domingo, 21 de abril de 2019

COMUNITAS MATUTINA 21 DE ABRIL 2019 DOMINGO DE PASCUA 2019


“Ellos le dieron muerte colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se apareciese, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con El después de su resurrección”
(Hechos 10: 39-41)

Lecturas:
1.   Hechos 10: 34-43
2.   Salmo 117
3.   Colosenses 3: 1-4
4.   Juan 20: 1-9
Vale la pena que al comienzo de esta reflexión pascual pensemos con detenimiento en lo que NO es la resurrección de Jesús, siempre animados por esclarecer la originalidad de nuestra fe, superando los lugares comunes, las creencias supersticiosas, y el carácter insuficiente  de muchas de las presentaciones que se han hecho de estas realidades del Evangelio.
La teología que preparó el Concilio Vaticano II ,y que luego se desarrolló con esperanzadora intensidad,  ha hecho un esfuerzo destacado para desentrañar los contextos y los pre-textos del texto bíblico, aplicando los mejores instrumentos del análisis lingüístico y del método histórico-crítico para comprender cabalmente las condiciones socioculturales y religiosas de las comunidades en las que surgieron los diversos escritos  del Nuevo Testamento, aproximándose así   al significado genuino  de las palabras en las lenguas propias de la cultura bíblica, y para detectar las mentalidades teológicas y humanistas   que dieron origen a este cuerpo de testimonios de la fe.
Trabajar en estos elementos es una contribución fundamental para esclarecer el genuino significado de la fe judeocristiana, desarmando creencias que frecuentemente derivan en alienaciones religiosas y en supersticiones ,   presentando con nitidez la propuesta original y originante de la Buena Noticia. Al proceder   así,  en la Iglesia  promovemos  un cristianismo encarnado en la realidad, emancipador de esclavitudes, generador de estupendos seres humanos según el estilo del Señor Jesús, abiertos siempre a la trascendencia de Dios y del prójimo.
Para concentrarnos en un elemento esencial de nuestras convicciones creyentes – la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesucristo – este esfuerzo teológico e interpretativo nos conduce a descubrir que esa resurrección no es un hecho “histórico”. Con lo cual se quiere decir no que sea un acontecimiento irreal, sino que su realidad trasciende los límites de lo físico. Justamente en esta trascendencia está la clave de su gran realismo y la raíz de nuestra esperanza.
La resurrección de Jesús no es un hecho registrable en la historia. Al  hacer esta afirmación no estamos atentando contra la verdad fundante del cristianismo sino afirmando  que esa Pascua tiene otro ámbito de realidad: el de los testigos y testimonios que experimentaron una honda y  definitiva transformación a partir de ese acontecimiento. Los relatos evangélicos no narran el hecho de la resurrección en sí mismo. Lo que se refiere son las experiencias de creyentes – los discípulos, las comunidades cristianas primitivas – que sienten a Jesús como el Viviente[1]: “Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero El desapareció de su vista. Se dijeron uno al otro: No sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?”[2]
Gracias a estos testigos , la semilla de la fe se ha depositado en  millones de seres humanos, en las comunidades eclesiales que profesan a Jesucristo como Señor y Salvador . Así – testimonialmente – se ha dado ,  y se sigue dando , su paso por la historia humana, dando plenitud de sentido a todos aquellos que libremente acojan esta oferta que procede del mismo Dios: “El ángel dijo a las mujeres: Ustedes no teman. Sé que buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, ha resucitado, como había dicho. Acérquense a ver el lugar donde yacía. Después vayan corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por delante a Galilea. Este es mi mensaje[3]
Importa mucho recalcar este aspecto para que podamos percibir que nuestra fe en la resurrección no es la adhesión a un mito, sino a una verdad de fe ,  verdad que se experimenta en la nueva humanidad que se nos comunica en Jesús  . Así mismo, queremos reiterar que estas elaboraciones de la teología y de la interpretación bíblica no son invenciones de quienes se dedican a esta actividad, empeñados en derrumbar el edificio de las creencias tradicionales, sino el resultado de creyentes responsables y apasionadamente dedicados al estudio de la fe, para hacerla resplandecer y para hacerla significativa a las diversas mentalidades de la cultura contemporánea, sin sacrificar los elementos esenciales de su identidad. Es lo que llamamos la inculturación del Evangelio.
Una muy bella referencia testimonial la encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, que nos servirá de primera lectura durante todo este tiempo pascual.  De este texto queremos desentrañar por qué la noticia del Resucitado desató la ira y la contrariedad por parte de las autoridades judías hacia los seguidores de Jesús. Estos últimos decían: “El comunicó su palabra a los israelitas y anunció la Buena Noticia de la paz por medio de Jesús, el Mesías, que es Señor de todos. Ustedes ya conocen lo sucedido por toda la Judea, empezando por Galilea, a partir del bautismo que predicaba Juan. Cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con Espíritu Santo y poder: El pasó haciendo el bien y sanando a los poseídos del diablo, porque Dios estaba con El. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y Jerusalén. Ellos le dieron muerte colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se apareciese, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados de antemano por Dios……”[4]
Tal  anuncio tiene un carácter polémico y conflictivo, los discípulos anunciaban que ese a quien los judíos crucificaron , pretendiendo con ello sofocar  definitivamente su causa, ahora es el Viviente, ha resucitado, su proyecto sigue en pie, su predilección por los humillados y ofendidos tiene total legitimidad. Su denuncia de la hipocresía religiosa del Templo, su rechazo al fariseísmo y al fundamentalismo jurídico-ritual del judaísmo de su tiempo, su insobornable libertad para anunciar un reino de justicia y de dignidad para todos, su presentación de Dios Padre, desbordante de misericordia y de compasión, están vigentes.  La potencia de este entusiasmo pascual   permanecerá en el tiempo pasando de unas generaciones a otras y no va a permitir que una  Buena Noticia tan esperanzadora se diluya ni siquiera por las contradicciones y persecuciones, como las vividas por el mismo Jesús.
Por esto se  enardecen los ánimos de las autoridades religiosas: “Mientras hablaban al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, irritados porque instruían al pueblo anunciando la resurrección de la muerte por medio de Jesús. Los detuvieron y, como ya era tarde, los metieron en prisión hasta el día siguiente. Muchos de los que oyeron el discurso abrazaron la fe, y así la comunidad llegó a unos cinco mil[5]. Los discípulos estaban testificando, comprometiendo en ello la totalidad de sus vidas, avalando con su transformación  la resurrección de aquel hombre llamado Jesús de Nazaret, a quien las autoridades civiles y religiosas habían rechazado, excomulgado y condenado.
Al comienzo, todo pareció concluír con la crucifixión. Para el poder judío, la batalla estaba ganada. Los discípulos, desolados y con sentimiento de fracaso, desaparecieron de la escena. De entrada ,  parecía que el poder del mal , encarnado en aquellos sacerdotes y en el imperio romano tenía la razón. El crucificado era blasfemo y hereje, contrario a las tradiciones religiosas de Israel, había profanado el santo nombre de Dios pretendiendo ser su Hijo, y había acogido con notable preferencia a todos los excluídos de la religión oficial: prostitutas, pobrecía, condenados morales, publicanos. Conducta profundamente escandalosa que le hizo acreedor a la pena de muerte en la ignominia de la cruz.
Pero ahora – con emocionado gozo pascual y solidez creyente – vamos a decir  que Dios “saca la cara” por Jesús.  Con la resurrección, el Padre acredita que su misión, su palabra, sus opciones y conductas, su rechazo enfático a la religión formal sin conversión del corazón, su predilección por los últimos del mundo, sus señales milagrosas para configurar al ser humano abatido en clave de misericordia y de compasión, su despojo de todo poder y arrogancia, su condición de caminante descalzo del Reino de Dios y su justicia, tienen plena legitimidad y en ellas todos podemos  encontrar la más saludable alternativa de liberación y de salvación.
Jesús tenía razón, y no la tenían quienes lo condenaron y despreciaron su Causa. Jesús irritó a aquellas autoridades estando vivo, esto mismo acontece cuando sus seguidores, en nombre de esa libertad teologal, afirman su proyecto, lo hacen real, se comprometen con sus mismos ideales, se implican solidariamente con todos los sufrientes, denuncian el pecado y la injusticia, y anuncian que ese Reino tiene plena actualidad, que su mensaje no puede quedar secuestrado en formalidades religiosas y jurídicas, que Dios es Padre de toda la humanidad, que la misericordia y la compasión son el motor de este nuevo orden de vida.
Los discípulos, que redescubrieron en Jesús el rostro de Dios, comprendieron existencialmente que El era el Hijo, el Señor, el Camino, la Vida, la Verdad: “Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos , que no están relatadas en este libro. Estas quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de El[6]La muerte no tiene poder sobre El. Ante esto, su opción es seguir su misma ruta, comprometerse en ese seguimiento hasta la muerte y muerte de cruz, como  sucedió a la mayoría, obedeciendo a Dios, anunciando esa esperanza, aunque les costase conflictos y persecuciones.
Creer en Jesús, siguiendo a estos testigos primeros de la Pascua, es afirmar de modo contundente la validez de la Causa de Jesús, el que está Vivo para que todos vivamos gracias a El. El asunto del sentido de la vida encuentra aquí su pleno significado, no se trata de vivir de cualquier manera, llevados por una inercia rutinaria, domesticados por las costumbres sociales y religiosas, sumidos en lo anodino. Gracias a Jesús la vida es pasión de justicia y de dignidad, la fe en El no es la cómoda pertenencia a una institución prestadora de servicios religiosos, muchos de ellos penosos y anodinos. Seguir a Jesús es vivir pascualmente, aún a sabiendas de la inevitable precariedad que nos es común,
Lo esencial no es creer en Jesús, sino creer como Jesús, estar en íntima relación con Dios como El, darnos al prójimo como El, ser portadores de vida y de sentido en nombre suyo, confrontar la cultura de la muerte, no hacer del poder y de la vida cómoda unos   ídolos que hipotecan nuestra dignidad.
 Resucitados con Jesús tenemos vocación de   empeñarnos en hacer dinámica la estructura pascual de la existencia humana, en trabajar evangélicamente para que las relaciones entre todos promuevan nuevas y justas maneras de vivir, para que el cuidado de la naturaleza, la casa común que bellamente designa el Papa Francisco, sea la mesa donde todos podemos sentarnos en igualdad de condiciones, para que la vida no sea atropellada por dictaduras e ideologías deshumanizantes, para que la sociedad de consumo no sustituya la fraternidad, para que la ligereza de muchas mentalidades no arrase con la razón y la inteligencia, para que los logros de la ciencia estén al servicio de mejores posibilidades para la humanidad entera, para que nadie tenga que desplazarse de su hábitat , a marchas forzadas como sucede con tantos hermanos en esta hora de la vida: “Ví un cielo nuevo y una tierra nueva. El primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, el mar ya no existe. Ví la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, bajando del cielo, de Dios, preparada como novia que se arregla para el novio. Oí una voz potente que salía del trono: Mira la morada de Dios entre los hombres, habitará con ellos; ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos….[7]
Profesamos nuestra convicción creyente en que esta certeza se implica salvíficamente en la historia y nos remite a la eternidad de Dios, gracias al Señor Resucitado.


[1] SCHYLLEEBECKX, Edward. Jesús: la historia de un viviente. Trotta, Madrid 2005.
[2] Lucas 24: 31-32
[3] Mateo 28: 5-7
[4] Hechos 10: 36-41
[5] Hechos 4: 1-4
[6] Juan 20: 30-31
[7] Apocalipsis 20: 1-3

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