domingo, 19 de noviembre de 2017

COMUNITAS MATUTINA 19 DE NOVIEMBRE DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Todos ustedes son de la luz y del día. No somos de la noche ni de la oscuridad; por eso no debemos dormir como los otros, sino mantenernos despiertos y en nuestro sano juicio”
(1 Tesalonicenses 5: 5-6)

Lecturas:
  1. Proverbios 31: 10-31
  2. Salmo 127
  3. 1Tesalonicenses 5: 1-6
  4. Mateo 25: 14-30
El centro del mensaje de este domingo se condensa en la muy conocida parábola de los talentos (forma de llamar a unas monedas de oro en aquel contexto de Jesús). Para entender todo el contenido hay que mirar el capítulo 25 de Mateo en su totalidad: el domingo anterior vimos la parábola de las jóvenes necias y prudentes a propósito de sus previsiones para la llegada del novio a la fiesta de bodas, la que sigue después de los talentos es la parábola del juicio final. Es un texto muy conocido y divulgado. Mateo habla de las disposiciones para el encuentro definitivo con el Señor, la actitud de vigilancia y el compromiso de solidaridad con los pobres y abandonados, como condiciones para que ese encuentro sea pleno y bienaventurado.
No está de más recordar que no se trata de lo que sucederá en el “último momento”, su alusión es a todo el proyecto de vida de una persona que asume todo su ser y su quehacer con un compromiso serio, responsable, poniendo en juego todas sus cualidades para desarrollarse integralmente sirviendo al prójimo, ejerciendo la justicia, siendo creativa y proactiva, cimentando todo lo suyo en la honestidad, dando pleno rendimiento a todo lo recibido en clave de fraternidad y de solidaridad.
Es decir, una vida aprovechada al máximo en la perspectiva de Dios y del hermano. Son los requerimientos para la valoración decisiva de la existencia, para saber si esta se desperdició o si fue terreno fecundo para el amor.
Hay que tener cuidado con la ideología neoliberal que nos habla de hombres y mujeres exitosos, que nos señala de modo sofisticado unos indicadores del buen ser, entre los que se cuentan la belleza física, el roce social, las ganancias económicas, el talante competitivo, la obtención de títulos, la carrera de ascensos, los aplausos de la sociedad, la pertenencia a círculos de poder, la capacidad adquisitiva. Cierto tipo de teología neoconservadora identificada con una prosperidad material que sería manifestación del favor de Dios para quienes lo agrada, es muy común en algunos medios religiosos de tipo fundamentalista. El evangelio nos suministra los mejores elementos críticos para desvelar este tipo de engaños.
Resulta bien claro que esta no es la propuesta de Jesús, en el espíritu de las bienaventuranzas su oferta de sentido transita por los caminos de la pasión por la dignidad humana, de la justa reivindicación de los más pobres, de la negativa a todo tipo de carrerismo, de un tenor de vida austero, del servicio como constante en toda actuación, de la denuncia profética de esa seudoideología de felicidad superficial, del adoptar una postura definitivamente libre – con la misma libertad de Jesús – ante todas estas seducciones que van en pos de un ser humano deficiente en trascendencia, en espiritualidad, en humanismo, en ética y en moralidad.
El mundo capitalista predica como valores la eficacia, los altos rendimientos financieros, el aumento de la productividad, la competencia individualista, el tener por encima del ser, en lo suyo no hay una afirmación radical de la dignidad humana y de la justicia y del reconocimiento que a ellas se deben como esencia del modelo económico.
Muchos son los críticos de este sistema, desde papas como Juan XXIII; Pablo VI, Juan Pablo II, Francisco, que en sus encíclicas sociales han señalado las graves fisuras morales de ese ordenamiento, pasando por la intensidad profética de la Teología de la Liberación y por los análisis de pensadores como Erich Fromm con su psicoanálisis de la sociedad contemporánea, Joseph Stiglitz con su malestar en la globalización y Zygmunt Bauman con sus planteamientos sobre la sociedad y la cultura líquidas.
Cuál es , entonces, el ser humano por el que se trabaja en el Evangelio? Cuáles son los requerimientos de esa vigilancia, de esa vida lograda, a cuya atención nos llama Jesús? Imaginémonos una “eficiencia cristiana”, del Evangelio se deduce perfectamente un modelo de vida contracultural, contestatario, liberador, que anuncia otro orden de cosas, se trata de la eficiencia por el reino de Dios y su justicia, la que está totalmente referida a la solidaridad y al amor: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia porque serán satisfechos. Bienaventurados los compasivos porque Dios tendrá compasión de ellos. Bienaventurados los de corazón limpio porque verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz porque Dios los llamará hijos suyos. Bienaventurados los perseguidos por hacer lo que es justo porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5: 6-10).
Esta es la clave de comprensión de la parábola de los talentos, para que no nos llamemos a engaños. No se trata de fomentar la pobreza y la carencia de iniciativa, ni de desestimular el espíritu laborioso, justamente la intención es crear una cultura de igualdad de condiciones, en la que la productividad económica tenga su referente moral en los principios de equidad y de justicia, del aprovechamiento de los bienes de la vida para que todos se beneficien de los mismos, un dinamismo en el que deben ser simultáneos los movimientos de reducción de la concentración de riqueza en unos pocos y de concentración de pobreza en unas mayorías. Esto es pura doctrina social de la Iglesia!
La frustración de la vida, en el caso del tercer hombre: “Pero el que recibió mil fue y escondió el dinero de su jefe en un hoyo que hizo en tierra” (Mateo 25:18), y en el momento de la rendición de cuentas fue amonestado por el patrono: “Tú eres un empleado malo y perezoso, pues si sabías que cosecho donde no sembré y que recojo donde no esparcí, deberías haber llevado mi dinero al banco, y yo, al volver, habría recibido mi dinero más los intereses” (Mateo 25: 26-27), alude claramente a la existencia que no se interesó en el prójimo, al pesimismo paralizante, al no haber tomado como punto de partida el referente de las bienaventuranzas. De esto último es de lo que estamos llamados a dar cuenta ante Dios y ante la humanidad.
En el bello y clásico texto de la primera lectura, la mujer ideal que propone como modelo el libro de Proverbios capitulo 31, encontramos una síntesis de ese ideal de persona que aprovechó con inteligencia y sabiduría todos sus talentos: “Se reviste de fortaleza y con ánimo se dispone a trabajar” (v.17), “Siempre tiende la mano a los pobres y a los necesitados” (v.20), “Se reviste de fuerza y dignidad y el día de mañana no le preocupa” (v.25), “Está atenta a la marcha de su casa y jamás come lo que no ha ganado” (v. 27), “Sus hijos y su esposo la alaban y le dicen: Mujeres buenas hay muchas pero tú eres la mejor de todas” (v.29), “Los encantos son una mentira, la belleza no es más que ilusión, pero la mujer que honra al Señor es digna de alabanza” (v. 30).
Pensemos en tantas personas buenas y emprendedoras que, en medio de circunstancias adversas de sus vidas y de su entorno, se hacen líderes que promueven sus comunidades para organizarlas logrando representatividad ante las instancias de gobierno, hacen frente a los poderosos injustos y explotadores, no se amilanan ante el acoso de los violentos, desarrollan proyectos de economía comunitaria, afirman en todo la dignidad de sus gentes, dan aliento y estímulo permanentes para no bajar la guardia ante las contradicciones de la vida. Esto es cultura de solidaridad, eficiencia comunitaria, rendimiento integral de la existencia, sentido de trascendencia hacia Dios y hacia el prójimo. El proyecto de Jesús es el de una humanidad nueva en constante crecimiento de justicia y de fraternidad.
Cristianamente no podemos aceptar un sistema que rinde culto idolátrico al enriquecimiento sin justicia, que descarta a los que no producen, que pone la eficiencia como criterio dominante, que no tiene en cuenta las necesidades de todos, que genera despilfarro y destrucción de los recursos naturales, que no cuida la casa común, que le rinde culto al mercado y al consumismo. La eficiencia en clave de Jesús, el logro de la vida, el aprovechamiento de los talentos, tiene su fundamento en la dignidad del ser humano que es hijo de Dios y hermano de todos.
Las palabras de Pablo en la segunda lectura señalan con nitidez el horizonte de trascendencia al que estamos llamados para lograr una vida genuinamente aprovechada y desarrollada: “Pero ustedes, hermanos, no están en la oscuridad, para que el día del regreso del Señor los sorprenda como un ladrón. Todos ustedes son de la luz y del día. No somos de la noche ni de la oscuridad; por eso no debemos dormir como los otros, sino mantenernos despiertos y en nuestro sano juicio” (1 Tesalonicenses 5: 4-6).
Vivir en la alerta de Dios, lo que aquí llamamos vigilancia, no es estar con el temor permanente ante la muerte, ni con el miedo culpable que inculcan tantos predicadores que manipulan a su antojo el Evangelio, la jugada maestra es una vida que se dedica por completo a Dios y al prójimo en feliz simultaneidad, que sirve e impulsa las capacidades de todos, que no se arredra ante los díficiles retos de la realidad, que trabaja honestamente para servir y para ganar el sustento digno, que se empeña en el crecimiento armónico de todos los que están en su entorno, que hace de su humanidad un sacramento de la creatividad originada en el mismísimo Dios. Eso es fructificar los talentos en estilo humanista y cristiano.
Vale decir, los pies bien puestos en la tierra y la mirada en el cielo!

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