Lecturas
1. Sabiduría 12: 13 – 19
2. Salmo 85: 5 – 16
3. Romanos 8: 26 – 27
4. Mateo 13: 24 – 30
Cómo hacernos conscientes de la
presencia del mal en nosotros? Cómo
asumir que Dios es el único que hace posible que nos liberemos de esta
tendencia desordenada que siempre tiene
manifestaciones en nuestra vida? Cómo ser realistas en términos de advertir que
en nosotros coexisten la cizaña y la buena hierba? Y cómo desarrollar, a partir
de esta constatación, una visión siempre esperanzada de la condición humana, en
la clave de un Dios que al mismo tiempo ejerce desmedidamente la misericordia
pero que también confronta con severidad y nos propone altas exigencias?
Confiamos en que la Palabra que se
nos propone este domingo ayude a hacer claridad en torno a estos interrogantes,
cuyas respuestas atinadas ayudarán a un crecimiento sustancial de nuestra
humanidad, y de sus correspondientes evidencias en unos estilos de vida
densamente humanos, espirituales, éticos, solidarios.
La primera lectura se refiere a la
historia de pecado de los israelitas, a la idolatría y absolutizaciones en que
incurrieron , dando la espalda a Dios, a
sí mismos, a sus hermanos, realidades que van directamente en contra de lo
pactado con Yavé como proyecto de vida.
Qué hace Dios ante esto? Hacer la
vista gorda? Entrar en una ira
desaforada y vengarse de este pueblo desleal? O – mejor – dar de todo de sí
mismo en el ejercicio de la misericordia, propiciando una conciencia crítica
sobre la deshumanización que trae consigo el pecado, y creando las mejores y
más saludables condiciones para una vida liberada de estos desacatos?
Tengamos presente que este ejercicio lo podemos hacer
con más sentido si inscribimos en él la historia de la humanidad y la nuestra
propia, siempre afirmando que esta revisión del aspecto pecaminoso que nos
acompaña no parte de una óptica pesimista, negativa, con un moralismo de
talante fundamentalista, como desafortunadamente se ha filtrado en muchos
ámbitos del cristianismo. Lo propio de nuestra fe es la esperanza que tiene su
crédito en el mismo Dios que está
tendiendo permanentemente a la
humanidad su mano dotada de vitalidad y de constantes posibilidades de
replanteamiento total de nuestros proyectos de vida. Es el empecinamiento
optimista de este apasionante Dios nuestro!
Aquella marca original, testimoniada
en el libro del Génesis, es esencial en el patrimonio de nuestra fe: “Y
dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza…Y creó Dios al hombre
a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó”
(Génesis 1: 26 – 27), desde ella estamos animados por una visión constructiva,
saludable, positiva, del ser humano y de su historia, lo que no impide la
conciencia crítica sobre nosotros mismos cuando verificamos los efectos de una
libertad que no se inspira en el universo de la gracia de Dios.
En eso último encontramos las mejores
condiciones para comprender la figura de
la cizaña que trae el Evangelio de
Mateo, y a la manera cómo Dios interviene para provocar cambios radicales,
nuevas realidades, sin menoscabar la necesaria exigencia y severidad que deben
acompañar el tratamiento de estos desafueros. Gracia, justicia y misericordia!
Vemos en nuestro devenir grandes realizaciones,
desarrollos de humanismo y espiritualidad, de vida éticamente valiosa, de
creaciones culturales que hacen de nuestros escenarios auténticos ámbitos de
dignidad, el apasionante mundo del conocimiento en el que nos embarcamos en la
búsqueda de los misterios de la realidad y de la naturaleza con el fin de
aplicarlos para una mejor calidad de vida y organización social, el sentido de
justicia que favorece el reconocimiento de la dignidad humana, la capacidad de
dar vida desde el amor, trascendiendo siempre en esas personas a quienes
hacemos destinatarios de ese amor y de quienes recibimos también tantas razones
para vivir con significado.
Pero….. así mismo, cuántos
hechos en la historia que dan una
imagen altamente deteriorada de quienes las piensan y realizan! Las interminables
narrativas de guerra, violencia, muerte, las grandes conflagraciones mundiales,
la destrucción irresponsable de los recursos de la naturaleza, el rechazo de
unos humanos hacia otros por razones políticas, religiosas, raciales, derivando
en unas destrucciones absurdas, de las que especialmente el reciente siglo XX
ha sido un espacio dramático, en contraste con las notables reivindicaciones de
autonomía, de primacía de la persona, de derecho a la existencia digna y
protegida.
Cómo procede Dios ante esto? : “Eres
justo, gobiernas el universo con justicia y juzgas indigno de tu poder condenar
a quien no merece castigo. Porque tu poder es el principio de la justicia y el
ser dueño de todos te hace perdonarlos a todos. Ante el que no cree en la
perfección de tu poder despliegas tu fuerza, y confundes la imprudencia de
aquellos que la conocen; pero tú, dueño de tu fuerza, juzgas con moderación y
nos gobiernas con mucha indulgencia” (Sabiduría 12: 15 -18). Estas palabras se fundamentan en ese aspecto
definitivo del ser de Dios que es la
misericordia.
Una convicción sustancial de nuestra
fe es la certeza que tenemos de Dios como dador y comunicador de vida, creador
siempre comprometido con su creatura, garantizando para esta que permanezca en ese dinamismo y desarrollando una pedagogía en la que se
articulan la severa confrontación, la denuncia del desorden que trae el pecado,
con la justicia misericordiosa que
tiende la mano al ser humano para transformar su realidad, rompiendo así el
habitual esquema de una justicia retributiva en la que se desconocen el
concepto y la práctica de la gratuidad.
Cuando estamos escribiendo estas
palabras participamos de un sentimiento creciente de indignación por parte de
muchos hombres y mujeres: la inaceptable violencia que se origina en el estado
de Israel para mantener acosados, humillados, ofendidos, a los habitantes
palestinos de la franja de Gaza, una comunidad de casi dos millones de personas
viviendo en hacinamiento, sometidos a bombardeos y vejaciones sin límite.
La gracia de Dios, la buena hierba
que hay en nosotros nos lleva a ser conscientes de los alcances de esta
tragedia? Nos implicamos en la capacidad restauradora que procede de El para
participar en un reordenamiento de la historia y en una transformación de la
interioridad, tales que se conviertan en
fuerza liberadora de desórdenes como este, claro escándalo que desdice de
quienes lo respaldan y ejecutan?
Y así tantas depredaciones que surgen
en intenciones explícitamente destructivas, saturadas de cizaña. En esto hay claramente una enemistad con el
reinado de Dios y su justicia, un deseo deliberado de que no sea Dios el
ordenador de las relaciones humanas, una traba radical a la fraternidad y a la
sana convivencia, un afectar con la mayor gravedad moral el proyecto del Padre
para nosotros, pero también es la oportunidad para comprobar cómo El mismo ha
depositado en nosotros el germen de esa nueva humanidad que se manifiesta en la
persona del Señor Jesús.
“El reino de Dios es como un hombre que
sembró semilla buena en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su
enemigo y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. Cuando el tallo brotó y
aparecieron las espigas, también apareció la cizaña” (Mateo 13: 25 –
26). Sencilla imagen tomada de la vida
agrícola en la que se nos quiere demostrar la coexistencia en el centro mismo
de la persona de la gratuidad del don de Dios con los afectos desordenados y el
abuso de la libertad, que se traduce en las intenciones, actitudes y hechos ya
referidos, que hacen parte de nuestra realidad cotidiana.
Para ponernos en un contexto muy
cercano a nosotros: cómo compaginar una justicia severa, fuerte, exigente, con la posibilidad de la reconciliación y de
la reconstrucción de nuestro tejido social ,
en esta expectativa que tenemos tantos en Colombia de un final de la
guerra, de unos resultados exitosos en las negociaciones de paz con la
guerrilla de las FARC? Cuál es el influjo cristiano en esta perspectiva?
De qué manera la personalidad misericordiosa
de Dios inserta en nosotros se hace relato de vida, de promoción de condiciones de inclusión y dignidad para las
víctimas, de generación de un desarrollo sostenible en el que se integren las
dimensiones de la interioridad con los necesarios cambios de las estructuras
sociales y económicas?
Cómo ser nosotros aquí relatos de ese
amor definitivamente salvador y liberador? El trigo y la cizaña que crecen
juntos es la mejor expresión de que la propuesta del nuevo ser humano que viene
con Jesús debe realizarse bajo la conciencia de que en nosotros conviven estas
alternativas, lo que no ha de convertirse en argumento para justificar el mal,
sino justamente para abrirnos a la acción de Dios y a la gracia liberadora que
portan consigo, en su nombre, tantos buenos hombres y mujeres que son
concreción histórica de estas
esperanzadoras posibilidades.
Seamos conscientes de que Dios no
funge como el implacable vengador que erradica sin más la cizaña maltratando
las potencialidades del trigo, tengamos la suficiente sensibilidad para
aprehender en nosotros esa provocadora
dimensión de misericordia, siempre empeñada en que nada de lo creado se pierda,
se frustre, y – muy particularmente – hagamos el recuento de cuántas veces en
nuestra historia personal y colectiva hemos recibido el beneficio transformador
de este modo de proceder, que se opone – por supuesto – al instinto de venganza
milimétrica que está en la base de tantos conflictos.
Conscientes de este don, agradecidos
por recibirlo inmerecidamente, estamos llamados
– como correlato de la iniciativa teologal – a no dejarnos intimidar por
esta contradictoria convivencia de cizaña y trigo y a trabajar desde el buen
Dios revelado en Jesús para que la nobleza del trigo contenga y de las mejores
potencialidades para un mundo bienaventurado, también gratuito como lo es la
iniciativa que lo favorece.
Alejandro Romero Sarmiento - Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
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