domingo, 5 de abril de 2015

COMUNITAS MATUTINA 5 DE ABRIL DOMINGO DE PASCUA “Les dijo: No tengan miedo. Ustedes buscan a Jesùs Nazareno, el crucificado. No està aquí, ha resucitado” (Marcos 16: 6).



Lecturas
1.   Hechos 10: 34 y 37 – 43
2.   Salmo 117: 1 – 2 y 16 – 23
3.   Colosenses 3: 1 – 4
4.   Juan 20: 1 – 9
Las dos frases màs repetidas en este domingo, y en los cincuenta días que seguirán, son “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesùs”.
 Eso es asì, aunque nos suenen a lugares comunes y convencionales, porque  en ellas se resume el testimonio de los diversos textos del Nuevo Testamento a propósito de lo sucedido con ese crucificado, ahora definitivamente viviente: “Entonces entrò el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro: viò y creyó. Todavìa no habían entendido que, según la Escritura, èl debía resucitar de entre los muertos” (Juan 20: 8 – 9).
Los relatos evangélicos se originaron en los testimonios de la Iglesia Apostòlica sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesùs.
Todo este cuerpo textual constituye la unidad pascual, vale decir , la constatación original y originante de que el hombre Jesùs de Nazareth, condenado a muerte por el poder religioso judío y por el poder político romano, juzgado reo de blasfemia y traición religiosa por los dirigentes del templo de Jerusalèn, y crucificado como un criminal, es ahora el Cristo, el Ungido de Dios, el Señor de la historia, el Salvador y Redentor de la humanidad: “ Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y Jerusalèn. Ellos le dieron muerte colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitò al tercer dìa e hizo que se apareciese, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados de antemano por Dios: a nosotros que comimos y bebimos con èl, después de su resurrección” (Colosenses 3: 39 – 41).
Còmo se llegó a esta certeza? Esta es una pregunta fundamental , cuya respuesta  detectada en los primeros discípulos, en la primera comunidad de cristianos, es esclarecedora para configurar nuestra propia fe, veinte siglos después de estos acontecimientos que son la raíz del hecho cristiano y de la Iglesia.
Un intento de saludable respuesta a esta cuestión  es mirar la actitud y la conducta de los testigos que nos refiere hoy el evangelio de Juan, y verificar còmo se identifica con nosotros, los testigos pascuales en 2015:
-      Marìa Magdalena: “Marìa Magdalena  va al sepulcro y observa que la losa està retirada del sepulcro. Llega corriendo a donde estaban Simòn Pedro y el otro discípulo, el que era muy amigo de Jesùs y les dice: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dònde lo han puesto” (Juan 20: 1 – 2). Esta mujer, cuya vida se re – significò plenamente a partir del encuentro con Jesùs, se quitò de sì la losa que pesaba sobre ella, la realidad de ser una mujer objeto para satisfacer los apetitos desordenados de los hombres que acudìan a ella para servirse de su cuerpo, ahora es una persona digna, re – encantada, gozosa de su condición femenina, es un ser pascual. Y a ella, en el relato joaneo, le corresponde ser la primer testigo de la Pascua de Jesùs. Marìa Magdalena ha sido redimida de todas las “losas de la indignidad”, y eso la habilita para ver por sì misma al Señor en su plenitud resucitada.
-      Simòn Pedro: “Saliò Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrìan los dos juntos……Despuès llegó Simòn Pedro , que lo seguía, y entrò en el sepulcro. Observò las sàbanas en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con las sàbanas sino  enrrollado en lugar aparte” (Juan 20: 3 – 7). Simòn Pedro actùa como un oficioso y diligente inspector, corre a la tumba, ya vacìa, y no se limita a ver la losa fuera de lugar. Al entrar, advierte las vendas en el suelo, y el sudario aparte, pero no saca ninguna conclusión. Es Pedro, el vigoroso líder del grupo original de discípulos, resuelto en su palabra para seguir a Jesùs, pero temeroso y cobarde en la hora crucial, y en varias ocasiones – según cuentan los evangelios – asustado con la posibilidad de cruz y muerte que se vislumbraban para el Maestro. Fràgil y fuerte al mismo tiempo, su primera reacción no es la de la fe.
-      El otro discípulo: “Corrìan los dos juntos pero el otro discípulo corrìa màs que Pedro y llegó primero al sepulcro…….. Entonces entrò el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; viò y creyó” (Juan 20: 4 y 8). Este es el màs joven, el menos experimentado, pero es el resuelto y generoso a la hora de correr el riesgo de la fe, en èl no hay vacilación, de primero se hace testigo y creyente.
-      Los tres: “Todavìa no habían entendido que, según la Escritura, èl debía resucitar de entre los muertos” (Juan 20: 9). Son las tìpicas inseguridades humanas, que después de haber compartido hombro a hombro con Jesùs su proyecto del reino, de haber recibido directamente de èl la conciencia y el conocimiento del nuevo modo de vida que èl querìa instaurar en el mundo – beneficioso a todas luces, gratuito, de extremo amor y generosidad – no se convencen de que la muerte no tiene la última palabra, de que esta es dominio del Padre Dios y es siempre salvadora, liberadora, redentora, re – creadora, portadora de la vitalidad definitiva de El para todos los humanos que libremente quieran acceder a esta gratuidad.
Y nosotros, con cuàl de los tres nos identificamos màs? O tenemos características de todos?  Cuàles son las “losas” nuestras que en esta Pascua 2015 son corridas por la acción pascual del Señor?  Seguimos embebidos en nuestros miedos y en las falsas seguridades?  No nos convencemos de que el tiempo de Dios ya empezó para nosotros?  Seguimos anclados en los temores?  Proclamamos teóricamente  nuestro compromiso de fe y en las situaciones lìmite, en las que se pone a prueba nuestra solidez cristiana y humana, negamos a Jesùs, como Pedro en aquella noche del prendimiento?
En definitiva: cuàl es la vigencia real, existencial, concreta, histórica, del acontecimiento pascual en nuestras vidas y en la del entorno humano, social, eclesial, en el que nos desenvolvemos?  Còmo llegan a nosotros estas palabras de Pablo: “Por tanto, si han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo està sentado a la derecha de Dios, piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra” (Colosenses 3: 1 – 2). Y….. atención crìtica con una interpretación espiritualista de este versículo!!!!
Por “las de la tierra” se entienden los afectos desordenados, el egoísmo , la ambición de poder, el deseo de dinero y de comodidades materiales, el olvido del prójimo, la ausencia de solidaridad, la injusticia, el culto al ego, la pèrdida del sentido de trascendencia y de rectitud.
 Por “los bienes del cielo” se entienden el reino de Dios y su justicia, el compromiso incondicional con todas las personas, pero – preferentemente aunque suene ya reiterado – con los empobrecidos, con los abandonados, con los vacìos de significado, con los solitarios, con los que la sociedad menosprecia y considera nadie. Ser resucitado con Jesùs implica necesariamente vivir 100 % en el espíritu de las bienaventuranzas, tales son los bienes de la resurrección!
Fuera entonces las “losas” del hombre viejo, fuera el ser objetos de los demás, de nosotros mismos, del sistema consumista, de la cultura “light”, del relativismo moral, de la vaciedad neoliberal, del fundamentalismo político y religioso, de los miedos e inseguridades.
Fuera la cobardìa y el càlculo a la hora de tomar compromisos radicales, muchas de las malas cosas que suceden en nuestro mundo prosperan por ser nosotros temerosos como Pedro el negador, por dedicarnos prioritariamente a lo “políticamente correcto” por encima de lo “èticamente correcto”.
 En Jesùs no hay diplomacia religiosa, hay aventura profética, osadìa de Dios y de humanidad! Su cruz y su Pascua confrontan los desafueros del mundo y hacen posible la humanidad nueva.
Lo que se impone es “ver y creer” sin menoscabar la dimensión de la fe razonable, asequible para toda la comunidad de los creyentes a través de la buena teología y de la sana catequesis, del diálogo inteligente entre la fe y la razón, y del salto cualitativo de la fe del carbonero a la fe formada, educada, madura y comprometida con la incidencia liberadora de la resurrección en las realidades concretas de esta historia en la que vivimos.
En la experiencia pascual surgen las particularidades de la fe que se vive:
-       Desde una teología de la esperanza, en cuanto articuladora de un estilo de vida que empieza a ser vigente ya en este mundo, proyectándose a la plenitud cuando crucemos la frontera de la muerte hacia la vitalidad inagotable de Dios.
-       Desde una teología de la liberación, que nos hace conscientes de las esclavitudes personales del pecado, y también de las dimensiones sociales de este, siempre potenciándonos para ser libres gracias a la acción pascual del Señor Jesucristo.
-       Desde una teología de lo político, que nos propone como  cristianos ser ciudadanos de un mundo y de una sociedad que deben ser justos e incluyentes, influyendo con talante evangélico en la configuración de lo social.
-      Desde una teología ecuménica y del pluralismo religioso, en la que – sin sacrificar en lo màs mínimo los elementos sustanciales de nuestra identidad cristiana – nos abramos con la misma potencia pascual de Jesùs para dialogar positivamente con los cristianos de las diversas iglesias y denominaciones, con los creyentes de las múltiples tradiciones espirituales y religiosas, con el amplio universo de ateos y agnósticos, para afirmar en todo esto, y con la propia vida aquello del Padre Arrupe : SOLO EN EL NUESTRA ESPERANZA!!!!
Feliz Pascua de Resurrecciòn 2015

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