domingo, 29 de junio de 2014

COMUNITAS MATUTINA 22 DE JUNIO SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y DE LA SANGRE DE CRISTO



Lecturas
1.      Deuteronomio 8: 2 -16
2.      Salmo 147: 12 – 20
3.      1 Corintios 10: 16 – 17
4.      Juan 6: 51 – 58
Todo lo que se origina en Dios es vida, salud, alimento. Por eso, el testimonio original de la fe de Israel es la certeza en un Dios creador, dador de vida, comprometido con su creatura, porque “El te afligió, haciéndote pasar hambre y después te alimentó con el maná – que tu no conocías ni conocieron tus padres – para enseñarte que el hombre no vive sólo de pan, sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Deuteronomio 8: 3).
 Dios es sobreabundancia de vida y alimento, esto lo expresa con elocuencia esta solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, explícita referencia al sacramento eucarístico y a su esencial capacidad nutricia.
Como siempre, el esfuerzo es captar el sentido a través de un lenguaje muy humano, experiencial, cotidiano, no para sustraer la sacralidad del misterio sino para enfatizar su fuerza significativa, su sacramentalidad, su eficacia salvadora y liberadora.
El alimento es indispensable para todas las especies vivas. La madre naturaleza tiene esto tejido en su mismo ser y quehacer, a través de este dinamismo todos los vivos vivimos, si vale la redundancia. El cuerpo materno produce la leche para alimentar a los bebés en los primeros tiempos de su vida, el cuerpo humano es dador de esta y alimentador de la misma, y así los animales, las plantas, todas las especies. Qué apasionante constatación esta del misterio vital y alimenticio  en los orígenes mismos del ser!
El paso dramático de los israelitas por el desierto – durante 40 años – despojados de seguridades, expuestos a la ruptura y a la crisis, vivenciando las inmensas carencias de ese extenso espacio, es un prototipo de la experiencia humana. Salir de la comodidad, de la instalación, romper con las esclavitudes “confortables”, lanzarse a la aventura de un mundo promisorio pero de entrada incierto, correr el riesgo de la libertad, asumir las contrariedades, pero soñar siempre con esa tierra prometida , territorio de la nueva humanidad.
Quien puede decir que no ha vivido soledades, vacíos, hambres, carencias, desencantos, incluso desesperanzas? Quien no ha sido expuesto al dramatismo del desierto existencial? Quien no ha protestado ante Dios por esto?  Todo ello en esa intensa tarea humana que es la de encontrar sentido pleno a todo lo que se es y hace. Ese es el paradigma contenido en la gran travesía hebrea por el desierto.
Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones, y ver si eres capaz o no de guardar sus preceptos” (Deuteronomio 8: 2), es este un texto de  memoria que propone al creyente israelita su propia biografía de prueba y crisis, para un permanente recuerdo liberador, en el que no ha de olvidarse lo pactado con Yavé Dios, un compromiso llamado alianza, en el que se vive la reciprocidad de este Dios fiel, incondicional, aguardando como respuesta la del creyente que modela su condición humana en la perspectiva teologal, es  decir, digno, honesto, pulcro, espiritual,ciudadano de la tierra prometida.
Quien nos alimentó cuando eramos niños dependientes? Quien nos mantuvo vivos, quien nos protegió, quien nos abrió a la vida, quien se preocupó por nosotros, de donde vino nuestra nutrición física, espiritual, emocional? En quienes descubrimos este sacramento fundante de nuestro ser? Papá y mamá, cuidadores, protectores, alimentadores, nutridores, amantes, son la hermosa expresión, cercana, directa, vinculante, de este amor original y originante.
Por eso es tan indignante e inaceptable constatar que muchos millones en la humanidad viven desnutridos, negados en su esperanza, excluídos del pan cotidiano, desprotegidos, humillados y ofendidos, huérfanos del afecto, de la dignidad, de la mesa bien servida. Esto – para quien se toma en serio como discípulo de Jesús – contiene una exigencia ética y eucarística de primer orden!
Si experimentamos la gracia y el beneficio de ser nutridos, sostenidos por el alimento, estamos también llamados a dar gratis lo que así hemos recibido: “Cuando el Señor tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y aguas profundas que manan en el monte y la llanura; tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granadas, tierra de olivares y de miel; tierra en que no comerás  medido el pan, en que no carecerás de nada……. Entonces, cuando comas hasta hartarte, bendice al Señor tu Dios, por la tierra buena que te ha dado” (Deuteronomio 8: 7 – 10).
Con esta invitación tan concreta, en la que las bendiciones se materializan en los dones del alimento y del bienestar, se invita a los creyentes israelitas – por supuesto, a nosotros también – a hacerse conscientes de la gratuidad de todo lo que proviene de Dios, cuya única intención es la de contribuír en todo a nuestra plenitud y felicidad.
El no es un suceso desvinculado del ser cotidiano de los humanos, El acontece dando vida y alimentando en estas evidencias de lo doméstico, de lo que da sentido en el día a día, de lo que configura coherentemente en términos de sentido la historia de cada persona, la biografía colectiva del género humano.
Recibido por vía gratuita, siempre desmedido por la abundancia amorosa de Dios, El aguarda de nuestra parte el compromiso igual de una fidelidad que se traduce en una humanidad también gratuita, solidaria, generosa, servidora de esa misma riqueza para todos en igualdad de condiciones.  Es esto  lo que nos corresponde en nuestra parte de la alianza, devolver a Dios teologalmente lo que El humanamente nos ha brindado.
Esto deja claro que la relación con Dios no descansa sobre un formalismo ritual, ni sobre una milimetría religiosa, sino sobre una existencia agradable, grata, gratuita, graciosa, agradecida. Una existencia que encuentra en el Señor Jesús su referente constitutivo.
 Y esto es lo que se hace contundente, clarísimo, en su santa persona, cuya sangre se derrama, cuyo cuerpo se inmola, para darnos en totalidad la vida de Dios, haciéndolo sacramento permanente, memoria de la radical donación de sí mismo, para que quienes lo seguimos, hagamos lo mismo: “Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí” (Juan 6: 56 – 57).
El asunto eucarístico, el asunto de Jesús presente sacramentalmente en el pan y en el vino , no es magia ni esoterismo, ni cuestión de fugaces momentos litúrgicos, es una realidad totalizante, que asume toda la vida del creyente, implicándose en sus motivaciones, en sus intenciones, en sus actitudes, en sus actuaciones. Es el mismo Señor dándonos todo de El para nutrirnos de Evangelio y para llevarnos a vivir como El y de lo mismo que El!
Por eso Pablo, preocupado por la tentación de idolatría que acecha a los Corintios, les advierte acerca de este peligro, porque lo que se ofrece no son formas rituales, es el mismo Jesús el don alimenticio: “La copa de bendición que bendecimos no es comunión con la sangre de Cristo. El pan que partimos, no es comunión con el cuerpo de Cristo? Uno es el pan y uno es el cuerpo que todos formamos porque todos compartimos el único pan” (1 Corintios 10:  16 – 17).
En la fuerte película del director mexicano Carlos Carrera, “El crimen del Padre Amaro”, inspirada en la novela del mismo título del escritor portugués José María Eca de Queiroz, se plantea algo estremecedor, desafiante, exigentísimo. El joven sacerdote que enamora a la catequista hermosa, la embaraza, propicia el aborto, por el que la chica muere, y luego él mismo celebra el funeral y la eucaristía final: la escena es de una intensidad brutal, violenta, profética, el don de Dios prostituído por un administrador del mismo!!
La dimensión ético – existencial de la eucaristía es altamente comprometedora! Jesús habita en nosotros haciéndose nutrición para el buen vivir humano y evangélico, demandando de nosotros la mejor humanidad, corazón limpio, mente pura, vaso receptor de esta gratuidad, portador de bendición.
Toda la historia humana del Señor Jesús es la concreción del Dios que se hace realidad, historia, dolor, cruz, humillación, amor crucificado, salvador, redentor , re-creador, liberador, sirviéndose a sí mismo en la mesa de ese madero, dando todo de sí hasta no quedar nada de su humanidad, varón de dolores, para dar plenitud sentido a los seres humanos de todos los tiempos de la historia, llevándonos al Padre, sacándonos del absurdo de la muerte, redimiéndonos de la fatalidad del pecado y de la injusticia, haciéndose pan y bebida para adentrarse sacramentalmente en nuestro ser haciendo posible la nueva humanidad.
Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Juan 6: 54 – 55).  Así Jesús determina su presencia entre nosotros, y lo hace como alimento para el itinerario existencial.

Alejandro Romero Sarmiento  -  Antonio José Sarmiento Nova,S.J.

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