domingo, 1 de junio de 2014

DOMINGO 1 DE JUNIO SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR



Lecturas
1.      Hechos 1: 1 – 11
2.      Salmo 46: 2 – 9
3.      Efesios 1: 17 – 23
4.      Mateo 28: 16 – 20
En el relato de Hechos , primera lectura de hoy, se refiere que “lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista” (Hechos 1: 9). Esta breve expresión pone de manifiesto la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto y reivindicación  a la humillación padecida en la pasión y en la muerte.
 En esta solemnidad se pone de relieve el señorío de Jesús, en el sentido en que entendemos bíblicamente SEÑOR, el que en nombre de Dios está en el centro de la historia, constituído como salvador y mesías. Es el KYRIOS, vocablo griego para designar al Señor Jesús.
Con esta exaltación viene como complemento decisivo el don del Espíritu, la vitalidad de Dios que anima con la presencia del Señor Resucitado, cuya solemnidad celebraremos dentro de una semana, en Pentecostés: “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo” (Hechos 1: 8).
 El Espíritu es el que nos hace conscientes del esta presencia del VIVIENTE haciéndonos participar del don pleno de Dios con su gracia e inspirando nuestra vida con el modo de ser y de proceder de las Bienaventuranzas; así mismo, el Espíritu hace que la Iglesia sea una comunidad sacramental en torno a Jesús, evidenciando con su vida de comunión y participación esa centralidad del Señor, y posibilitando su envío apostólico a comunicar la Buena Noticia, su carácter decididamente misionero y apostólico, su responsabilidad misional de comunicar – trascendiendo límites religiosos y culturales – la Buena Noticia de Jesús, en el más apasionante estilo de universalidad y ecumenismo.
Para poder captar con mayor nitidez el señorío de Jesús conviene pedagógicamente que demos una mirada crítica a otros señoríos, aquellos que no propician la libertad y la dignidad de los humanos:
-          El poder y el dinero
-          Las ideologías
-          El ego
-          La absolutización de personas e instituciones
-          El sexo sin comunión y complementariedad
-          La vida fácil, sin trascendencia, la cultura “light”
-          Los criterios materialistas, el consumismo
-          Todos los ídolos que cada persona erige para perder su dignidad y su libertad.
La pregunta clave es : estos “señoríos” salvan? Dan sentido pleno de vida al ser humano? Liberan? Qué sucede cuando absolutizamos estas realidades? Respondiendo podemos constatar cuántas dictaduras y tiranías, cuántas tragedias para la humanidad, cuántos desenfoques, cuántas alienaciones, cuántas esclavitudes y escandalosas negaciones de lo humano.
El siglo XX, del que todos somos hijos, así como proclamó con vigor la autonomía de hombres y mujeres, , la primacía de la razón, , también generó unas catástrofes de consecuencias gravísimas para todos en el mundo, como las dos guerras mundiales,  las guerras de Vietnam, Corea, Irak, Afganistán,Yugoeslavia,Kosovo, constantes regímenes dictatoriales, el exterminio étnico entre hutus y tutsis en el centro de Africa, Hitler, Pinochet,Videla, Somoza,Stalin,Tito; el golpe severo al medio ambiente, la exclusión social, la soledad y el anonimato, el capitalismo salvaje, desalmado y excluyente, la tragedia ambiental, el desprecio permanente por la dignidad de la vida.
Cómo hacer para que  estos “señoríos” dejen de de ser absolutos,  para que se libere la mente de tantas personas sumisas a estos  fetiches? Qué pensamos y sentimos ante los desafíos que esto nos plantea a nosotros, seguidores de Aquel a quien consideramos y adoramos como nuestro único Señor y Salvador?
El psicoanalista y humanista Erich Fromm  ( 1900 – 1980) , dedicó todo su trabajo científico a desvelar estas máscaras que alienan al ser humano, los títulos de sus obras bastante sugestivos: “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”, “El miedo a la libertad”, “Del tener al ser”, “La revolución de la esperanza”,  con esto hizo una contribución esclarecedora para afirmar la autonomía de la gente y para poner en evidencia este universo falso de idolatrías y  alienaciones.
Tenemos presente la clave de los profetas de Israel cuando afirmaban con todo vigor y severidad la tentación de hipotecar la dignidad y la libertad a los cultos idolátricos, abandonando la alianza con el Dios único y verdadero, liberador y protector por excelencia de la autonomía de la humanidad.
Así mismo, evocamos la fuerza con la que Jesús confrontó la absolutización de las instituciones políticas y religiosas de su tiempo, dejando en evidencia una mirada crítica sobre esos medios que se convierten en fines, excluyendo injustamente a quienes no acceden a ellos, y dejando de lado la esencia liberadora del Padre y el derecho que a esto último  tiene toda persona.
En esta solemnidad de la Ascensión justamente se trata de explicitar con toda  nitidez el señorío salvífico-liberador de Jesús: “Que el Dios de Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, les dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de su corazón para que comprendan cuál es la esperanza a la que los llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cuál la  extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo” (Efesios 1:18-20)
El que Jesús sea el Señor definitivo de nuestra vida, de quienes libremente hemos optado por asumirlo como sustancia de nuestro proyecto de vida , significa que El es el que nos lleva plenamente a Dios y a toda la humanidad, que en El nuestra vida está legitimada y constituída en sentido pleno. 
Por esta razón  la muerte no tiene la última palabra sobre nosotros,  porque en El,  Dios se nos ha revelado como un Padre pleno de amor y de total cercanía con la humanidad, y que los valores de Jesús, las Bienaventuranzas, son imperativos para adoptar como estilo de vida: “Todo lo ha puesto Dios bajo los pies de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo, y , por lo mismo, plenitud del que llena totalmente el universo  (Efesios 1: 22 – 23).
Esto también quiere decir que quien toma en serio el señorío de Jesús no se casa con ningún poder,  y desarrolla,  -  gracias  al Espíritu -  un sentido de libertad ante todas las realidades humanas, a las que sabe establecer como medios y no como fines, manteniendo vigente aquel elemento de la espiritualidad  ignaciana, con la que este santo y místico – Ignacio de Loyola – empieza sus Ejercicios Espirituales:  “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado” (San Ignacio de Loyola. Ejercicios Espirituales, No.  23).
Qué contradictorio es cuando grupos de cristianos fundamentalistas, que nunca faltan, toman la bandera de Dios y de Jesús , para difundir mensajes esclavizantes, para generar autoritarismo y dogmatismo, para imponer determinaciones contrarias a la libertad, constituyéndose en ideología e institución, abandonando la libertad del Espíritu y desconociendo por completo este señorío liberador!
Esto demanda una actitud vigilante de interpretación evangélica de los signos de los tiempos, de discernimiento, de toma de decisiones sustentadas en Jesús, justamente para que ellas sean para nosotros ejercicios  permanentes y crecientes de libertad inscritos en El .
 El ser humano, empeñado en ser libre, se desenfrena y construye mundos de abominables tiranías emocionales, políticas, sociales, religiosas, ideológicas, económicas. Y el buen Dios, a través del Hijo, no ceja en su empeño de promover en nosotros la relación fundante con el único Señor, en quien somos libres, vivimos y existimos.
El genuino cristianismo es vivir en seguimiento del señorío liberador de Jesús. Por eso,  muchas de  las figuras que hemos propuesto en estas pistas como referentes de identidad cristiana son testimonios y narrativas de libertad,  seguidores del Señor por excelencia,  como la Madre Laura que no se intimidó ante las cortapisas que le ponían algunos clérigos, como el papa Francisco que quiere llenar de Evangelio el tinglado institucional de la curia romana, despojándolo de su carácter principesco para unirlo al espíritu de misión, como Pedro y Pablo que no se echaban para atrás antes las persecuciones e ignominias a que fueron sometidos por judíos y romano.
Finalmente, esta experiencia de la ascensión del Señor, según lo refiere el texto de Mateo, también implica la misión que El mismo da a los discípulos, y, en ellos, a la Iglesia toda: “Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos bautizándolos en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado” (Mateo 28: 19-20).
Quien ha vivido con gozo la novedad de Jesús y ha experimentado su señorío, descubriendo en ello la plenitud del sentido de la vida y la auténtica libertad, se siente movido a comunicarlo y a procurar que muchos capten ese mensaje y se adhieran a él, constituyéndose en nuevos seguidores del Señor, este es el impulso apostólico de la comunidad eclesial: la comunicación testimonial y comprometida de la Buena Noticia.
 No debemos dedicarnos a otros menesteres distintos de este -  esencial y definitivo para el ser de la Iglesia! -  de relatar con nuestro modo de vivir servicial, solidario, trascendente, enamorado de la humanidad y de su plenitud, que el Señor Jesús es garantía de sentido pleno y de vida digna y realizada.
El garantiza: “Y sepan que yo estoy con Ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Así lo experimentó hasta lo más profundo de su ser el cristianismo primitivo, y así estamos llamados nosotros a vivirlo con ilusión, con los pies bien puestos en este mundo, encarnados en todas sus realidades, pero con la mirada de esperanza hacia el más allá de la historia que sólo en El tiene su razón de ser.
En este domingo de Ascensión hagamos un coloquio y contemplación y -  en  honda experiencia creyente  -  dejémonos llenar de la certeza de  que el mismo humillado en la cruz es ahora el Señor, el exaltado y glorificado, el Kyrios, no para vano triunfalismo mundano, sino para legitimar , desde Dios Padre, todas nuestras aspiraciones de plenitud y de salvación.
Y con El, ascenderemos a la plenitud del Padre en la que se juega radicalmente todo el sentido de nuestra humanidad.

Alejandro Romero Sarmiento  -  Antonio  José  Sarmiento Nova,S.J.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog