domingo, 10 de mayo de 2020

COMUNITAS MATUTINA 10 DE MAYO DOMINGO V DE PASCUA


“Le dijo Tomás, Señor, no sabemos a dónde vas; cómo podemos saber el camino? Respondió Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”
(Juan 14: 5-6)
Lecturas:
1.   Hechos 6: 1-7
2.   Salmo 32: 1-5 y 18-19
3.   1 Pedro 2: 4-9
4.   Juan 14: 1-12
Nos ayuda mucho, por aquello del contexto y pretexto de los textos bíblicos, saber que las lecturas que la  Iglesia  propone en estos domingos de Pascua surgen del dinamismo de la Iglesia naciente, del movimiento de las comunidades primitivas, y también de los temores e inseguridades que experimentaban los discípulos ante el ambiente social y religioso que les era francamente hostil.
 El poder político romano  los veìa como potenciales subversivos y agitadores en el mundo de los pobres,[1] la lógica griega de la razón   los tenía por insensatos al depositar toda su confianza en un crucificado, que en esa óptica era un fracasado,  y la rigidez religiosa  de los judíos  no aceptaba que se mantuviera vigente el ideal de aquel a quienes ellos habían llevado a la muerte, por juzgarlo contrario a sus tradiciones.
El evangelista Juan pone en boca de Jesùs la vivencia pascual de esas comunidades, que entre desconcierto y esperanza van surgiendo: “No se angustien ustedes. Crean en Dios: crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, no les habría dicho que voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los tomaré conmigo, para que donde esté yo, estén también ustedes” . [2]
Las palabras de Jesùs en este evangelio se orientan a alentar la esperanza de sus seguidores, cuando toman en serio todas las implicaciones de seguir su camino, dentro del que necesariamente surgen el conflicto, la crisis, la incomprensión, como consecuencia de vivir proféticamente y de confrontar  la injusticia, que unos ejercen sobre otros, como ha sucedido a tantos en estos largos  siglos de historia cristiana.[3]
Por su parte, la primera carta de Pedro recuerda las numerosas persecuciones vividas por la Iglesia Apostólica y, consciente de esto, les llama la atención sobre la inmensa dignidad que se les ha conferido al identificarse tan señaladamente con el Señor Jesús y con su cruz: “Pero ustedes son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de Dios, que los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz admirable”. [4]
La  glorificación en la perspectiva de Dios, como en el caso de Jesús, no se obtiene según el vano honor del mundo, con privilegios, reconocimientos, aplausos, encumbramientos. El ha llegado a la gloria a través de la cruz, su corona es fruto de la donación cruenta de su vida, de su empequeñecimiento en el amor, lo que Pablo llama kenosis-anonadamiento, desproveerse de toda arrogancia y libre renuncia a las prebendas del poder.[5]
Quien toma en serio la fidelidad a la conciencia, el carácter insobornable de la misma, la rectitud ética, el rechazo frontal al vano honor del mundo y a los poderes que oprimen a la humanidad, se expone a ser perseguido, humillado y ofendido, como lo fue Jesús. Abundan en la historia casos de hombres y mujeres así, “genios éticos”, personas que no temen a la posibilidad de consecuencias trágicas por creer y vivir de esa manera.[6]
Cómo se encara esto en clave del seguimiento de Jesús? A esto  tratan de responder las  vivencias de los primeros cristianos cuando sus dramas son desvelados pascualmente, y cuando al temor sucede  la certeza del Viviente inspirando sus decisiones y  conductas, con la feliz consecuencia de  la valentía apostólica que convida a muchos a hacer parte de su proyecto: “El mensaje de Dios iba extendiéndose, y el número de los creyentes aumentaba mucho en Jerusalén. Incluso muchos sacerdotes judíos aceptaban la fe” . [7] Para estos cristianos primitivos la  relación con Jesús es eminentemente esperanzadora,  garantía de confianza,  él  mismo lo afirma cuando responde al desconcierto de Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre. Si ustedes me conocen a mí, también conocerán a mi Padre; y ya lo conocen desde ahora, pues lo han estado viendo” . [8]
La valentía de hombres y mujeres  de la Iglesia Apostólica – los primeros discípulos – no proviene de ideologías, es fruto de su experiencia del Resucitado. Esto mismo sucede cuando, en circunstancias extremas de dramatismo y persecución, muchos van al martirio como testimonio supremo de la fe. No son solamente heroísmos individuales, son denuncias de las componendas del poder, de las corruptelas que lo invaden, de las maquinaciones de los impíos en contra de la humanidad.
Las palabras del evangelio de este domingo provienen  de la última cena de Jesús con sus discípulos, cuando la realidad les es bien sombría: anuncia la negación de Pedro, la traición de Judas, el conflicto que está a punto de llegar a la máxima contradicción con los dirigentes judíos, el anuncio de su partida. Podemos  imaginar un cuadro más desolador? A esto responde el Señor con su declaración de ser camino, verdad, y vida.
Jesús es modelo antropológico y teológico para el ser humano, su propuesta no es para concluir en una adhesión piadosa, de religiosidad individual. Bien dicho, es una nueva humanidad que Dios propone para superar la ambigüedad, la posibilidad de fracaso, el egoísmo, contenidos en tantos modelos de humanidad seducidos por el poder , las riquezas, el culto a sí mismo, el brillo individual. [9]
-      Jesús es CAMINO que empieza y concluye en Dios, así como El es el modelo del  ser humano pleno y realizado, que ha recorrido el sendero de la cruz y de la ignominia, siguiendo aquello de “que nadie tiene mayor que el que es capaz de dar la vida por sus amigos” .[10] El gran indicador de este nuevo modo de humanidad es la capacidad de dar la propia vida para que muchos la tengan en abundancia. Por vida entendemos justicia, libertad, dignidad, trascendencia, plenitud definitiva de la vida en Dios. Jesús es un proyecto de vida plenamente capaz de llenar los ideales del hombre-mujer que lo quiera tomar.[11]
-      Jesús es VERDAD por ser  fiel a su conciencia, porque ha llegado a ser lo que tenía que ser, porque hace presente a Dios que es su verdadero ser. Si nosotros, seres humanos, descubrimos que Dios está identificado con nosotros, ya lo somos todo, como Jesús. En él logramos la plenitud de nuestro ser.
-      Jesús es VIDA porque en él ha sido comunicada la vida misma de Dios: “Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.”. [12]
Tal vivencia  nos conecta con apasionantes historias de hombres y mujeres creyentes que han vivido situaciones límite, aparentemente sin salída,  de las que han surgido conscientes de la vida de Dios actuando en ellos ,  con su  humanidad resignificada por el Espíritu. Como las que viven en estos tiempos de pandemia tantas personas heroicas, cuyo ideal de servir a sus semejantes no tiene tregua.
Ahora, cuando hacemos memoria de la segunda guerra mundial, en el aniversario 75 de su final,   les proponemos hoy la de Dietrich Bonhoeffer,[13]  alemán, miembro de la Iglesia Evangélica Luterana de su país, pastor de la misma y teólogo, vivió en medio de  la tiranía de Adolfo Hitler, con su patético régimen de muerte. Este hombre, como consecuencia de la seriedad con la que tomó su fe cristiana, participó activamente de la resistencia contra el nazismo,  por esto fue llevado a un campo de concentración y ejecutado el 9 de abril de 1945, unos días antes del final de la  guerra. Su amigo Eberhard Bethge coleccionó sus cartas y escritos en el cautiverio en un bello texto que se llama “Resistencia y sumisión”, en el que transparenta la solidez de sus convicciones cristianas, que también inspiraron su condición de ciudadano alemán, empeñado en una sociedad libre y respetuosa de la vida y de la dignidad humana.[14]
Jesús es camino, verdad y vida, porque llena de sentido la existencia del ser humano, porque glorifica su existencia en medio de la cruz y del sufrimiento, porque lo redime y lo hace definitivo. Muchos, como Bonhoeffer, han hallado su gloria en la identificación con Jesús, porque han inscrito su humanidad en la de él, que es, al unísono, divinidad.




[1] Hernando Guevara. Ambiente político del pueblo judío en tiempos de Jesús. Cristiandad. Madrid, 1977; John Dominic Crossan. El nacimiento del cristianismo: qué sucedió en los años inmediatamente posteriores a la ejecución de Jesús. Sal Terrae. Santander (España), 2002. Romano Penna. Ambiente histórico-cultural de los orígenes del cristianismo. Desclée de Brower. Bilbao, 1999.
[2] Juan 14: 1-3. Las palabras que el evangelio de Juan pone en boca de Jesús son expresiones de ánimo para los primeros seguidores suyos, con el fin de fortalecerlos en medio de las numerosas contradicciones y conflictos a los que se vieron expuestos. Ser discípulos del crucificado era causa de persecución.
[3] Andrea Riccardi. El siglo de los mártires. Plaza & Janés. Barcelona 2010. Este interesante libro hace un seguimiento al martirio de los cristianos en los diferentes regímenes totalitarios del siglo XX, en todos los continentes.
[4] 1 Pedro 2: 9
[5] John P. Meier. Un judío marginal: nueva visión del Jesús histórico. Verbo Divino. Estella (Navarra España), 2001. Es una obra monumental en 5 volúmenes.
[6] William Luypen. Fenomenología existencial. Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1970. El autor utiliza la expresión “genio ético” para referirse a seres humanos que hacen huella en la historia por su rectitud moral, convirtiéndose en referente para muchos, del tipo de Nelson Mandela, Martin Luther King, Diógenes, Tomás Moro.
[7] Hechos 6: 7
[8] Juan 14: 6-7
[9] José María Castillo. La humanidad de Jesús. Trotta. Madrid, 2016.
[10] Juan 15: 13
[11] José Ignacio González Faus. Otro mundo es posible…..desde Jesús. Sal Terrae. Santander (España), 2010.
[12] Juan 14: 11
[13] 1906-1945
[14] Dietrich Bonhoeffer. Resistencia y sumisión: cartas y apuntes desde el cautiverio. Edición de Eberhard Betge. Sigueme. Salamanca, 2008.

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