Lecturas
1. Deuteronomio 18: 15 – 20
2. Salmo 94: 1 – 9
3. 1 Corintios 7: 32 – 35
4. Marcos 1: 21 – 28
En estos comienzos del año ,
respaldados pedagógicamente por la lógica de inicio de este tiempo litúrgico,
nos encontramos con Jesùs, también El en
plan de inaugurar su ministerio, la comunicación de la Buena Noticia, y esto
bajo la perspectiva de ser el profeta, el testigo de Dios, el que vive
plenamente en la atmòsfera del Espìritu, el que anuncia un nuevo orden de vida
de total raigambre teologal, el que confronta la realidad de este mundo cuando
es injusta e inhóspita para el ser humano y, por eso, contraria al querer de
Dios.
La primera lectura – Deuteronomio – y
el relato evangélico – Marcos – nos invitan a degustar què es esto del ser y del quehacer del profeta, y
la segunda – 1 Corintios – nos introduce en un carisma que puede ser eficaz y
significativo para la vivencia del talante profético si se asume con
autenticidad y con amor, el del celibato por el reino de Dios y su justicia.
Este es uno de los asuntos que nos
obsesionan humana y evangélicamente en COMUNITAS
MATUTINA, y podemos empezar a reflexionarlo
partiendo de la pregunta: Còmo ser al mismo tiempo profundamente humanos y profundamente
divinos, conscientes de que la respuesta
a esta densa cuestión transita por los caminos de la plena testimonialidad sobre
Dios y sobre la condición humana.
Aquì estàn la jugada maestra de Jesùs y la de muchos hombres y mujeres que se han
querido implicar en este proyecto de vida, como Thomas Merton
(Prades,Francia 31 de enero 1915 –
Bangkok , Tailandia 10 de diciembre 1968), cuyo centenario de nacimiento
estamos conmemorando justamente hoy, cuando escribimos este texto, y en cuyo
honor queremos hacerlo, proponiéndolo como un estupendo referente de identidad
en cuanto a la vivencia de la profecía, del ser de Dios, del ser del hombre, de
la mìstica y de la pasión por la justicia.
Por muchos testimonios que
encontramos en la literatura profética – Antiguo Testamento – nos consta que en
Israel siempre hubo una tensión entre verdaderos y falsos profetas: “ Que
no haya entre ustedes quièn queme a sus hijos o hijas, ni vaticinadores, ni
astrólogos, ni agoreros, ni hechiceros, ni encantadores, ni espiritistas, ni
adivinos, ni quièn consulta a los muertos . Porque el que practica eso es
abominable para el Señor” (Deuteronomio 18: 10 – 12).
Falso profeta es el que acude a
estratagemas de suplantación, a liderazgos absorbentes fundamentados en el
anuncio de sì mismo, con un ego desmedido, nada atento a la liberación y
sentido de vida de los oyentes, empeñado en una faena de prestigio personal, no
seducido por el orden de la gracia y del Espìritu, también proponiendo una
religiosidad alienante, fundamentada en rituales y exterioridades, y lavando el
cerebro de los destinatarios de su mensaje, inculcándoles imágenes de Dios
castigador y justiciero, generando culpabilidades morbosas y acudiendo al
espectáculo religioso, sin recurso a la densidad de la vida interior.
En sana oposición, el texto
deuteronomista alude a la promesa de un futuro profeta , lo que diò pie
posteriormente para la formación de la esperanza en un personaje excepcional,
una especie de segundo Moisès, cuyos atributos se proyectaron en el perfil que
ellos mismos trazaron del Mesìas: “Suscitarè un profeta de entre sus hermanos, como tù. Pondrè mis palabras en su boca, y les dirà lo
que yo le mande”. (Deuteronomio 18: 18).
Una disposición de los creyentes,
desde el discernimiento , el sentido común y el saludable realismo, es la
capacidad para diferenciar los verdaderos de los falsos profetas, el espíritu
crìtico que no pasa entero y no se deja embaucar por la charlatanería
religiosa, desafortunadamente muy en boga en nuestros días.
El criterio màs claro para esta
distinción es verificar si eso que se dice venir de Dios nos hace màs humanos,
màs felices, màs autónomos, màs comprometidos con los demás, y si esto sucede
con serenidad y con paz. Lo que
angustia, causa perplejidad, confusión, culpa y terror de Dios, indudablemente
procede del mal espíritu y de la falsa profecía, y no es avalado por el Padre.
El episodio sucedido en Marcos es
esclarecedor. Todo ocurre en la sinagoga, el lugar de enseñanza oficial de la
ley, el espacio de los maestros autorizados para interpretarla y aplicarla, el
hecho sucede en sábado, el dìa sagrado, intocable. En este marco Jesùs comienza
su enseñanza.
El provoca asombro y admiración: “La
gente se asombraba de su enseñanza porque lo hacìa con autoridad, no como los
letrados” (Marcos 1: 22). Fijèmonos en la capacidad de la gente común y
corriente para captar la sustancial diferencia, la autoridad que ellos perciben
en Jesùs no viene de la institución religiosa ni de la tradición judía, El està
lleno del espíritu vivificador de Dios y
esto es lo que marca la percepción del pueblo, su mensaje viene cargado de
cercanìa, de esperanza, de misericordia, de aliento vital, lejano del rigorismo
de los hombres del templo y de la sinagoga. Este es el nuevo concepto y
pràctica de autoridad que surge con Jesùs!
Sin embargo, no todos comparten lo
escuchado. Un endemoniado expresa
fuertemente su desacuerdo: “Precisamente en aquella sinagoga había un
hombre poseído por un espíritu inmundo,
que gritò: Què tienes contra nosotros, Jesùs de Nazareth? Has venido a
destruirnos? Sè quien eres tù: el Santo de Dios!” (Marcos 1: 23 – 24).
El hombre està aterrorizado
, esto explica la violencia de sus palabras, se siente amenazado, pero….
después queda clarísimo que Jesùs no
viene a destruir a nadie, su “autoridad” reside en dar vida a las
personas, en reivindicar su dignidad, en provocar su bienaventuranza, en ser
instrumento de cercanìa divina y del màs
exquisito humanismo.
Su enseñanza humaniza y libera. Su mensaje es
la mejor noticia que puede escuchar este hombre atormentado: “Jesùs
le increpò: calla y sal de èl! El espíritu inmundo sacudió al hombre, diò un
fuerte grito y salió de èl. Todos se llenaron de estupor y se preguntaban: què
significa esto? Una enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus
inmundos les da òrdenes y le obedecen”
(Marcos 1: 25 – 27).
La palabra profética denuncia lo que
es incompatible con Dios y con la dignidad del ser humano, por eso el denunciado protesta y se asusta ante el vigor
de la crìtica: los señores de la muerte, los que explotan a los pobres, los
responsables de corruptelas y entuertos, los propiciadores del sufrimiento de
los demás, los desleales, los corruptos, los que destruyen las ilusiones, todos
ellos “poseídos” por la malignidad del espíritu perverso que surge del egoísmo,
de la pèrdida del horizonte de la trascendencia, del afán desmedido de dinero y
de poder, de la afirmación violenta de su pretendido dominio sobre vidas y
conciencias, de la vanidad religiosa y moral.
Tal es la “posesión” y tal el
ministerio del profeta Jesùs erradicando el mal y afirmando la soberanía de Dios, como garantía para una
existencia de los humanos en la perspectiva del amor, de la libertad, de las
apasionantes realidades que son esencia del reino.
A la expresión del poseído: “ Sè
quien eres tù: el Santo de Dios!” (Marcos 1: 24) le acompaña el
reconocimiento de la autoridad de Jesùs y de la procedencia de la misma.
Curiosamente el evangelista Marcos pone este testimonio en boca del endemoniado
y no en la de sus entusiastas seguidores, como indicando de una parte la sorpresa que Dios realiza en
Jesùs, grata y esperanzadora, y también la acogida que tiene màs allà de las
fronteras del judaísmo tradicional y ortodoxo.
Acostumbrados los judíos e israelitas
al discurso vertical, prohibitivo, rìgido, de los sacerdotes y maestros
religiosos, este lenguaje novedoso de Jesùs es causa de asombros, de iniciales
perplejidades , pero luego de felices constataciones, como diciendo aquí sucede
algo liberador, algo definitivo, algo que cambia para bien y mejor la vida de
los que aquí estamos, porque se descubre que ya no es la prohibición la que
impera sino el estìmulo del Espìritu y el aliento para una màs profunda y
bienaventurada condición humana: “Què significa esto? Una enseñanza nueva, con
autoridad! “ Marcos 1: 27) .
Cabe preguntarnos, en esta clave de
interpretación, sobre las crisis de nuestra iglesia y de las religiones
organizadas en general, siempre con la intención de que este tipo de
interrogantes los hagamos con amor, con exigente autocrìtica, con responsabilidad
y realismo, justamente para purificarnos de las adherencias farisaicas, de lo
que no es causa de esperanza, de lo que es ajeno el proyecto original del Señor
Jesùs, advirtiendo – eso sì !- que el advenimiento de los nuevos movimientos
religiosos tipo espectáculo, milagreros y fundamentalistas, con desmedido
protagonismo de los líderes, de marcado acento integrista y neoconservador, no
son la respuesta cabal y liberadora a las deficiencias de los ámbitos
tradicionales estancados y temerosos del
cambio y de la encarnaciòn.
En la iglesia y en las iglesias
debemos tener claro que no somos escribas sino discípulos de Jesùs, hemos de
comunicar su mensaje, no nuestras tradiciones, hemos de enseñar curando la
vida, no adoctrinando las mentes, hemos de anunciar su Espìritu , no nuestras
particulares interpretaciones.
A todo esto de profecía y evangelio,
de mìstica y solidaridad, de espiritualidad encarnada y de humanismo, de poesía
e imaginación creadora, se entregò con pasión nuestro admirado Thomas
Merton, genuino testigo de Dios en el siglo de las dos guerras
mundiales, de la carrera armamentista, de la bomba atómica, de la segregación
racial, de las teorías crìticas y emancipadoras, de mayo del 68 y de los Beatles, del Che Guevara y de Juan
XXIII, todo esto desde el discreto
silencio de la Abadìa de Getsemanì (Louisville, Kentucky,USA,), en la que vivió
desde 1941 hasta 1968, cuando un inesperado accidente en Bangkok (Tailandia),
acabò con su vida, el 10 de diciembre de este último año, apenas con 53 años de
edad.
Hombre de mundo en el primer cuarto
de siglo de su vida, de exquisita sensibilidad humanista y estètica, surgida en
un ambiente bastante secular y poco religioso, maltratado por la temprana
muerte de sus padres, joven desajustado y bohemio, se va encontrando con la
trascendencia en el estudio aplicado de la literatura inglesa, con énfasis en
William Blake (1757 – 1827), sobre quien hace su tesis de grado en
letras, hasta que ingresa en la Trapa de
Getsemanì el 10 de diciembre de 1941, en la que vive con exactitud cronológica
27 años.
Desde allì desarrolla una intensa
actividad que bien podemos llamar profética, en el mejor significado del
tèrmino. Maestro de novicios y monje austero, escritor y poeta, activista
social y pacifista, promotor del respeto a los derechos humanos, enemigo
acérrimo de la beligerancia político-militar del gobierno norteamericano, ìntimo
amigo del gran poeta y cristiano nicaragüense Ernesto Cardenal (1925), Merton
sabe relatar con su vida la narración liberadora de Dios y de los humanos,
explicitando que sì es posible vivir con la mayor sinceridad la realidad de
Jesucristo y conectarla – como es obvio en el evangelio original ! – con el
compromiso histórico y social que se proyecta hacia la justicia, la inclusión,
desde una vigorosa crìtica de la religión, cuando esta olvida sus raíces y se
hace opio del pueblo y también ficción esclavizante. Bienvenidos estos
nuevos profetas, leales a la originalidad de Jesùs!
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