domingo, 5 de julio de 2015

COMUNITAS MATUTINA 5 DE JULIO DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO “A un profeta sòlo lo desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa” (Marcos 6: 4)

Lecturas:
1.   Ezequiel 2: 2 – 5
2.   Salmo 122: 1 – 4
3.   2 Corintios 12: 7 – 10
4.   Marcos 6: 1 – 6
Cuàl es la diferencia sustancial entre un profeta, apasionado por Dios y por la humanidad, comprometido plenamente con su misión, con la causa que la inspira, y un funcionario-clèrigo-pastor religioso, acomodado en un sistema anquilosado, sin vigor espiritual , reproductor de una ideología que no transforma?
Vamos a explorar la respuesta en las exigentes lecturas de este domingo, empezando por la de Marcos, en la que Jesùs experimenta el rechazo radical por parte de su propio pueblo, que lo recibe con cuestionamientos del mayor escepticismo: “ Muchos al escucharlo comentaban asombrados: De donde saca èste todo eso? Què clase de sabiduría se le ha dado? Y, què hay de los grandes milagros que realiza con sus manos? No es èste el carpintero, el hijo de Marìa, el hermano de Santiago y Josè, Judas y Simòn? No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto era para ellos un obstáculo” (Marcos 6: 2 – 3).
Sabemos bien que el evangelista Marcos hace el mayor esfuerzo posible por presentar la humanidad de Jesùs bien resaltada, para salir al paso a la afirmación de una divinidad de tal intensidad que podría opacar su condición humana. Por eso aquí vemos a un Jesùs sometido al desconocimiento e incredulidad de sus propios paisanos, que se resisten a aceptar su profecía, su misión, su ministerio, su manera de presentar a Dios y de relacionarse con las personas.
Solemos decir que nadie es profeta en su pueblo,  afirmación que parece cumplirse con rigor en la mayoría de casos. En el de Jesùs es patente, le han conocido de chico y de joven , saben quienes son sus padres y demás familiares, nunca vieron en èl nada excepcional, y ahora, al regresar a su aldea, no pueden aceptar la novedad radical de vida que viene a proponer.
Esto implica para El un inmenso dolor, sentimiento que no le producía el rechazo por parte de los dirigentes religiosos judíos, de quienes no esperaba ninguna novedad en términos de acogida del mensaje, pues ya sabìa quienes eran estos sacerdotes y maestros de la ley, totalmente instalados en su mentalidad legalista y milimétrica, igualmente asegurados por el poder de la institución que los respaldaba.
Verse desconocido por sus contemporáneos y personas de su misma condición, por la gente de su comunidad,  sì es causa de  gran desencanto y tristeza: “A un profeta sòlo lo desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa” (Marcos 6: 4), les dice Jesùs, tomado por la decepción.
Asì las cosas, hagámonos estas preguntas:
-      Còmo estamos acogiendo a Jesùs los que nos creemos suyos?
-      En medio de un mundo que se ha hecho adulto, no es nuestra fe demasiado infantil y superficial, excesivamente religiosa y poco espiritual?
-      No vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje?
-      No es extraña nuestra falta de fe en su fuerza transformadora?
-      No tenemos el riesgo de apagar su Espìritu y despreciar su profecía?
Ciertamente el núcleo del mensaje de Jesùs no reside en una reforma religiosa, ni en la implementación de nuevas normativas de tipo legal o ritual, ni en la formulación de códigos doctrinales, lo suyo es algo de una radicalidad definitiva y revolucionaria, es lo que hemos llamado a menudo – y lo seguimos haciendo con todo énfasis! – el reino de Dios y su justicia.
Esta es una nueva manera de concebir la relación de Dios con la humanidad, y de esta con El, es su implicación solidaria y misericordiosa con todos los seres humanos, es la superación del absolutismo religioso y jurídico para dar paso a la posibilidad plena del amor y de la libertad en quienes se quieran acoger a su oferta, es la paternidad de Dios revolucionando la historia y poniendo en tela de juicio todo poder, toda ley, toda esclavitud a la que con tanta frecuencia se someten los seres humanos, cosa que no pocas veces se hace utilizando a Dios como autoridad que legitima estos abusos.
Y esto es verdaderamente escandaloso y por esto es rechazado y despreciado! La genuina predicación del Evangelio conmueve las conciencias y los corazones, propone una crìtica radical de las instituciones, empezando por la religiosa, desideologiza la fe , la purifica, hace dignos  a los humillados y ofendidos, invita a rectificar las motivaciones y las prioridades existenciales, desarma la arrogancia de quienes se creen modelos de moralidad y de religiosidad, y revela la irrevocable decisión de Dios de ser un padre – madre de tiempo completo, un Dios anonadado, vaciado de sì mismo, el Dios crucificado!
Es muy similar el sentimiento de los profetas del Antiguo Testamento cuando se ven enfrentados a la incredulidad de los destinatarios de su mensaje y, màs aùn , a la infidelidad, al desacato total, al cinismo de dar la espalda a Dios y dedicarse de lleno al culto idolátrico y al estilo desordenado de vida que procede de ahì: “A hijos duros de rostro y de corazón empedernido te envìo. Les diràs: esto dice el Señor, te escuchen o no te escuchen, porque son un pueblo rebelde, y sabrán que hay un profeta en medio de ellos” (Ezequiel 2: 4 – 5).
Cuando los sacerdotes, obispos, pastores, ministros, hacen de su discurso, estilo pastoral y mensaje, un “rollo” neutro, aséptico, pobre en fuerza evangélica, es natural que no incomoden y sean aceptados por considerarse “funcionales” para un sistema al que no le conviene que sea cuestionado, pero cuando estos, desde una seriedad espiritual y evangélica de gran calado, hablan desde Dios, desde Jesùs, guiados por el Espìritu, y hacen que la Palabra penetre en la realidad, anunciando la gozosa y radical novedad allì contenida, y denuncian lo que es incompatible con esto, entonces incomodan, escandalizan, se les rechaza, se les juzga como poco cuerdos, como contrarios a la tradición religiosa, y asì vienen condenas y  esfuerzos notables por desvirtuar su ser y su quehacer.
Ahora el Papa Francisco viene diciendo cosas tan  profundas que ponen en tela de juicio muchas de las realidades de este tiempo, como las manifestadas por èl en su carta programática “Evangelii Gaudium” y hace dos semanas en la encíclica “Laudato Si” , con expresiones tan severas como esta: “La tecnología que, ligada a las finanzas, pretende ser la única solución de los problemas, de hecho suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros” (Laudato Si No. 20).
Què reacción tendrán ante estas proféticas palabras las personas y las entidades que determinan el rumbo de la política y de la economía del mundo? Seguramente ya les han producido la mayor molestia e indignación, como las causadas por Jesùs a los poderosos de su tiempo.
Siempre el profeta està llamado a ejercer su misión a tiempo y a destiempo, como quiera que esta tiene por referente esencial al mismísimo Dios, ante quien no caben manejos interesados ni apariencias que eventualmente quisieran aminorar la fuerza de la palabra: “Penetrò en mì el espíritu mientras me estaba hablando y me levantò poniéndome de pie, y oì al que me hablaba. Me decía: hijo de hombre, yo te envìo a Israel, pueblo rebelde, se rebelaron contra mì ellos y sus padres, se sublevaron contra mì hasta el dìa de hoy” (Ezequiel 2: 2 – 3).
El relato de vida de quienes viven en esta perspectiva es muy coherente con lo vivido y sentido por Jesùs : a Monseñor Romero lo asesinaron, también a muchos y muchas como èl; a Dom Helder Càmara el gobierno brasilero de esos años lo considerò un personaje subversivo y peligroso para el sistema; al obispo español Alejandro Labaka, misionero en Ecuador, le  mataron los indígenas a quienes èl servìa como pastor.
A estas personas, poseídas por el Espìritu, por la fuerza vital del Evangelio, les animò simultáneamente la conciencia del poder amoroso del Padre revelado en Jesùs y la de sus propias debilidades, como lo testimonia bellamente Pablo, máximo exponente de la dedicación profética a la causa del reino de Dios y su justicia: “Asì que muy a gusto me gloriarè de mis debilidades , para que se aloje en mì el poder de Cristo. Por eso estoy contento con las debilidades , insolencias, necesidades, persecuciones, y angustias por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12: 9 – 10).
Què extraña y escandalosa mentalidad esta de Pablo y de tantos seguidores de Jesùs, totalmente ajena para la lógica del poder y del dinero, pero afectísima para el corazón de Dios y para el de aquellos-as que viven en la sabiduría de lo esencial, no domesticados por la vanidad ni por la suficiencia, sì liberados por la eficacia salvadora y liberadora del misterio pascual de Jesucristo.

Esto se sigue rechazando por escandaloso, como en tiempos de Jesùs, pero sigue vigente para gloria de Dios y dignidad liberada  del ser humano.

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