Lecturas
1.
Gènesis
22 : 1 – 2; 9 – 13;15 – 18
2.
Salmo
115: 10 – 19
3.
Romanos
8: 31 – 34
4.
Marcos
9: 2 – 10
El relato evangélico de este II domingo de cuaresma es el de la
transfiguración de Jesùs, en la
versión de Marcos, de notable fuerza simbólica y dotado de un contenido
teológico denso y esperanzador, sobre el
que proponemos reflexionar y orar para crecer en los caminos del Espìritu y
para alimentar este proceso de conversión a Dios y a los hermanos, dejando
atrás con autonomía de adultos creyentes todo lo que nos impide crecer en
humanidad y en espiritualidad.
Viene precedido de dos textos, uno de Gènesis y otro de la
carta de Pablo a los Romanos, el primero sobre el sacrificio pedido por Yahvè a
Abrahàn, para sacrificar a Isaac, su hijo; y el segundo sobre la esperanza
definitiva que el Padre Dios nos garantiza en Jesucristo.
Con la transfiguración se nos plantea descubrir uno de los
grandes misterios del ser humano: no hay vida sin muerte, felicidad sin dolor,
resurrección sin cruz. Conforme vamos evolucionando vamos también superando la “noche
oscura del alma”, como llamaba San Juan de la Cruz al tiempo de crisis
y desolación; cuando vivimos en esta última, inmersos en el dolor y el desconcierto,
tendemos a olvidar la plenitud definitiva a la que estamos llamados y todo se
nos torna sombrìo, fatal, deprimente, absurdo.
Este hermoso y profundo relato nos esclarece la consumación a
la que Dios nos guía, plenitud de vida y de sentido, remate bienaventurado en
el que todo lo mortal, lo pecaminoso, lo deficiente, lo precario, será
resignificado en la Vida que se nos comunica en la Pascua, legitimando toda
nuestra historia y la de todo el gènero
humano.
Miremos primero la tragedia que se cernìa sobre Abrahàn: “En aquel tiempo Dios puso a
prueba a Abrahàn llamándole: Abrahàn! El respondió: aquí me tienes. Dios le
dijo: toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac y vete al país de Moria y
ofrecèmelo allì en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicarè”
(Gènesis 22: 1 – 2).
El sentido común y la
màs elemental sensibilidad nos llevan, de entrada, a la indignación ante este
requerimiento de Dios; sin embargo, El mismo, que con tanta frecuencia quiebra
los fundamentos de nuestra lógica, nos va a descubrir algo totalmente distinto
y esperanzador.
El texto debe interpretarse desde la clave de la madurez
religiosa y espiritual de Abrahàn y , junto con èl, la del pueblo hebreo,
también la nuestra, cuando inicialmente creemos entender que Dios nos està
pidiendo la destrucción de la vida, el voluntarismo masoquista, el auto castigo
disfrazado de perfección, la justificación que pone la etiqueta voluntad de
Dios a tantos males y pobrezas, a tantos autoritarismos y violencias, a tantos
absurdos que se cometen contra los humanos, descubriendo luego el desacierto y
error contenidos en esta interpretación.
La sorpresa de Abrahàn, y el crecimiento que le corresponde ,
se esclarecen asì: “Desde el cielo, el àngel del Señor volvió a gritar a Abrahàn: juro por
mì mismo, oráculo del Señor. Por haber obrado asì, por no haberte reservado tu
hijo, te bendecirè, multiplicarè a tus descendientes como las estrellas del
cielo y como la arena de la playa” (Gènesis 22: 15 – 17).
Dicho con escueta piedad, Dios bendice con ilimitada
generosidad a quien confía plenamente en El, a quien tiene “la
osadìa de dejarse llevar”, como decía tan bellamente nuestro querido
Padre Pedro Arrupe,S.J. (1907 – 1991).
Queridos amigos, cuàntas veces hemos querido justificar
nuestro pesimismo, o dar razón a los injustos, asumiendo estos males como querer de Dios? Què tipo de cristianismo
surge de ahì ? Nada menos que el fatalista, desconocedor del amor mayor del
Padre y de todas las posibilidades de crecimiento y liberación que El nos
brinda para seamos siempre mejores personas, responsables, libres,
transfiguradas.
Dios no pide a nadie sacrificar su felicidad ni entregarse a
un estilo de religiosidad neurótica, alienante, marcada por prohibiciones y
culpabilidades, saturada de obsesiones de pecado, angustiosas. Quien aquí se
nos revela es el Señor de la vida, certeza que reorienta el talante sombrìo de
cierta concepción errada sobre el cristianismo para ponernos de frente a la
desmedida vitalidad que El nos transmite, siempre empeñado en nuestra
felicidad, por eso: “Dios le ordenò: no alargues la mano contra
tu hijo ni le hagas nada. Ya he comprobado que respetas a Dios, porque no me
has negado a tu hijo, tu único hijo” (Gènesis 22: 12).
Todo lo contenido en este texto de Gènesis venimos a
entenderlo con toda nitidez al encontrarnos con el relato de la
transfiguración. Jesùs se lleva a los tres discípulos que mayor dificultad
tenìan para entender y asumir eso que después Pablo llamò “la locura de la cruz”:
Pedro, Santiago y Juan. En varias referencias del evangelio vemos a Pedro
impidiendo a su maestro asumir las consecuencias de su misión, como la soledad,
el rechazo, la acusación de blasfemo, la malquerencia por parte de los judíos,
el prendimiento, el juicio, la cruz y la muerte.
Esto es equivalente a aquel sentir de muchos cuando ven que
hay personas generosas, abnegadas, idealistas, que se entregan a las màs nobles
causas sin medir las posibles implicaciones de dolor y de renuncia, y se escandalizan porque lo juzgan como
necedad y torpeza, como desperdicio del ser, siguiendo esa lógica de lo mundano
que es la del éxito, la de los resultados triunfales. En contraste, intencionalmente los lleva a la montaña elevada para cuestionar
su testarudez y para abrir su mente a la verdad de su misión.
Mientras Pedro dice: “Què bien se està aquí! Vamos a armar tres
chozas: una para tì, otra para Moisès, y otra para Elìas” (Marcos 9:
5), señal inequívoca de su deficiente comprensión del ser y de la misión de
Jesùs, se escucha: “Entonces vino una nube que les hizo sombra, y salió de ella una voz:
Este es mi hijo muy amado. Escùchenlo” (Marcos 9: 7), como diciendo, mi
Hijo no es lo que ustedes están pensando, un triunfador al estilo del mundo, un
ganancioso con el poder y la fama, el “escùchenlo” es una invitación
contundente, imperativa, para que capten la lógica del mesianismo crucificado y
doliente, verdadera luz que resplandece en la transfiguración.
Pedro, que se sigue resistiendo a la dureza del camino de
Jesùs, lo quiere retener en la gloria del monte Tabor, alejándolo de su destino
dramático y redentor, dejando traslucir su miedo inmenso a la confrontación
final, consecuencia de su libertad para hablar y vivir en nombre del Padre,
anunciando una lógica distinta, alternativa, la del amor, la de la donación de
la vida, la del mesianismo crucificado.
Què nos dicen, en este contexto, las vidas de aquellos
hombres y mujeres que, como Jesùs, han dejado de lado carreras exitosas,
ganancias y prestigios, para acceder al servicio, a la inserción en el universo
de los condenados, para ponerse proféticamente del lado de estos, rechazando
las componendas del poder y de la buena imagen, exponiendo su bienestar y la
propia vida?
Què tal lo de Romero ,
el gran santo de Amèrica Latina, que salió de su cómoda situación de clérigo
timorato para tornarse el profeta de los pobres, dando su vida en aquella tarde
cuaresmal del 24 de marzo de 1980?
Veamos también otros elementos definitivos en esta
experiencia del Tabor:
-
La transformación de las vestiduras de Jesùs,
que simboliza su gloria, su luminosidad teologal: “Delante de ellos se transfigurò,
su ropa se volvió de una blancura resplandeciente, tan blanca como nadie en el
mundo sería capaz de blanquearla” (Marcos 9: 2- 3), en El se transfigura y reconfigura en
la novedad total del Padre lo que el egoísmo, la muerte, el pecado, la
injusticia, han desfigurado. El camino de cuaresma es la evolución de lo
des-figurado a lo trans – figurado!
-
Elìas
y Moisès: “Se les aparecieron Elìas y Moisès conversando con Jesùs”
(Marcos 9: 4). En el judaísmo antiguo el primer plano lo ocupa Elìas,
considerado por ellos el precursor del Mesìas (Eclesiàstico 48: 10), porque es
el profeta que salva al pueblo en el mayor momento de crisis, sin èl se habrìa
echado a pique toda la obra formadora de Moisès, pionero en la estructuración y
fundamentación de los israelitas. Estos dos prohombres del judaísmo están
puestos allì como avales de Jesùs, desde la màs pura tradición religiosa, para
decir a los cortos de entendimiento Pedro, Santiago y Juan, que lo de Jesùs no
es una locura ni una insensatez, que lo suyo es nada menos que el mayor empeño
de Dios para transfigurar la historia de la humanidad.
-
Como en el Sinaì, Dios se manifiesta en la nube y habla desde ella:
“Entonces vino una nube que les hizo sombra, y salió de ella una voz: Este es
mi hijo amado. Escùchenlo” (Marcos 9: 7). Se impone atender, escuchar a Jesùs, en El,
Dios se ha pronunciado decisivamente, indicando que el suyo es un itinerario de
profecía dramática y crucificada, de misión contradictoria que se enfrenta al
poder religioso, sin arrodillarse ante el político, enfatizando su soberanía
sostenida en Dios para entregarse por
completo a la misión de redención – salvación – liberación.
Esto supone que los sorprendidos discípulos al ver
transformados sus vestidos tienen la experiencia de que su destino final no es
el fracaso sino la gloria; con la visión de Elìas y Moisès, hitos de la
historia religiosa de Israel, se dan cuenta de que Jesùs es el culmen de la
misma; al escuchar la voz de lo alto captan que esta misión no es insensatez
sino entrega amorosa al Padre y a la humanidad en el máximo sentido en que algo
puede ser asì.
Còmo estamos nosotros ante esta perspectiva de la cruz? Calculadores,
temerosos, buscadores del éxito, con miedo al sufrimiento redentor? Acomodados
en nuestra zona de confort? Pensando en el triunfalismo eclesiástico?
Desconocedores de las implicaciones del seguimiento de Jesùs?
O , mejor, humildemente nos dejamos asumir por esa
luminosidad que transfigura, dejando que El
erradique en nosotros lo que el pecado, el apetito de poder y de
comodidad, el consumismo, la vida sin ideales, desfiguran? Y, junto con esto, resueltos a asumir con
seriedad la condición de discípulos, conscientes de que en esto hay
contradicción y amor crucificado? Esta última es la ruta de cuaresma!
Cuando Pablo, en el texto de la segunda lectura dice: “Teniendo
en cuenta todo esto, què podemos decir? Si Dios està de nuestra parte, quien
estarà en contra? El que no reservò a su propio Hijo, sino que lo entregò por
todos nosotros, còmo no nos va a regalar todo lo demás con El?” (Romanos
8: 31 – 32) , està testimoniando esa certeza que es prototípica en èl: “Todo
lo puedo en Aquel que me conforta” (Filipenses 4: 13), afirmación que
evidencia la seguridad paulina acerca de este Señor Jesucristo que todo lo
transfigura y redimensiona en la nueva humanidad que procede del Padre,
mediante la acción del Espìritu.
Asì las cosas, se trata de verificar todo lo que en nosotros
es oscuridad, miedo, desconfianza, inseguridad, deseo de triunfo y éxito, para
atrevernos a correr el mismo riesgo crucificado del Señor, en quien todo
adquiere la novedad cualitativa del Padre
- Madre Dios.
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