil, sin trascendencia, la cultura
“light”
-
Los criterios materialistas, el consumismo
-
Todos los ídolos que cada persona erige para
perder su dignidad y su libertad.
La pregunta clave es : estos
“señoríos” salvan? Dan sentido pleno de vida al ser humano? Liberan? Qué sucede
cuando absolutizamos estas realidades? Respondiendo podemos constatar cuántas
dictaduras y tiranías, cuántas tragedias para la humanidad, cuántos
desenfoques, cuántas alienaciones, cuántas esclavitudes y escandalosas
negaciones de lo humano.
El siglo XX, del que todos somos
hijos, así como proclamó con vigor la autonomía de hombres y mujeres, , la
primacía de la razón, , también generó unas catástrofes de consecuencias
gravísimas para todos en el mundo, como las dos guerras mundiales, las guerras de Vietnam, Corea, Irak,
Afganistán,Yugoeslavia,Kosovo, constantes regímenes dictatoriales, el
exterminio étnico entre hutus y tutsis en el centro de Africa, Hitler,
Pinochet,Videla, Somoza,Stalin,Tito; el golpe severo al medio ambiente, la
exclusión social, la soledad y el anonimato, el capitalismo salvaje, desalmado
y excluyente, la tragedia ambiental, el desprecio permanente por la dignidad de
la vida.
Cómo hacer para que estos “señoríos” dejen de de ser absolutos, para que se libere la mente de tantas personas
sumisas a estos fetiches? Qué pensamos y
sentimos ante los desafíos que esto nos plantea a nosotros, seguidores de Aquel
a quien consideramos y adoramos como nuestro único Señor y Salvador?
El psicoanalista y humanista Erich
Fromm ( 1900 – 1980) , dedicó
todo su trabajo científico a desvelar estas máscaras que alienan al ser humano,
los títulos de sus obras bastante sugestivos: “Psicoanálisis de la sociedad
contemporánea”, “El miedo a la libertad”, “Del
tener al ser”, “La revolución de la esperanza”, con esto hizo una contribución esclarecedora
para afirmar la autonomía de la gente y para poner en evidencia este universo
falso de idolatrías y alienaciones.
Tenemos presente la clave de los
profetas de Israel cuando afirmaban con todo vigor y severidad la tentación de
hipotecar la dignidad y la libertad a los cultos idolátricos, abandonando la
alianza con el Dios único y verdadero, liberador y protector por excelencia de
la autonomía de la humanidad.
Así mismo, evocamos la fuerza con
la que Jesús confrontó la absolutización de las instituciones políticas y
religiosas de su tiempo, dejando en evidencia una mirada crítica sobre esos
medios que se convierten en fines, excluyendo injustamente a quienes no acceden
a ellos, y dejando de lado la esencia liberadora del Padre y el derecho que a
esto último tiene toda persona.
En esta solemnidad de la
Ascensión justamente se trata de explicitar con toda nitidez el señorío salvífico-liberador de
Jesús: “Que el Dios de Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, les dé
espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de su
corazón para que comprendan cuál es la esperanza a la que los llama, cuál la
riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para
nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que
desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo
a su derecha en el cielo” (Efesios 1:18-20)
El que Jesús sea el Señor
definitivo de nuestra vida, de quienes libremente hemos optado por asumirlo
como sustancia de nuestro proyecto de vida , significa que El es el que nos
lleva plenamente a Dios y a toda la humanidad, que en El nuestra vida está
legitimada y constituída en sentido pleno.
Por esta razón la muerte no tiene la última palabra sobre
nosotros, porque en El, Dios se nos ha revelado como un Padre pleno de
amor y de total cercanía con la humanidad, y que los valores de Jesús, las
Bienaventuranzas, son imperativos para adoptar como estilo de vida: “Todo
lo ha puesto Dios bajo los pies de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la
Iglesia, que es su cuerpo, y , por lo mismo, plenitud del que llena totalmente
el universo” (Efesios 1: 22 –
23).
Esto también quiere decir que
quien toma en serio el señorío de Jesús no se casa con ningún poder, y desarrolla,
- gracias al Espíritu - un sentido de libertad ante todas las
realidades humanas, a las que sabe establecer como medios y no como fines,
manteniendo vigente aquel elemento de la espiritualidad ignaciana, con la que este santo y místico – Ignacio
de Loyola – empieza sus Ejercicios Espirituales: “El hombre es criado para alabar, hacer
reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y
las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para
que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado” (San
Ignacio de Loyola. Ejercicios Espirituales, No.
23).
Qué contradictorio es cuando
grupos de cristianos fundamentalistas, que nunca faltan, toman la bandera de
Dios y de Jesús , para difundir mensajes esclavizantes, para generar
autoritarismo y dogmatismo, para imponer determinaciones contrarias a la libertad,
constituyéndose en ideología e institución, abandonando la libertad del
Espíritu y desconociendo por completo este señorío liberador!
Esto demanda una actitud
vigilante de interpretación evangélica de los signos de los tiempos, de
discernimiento, de toma de decisiones sustentadas en Jesús, justamente para que
ellas sean para nosotros ejercicios permanentes y crecientes de libertad inscritos
en El .
El ser humano, empeñado en ser libre, se
desenfrena y construye mundos de abominables tiranías emocionales, políticas,
sociales, religiosas, ideológicas, económicas. Y el buen Dios, a través del
Hijo, no ceja en su empeño de promover en nosotros la relación fundante con el
único Señor, en quien somos libres, vivimos y existimos.
El genuino cristianismo es vivir
en seguimiento del señorío liberador de Jesús. Por eso, muchas de las figuras que hemos propuesto en estas
pistas como referentes de identidad cristiana son testimonios y narrativas de
libertad, seguidores del Señor por
excelencia, como la Madre Laura que no
se intimidó ante las cortapisas que le ponían algunos clérigos, como el papa
Francisco que quiere llenar de Evangelio el tinglado institucional de la curia
romana, despojándolo de su carácter principesco para unirlo al espíritu de
misión, como Pedro y Pablo que no se echaban para atrás antes las persecuciones
e ignominias a que fueron sometidos por judíos y romano.
Finalmente, esta experiencia de
la ascensión del Señor, según lo refiere el texto de Mateo, también implica la
misión que El mismo da a los discípulos, y, en ellos, a la Iglesia toda: “Vayan
y hagan discípulos de todos los pueblos bautizándolos en nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu; y enseñándoles a guardar todo lo que les he
mandado” (Mateo 28: 19-20).
Quien ha vivido con gozo la
novedad de Jesús y ha experimentado su señorío, descubriendo en ello la
plenitud del sentido de la vida y la auténtica libertad, se siente movido a
comunicarlo y a procurar que muchos capten ese mensaje y se adhieran a él,
constituyéndose en nuevos seguidores del Señor, este es el impulso apostólico
de la comunidad eclesial: la comunicación testimonial y comprometida de la
Buena Noticia.
No debemos dedicarnos a otros menesteres
distintos de este - esencial y
definitivo para el ser de la Iglesia! - de relatar con nuestro modo de vivir
servicial, solidario, trascendente, enamorado de la humanidad y de su plenitud,
que el Señor Jesús es garantía de sentido pleno y de vida digna y realizada.
El garantiza: “Y
sepan que yo estoy con Ustedes todos los días hasta el fin del mundo”
(Mateo 28:20). Así lo experimentó hasta lo más profundo de su ser el
cristianismo primitivo, y así estamos llamados nosotros a vivirlo con ilusión,
con los pies bien puestos en este mundo, encarnados en todas sus realidades,
pero con la mirada de esperanza hacia el más allá de la historia que sólo en El
tiene su razón de ser.
En este domingo de Ascensión
hagamos un coloquio y contemplación y -
en honda experiencia
creyente - dejémonos llenar de la certeza de que el mismo humillado en la cruz es ahora el
Señor, el exaltado y glorificado, el Kyrios, no para vano triunfalismo mundano,
sino para legitimar , desde Dios Padre, todas nuestras aspiraciones de plenitud
y de salvación.
Y con El, ascenderemos a la
plenitud del Padre en la que se juega radicalmente todo el sentido de nuestra
humanidad.
Alejandro Romero Sarmiento -
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
No hay comentarios:
Publicar un comentario