“Le dijo Tomás, Señor,
no sabemos a dónde vas; cómo podemos saber el camino? Respondió Jesús: Yo soy
el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”
(Juan
14: 5-6)
Lecturas:
1.
Hechos 6: 1-7
2.
Salmo 32: 1-5 y 18-19
3.
1 Pedro 2: 4-9
4.
Juan 14: 1-12
Nos ayuda mucho, por
aquello del contexto y pretexto de los textos bíblicos, saber que las lecturas
que la Iglesia propone en estos domingos de Pascua surgen
del dinamismo de la Iglesia naciente, del movimiento de las comunidades
primitivas, y también de los temores e inseguridades que experimentaban los
discípulos ante el ambiente social y religioso que les era francamente hostil.
El poder político romano los veìa como potenciales subversivos y
agitadores en el mundo de los pobres,[1] la
lógica griega de la razón los tenía por insensatos al depositar toda su
confianza en un crucificado, que en esa óptica era un fracasado, y la rigidez religiosa de los judíos no aceptaba que se mantuviera vigente el ideal
de aquel a quienes ellos habían llevado a la muerte, por juzgarlo contrario a
sus tradiciones.
El evangelista Juan
pone en boca de Jesùs la vivencia pascual de esas comunidades, que entre
desconcierto y esperanza van surgiendo: “No se angustien ustedes. Crean en Dios:
crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, no les
habría dicho que voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya
preparado un lugar, volveré y los tomaré conmigo, para que donde esté yo, estén
también ustedes” . [2]
Las palabras de Jesùs
en este evangelio se orientan a alentar la esperanza de sus seguidores, cuando
toman en serio todas las implicaciones de seguir su camino, dentro del que
necesariamente surgen el conflicto, la crisis, la incomprensión, como
consecuencia de vivir proféticamente y de confrontar la injusticia, que unos ejercen sobre otros,
como ha sucedido a tantos en estos largos siglos de historia cristiana.[3]
Por su parte, la
primera carta de Pedro recuerda las numerosas persecuciones vividas por la
Iglesia Apostólica y, consciente de esto, les llama la atención sobre la
inmensa dignidad que se les ha conferido al identificarse tan señaladamente con
el Señor Jesús y con su cruz: “Pero ustedes son una familia escogida, un
sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios.
Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de Dios, que los llamó a
salir de la oscuridad para entrar en su luz admirable”. [4]
La glorificación en la perspectiva de Dios, como
en el caso de Jesús, no se obtiene según el vano honor del mundo, con
privilegios, reconocimientos, aplausos, encumbramientos. El ha llegado a la
gloria a través de la cruz, su corona es fruto de la donación cruenta de su
vida, de su empequeñecimiento en el amor, lo que Pablo llama kenosis-anonadamiento,
desproveerse de toda arrogancia y libre renuncia a las prebendas del poder.[5]
Quien toma en serio la
fidelidad a la conciencia, el carácter insobornable de la misma, la rectitud
ética, el rechazo frontal al vano honor del mundo y a los poderes que oprimen a
la humanidad, se expone a ser perseguido, humillado y ofendido, como lo fue
Jesús. Abundan en la historia casos de hombres y mujeres así, “genios éticos”,
personas que no temen a la posibilidad de consecuencias trágicas por creer y
vivir de esa manera.[6]
Cómo se encara esto en
clave del seguimiento de Jesús? A esto
tratan de responder las vivencias
de los primeros cristianos cuando sus dramas son desvelados pascualmente, y
cuando al temor sucede la certeza del Viviente
inspirando sus decisiones y conductas,
con la feliz consecuencia de la valentía
apostólica que convida a muchos a hacer parte de su proyecto: “El
mensaje de Dios iba extendiéndose, y el número de los creyentes aumentaba mucho
en Jerusalén. Incluso muchos sacerdotes judíos aceptaban la fe” . [7] Para
estos cristianos primitivos la relación
con Jesús es eminentemente esperanzadora, garantía de confianza, él mismo lo afirma cuando responde al
desconcierto de Tomás: “Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Solamente por mí se puede llegar al Padre. Si ustedes me conocen a mí, también
conocerán a mi Padre; y ya lo conocen desde ahora, pues lo han estado viendo”
. [8]
La valentía de hombres
y mujeres de la Iglesia Apostólica – los
primeros discípulos – no proviene de ideologías, es fruto de su experiencia del
Resucitado. Esto mismo sucede cuando, en circunstancias extremas de dramatismo
y persecución, muchos van al martirio como testimonio supremo de la fe. No son
solamente heroísmos individuales, son denuncias de las componendas del poder,
de las corruptelas que lo invaden, de las maquinaciones de los impíos en contra
de la humanidad.
Las palabras del
evangelio de este domingo provienen de
la última cena de Jesús con sus discípulos, cuando la realidad les es bien
sombría: anuncia la negación de Pedro, la traición de Judas, el conflicto que
está a punto de llegar a la máxima contradicción con los dirigentes judíos, el
anuncio de su partida. Podemos imaginar
un cuadro más desolador? A esto responde el Señor con su declaración de ser
camino, verdad, y vida.
Jesús es modelo
antropológico y teológico para el ser humano, su propuesta no es para concluir
en una adhesión piadosa, de religiosidad individual. Bien dicho, es una nueva
humanidad que Dios propone para superar la ambigüedad, la posibilidad de
fracaso, el egoísmo, contenidos en tantos modelos de humanidad seducidos por el
poder , las riquezas, el culto a sí mismo, el brillo individual. [9]
-
Jesús es CAMINO que empieza y concluye
en Dios, así como El es el modelo del ser humano pleno y realizado, que ha recorrido
el sendero de la cruz y de la ignominia, siguiendo aquello de “que
nadie tiene mayor que el que es capaz de dar la vida por sus amigos” .[10] El gran indicador de
este nuevo modo de humanidad es la capacidad de dar la propia vida para que
muchos la tengan en abundancia. Por vida entendemos justicia, libertad,
dignidad, trascendencia, plenitud definitiva de la vida en Dios. Jesús es un proyecto
de vida plenamente capaz de llenar los ideales del hombre-mujer que lo quiera
tomar.[11]
-
Jesús es VERDAD por ser fiel a su conciencia, porque ha llegado a ser
lo que tenía que ser, porque hace presente a Dios que es su verdadero ser. Si
nosotros, seres humanos, descubrimos que Dios está identificado con nosotros,
ya lo somos todo, como Jesús. En él logramos la plenitud de nuestro ser.
-
Jesús es VIDA porque en él ha sido
comunicada la vida misma de Dios: “Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre
está en mí.”. [12]
Tal vivencia nos conecta con apasionantes historias de
hombres y mujeres creyentes que han vivido situaciones límite, aparentemente
sin salída, de las que han surgido
conscientes de la vida de Dios actuando en ellos , con su
humanidad resignificada por el Espíritu. Como las que viven en estos
tiempos de pandemia tantas personas heroicas, cuyo ideal de servir a sus
semejantes no tiene tregua.
Ahora, cuando hacemos
memoria de la segunda guerra mundial, en el aniversario 75 de su final, les
proponemos hoy la de Dietrich Bonhoeffer,[13] alemán, miembro de la Iglesia Evangélica
Luterana de su país, pastor de la misma y teólogo, vivió en medio de la tiranía de Adolfo Hitler, con su patético
régimen de muerte. Este hombre, como consecuencia de la seriedad con la que
tomó su fe cristiana, participó activamente de la resistencia contra el
nazismo, por esto fue llevado a un campo
de concentración y ejecutado el 9 de abril de 1945, unos días antes del final
de la guerra. Su amigo Eberhard Bethge
coleccionó sus cartas y escritos en el cautiverio en un bello texto que se
llama “Resistencia y sumisión”, en el que transparenta la solidez de sus
convicciones cristianas, que también inspiraron su condición de ciudadano
alemán, empeñado en una sociedad libre y respetuosa de la vida y de la dignidad
humana.[14]
Jesús es camino, verdad
y vida, porque llena de sentido la existencia del ser humano, porque glorifica
su existencia en medio de la cruz y del sufrimiento, porque lo redime y lo hace
definitivo. Muchos, como Bonhoeffer, han hallado su gloria en la identificación
con Jesús, porque han inscrito su humanidad en la de él, que es, al unísono,
divinidad.
[1]
Hernando Guevara. Ambiente
político del pueblo judío en tiempos de Jesús. Cristiandad. Madrid, 1977;
John Dominic Crossan. El nacimiento del cristianismo: qué sucedió en los
años inmediatamente posteriores a la ejecución de Jesús. Sal Terrae.
Santander (España), 2002. Romano Penna. Ambiente histórico-cultural de los
orígenes del cristianismo. Desclée de Brower. Bilbao, 1999.
[2]
Juan 14: 1-3. Las palabras que el
evangelio de Juan pone en boca de Jesús son expresiones de ánimo para los
primeros seguidores suyos, con el fin de fortalecerlos en medio de las
numerosas contradicciones y conflictos a los que se vieron expuestos. Ser
discípulos del crucificado era causa de persecución.
[3]
Andrea Riccardi. El siglo de los
mártires. Plaza & Janés. Barcelona 2010. Este interesante libro hace un
seguimiento al martirio de los cristianos en los diferentes regímenes
totalitarios del siglo XX, en todos los continentes.
[4] 1 Pedro 2: 9
[5]
John P. Meier. Un judío marginal:
nueva visión del Jesús histórico. Verbo Divino. Estella (Navarra España),
2001. Es una obra monumental en 5 volúmenes.
[6]
William Luypen. Fenomenología
existencial. Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1970. El autor utiliza la
expresión “genio ético” para referirse a seres humanos que hacen huella en la
historia por su rectitud moral, convirtiéndose en referente para muchos, del
tipo de Nelson Mandela, Martin Luther King, Diógenes, Tomás Moro.
[7] Hechos 6: 7
[8] Juan 14: 6-7
[9]
José María Castillo. La humanidad
de Jesús. Trotta. Madrid, 2016.
[10] Juan 15: 13
[11]
José Ignacio González Faus. Otro
mundo es posible…..desde Jesús. Sal Terrae. Santander (España), 2010.
[12] Juan 14: 11
[13] 1906-1945
[14]
Dietrich Bonhoeffer. Resistencia
y sumisión: cartas y apuntes desde el cautiverio. Edición de Eberhard
Betge. Sigueme. Salamanca, 2008.
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