Lecturas
1.
Isaías
56: 1 y 6 – 7
2.
Salmo
66: 2 – 8
3.
Romanos
11: 13 – 15 y 29 – 31
4.
Mateo
15: 21 – 28
Páginas oscuras de la historia de la humanidad son aquellas
en las que se discrimina con violencia a
los seres humanos por razones religiosas, étnicas, socioeconómicas, culturales,
políticas. Desafortunadamente no son pocas estas circunstancias de exclusión y
segregación, reveladoras de egoísmos profundos, individuales y sociales, y de configuraciones
fundamentalistas, con pretensiones absolutistas y convencimiento de que sus
verdades son las únicas valederas, considerando que las convicciones de los
demás son equivocadas y que, en consecuencia, deben ser castigadas y
eliminadas.
Hace menos de un siglo se desató la barbarie del régimen
nazi, en Alemania, presidido por la demencial figura de Adolfo Hitler, quien
convenció a gran parte de los ciudadanos de este país de la superioridad de su
raza y del peligro que representaban los judíos para la estabilidad germana y
del mundo, argumento con el que emprende el exterminio de esta importante
comunidad étnico – religiosa, con las brutales consecuencias de todos
conocidas.
Su propósito era
extirpar del planeta a todos los descendientes de Abraham: seis millones
murieron en este período 1939 – 1945, sacrificados por la perversidad criminal
de este dictador y de quienes se dejaron obnubilar por su discurso racista y antisemita. Los
nombres siniestros de Dachau y Auschwitz, Treblinka, entre otros, evocan esos campos de concentración con sus
cámaras de gas, hornos crematorios, y la diversidad de torturas e ignominias,
brutales, desalmadas, inclementes, a las
que fueron sometidos varios millones de seres inocentes, en una tragedia que
sigue siendo vergüenza de la humanidad.
Recordemos también cómo el imperio romano perseguía con furia
a los primeros cristianos porque se negaban a adorar como Dios al emperador,
afirmando con sus vidas lo que Pablo llama la “locura de la cruz” (1
Corintios 1: 17 – 25), reconociendo en el Señor Crucificado al único absoluto
liberador y dignificante del ser humano.
Para el mundo romano,
universo de vanagloria y de poder, era imposible aceptar que un grupo de seres
humanos no quisiera transitar por estos caminos y que, por contraposición, se
empeñaran en afirmar una sabiduría de amor, de donación de la vida, de despojo
de vanidades, teniendo como aval a un Dios cuya absolutez no residía en la
fuerza del poder sino en el desasimiento total del mismo , en el vaciamiento de
toda razón de prepotencia para dar espacio a la plena credibilidad del
amor revelado en el Señor Jesucristo, con todo lo
que esto implica de honestidad, de existencia solidaria, de comunidad fraterna,
de servicio y de generosidad. Por esto fueron discriminados y perseguidos
hasta el martirio.
En los tiempos de Jesús eran los sacerdotes del templo, los
fariseos y los maestros de la ley, los promotores del desconocimiento de los
llamados por ellos “paganos”, condición que, en esta mentalidad, no los hacía merecedores
de los beneficios de Dios. La estrechez mental y el narcisismo religioso son
aquí penoso testimonio de los alcances de esta carencia de miras y de apertura,
indiscutible pobreza de espíritu y de mapas mentales distorsionados por una
soberbia enfermiza!
Para afirmar con esperanza lo que es exactamente contrario –
felizmente contrario ! - el texto de Isaías que se nos propone como primera
lectura de este domingo , inicio de la tercera parte de este escrito profético ,
es una invitación a la esperanza y a la certeza de que, desde la iniciativa
universal del amor de Dios, todos los seres humanos tenemos cabida en sus
intenciones salvadoras y liberadoras, sin reparar en las etiquetas que nos
clasifican en unos grupos o en otros: “Porque mi casa será llamada casa de oración
para todos los pueblos” (Isaías 56: 7).
Dios es, sin excepción, para todos los seres humanos, en El
no hay restricciones para acoger, para reconocer y amar lo propio de cada uno,
para inclinarse con lo suyo propio, que es la misericordia, ante cada persona,
cristiano o musulmán, judío o budista, creyente o no creyente: nosotros somos
el único y prioritario interés de Dios! Dios es ilimitado, sobreabundante,
desmedido, es de su propio ser la inclusión, el promover la comunión de todos
los humanos, y el amar apasionadamente la diversidad nuestra, surgida
justamente de su amor creador.
Esta tercera parte de Isaías está marcada por la esperanza, luego del retorno de los
israelitas del duro destierro en Babilonia, en el que vivieron todas las
humillaciones y desconocimientos. El profeta se siente llamado a infundir en su
pueblo un nuevo sentido de vida, inspirado en el mismo Dios: “ Así
dice el Señor: observen el derecho, actúen con rectitud, pues ya llega mi
salvación y va a manifestarse mi liberación” (Isaías 56: 1).
Nos dejamos tocar la mente y el corazón por esta
intencionalidad universal de nuestro buen Dios? Estamos dispuestos a revisar
críticamente nuestros esquemas de grupo
cerrado, el rechazo que tenemos hacia otras personas o las prevenciones con las
cuales resolvemos que no podemos tener trato con ellos, o – más grave aún – el
convencimiento arrogante de que nuestras verdades son las únicas vigentes?
Para mejorar nuestra comprensión de este apasionante universalismo
teologal vayamos al episodio de la mujer cananea , no judía, pagana y, por
tanto, no merecedora, según los judíos, del favor de Dios, tal como lo refiere Mateo en el evangelio de
hoy. Tras los clamores de angustia de la
cananea, que reclama a Jesús una intervención sanadora para su hija – expresión
que surge de su fe y de la pureza de su corazón maternal - , se entabla un
diálogo entre Jesús y ella, en presencia de los discípulos, quienes querían
deshacerse de lo que para ellos era presencia inoportuna e intrusa.
El relato , si lo leemos “en crudo”, nos puede resultar
desapacible y contradictorio. Nos extraña ver a Jesús, siempre tan dispuesto
para la acogida y la misericordia, objetando la aspiración de la cananea. De ahí que se imponga una lectura más sutil:
los impedimentos de Jesús a la mujer son
en realidad los prejuicios de los discípulos y de la primera comunidad
cristiana que no acababa de digerir que hubiese seguidores del Maestro
provenientes del paganismo.
Mateo pone en boca de
Jesús las reticencias de estos primeros creyentes originarios del judaísmo, que
no terminaban de comprender la radical diferencia entre el antiguo orden
religioso del judaísmo ortodoxo y cerrado y la novedad sustancial de salvación
que Dios nos entrega con Jesús, dispuesta para todos, ecuménica, abierta,
excesivamente generosa en su
ofrecimiento.
Es lo mismo que sucede cuando en nuestros imaginarios tenemos
determinado que sólo las personas pertenecientes a grupos privilegiados son las
únicas con derecho a tener buenos y satisfactorios logros en la vida, o cuando
creamos ámbitos demasiado selectivos y, en la misma medida, cerrados al ingreso
de quienes no poseen los requisitos de riqueza, posición social, apellidos, y
demás razones vanas que todavía se cultivan en muchos medios de nuestra
sociedad.
Es clarísimo que en la nueva “lógica” del reino de Dios y su
justicia estos indicadores de “status” no tienen cabida. Al decir Jesús a la
mujer: “Mujer, qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos”
(Mateo 15: 28), está señalando la nueva
comunidad universal que El ha venido a
inaugurar, como alternativa liberadora a todos los exclusivismos y cerrazones
de su tiempo y de nuestro tiempo.
Esto es lo que debe inspirar a cada ser humano que se precie de ser ciudadano del
mundo y creyente sincero de una fe : su
disposición para reconocer en las diversas convicciones espirituales y
religiosas, en las igualmente plurales posturas humanistas, también en los que
rectamente se profesan agnósticos, las manifestaciones de la verdad fundamental
, donde se generan la sabiduría, la vida honesta, la limpieza de conciencia, la
transparencia del ser, todo esto sin sacrificar los valores que nos identifican
como partícipes de este o aquel credo.
Quien se dispone al diálogo ecuménico e interreligioso ha de
estar consciente de su propia identidad espiritual , sólo así podrá aportar
desde lo suyo propio y también podrá aceptar con gratuidad el don que le hacen
los creyentes de otras tradiciones.
Lo avala el ministerio de Pablo , quien en el pasaje de
Romanos se dirige a los cristianos provenientes del paganismo, poniendo en tela
de juicio la suficiencia excluyente del judaísmo conservador: “Ahora
me dirijo a ustedes, los paganos: dado que soy apóstol de los paganos, hago
honor a mi ministerio, para dar celos a mis hermanos de raza y salvar así a
algunos” (Romanos 11: 13).
Sus palabras expresan con renovado énfasis que en el proyecto
de Jesús no caben los sectarismos, que la revelación que El nos hace del Padre
– Madre Dios tiene como uno de sus
presupuestos básicos el reconocimiento amoroso de cada ser humano, sin
contemplar los límites establecidos por determinaciones religiosas o raciales,
considerando de manera contundente que todas las gentes tienen derecho al don de
Dios, generando así un signo anticipado
del reino futuro donde todos seremos uno en la bienaventuranza paterna.
Si algo puede hacer antipática la fe cristiana es el mal
testimonio de esos que presumen de buenos observantes de la fe, haciendo
hincapié en los cumplimientos rituales y en el inaceptable complejo de
superioridad moral y religiosa. Exactamente iguales a los sacerdotes y fariseos
fustigados por Jesús! Trabajemos con denuedo evangélico para extirpar esta
patología de nuestra Iglesia!
El imperativo para quien se diga sincero y comprometido
seguidor del Evangelio es el dejarse asumir por el Espíritu para que se genere
un talante de apertura, de encuentro fraterno, de diálogo respetuoso, de
recepción de las cosas bellas y saludables que nos ofrecen nuestros hermanos
que transitan hacia el mismo Dios por caminos diferentes del nuestro pero con
la mirada puesta en el final del camino, felizmente igual para todos!
Alejandro Romero Sarmiento – Antonio José Sarmiento Nova,SJ
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