“Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este es hijo de
Abrahán, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”
(Lucas 19: 9-10)
Lecturas:
1.
Sabiduría
11: 22 a 12: 2
2.
Salmo
144
3.
2
Tesalonicenses 1: 11 a 2:2
4.
Lucas
19: 1-10
En el lenguaje cotidiano de muchas personas está presente Dios, siguiendo
unos cánones bastante consagrados social y religiosamente: gracias a Dios, si
Dios quiere, con el favor de Dios, primero Dios, si Dios y la vida me dan
licencia, son expresiones recurrentes, como algo ya sabido que no admite
cuestionamientos. Sigue siendo muy común en ambientes de nuestras sociedades
latinoamericanas, principalmente las de carácter más tradicional y conservador.
Para muchos es inadmisible entender la vida sin la referencia a ese Dios al que
se tiene como el todopoderoso, el que está por encima de todo, cuyo lugar está
“arriba en el cielo”.
Pero esas mismas personas, así formadas, se enfrentan al desencanto de las
nuevas generaciones ante esa realidad del ser superior. Sus hijos y nietos,
frecuentemente los que han tenido el beneficio de una formación universitaria, se apartan bastante de esa mentalidad y a
menudo deciden sus vidas prescindiendo de la trascendencia teologal. No pocas
veces esto da pie a conflictos, distanciamientos, preocupaciones de abuelos y
padres por la “conversión” de sus descendientes y a un rasgarse las vestiduras
al constatar el progresivo abandono de lo religioso en los individuos y en las
colectividades.[1]
Conviven con estas manifestaciones , grupos y personas que se afirman de modo
fundamentalista en sus creencias y prácticas de la religión, toman posturas
intransigentes, presumen de poseer la verdadera revelación de Dios, absolutizan
determinados modos rituales y doctrinales, y lanzan anatemas en contra de
quienes no participan de esas convicciones, a estos últimos se los juzga como
pecaminosos y desordenados. El surgimiento de los nuevos movimientos religiosos
en los últimos cuarenta años es notable en este sentido: apariciones marianas,
predicadores moralistas y absorbentes, agrupaciones religiosas que dan soporte
a los políticos más conservadores y verticales, homofobia, obsesión con la
ideología de género y con la moral sexual, manipulación de conciencias débiles
y medianamente formadas, discursos condenatorios.[2]
Estos síntomas nos conducen a verificar que hay una crisis en el lenguaje y
en el pensamiento y práctica sobre Dios, y también una fuerte tensión
dialéctica: teísmo fundamentalista pero también agnosticismo y ateísmo o
indiferencia religiosa.
Los estudiosos de la religión llaman “teísmo”
a esa referencia al Dios omnipotente, residente en las alturas, siempre lejano,
hacedor de prodigios, encubierto por un entramado religioso fuertemente
institucional y jerárquico. La primera lectura de este domingo – del libro de
la Sabiduría – nos remite a esta problemática y nos pone en trance de discernir
cómo se manifiesta Dios en nuestra vida. Tal es el objeto de una disciplina
teológica llamada teología fundamental,[3] que se
encarga de estudiar lo referente a las mediaciones de la interpretación de la
fe y, dentro de ellas, al lenguaje que la comunica, entre otros asuntos bien
importantes para desarrollar una teología saludable e inculturada.
El texto habla bellamente del ser y quehacer de Dios: “Pero te compadeces de todos
porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan.
Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste; pues si algo
odiases, no lo habrías creado…”[4].
El libro de la Sabiduría es el texto
del Antiguo Testamento más cercano al tiempo de Jesús, lo más probable es que
se haya escrito entre los años 80 a 50 antes de Cristo. Los estudiosos de este
escrito sapiencial nos dicen que su teología y espiritualidad contienen una
experiencia muy evolucionada de la fe, madurada en medio de las muchas
vicisitudes que vivió el pueblo de Israel, grandeza y decadencia, construcción
del templo – su gran referente religioso – y destrucción del mismo, exilio en
Babilonia, ruptura de la unidad del reino en dos fracciones, sucesivas
dominaciones de persas, romanos, griegos, expectativa puesta en un Mesías triunfante,
poderoso militar y religiosamente, todo esto acompañado de crisis hondas,
rupturas, desencantos. Es lo mismo que nos sucede en nuestra búsqueda de la felicidad: dónde está Dios? Por qué Dios
no me escucha? Por qué me envía esta enfermedad? Gracias Dios mío porque
acogiste mis peticiones! El devenir del ser humano se refleja muy bien en la
historia del antiguo Israel, su búsqueda de sentido, la revelación de Dios en
su historia, sus crisis y vacíos, la superación liberadora de las falsas
imágenes de Dios, la lucha con las idolatrías, la capacidad de relativizar lo
que en algún momento de su vida tuvieron como absolutos, la liberación, la
tierra prometida. [5]
El texto contiene una respuesta muy importante: el autor es consciente de
que Dios es ciento por ciento favorable al ser humano, El no nos desoye.
Pero…cómo es eso? Es Dios una super entidad dedicada a hacernos favores y a
suplir la responsabilidad histórica que tenemos para hacer frente a la vida con
coraje y entereza? Los filósofos de la religión nos dicen que si se trata de
esto último estamos hablando de El de modo “teísta”, como Dios milagrero,
portentosa máquina de hacer favores, Dios mágico que altera las leyes de la
naturaleza y el dinamismo de la historia.
Pero no es así: el genuino Dios nos
hace responsables de nosotros mismos, del prójimo, de la realidad histórica, y
nos propone que nos hagamos cargo de ella[6], que
tomemos la rienda de todo, El sí nos suministra su propio ser – que llamamos
gracia en la tradición cristiana – y nos capacita para la gran faena
existencial pero no sustituye nuestra tarea de vivir con sentido. Esto es lo
que propone el libro de la Sabiduría[7]: a Dios
rogando y con el mazo dando, como reza la sabiduría popular.
Sobre esta indispensable superación del lenguaje “teísta” nos encontramos
con la realidad humana e histórica de Jesús de Nazareth, Dios se ha dicho a sí
mismo – y se sigue diciendo! – de modo humano, cercano, real, histórico,
existencial. Jesús es la plena definición de lo divino y de lo humano. Hoy se
nos presenta en el texto de Lucas resignificando la humanidad de un hombre
llamado Zaqueo, mal visto por sus coterráneos porque era un desalmado cobrador
de impuestos al servicio de los romanos.
La narración nos enseña que el Padre
Dios es siempre compasivo, siempre saliendo al encuentro de los suyos – que
somos todos! – y construyendo con ellos una relación nueva de amor. El ama
entrañablemente todo lo que existe porque su aliento vital está en todo. Jesús
camina-asciende hacia Jerusalén y va realizando señales de vitalidad teologal,
la de Zaqueo es una muy elocuente, entra a la vida de este hombre y lo seduce
para que revise su estilo de acumulación desmedida de dinero, su injusticia con
los pobres. Dios acontece en Zaqueo a través de la humanidad-divinidad
salvadora de Jesús.
A este llamado Zaqueo responde con
generosidad, se da cuenta de su historia egoísta y asume un nuevo horizonte
existencial, el del Reino de Dios y su justicia: “Cuando Jesús llegó a aquel
sitio, alzó la vista y le dijo: Zaqueo, baja pronto, conviene que hoy me quede
yo en tu casa. Se apresuró a bajar y lo recibió con alegría. Al verlo todos
murmuraban: ha ido a hospedarse en casa de un pecador. Zaqueo, puesto en pie,
dijo al Señor: Voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres; y , si en algo
defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más”. [8]
La fuerza de Dios suscita seres humanos nuevos, libres de ataduras,
totalmente dispuestos para la projimidad, la justicia y la solidaridad. El no
es refugio de gentes timoratas y rezanderas,
sino gestor de hombres y mujeres que emprenden con seriedad la aventura de ser
hijos y hermanos, como Jesús que es la significación salvífica por excelencia.
Zaqueo ha sido esclavo de su ego acumulador desmedido de dinero y opresor de
los pobres, tomado por Jesús se deja confrontar y renuncia a su pasado
“capitalista” para tornarse un actor responsable de la nueva justicia: “Hoy
ha llegado la salvación a esta casa, porque también este es hijo de Abrahán,
pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.[9]
Para el judaísmo de ese tiempo el perdón era cuestión de purificarse en el
Templo mediante rituales hechos con la mediación del sacerdote, era una
formalidad litúrgica. Para Jesús esta iniciativa de perdón acontece por medio
de su humanidad – el Hijo del hombre se lo llama en los evangelios -, con ese
perdón se da la liberación total de lo que oprime al ser humano. Aquí entran,
para ser sanados y liberados, los egoísmos de todo tipo, las indiferencias, los
intereses mezquinos, la injusticia social, el desenfreno con el dinero y con el
poder, las afrentas a la dignidad humana. La actitud de Jesús es la que produce
la conversión que se realiza en la libertad. Y así, Zaqueo se convierte en
prototipo de discípulo, asumido por la nueva humanidad que le transmite Jesús. [10]
El Dios que nos transmite el libro de la Sabiduría es un Dios que opta
prioritariamente por el ser humano, no le retira su responsabilidad histórica,
lo ama y se esmera en su cuidado pero lo lanza a la gran aventura de ser el
protagonista de su libertad y de su significado trascendente, no se comporta
mágicamente, no es un Dios tapahuecos ni de consuelos ocasionales, lo suyo es
ser forjador de hombres y mujeres libres.
Vale decir que muchas afirmaciones de ateísmo o, por lo menos, de
agnosticismo, surgen de esas imágenes deficientes de un Dios que subestima lo
humano y lo minimiza, haciendo personas sumisas, serviles, temerosas de una
vida en riesgo y aventura.[11] De este
Dios tenemos que ser ateos para entrar en el Dios que se inserta en nuestra
historia para hacernos agentes de la misma y trabajadores infatigables de la
libertad, porque un genuino creyente es un ser emancipado, que se sabe referido
a ese Totalmente Otro, como el nuevo Zaqueo, pero con polo a tierra para gestar
su nueva humanidad juntamente con la de sus prójimos.
Señal distintiva de esta novedad es la invitación que hace Jesús a Zaqueo
para que tome como propia la causa de los pobres, para que reivindique en
justicia su dignidad y les retribuya con creces lo que les ha quitado con el
impuesto usurero e implacable. Afirmar esa dignidad es la nota que caracteriza
este nuevo ser humano que ahora narra en su proyecto de vida al Dios liberador
de toda esclavitud.
A él se aplican estas palabras de Pablo: “Rogamos en todo tiempo por
ustedes con este fin: que nuestro Dios los haga dignos de la vocación y lleve a
término con su poder todo su deseo de hacer el bien y la actividad de la fe. De
este modo, el nombre de nuestro Señor Jesús será honrado gracias a ustedes, y
ustedes gracias a él, conforme al don gratuito concedido por nuestro Dios y el
Señor Jesucristo”. [12]
[1] GONZALEZ CARVAJAL, Luis. El malestar
religioso de nuestra cultura. San Pablo. Madrid, 1999. KUNG, Hans. Existe Dios?
Ediciones Cristiandad. Madrid, 1983.
[2]
MARDONES, José María. Para comprender las nuevas formas de la religión. Verbo
Divino. Estella (Navarra, España), 1998.
[3]
GONZALEZ, Antonio. Teología de la
praxis evangélica: ensayo de teología fundamental. Sal Terrae. Santander
(España), 2007.RATZINGER, Joseph. Introducción al cristianismo. Sígueme.
Salamanca, 2001. TORNOS, Andrés. Cuando hoy vivimos la fe: teología para tiempos
difíciles. San Pablo. Madrid, 1995. LIBANIO, Joao Batista. Teología de la fe.
Ediciones Dabar. México, 2003.
[4]
Sabiduría 11: 23-24.
[5]
BAENA, Gustavo. Fenomenología de la Revelación. Verbo Divino. Estella (Navarra,
España), 2012. JOHNSON, Elizabeth A. La búsqueda del Dios vivo: trazar las
fronteras de la teología de Dios. Sal Terrae. Santander (España), 2008.
[6]
ELLACURIA , Ignacio. Filosofía de la
realidad histórica. UCA editores. San Salvador, 1995.
[7]
MORLA, Víctor. Libros sapienciales y
otros escritos. Verbo Divino. Estella (Navarra, España), 2015. VILCHEZ LINDEZ,
José. Sabiduría. Estella (Navarra, España), 2010. DORE, Daniel . El libro de la
Sabiduría. Verbo Divino. Estella (Navarra, España), 1987. MESTERS, Carlos. La
sabiduría del pueblo. Verbo Divino. Estella (Navarra, España), 1999.
[8]
Lucas 19: 5-8
[9] Lucas 19: 9-10.
[10]
GONZALEZ FAUS, José Ignacio. La humanidad nueva: ensayo de cristología. Sal
Terrae. Santander (España), 1999.
[11]
ARIAS, Juan. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 1976. TORRALBA,
Francesc. Los maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche, Freud. Fragmenta
editorial. Barcelona, 2013.
[12] 2
Tesalonicenses 1: 11-12
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