Lecturas
1.
Hechos 3: 13 – 15 y 17 – 19
2.
Salmo 4: 2 – 9
3.
1 Juan 2: 1 – 5
4.
Lucas 24: 35 – 48
El tema que ofrece la
Palabra de este domingo sigue siendo Jesús el viviente, el comunicador de la
Vida plena en Dios, y esta se refleja en las tres lecturas como conversión y
perdón, el gran beneficio pascual!
El pecado es la única
muerte a la que se debe tener miedo, a la que se debe tener como inaceptable,
porque aniquila la verdadera vida, va en contra de la plenitud y realización
del ser humano, es la libertad desordenada que rompe el vínculo fundante con
Dios y va en contra del mismo que la
ejerce, en contra de los prójimos, en contra de la creación.
-
La primera dice: “Arrepiéntanse y conviértanse para
que se les borren los pecados, y así reciban del Señor tiempos favorables y les
envíe a Jesús, el Mesías predestinado” (Hechos 3: 19).
-
La segunda dice: “ Hijos
míos, les escribo esto para que no pequen. Pero si alguien peca, tenemos un
abogado ante el Padre: Jesucristo, el Justo” (1 Juan 2: 1).
-
La tercera dice: “Entonces les abrió la
inteligencia para que comprendieran la Escritura. Y añadió: Así está escrito,
que el Mesías tenía que padecer y resucitar de la muerte; que en su nombre se
predicaría penitencia y perdón de pecados a todas las naciones, empezando por
Jerusalén” (Lucas 24: 45 – 46).
Es clarísimo el común
denominador: con Jesús llega de modo definitivo la vitalidad de Dios, el paso
de la muerte a la vida, la superación de la posibilidad de quedar sumergidos en
el desamor, la injusticia, el caos y desorden, la muerte y frustración que
implican el romper la relación fundante con Dios.
Es indudable que hay
que purificar la conciencia de pecado, superando el sentimiento enfermizo de
culpa y la obsesión por etiquetar como tal muchos comportamientos que realmente
no lo son, pero también poniendo una pregunta crítica al relativismo moral que
deriva en tantas conductas destructivas, desafortunadamente muy frecuentes en
nuestras días, como el desprecio por la vida, manifestado en tantos asesinatos y
violencias, en abortos irresponsables, en el desconocimiento de la dignidad de
la niñez y de los ancianos; en las múltiples y escandalosas prácticas de
corrupción, como las que conocemos en Colombia; en el facilismo con el que
tantas personas se toman la vida, degenerando en una existencia vacía y carente
de valores.
La novedad pascual
apunta justamente a una nueva creación, a una nueva humanidad, redimida y
restablecida por la eficacia de la pasión y muerte de Jesús, y legitimada por
su resurrección.
La comunidad de los
discípulos, y demás integrantes de este
grupo cristiano original , vive con inmenso gozo – también con estupor – esta
certeza de constatar que el crucificado es ahora el Viviente, garante pleno de
su esperanza: “Estaban hablando de ello, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y
les dijo: La paz esté con ustedes. Espantados y temblando de miedo, pensaban
que era un fantasma. Pero él les dijo: por qué están turbados? Por qué se les
ocurren esas dudas? Miren mis manos y mis pies, que soy el mismo. Toquen y
vean, que un fantasma no tiene carne y hueso, como ven que yo tengo”
(Lucas 24: 36 – 39).
Imaginémonos la
situación de estos primeros seguidores del Señor, primero confundidos y
derrotados, ahora sorprendidos con esta revelación, desconcertados porque no
acertaban a confirmar su presencia viva
en medio de ellos, y ahora empiezan a
crecer de manera inusitada y maravillosa, descubren que es una feliz y
realísima verdad, y deben enfrentarse a la incredulidad y animadversión del
ambiente social y religioso en el que vivían.
Entonces toman en
serio con sus vida lo que el mismo Jesús les dice: “Ustedes son testigos de ello”
(Lucas 24: 48), y vuelven historia y realidad la condición de ser enviados a
comunicar esta Buena Noticia. Es su manera de ser y de proceder, ahora también
resucitada, la que va a ser el argumento contundente para testimoniar al
Viviente, es la nueva vida de los convertidos, profundamente humana y
evangélica, esperanzada y audaz, saturada de sentido y de vitalidad, la que se
hace el más apasionante relato pascual, para transmitir a otros la verdad de
este acontecimiento, que es mucho más que una anécdota puntual, literal, un
cuento piadoso: es el mismo Dios el que articula novedosamente la historia de
la humanidad con la resurrección de Jesús.
En este contexto cabe
preguntarnos si esta Pascua 2015 ha sido eficaz en nosotros, si los núcleos de
pecaminosidad detectados durante la cuaresma están empezando a superarse, si
estamos pasando verdaderamente de la muerte a la vida, si en nosotros sucede lo
que dice Juan: “Pero quien cumple su palabra tiene realmente colmado el amor de Dios.
En eso conocemos que estamos con él. Quien dice que permanece con él ha de
proceder como él procedió” (1 Juan 2: 4 – 6).
Cómo reflejar en la
sociedad colombiana las consecuencias de la Pascua? Tenemos grandes cuentas
pendientes para tornarlas de muerte e injusticia en vida nueva y resurrección, constantes y crecientes:
-
El muy injusto sistema socioeconómico
que hace de Colombia uno de los países más desiguales del mundo, con un 64 % de
pobreza y – dentro de esta – con un 32 % de la población en situación de
miseria. Esto – tal como lo han señalado Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto
XVI, Francisco, y nuestros obispos – es una “situación de pecado” que clama reconocimiento, vida
nueva, dignidad.
-
El crimen cometido esta semana contra
once jóvenes soldados, dejando también heridos a 22 de ellos, y sumidos en una
inmensa tristeza a sus familiares, es expresión de la demencia de quienes lo
cometieron, realidad que viene maltratando a los colombianos desde hace varias
décadas, asesinatos cometidos por paramilitares, guerrilleros,
narcotraficantes, falsos positivos de los que son responsables agentes del
estado, no contiene acaso un clamor de Dios que es también clamor de humanidad,
una demanda por una nueva manera de coexistencia social, la adquisición pascual
de un exquisito respeto por la vida en todas sus manifestaciones?
-
La aberrante corrupción en muchos
ámbitos del estado, los jueces venales, los contratistas de obras públicas que
– asociados con gobernantes – disponen a su antojo de miles de millones de
pesos que son propiedad de los contribuyentes, los propietarios de empresas de
inversión que pierden el norte ético con el dinero de los ahorradores.
-
El silencio e indiferencia de una
ciudadanía que no se organiza para indignarse y ejercer presión en clave de
cambio , de justicia, de dignidad, muchos de inmensa mayoría católica y
cristiana!
Esta es la
contextualización de las expectativas pascuales en Colombia, al mismo tiempo
herida pero deseosa de un nuevo orden de convivencia, de un nuevo modelo de
sociedad, de unas mentes y corazones definitivamente orientados hacia la
solidaridad, hacia la projimidad, hacia la justicia y la fraternidad.
Jesús resucitado nos
participa de su vitalidad y nos promete el Espíritu para vivir siempre en esta
novedad: “Yo les envío lo que el Padre prometió. Ustedes quédense en la ciudad
hasta que desde el cielo los revistan de fuerza” (Lucas 24: 48),
palabras cuyo significado no es otro que la dotación con la que el Señor nos
configura para una existencia siempre resucitada, siempre renovada.
Cómo incidir decisivamente con esto en un país de mayoría cristiana y católica ,
orientado a la justicia, al reconocimiento de la dignidad de todos, al respeto
del orden institucional en clave de bien común, a la honestidad como proyecto
de vida, a la exquisitez ética y moral?
Jesús anima a cada
cristiano, a cada comunidad de creyentes, a la humanidad toda, El está en medio
de nosotros transmitiendo la vitalidad del Padre, pero nos requiere para ser
“testigos” haciendo eficaz la superación del viejo orden de pecado y de muerte,
y ordenando todo lo social y lo histórico en perspectiva de Pascua.
Como en la arenga de
Pedro a los judíos, referida hoy en la lectura de Hechos: “Israelitas, por qué se asombran
y se quedan mirándonos como si
hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o religiosidad? El Dios
de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a
su siervo Jesús…..Dios lo ha resucitado de la muerte y nosotros somos testigos
de ello” (Hechos 3: 12-13 y 15), tenemos un requerimiento que proviene
del mismo Dios, también de la humanidad doliente, y es el de ponernos a caminar
por la historia en seguimiento de Jesús para resucitar de tanta des – gracia y
traer a nuestro mundo la gracia de la nueva vida.
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