domingo, 20 de julio de 2014

COMUNITAS MATUTINA 20 DE JULIO DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO



Lecturas
1.      Sabiduría 12: 13 – 19
2.      Salmo 85: 5 – 16
3.      Romanos 8: 26 – 27
4.      Mateo 13: 24 – 30
Cómo hacernos conscientes de la presencia del mal en nosotros?  Cómo asumir que Dios es el único que hace posible que nos liberemos de esta tendencia desordenada  que siempre tiene manifestaciones en nuestra vida? Cómo ser realistas en términos de advertir que en nosotros coexisten la cizaña y la buena hierba? Y cómo desarrollar, a partir de esta constatación, una visión siempre esperanzada de la condición humana, en la clave de un Dios que al mismo tiempo ejerce desmedidamente la misericordia pero que también confronta con severidad y nos propone altas exigencias?
Confiamos en que la Palabra que se nos propone este domingo ayude a hacer claridad en torno a estos interrogantes, cuyas respuestas atinadas ayudarán a un crecimiento sustancial de nuestra humanidad, y de sus correspondientes evidencias en unos estilos de vida densamente humanos, espirituales, éticos, solidarios.
La primera lectura se refiere a la historia de pecado de los israelitas, a la idolatría y absolutizaciones en que incurrieron , dando la espalda a Dios,  a sí mismos, a sus hermanos, realidades que van directamente en contra de lo pactado con Yavé como proyecto de vida.
Qué hace Dios ante esto? Hacer la vista gorda?  Entrar en una ira desaforada y vengarse de este pueblo desleal? O – mejor – dar de todo de sí mismo en el ejercicio de la misericordia, propiciando una conciencia crítica sobre la deshumanización que trae consigo el pecado, y creando las mejores y más saludables condiciones para una vida liberada de estos desacatos?
Tengamos  presente que este ejercicio lo podemos hacer con más sentido si inscribimos en él la historia de la humanidad y la nuestra propia, siempre afirmando que esta revisión del aspecto pecaminoso que nos acompaña no parte de una óptica pesimista, negativa, con un moralismo de talante fundamentalista, como desafortunadamente se ha filtrado en muchos ámbitos del cristianismo. Lo propio de nuestra fe es la esperanza que tiene su crédito en el mismo Dios que está  tendiendo permanentemente  a la humanidad su mano dotada de vitalidad y de constantes posibilidades de replanteamiento total de nuestros proyectos de vida. Es el empecinamiento optimista de este apasionante Dios nuestro!
Aquella marca original, testimoniada en el libro del Génesis, es esencial en el patrimonio de nuestra fe: “Y dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza…Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó” (Génesis 1: 26 – 27), desde ella estamos animados por una visión constructiva, saludable, positiva, del ser humano y de su historia, lo que no impide la conciencia crítica sobre nosotros mismos cuando verificamos los efectos de una libertad que no se inspira en el universo de la gracia de Dios.
En eso último encontramos las mejores condiciones para comprender  la figura de la cizaña que trae  el Evangelio de Mateo, y a la manera cómo Dios interviene para provocar cambios radicales, nuevas realidades, sin menoscabar la necesaria exigencia y severidad que deben acompañar el tratamiento de estos desafueros. Gracia, justicia y misericordia!
 Vemos en nuestro devenir grandes realizaciones, desarrollos de humanismo y espiritualidad, de vida éticamente valiosa, de creaciones culturales que hacen de nuestros escenarios auténticos ámbitos de dignidad, el apasionante mundo del conocimiento en el que nos embarcamos en la búsqueda de los misterios de la realidad y de la naturaleza con el fin de aplicarlos para una mejor calidad de vida y organización social, el sentido de justicia que favorece el reconocimiento de la dignidad humana, la capacidad de dar vida desde el amor, trascendiendo siempre en esas personas a quienes hacemos destinatarios de ese amor y de quienes recibimos también tantas razones para vivir con significado.
Pero…..  así  mismo,  cuántos  hechos  en la historia que dan una imagen altamente deteriorada de quienes las piensan y realizan! Las interminables narrativas de guerra, violencia, muerte, las grandes conflagraciones mundiales, la destrucción irresponsable de los recursos de la naturaleza, el rechazo de unos humanos hacia otros por razones políticas, religiosas, raciales, derivando en unas destrucciones absurdas, de las que especialmente el reciente siglo XX ha sido un espacio dramático, en contraste con las notables reivindicaciones de autonomía, de primacía de la persona, de derecho a la existencia digna y protegida.
Cómo procede Dios ante esto? : “Eres justo, gobiernas el universo con justicia y juzgas indigno de tu poder condenar a quien no merece castigo. Porque tu poder es el principio de la justicia y el ser dueño de todos te hace perdonarlos a todos. Ante el que no cree en la perfección de tu poder despliegas tu fuerza, y confundes la imprudencia de aquellos que la conocen; pero tú, dueño de tu fuerza, juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha indulgencia” (Sabiduría 12: 15 -18).  Estas palabras se fundamentan en ese aspecto definitivo del ser  de Dios que es la misericordia.
Una convicción sustancial de nuestra fe es la certeza que tenemos de Dios como dador y comunicador de vida, creador siempre comprometido con su creatura, garantizando para esta que permanezca  en ese dinamismo  y desarrollando una pedagogía en la que se articulan la severa confrontación, la denuncia del desorden que trae el pecado,  con la justicia misericordiosa que tiende la mano al ser humano para transformar su realidad, rompiendo así el habitual esquema de una justicia retributiva en la que se desconocen el concepto y la práctica de la gratuidad.
Cuando estamos escribiendo estas palabras participamos de un sentimiento creciente de indignación por parte de muchos hombres y mujeres: la inaceptable violencia que se origina en el estado de Israel para mantener acosados, humillados, ofendidos, a los habitantes palestinos de la franja de Gaza, una comunidad de casi dos millones de personas viviendo en hacinamiento, sometidos a bombardeos y vejaciones sin límite.
La gracia de Dios, la buena hierba que hay en nosotros nos lleva a ser conscientes de los alcances de esta tragedia? Nos implicamos en la capacidad restauradora que procede de El para participar en un reordenamiento de la historia y en una transformación de la interioridad, tales que se conviertan  en fuerza liberadora de desórdenes como este, claro escándalo que desdice de quienes lo respaldan y ejecutan?
Y así tantas depredaciones que surgen en intenciones explícitamente destructivas, saturadas de cizaña.  En esto hay claramente una enemistad con el reinado de Dios y su justicia, un deseo deliberado de que no sea Dios el ordenador de las relaciones humanas, una traba radical a la fraternidad y a la sana convivencia, un afectar con la mayor gravedad moral el proyecto del Padre para nosotros, pero también es la oportunidad para comprobar cómo El mismo ha depositado en nosotros el germen de esa nueva humanidad que se manifiesta en la persona del Señor Jesús.
El reino de Dios es como un hombre que sembró semilla buena en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. Cuando el tallo brotó y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña” (Mateo 13: 25 – 26).  Sencilla imagen tomada de la vida agrícola en la que se nos quiere demostrar la coexistencia en el centro mismo de la persona de la gratuidad del don de Dios con los afectos desordenados y el abuso de la libertad, que se traduce en las intenciones, actitudes y hechos ya referidos, que hacen parte de nuestra realidad cotidiana.
Para ponernos en un contexto muy cercano a nosotros: cómo compaginar una justicia severa, fuerte, exigente,  con la posibilidad de la reconciliación y de la reconstrucción de nuestro tejido social ,  en esta expectativa que tenemos tantos en Colombia de un final de la guerra, de unos resultados exitosos en las negociaciones de paz con la guerrilla de las FARC? Cuál es el influjo cristiano en esta perspectiva?
 De qué manera la personalidad misericordiosa de Dios inserta en nosotros se hace relato de vida, de promoción de  condiciones de inclusión y dignidad para las víctimas, de generación de un desarrollo sostenible en el que se integren las dimensiones de la interioridad con los necesarios cambios de las estructuras sociales y económicas?
Cómo ser nosotros aquí relatos de ese amor definitivamente salvador y liberador? El trigo y la cizaña que crecen juntos es la mejor expresión de que la propuesta del nuevo ser humano que viene con Jesús debe realizarse bajo la conciencia de que en nosotros conviven estas alternativas, lo que no ha de convertirse en argumento para justificar el mal, sino justamente para abrirnos a la acción de Dios y a la gracia liberadora que portan consigo, en su nombre, tantos buenos hombres y mujeres que son concreción  histórica de estas esperanzadoras posibilidades.
Seamos conscientes de que Dios no funge como el implacable vengador que erradica sin más la cizaña maltratando las potencialidades del trigo, tengamos la suficiente sensibilidad para aprehender en nosotros  esa provocadora dimensión de misericordia, siempre empeñada en que nada de lo creado se pierda, se frustre, y – muy particularmente – hagamos el recuento de cuántas veces en nuestra historia personal y colectiva hemos recibido el beneficio transformador de este modo de proceder, que se opone – por supuesto – al instinto de venganza milimétrica que está en la base de tantos conflictos.
Conscientes de este don, agradecidos por recibirlo inmerecidamente, estamos llamados  – como correlato de la iniciativa teologal – a no dejarnos intimidar por esta contradictoria convivencia de cizaña y trigo y a trabajar desde el buen Dios revelado en Jesús para que la nobleza del trigo contenga y de las mejores potencialidades para un mundo bienaventurado, también gratuito como lo es la iniciativa que lo favorece.

Alejandro Romero Sarmiento -  Antonio José Sarmiento Nova,S.J.

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