domingo, 4 de marzo de 2012

Pistas para la Homilía, por Jorge Humberto Peláez S.J., CUARESMA – DOMINGO II B (4-marzo-2012)

1. Lecturas:
a. Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18
b. Carta de san Pablo a los Romanos 8, 31-34
c. Marcos 9, 2-9

2. El Evangelio de hoy nos trae el relato de la Transfiguración de Jesús, en la cima de una montaña. Para las nuevas generaciones, que están inmersas en las tecnologías de la información y la comunicación, esta narración – piensan ellos – está llena de efectos especiales: vestido de un blanco deslumbrante; diálogos con dos personajes, Moisés y Elías, que habían muerto hacía varios siglos; la nube que los cubrió; la voz “en off” que resuena en la montaña.

3. Lo que las generaciones actuales identifican como “efectos especiales”, son elementos muy antiguos de la literatura bíblica para describir manifestaciones particularmente solemnes de la Divinidad, las llamadas “teofanías”.

4. Tiene un profundo significado teológico el diálogo de Jesús transfigurado con Moisés y Elías, que representan los dos grandes ejes de la tradición religiosa de Israel, la Ley y los Profetas; el Mesías anunciado por los profetas ya está presente en medio de la comunidad y ha venido para instaurar un orden nuevo; su mandamiento del amor supera infinitamente el cumplimiento de la ley, que era central dentro de la vida de los judíos piadosos; la presencia de Jesús produce un cambio sustancial en la comprensión de la salvación, que ya no será más el resultado de la voluntad humana que se esfuerza por cumplir escrupulosamente cada uno de los innumerables preceptos legales, sino que es un don que recibe el que se abre a la Palabra de Dios, anunciada por Jesús.

5. Después de estos comentarios que sirven de introducción al texto de la Transfiguración, los invito a centrarnos en las solemnes palabras que se escucharon: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. Analicemos separadamente los dos elementos que aparecen.

6. ¿Cuál es el alcance teológico de la primera parte de las solemnes palabras que transcribe el texto?
a. La frase “Este es mi Hijo amado” es la confirmación del ser y de la misión de Jesús. Él no es un profeta más; no es un líder político que se sublevó contra Roma, que era la potencia dominante; no es un inspirado comunicador que supo tocar el corazón de las multitudes que lo seguían llenas de esperanza.
b. Jesús es mucho más que eso. Es el Hijo eterno del Padre que se hace hombre en las entrañas de una mujer. Esta revelación de la identidad de Jesús desborda nuestra capacidad de comprensión.
c. En los versículos de la Carta a los Romanos que escuchamos hace algunos minutos, el apóstol Pablo hacía referencia al amor infinito de Dios que nos ha dado a su Hijo, y la confianza que tal gesto nos transmite: “Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él?”

7. Veamos ahora el alcance teológico de la segunda parte del solemne anuncio: “Escúchenlo”:
a. Es la consecuencia lógica de la declaración sobre la filiación divina de Jesús. Las palabras salidas de sus labios son únicas. Como lo expresa san Juan en el Prólogo de su Evangelio, la “Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Al escucharlo debemos ser conscientes de que Jesús es el revelador del Padre; Él es camino, verdad y vida; nos pone de manifiesto el plan de Dios sobre la humanidad y sobre cada uno de nosotros, y su voluntad de convertirnos en sus hijos y comunicarnos la vida divina.
b. Sus palabras, tal como nos han sido transmitidas por la comunidad apostólica, no son el eco de unas enseñanzas pronunciadas hace dos mil años. Jesús resucitado está vivo en medio de la comunidad de los creyentes.
c. Sus palabras, que son fuente de vida eterna, están a nuestro alcance cuando meditamos los textos sagrados, cuando participamos en la liturgia y recibimos los sacramentos, cuando acogemos las enseñanzas de la Iglesia, que es Madre y Maestra, cuando servimos a los excluidos del mundo que son el rostro de Jesús (no olvidemos que el servicio es la medida con que seremos juzgados: “tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber”)

8. Que esta sencilla meditación sobre la Transfiguración de Jesús, que se ha centrado en las palabras: “Este es mi hijo amado; escúchenlo” fortalezca nuestra fe en Jesús como revelador del Padre, y nos anime en el esfuerzo por ajustar nuestra vida a su propuesta del Reino.

jpelaez@javerianacali.edu.co

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