domingo, 1 de enero de 2017

COMUNITAS MATUTINA 1 DE ENERO SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA MADRE DE DIOS



“Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón”
(Lucas 2: 19)

Lecturas:
1.   Números 6: 22 – 27
2.   Salmo 66
3.   Gálatas 4: 4 – 7
4.   Lucas 2: 13 – 20
Con esta celebración tenemos un significativo complemento de Navidad, porque su contenido se integra en la misma perspectiva del Dios a quien entendemos a partir de lo humano, como es la lógica de la encarnación, misterio en el que nuestro Dios se inserta de lleno en la condición de la humanidad, según afirmamos en la reflexión anterior.
A partir del ser humano se llega a Dios, El , para hacerse inteligible a nosotros , adopta nuestro modo de ser, realidad que es esencial en nuestra fe, lo que no es una simple estrategia de apariencia, sino una vigorosa y contundente realidad de salvación.
Así las cosas, con esta celebración se refuerza la humanidad de Jesús, afirmando la maternidad de María, en cuanto madre de este ser humano que es también divino,  ella que es el medio que hace posible la presencia histórica de la Palabra. Es posible que esto lo sepamos desde nuestra iniciación en las verdades cristianas, pero probablemente a fuerza de saberlo incurrimos en la consabida inercia de lo religioso y dejamos de asombrarnos ante la radical novedad que está contenida aquí.
Para entenderlo mejor hagamos un comentario a modo de contraste. Para las religiones de la antigüedad los dioses eran seres lejanos e inaccesibles, omnipotentes y siempre demandantes de adoración y sacrificios, con rasgos temibles que infundían en sus creyentes actitudes de miedo y angustia; en cambio, la diferencia cualitativa con el cristianismo es la total accesibilidad de Dios en este feliz acontecimiento de la encarnación,  es María el recurso humano-maternal que lo trae y lo hace presente entre nosotros. Por eso la designación hebrea del nombre Emmanuel, con el que también se llama a Jesús, el Dios-con-nosotros.
Vale la pena que los lectores sepan que la definición de María como Madre de Dios fue realizada por el Concilio de Efeso en el año 431, enseñanza que no surgió de  un asunto gratuito. Se dio en el contexto de contrarrestar las afirmaciones de Nestorio (386 – 452 ), obispo patriarca de Constantinopla, quien sostenía una total separación entre la realidad humana de Jesucristo y su realidad divina. Este tipo de pensamiento atentaba contra la manifestación plena de lo divino en lo humano, como es la fe íntegra del cristianismo, con las consecuencias en la vida práctica de una disociación total entre vida espiritual y existencia humana.
Por esta razón, el Concilio citado sale al paso de esta tendencia para afirmar que Jesús ha tenido un proceso humano, sin dejar de ser Dios, y para eso define la maternidad de María como un componente esencial de esa humanidad.
Esto, que puede parecer un malabarismo teológico de excesiva complicación, es fundamental para captar la sustancia de lo cristiano, como lo venimos afirmando, es  la manifestación plena de Dios a través de la condición humana. Esto es lo que en la Iglesia celebramos en Navidad, que encuentra su perfecto complemento en la liturgia  de este 1 de enero.
Durante mucho tiempo se ha deformado la devoción mariana, haciendo a María casi más importante que su Hijo, y atribuyéndole prerrogativas que la divinizan en exceso y le sustraen su humanidad. Es innegable el valor central que tiene ella en la configuración del cristianismo, esto mismo es lo que mueve a la Iglesia a colocarla en su justo sitio, sin minimizarla, explicitando todo el sentido de su maternidad y destacando justamente que ella sea el instrumento del que Dios se ha valido para insertar a su Hijo en la historia y en la realidad de los seres humanos.
Valgan estas consideraciones también para aportar una reflexión sobre el significado profundo de lo femenino. Recordamos aquí la expresión del fugaz pero profundo y carismático Papa Juan Pablo I, el papa de septiembre de 1978, que fue el brevísimo tiempo de su pontificado, cuando en una de sus catequesis dijo “Dios es padre pero también es madre”, que evidencia una sensibilidad particular sobre la totalidad del misterio inabarcable de Dios, en cuanto plenitud de lo humano que es femenino y es masculino simultáneamente,  en igualdad de condiciones.
El relato evangélico de hoy es muy escueto pero suficientemente elocuente para aludir a María: “Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. Pero María meditaba y conservaba todo en su corazón” (Lucas 2: 16 – 19).
Recordemos que estos no son relatos biográficos en sentido estricto sino interpretaciones teológicas de la comunidad que dio origen a este evangelio, en las que quieren destacar el acontecer de la divinidad en la humanidad de Jesús y de su entorno familiar, el de María y el de José.
Igualmente  vale la pena subrayar cómo sucede lo femenino en María, siguiendo un bonito y denso modelo propuesto por el autor de espiritualidad italiano Arturo Paoli (1912-1915), quien al  hablar de la belleza femenina la formulaba como:
-      La belleza del ser
-      La belleza de dar
-      La belleza de procrear
Esta triple dimensión se manifiesta en María, mujer que acepta incondicionalmente la invitación de Dios: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu palabra” (Lucas 1: 38), su feminidad se da totalmente a este proyecto , viviéndola como esposa de José y madre de Jesús, subrayando en su ser esa propiedad femenina del ser maternal, sin poner impedimentos ,  siendo el vaso que porta en sí misma la vida de Dios, y brindando a la humanidad la posibilidad de tenerlo entre nosotros, y uniendo a ello el encanto femenino de ser protectora de la vida, con esa cualidad que tienen ellas para experimentar con mayor profundidad el cuidado de los demás, la capacidad de abnegación, sin medir los sacrificios que esto demande, resplandeciendo igualmente en una hermosura que es de carácter espiritual, en el mejor significado  de este término.
Esta lectura evangélica de lo femenino, hecha desde el ser de María, es una propuesta de indudable valor  liberador para el ser humano de hoy, tanto el femenino como el masculino. Ambas realidades están expuestas a los problemas del machismo, del patriarcalismo, de la competencia entre ambos sexos demostrando quien puede más, de los estereotipos de mujer símbolo sexual o muñeca frágil, o sufrida matrona que carga sobre sí los excesos de sus varones, lo mismo que los modelos de hombres determinados por el poder y la conquista.
En el evangelio de Jesús surge una humanidad nueva y esperanzadora, con el sello sustancial de Dios, que hace posible hombres y mujeres que asuman su vida como don y servicio, como defensa de la vida y de la dignidad de todos los seres, como libertad ante los ídolos que asedian permanentemente, como ruptura con las esclavitudes, en la clave de las bienaventuranzas.
Esta novedosa y redimida humanidad es presentada por  la segunda lectura de este domingo, de la carta a los Gálatas, así: “Pero cuando se cumplió el plazo, Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que rescatase a los que estaban sometidos a la ley y nosotros recibiéramos la condición de hijos. Y como son hijos, Dios infundió en sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo Abba, es decir, Padre. De modo que no eres esclavo sino hijo, y si eres hijo, eres heredero por voluntad de Dios” (Gálatas 4: 4 – 7).
Esto quiere decir que la acción encarnatoria de Dios en Jesucristo involucra plenamente al ser humano y le garantiza un sentido total a su existencia, que en lenguaje teológico llamamos salvación y liberación, acontecer que no se da sólo en el momento de la muerte física, porque empieza de modo anticipado cuando la persona libremente acoge este don y entiende que al hacerlo está realizando la jugada maestra de su vida, asumida totalmente por el amor de Dios.
María juega aquí un papel esencial y protagónico. Su feminidad y su maternidad se dan sin límites para este proyecto!
Destaquemos , finalmente, otras señales que indica el texto de Lucas:
-      Jesús nace en Belén, referencia que tiene el significado de explicitar su condición de descendiente de David, lo conecta con toda la historia de Israel, el pueblo que inicia esta aventura de la fe.
-      Acuden a reconocerlo los pastores, los empobrecidos, los desconocidos y últimos de esa sociedad, gran significación que refuerza la tendencia teologal de favorecer la pequeñez: “Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado” (Lucas 2: 20). La filiación divina de Jesús se aparta de todo privilegio y se encarna en este contexto de humildad.
Terminemos el año 2016 y acojamos el 2017 con este espíritu de María, meditando y conservando todo en nuestro corazón, sin dejarnos entrampar por el vano honor del mundo, por las superficialidades a montón  que acompañan estas celebraciones, por las supersticiones y falsas promesas de felicidad que ofrecen los falsos profetas, y tengamos la osadía de dejarnos llevar, como María, por este camino del reino de Dios y su justicia, en el que tenemos garantizada una genuina humanidad con sello de eternidad.
Y todo esto, gracias a la mediación salvadora de Jesús el Cristo, el Hijo de María.

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