domingo, 19 de julio de 2015

COMUNITAS MATUTINA 19 DE JULIO DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO “Al desembarcar, viò un gran gentìo y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor” (Marcos 6: 34)



Lecturas:
1.   Jeremìas 23: 1 – 6
2.   Salmo 22: 1 – 6
3.   Efesios 2: 13 – 18
4.   Marcos 6: 30 – 34

Para comprender los distintos aspectos del evangelio de hoy, y de las otras lecturas, tenemos que tener presente el contexto. Los apóstoles acaban de volver de la misión a la que Jesùs los ha enviado (recordemos el relato de Marcos del domingo pasado). Terminada la misión, se reúnen y comparten las peripecias de la tarea que ha concluido:”Los apóstoles se reunieron con Jesùs y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado” (Marcos 6: 30). Parece ser que les ha ido bien y vienen entusiasmados por los logros de su faena misional; la euforia de la gente que los busca ratifica esa visión.
Pero todo indica que el éxito los tiene embriagados y no les permite tomar la postura adecuada, la de Dios, la de Jesùs. Por esta razón, el maestro los invita a retirarse a un lugar descampado para “evaluar” la experiencia y tomar distancia crìtica de ella: “Vengan ustedes solos a un paraje despoblado, a descansar un rato” (Marcos 6: 31), no es una expresión de simple invitación al reposo, sino un reto para mirar a fondo el servicio que han prestado, haciendo discernimiento sobre el mismo, y decantando el posible triunfalismo al que se puede llegar por los buenos resultados del trabajo.
Este último elemento es esencial en la teología del evangelio de Marcos, que propone en Jesùs el llamado “silencio mesiánico”, es decir, su negativa al espectáculo prodigioso, a llamar la atención por el prestigio de su palabra y de sus realizaciones, por los reconocimientos de quienes le seguían. Es el mesianismo crucificado, la lógica de Dios que se anonada, que se abaja hasta el extremo despojo de la cruz. Esto es lo que demanda a sus discípulos al invitarlos al sitio desértico, lugar de plena significación en la Biblia como el espacio privilegiado del encuentro con Dios y del acceso a una nueva vida fundamentada en El.
Se trata de que entiendan bien el sentido de lo que està sucediendo y no se dejen seducir por espejismos, en este caso el del falso mesianismo. Para reforzar esta argumentación tengamos claro que Marcos pone a Jesùs en el desierto, inmediatamente después del bautismo (Marcos 1: 9 -13), para que allì aclare su genuina misión, superando la tentación del triunfalismo mesiánico.
Esto es definitivo para el ser cristiano, para el ser eclesial, en materia de envìo misionero y de acción apostólica. No nos estamos anunciando a nosotros mismos, ni a nuestras ideas, ni estamos magnificando los medios utilizados para el anuncio, ni tampoco implicándonos en esta cultura del eficientismo y de las mediciones que derivan siempre en un nocivo talante competitivo, de claro sabor antievangélico. Lo nuestro va por otro lado, por el de la donación amorosa de la vida, sin esperar premios ni aplausos.
Son elementos nítidos para una valoración crìtica de todo lo que hacemos en la vida de la Iglesia, distinguiendo con claridad lo que nos identifica sinceramente con la Buena Noticia de la vanidad y arrogancia que vienen con el éxito mal asumido.
Y ahì delante està el reto de la misión y del misionero: “Pero muchos los vieron marcharse y se dieron cuenta. De todos los poblados fueron corriendo a pie hasta allà y se les adelantaron. Al desembarcar, viò un gran gentìo y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas” (Marcos 6: 33 – 34). Es la gente, la muchedumbre, con sus alegrìas y sufrimientos, con sus preguntas y búsquedas de sentido, la razón de ser del ministerio de Jesùs y de sus discípulos. Este es el argumento contundente, ante el que hay que asumir una disposición afirmativa y comprometida.
Como la mujer que sufrìa el flujo de sangre y temerosa pero confiada se acercò a El para ser curada, como el decidido Jairo que vino a implorar por la salud de su pequeña hija, asì  tanta gente que en todos los tiempos de la historia   va por la vida buscando las mejores razones para vivir, junto con el reconocimiento de su dignidad :  a todos ellos y ellas se debe el ministerio pastoral, sin reticencias ni reservas, configurado con Jesùs para darse todo hasta las últimas y màs radicales consecuencias.
Como ovejas sin pastor”, hace referencia a esa cultura hebrea en la que todos sabían a què se referìa cuando expresaba tal imagen. Siguiendo la lectura primera de hoy, de Jeremìas, Jesùs hace una fortísima crìtica a los dirigentes y sacerdotes que, en vez de dedicarse de lleno al cuidado de las ovejas, las utilizan en beneficio propio: “Ay de los pastores que dispersan y extravían las ovejas de mi rebaño! – oráculo del Señor - . Por eso, asì dice el Señor, Dios de Israel, a los pastores que pastorean a mi pueblo: ustedes dispersaron a mis ovejas, las expulsaron, no se ocuparon de ellas; yo , en cambio, me ocuparè de ustedes y castigarè sus malas acciones – oráculo del Señor – “ (Jeremìas 23: 1 – 2).
Cada vez que se ponen sobre el tapete los malos comportamientos de sacerdotes y pastores, de obispos, de gentes de Iglesia, por estilos autoritarios e intransigentes, por hacer predominar los requisitos sobre las personas sin explicar su significado y necesidad, por adoptar un modo vertical, demasiado jerárquico y ajeno a la cotidianidad de las personas, o por entregarse a conductas vergonzosas como la pederastia y el ocultamiento en que han incurrido algunos obispos, estamos recibiendo un severo llamado de atención de Dios y de la realidad, en esta materia en la que no puede haber concesiones ni tendencia a minimizar la demanda radical del buen pastoreo.
Las palabras de Jeremìas se orientan a los pastores y guìas de Israel por no estar a la altura de la misión, alusión que también ha sido materia de preocupación particular en el reciente magisterio del Papa Francisco.
En la Iglesia todos debemos tener claro que la gente nunca es un estorbo, estamos llamados a fijarnos en la multitud, y a dejar que el Espìritu suscite en nosotros la compasión no como el sentimiento ocasional de làstima sino como la disposición de sentir con ellos, como ellos, haciéndonos instrumentos de la divinidad que se implica liberadoramente en esta humanidad.
Pensemos en la desatención que viven millones de seres humanos en el mundo: desoídos por sus gobernantes, marginados de la dinámica social, excluìdos de los beneficios del alimento, de la vivienda, de la salud, del empleo, manipulados por políticos y poderosos, agobiados por abandonos y penurias, desestimados por las decisiones de los centros de poder político y económico, arrollados por una globalización inmisericorde: estamos abiertos para escuchar y acoger esos clamores?  Somos capaces de compasión como la sentida por Jesùs,  y pedida exigentemente  a sus discípulos?
Acabamos de ver a Francisco recorriendo Ecuador, Paraguay, Bolivia, encontrándose con dirigentes y pastores, con jóvenes y campesinos, con estudiantes y habitantes de las barriadas populares, escuchando sus reclamos y fuertes crìticas a los gobiernos de turno y al desafortunado modelo económico que impera hoy en el mundo, haciendo eco a sus mismas palabras  cuando habla tan fuerte de la cultura del descarte, cuando  pone banderillas al sistema financiero internacional, cuando confronta el despilfarro de los países y de los grupos sociales ricos y satisfechos, cuando clama proféticamente por la dignidad de la persona y de toda la realidad natural.
Què nos dice todo esto? Nos lleva a cambios cualitativos en nuestra vida? A una definitiva y radical conversión a Dios y al prójimo? A vivir sin rodeos la sensibilidad pastoral y humanista que se evidencia en el “sentir compasión” de Jesùs?
El es el único y genuino pastor, referente obligatorio de todo pastoreo y cuidado. Es el que no nos va a utilizar ni a engañar, el que es fiel trasunto de lo anunciado por Jeremìas: “Yo mismo reunirè el resto de mis ovejas en todos los países, adonde las expulsè, las volverè a traer a sus pastos, para que crezcan y se  multipliquen. Les darè pastores que las pastoreen” (Jeremìas 23: 3 – 4).
En los mil y mil despistes en que viven tantas personas, por pobreza, por exclusión social, por soledad, por permanente sentimiento trágico de la vida, por manipulación política o religiosa, por violación de sus derechos, por falta de esperanza y de oportunidades, se nos pone de  frente – como riguroso imperativo moral – volvernos con Jesùs hacia esta humanidad doliente  para ser testigos de un exquisito cuidado  - traducido en programas y acciones serios y eficaces – en los que resalte en cada uno el ser relatos de Dios y del ser humano, apasionados por el Padre y por el prójimo, como Jesùs.
De El dice hoy Pablo, en la carta a los Efesios: “Pero, gracias a Cristo Jesùs, los que en un tiempo estaban lejos, ahora están cerca, por la sangre de Cristo. Porque Cristo es nuestra paz……” (Efesios 2: 13-14). Es esto cierto y determinante en nuestros estilos de vida, en nuestras opciones y prioridades, en nuestras conductas?
En el cristianismo actual y en las múltiples iglesias que se congregan en torno a Jesùs, católica, anglicana, reformada, protestante, evangélica, ortodoxa, pentecostal, debe alentar – como clave de autenticidad – el mismo sentimiento de Jesùs: “Viò un gran gentìo y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor” (Marcos 6: 34).
De no ser asì, perderemos vigencia y fuerza significativa!

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