domingo, 11 de octubre de 2020

COMUNITAS MATUTINA 11 DE OCTUBRE 2020 DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Prepara Yahvé para todos los pueblos en este monte un convite de manjares enjundiosos, un convite de vinos generosos: manjares sustanciosos y gustosos, vinos generosos, con solera”

(Isaías 25: 6)



Lecturas:

  1. Isaías 25: 6-10

  2. Salmo 22: 1-6

  3. Filipenses 4: 12-14 y 19-20

  4. Mateo 22: 1-14

La opción preferencial de Dios es el ser humano, lo definitivo para El es hacer de nosotros personas plenamente realizadas, llenas de sentido de la vida, felices. Lo que solemos llamar salvación no es un asunto que se reduce a “la otra vida”, como es la creencia común y como lo suele presentar una catequesis incompleta , desentendida de la integralidad de dimensiones que componen nuestra humanidad. Dios está empeñado en que nada de lo nuestro se pierda y fracase. El está siempre apasionadamente enamorado de nosotros y deseoso de que logremos la anhelada plenitud. 1 Este es el Dios que se nos revela a través del Señor Jesús: “Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor; y el que se mantiene en el amor se mantiene en Dios y Dios en él”. 2

El salmo 22 y Filipenses, de las lecturas de este domingo, ponen de relieve el cuidado y la protección de Dios hacia la humanidad: “Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar. Me conduce a fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas” ,3 y Pablo comunica a los cristianos de Filipos el testimonio de la compañía divina en su vida y el deseo de que esta se extienda a toda la comunidad: “Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre, a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo con Aquel que me da fuerzas” . 4

Dios se manifiesta como sólo El lo sabe hacer : salvando, liberando, dando vida, manteniendo en sus creaturas el dinamismo de su vitalidad, todo esto con la connotación de universalidad, tal deseo teologal quiere ser para todos los seres humanos, don ofrecido a la libertad de cada persona, no se impone ni violenta autonomías. Por esta razón es imperativo revisar con seriedad crítica las falsas imágenes de Dios,5 proyecciones de nosotros mismos cuando damos rienda suelta a imaginarios distorsionados que no son otra cosa que evidencias de las propias frustraciones no asumidas ni superadas. Tomar a Dios como recurso para justificar injusticias, sufrimientos, males, es manipularlo y usarlo antojadizamente, desconociendo la desbordante generosidad de su amor.

El relato de Mateo – otra parábola como las de los domingos anteriores – comparte ese horizonte de acogida universal, pero se encuentra con el rechazo violento de tal iniciativa, expresado en la parábola del banquete nupcial: “Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero estos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, con este encargo: Digan a los invitados, miren , mi banquete está preparado. Ya han sido matados mis novillos y animales cebados, y todo está a punto. Vengan a la boda. Pero ellos no hicieron caso y se fueron: el uno a su campo, el otro a su negocio, y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron” . 6

Jesús critica con alto rigor la resistencia de los jefes judíos para acoger el don que el Padre Dios les está ofreciendo. El texto de Mateo es redactado dentro de una comunidad de judíos que empezaban a convertirse al naciente cristianismo, mirados con rabia y prevención por sus antiguos correligionarios. Por eso, el evangelista es tan insistente en afirmar la crítica que surge de Jesús y, con ello, el advenimiento de una lógica religiosa que no es la del culto formal y externo sino la de la vida que se orienta desde Dios hacia el prójimo.7

Ante tan rotunda negativa, el rey ordena a su servidores que vayan a todos los lugares, sin contemplar categorías ni disposiciones morales, llamada universal que supera todas las diferencias humanas y reúne a todos en un mismo banquete. Es una voluntad salvadora, ilimitada, que aprovecha la hostilidad de unos – alusión a los judíos, especialmente a sus dirigentes – para manifestarse con esas características de incondicionalidad y de abundancia.

Pero en la segunda parte (versículos 11 a 14) hay un cambio brusco: haber entrado no confiere el derecho automático a permanecer, para participar plenamente en los beneficios del banquete es preciso aceptar el don de la fe, la invitación que hace Jesús en nombre del Padre, el deseo deliberado de seguirle con todas sus implicaciones. Este es el contenido del “vestido de fiesta” que refiere el evangelista: uno de los presentes no ha sido capaz de asumir el compromiso ético implicado en la llamada. Es el misterio eterno de la libertad, la capacidad de decidir si se acepta o se rechaza la oferta liberadora de Dios. El se propone, no se impone.

Recordemos que los relatos evangélicos son escritos mucho tiempo después de los sucesos históricos de Jesús, surgidos en unas comunidades que se enfrentan a incomprensiones y contradicciones por parte de los judíos intransigentes que siguen viendo a Jesús y a sus seguidores como un peligro para la estabilidad de su religión y de su ordenamiento social.

Esa manifestación de dureza va directamente a la cerrazón de los judíos, a ellos reta con la invitación: “Vayan, pues, a los cruces de los caminos e inviten a la boda a cuantos encuentren. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales” 8. Lo que quiere decir Jesús es que los creyentes, las personas religiosas, en este caso los judíos de tradición, se niegan a aceptar la invitación, mientras que los paganos9 sí lo hacen. Este asunto es reiterado en la predicación de Jesús, con sus connotaciones de crítica a la no conversión de quienes se dicen primeros observantes de la ley y los profetas. La parábola es una interpretación del conflicto que tenía la comunidad de Mateo con las autoridades judías.

Llegan todos, buenos y malos, no hay distinciones morales pero, una vez en el banquete, hay que asumir la lógica del reino de Dios y su justicia. En el lenguaje de Jesús hay siempre una combinación de exigencia y de misericordia, seguir su camino es incluyente, lo suyo no parte de un moralismo rígido, solidario con el pecador no con el pecado, se compadece profundamente de las debilidades humanas, mira el trasfondo humilde de quien quiere dejarse seducir por su propuesta, pero al mismo tiempo demanda seriedad y compromiso en el seguimiento.

Por otra parte, el texto de Isaías – primera lectura – es de notable belleza teológica, el profeta está hablando a un pueblo que vive la peor crisis de su historia, lo hace con una visión muy lúcida y esperanzadora, seductora oferta para un pueblo sumido en la miseria y el desencanto. El intento de Isaías es que el pueblo supere la dura prueba, con la certeza de que Dios salva y consuela a todos: “Enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de todos los rostros, y acabará con el oprobio de su pueblo en toda la superficie del país” . 10

En el Antiguo Testamento el banquete tiene el significado de los tiempos mesiánicos, de la irrupción definitiva del favor de Dios para transformar la tristeza y devolver el sentido de la vida a los desencantados, El siempre dispuesto a saciar los más hondos anhelos del ser humano: “Aquí tenemos a nuestro Dios: esperamos que El nos salvara; El es Yahvé, en quien esperábamos; celebremos con alegría su victoria” . 11

Los nuevos invitados son todos los seres humanos, sin importar ni raza ni condición social, ni religiosidad y – lo más escandaloso para los judíos y similares – sin importar si son buenos o malos. Aquí hay un dato decisivo para comprender la misión de Jesús, su Buena Noticia que resignifica la vida de los condenados morales, de los humillados y ofendidos, de los desolados por causa de las injusticias de sus semejantes, de los rechazados por las instancias de religión y de moralidad.12

Tal mensaje tiene hoy las mismas implicaciones que en tiempos de Jesús. Dios sigue llamando a todos, sin excepción, pero cada uno responde según sus prioridades e intereses. 13 El centro del mensaje es la iniciativa universal de salvación que se origina en el Padre, intención de que todos los seres humanos lleguen a su plenitud; con esto, no admite la soberbia religioso moral de quienes presumen ser los administradores de los dones de gracia y salvación, despreciando y condenando a quienes – según ellos – no poseen las condiciones de santidad y de moralidad para hacerse acreedores a tales beneficios.

Para el auténtico proyecto cristiano no es admisible que unos pocos se sientan los elegidos y denigren de la mayoría. La conciencia de la fragilidad humana invita al realismo y a la esperanza, propiciando que todos nos sintamos destinatarios del amor de Dios.

No va con el proyecto de Jesús que algunos sigan empeñados en el pequeño y mezquino negocio de una salvación individual sin darse cuenta de que una salvación que no se ejerce en clave de solidaridad no es ni humana ni cristiana. Gran pecado de muchos en el mundo cristiano ha sido poner un envoltorio repugnante al evangelio, llenando la fe cristiana de prohibiciones, de miedos y culpas, de dogmatismos y milimetrías jurídicas, secuestrando la Buena Noticia y la esperanza de muchos en el mundo.

La parábola de este domingo es fuerte confrontación a estas mentalidades estrechas e invitación para acceder al evangelio de la misericordia y de la compasión.

En la reciente encíclica del papa Francisco – “Fratelli Tutti” – desfila una humanidad agobiada por violencias, pobrezas, exclusiones sin cuento, desencantos, migraciones forzadas, manipulaciones, indignidades de las que son responsables los poderes y los poderosos del mundo, pandemias interminables de injusticia y desconocimiento de la dignidad humana. A esa humanidad va la invitación del banquete del rey, esos son los favoritos de Dios, a ellos se dedicó Jesús con todo su ser, a esos nos llama él mismo para que trabajemos con denuedo en la afirmación apasionada de la dignidad y la libertad de los hijos de Dios 14 : “ Las siguientes páginas no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos. Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad”. 15

1 José María Castillo. Dios y nuestra felicidad. Desclée de Brower. Bilbao, 2001.

2 1 Juan 4: 16

3 Salmo 22: 1-3

4 Filipenses 4: 12-13

5 Juan Arias. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 2003.José María Mardones. Matar a nuestros dioses: un Dios para un creyente adulto. PPC. Madrid, 2007.

6 Mateo 22: 3-6

7 Carolina Vila Porras. Concepción de la ley israelita en el Nuevo Testamento y la concepción que de ella tiene Jesús. Publicado en Revista Cuestiones Teológicas volumen 42 número 98 julio-diciembre 2015, páginas 483 a 510. Facultad de Teología, Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín. Warren Carter. Mateo y los márgenes: una lectura sociopolítica y religiosa. Verbo Divino. Estella, 2007.

8 Mateo 22: 9-10

9 Por “paganos” se entiende a todos aquellos que no venían del judaísmo tradicional, también a quienes llevaban vidas apartadas de la moralidad de esa tradición religiosa. Alude a la actitud abierta de Jesús ante tantas personas pecadoras pero dispuestas a dejarse asumir por la misericordia y la compasión de Dios, conscientes de su fragilidad y en trance de acoger el don de su gracia.

10 Isaías 25: 8

11 Isaías 25: 9

12 José María Castillo. El reino de Dios: por la vida y la dignidad de los seres humanos. Desclée de Brower. Bilbao, 1999.

13 Albert Vanhoye. Acoger el amor de Dios. Sal Terrae. Santander, 2012.

14 Papa Francisco. Carta Encíclica Fratelli Tutti sobre la fraternidad y la amistad social. Presentada en Asís – cuna de San Francisco – el 3 de octubre de 2020.

15 Papa Francisco. Número 7 de la encíclica.

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