Lecturas
1. Sofonías 3: 14-18
2. Salmo Isaías 12: 2-6
3. Filipenses 4: 4-7
4. Lucas 3: 10-18
Qué es lo que trae alegría a nuestras
vidas? Qué trae alegría a la sociedad?
En algunos ambientes el gozo se identifica con el desenfreno y las
experiencias de alta intensidad, en la satisfacción inmediata de los sentidos,
en los amoríos frenéticos, en el derroche, en la exaltación de lo artificial.
Vivimos nosotros en esta perspectiva o tenemos la inteligencia espiritual que
nos lleva a la alegría honda, la que proviene del Espíritu, la genuinamente
humana, la que nos lleva a ser solidarios de los gozos y esperanzas de la
humanidad?
Para alentar esto último el profeta
Sofonías dice: “No tengas miedo, Sión; no desfallezcan tus manos! Yahvé tu Dios está
en medio de ti, un poderoso salvador! Exulta de gozo por ti, te renueva con su
amor; danza por ti con gritos de júbilo, como en los días de fiesta”
(Sofonías 3: 16-18). En este empeño que
tenemos de hacer de nuestra espiritualidad una realidad encarnada en nuestra
vida preguntémonos si Dios es el motivo sustancial de alegría, de plenitud, de
celebración, y si todo el tejido de nuestra historia personal, familiar
,colectiva, está inscrito en esa perspectiva de esperanza que se origina en
Aquel que ha optado decisiva y prioritariamente por nuestra felicidad.
Siempre la lógica del Evangelio va en
contra de muchas mentalidades y prácticas, no por el prurito de contradecir,
sino por destacar los valores auténticos que dan libertad y salvación al ser
humano. Por eso no podemos estar de acuerdo con esa felicidad banal que sólo
dura instantes efímeros, y nos orientamos a la construcción de plenitudes
duraderas, las que se afianzan en Dios y en el cumplimiento de sus promesas de
bienaventuranza para toda la humanidad.
Esta certeza nos permite unirnos a la
exclamación de Isaías: “Este es Dios mi salvador: estoy seguro y
sin miedo; Yahvé es mi fuerza y mi canción, él es mi salvación” (Isaías
12: 2). Que esto nos inspire para que
los días de Adviento que ahora siguen sean de espera feliz, como la ilusión de
las madres embarazadas aguardando sus bebés, o la de aquellos que cultivan
bellas ilusiones y hacen de sus vidas el ámbito de la esperanza que va más allá
de los límites del tiempo. También es de esperar que las celebraciones de estos
días, la novena de Navidad que empieza hoy, sean momentos de encuentro
fraterno, familiar, de oración confiada y agradecida, de construcción de
vínculos hondos animados por el mismo Dios, presente en el centro de nuestra
historia. Y que con esto contraarrestemos los efectos nocivos de las fiestas
desenfrenadas, intrascendentes, pasajeras.
Sigamos también en la tónica de revisar nuestra vida,
los logros y las plenitudes de 2012, sus límites y frustraciones, el dolor y la
alegría, la enfermedad y la salud, con la intención de leer en esas historias
el suceder liberador de Dios, siempre con la perspectiva de llevar existencias
más cabales, generosas, solidarias, honestas, abnegadas, siguiendo el diseño de
ser humano ideal que el Padre nos propone en su hijo Jesús.
Tomemos la insistencia de Pablo a los
Filipenses: “Estén siempre alegres en el Señor; les repito: estén alegres” y “Y la
paz de Dios, que supera toda inteligencia, custodiará sus mentes y sus
corazones en Cristo Jesús” (Filipenses 4: 4 y 7). Desde COMUNITAS
MATUTINA animémonos unos a otros para vivir en esta clave teologal, para
superar el cristianismo de inercia sociocultural y ritual dando el paso
cualitativo a la experiencia de Dios encarnado en nuestra condición humana,
amando, creando, salvando, consolando, liberando, redimiendo, reivindicando,
perdonando.
Seamos solidarios con los dolores de
la humanidad. Hoy estamos particularmente afligidos con la masacre de veinte
niños y siete adultos en una escuela del estado de Connecticut en los Estados
Unidos. Nos unimos a esa comunidad, a sus familias, para sentir con ellos su
dolor, para vivir el sentido cristiano de la cercanía y de la compasión.
Igualmente miremos a toda la humanidad, a sus muchos lugares donde predominan
la exclusión, la violencia, la muerte, y sintamos que el Espíritu nos mueve a
integrar en nuestros proyectos de vida – como algo normativo del seguimiento de
Jesús! – el servicio, la donación de nuestro ser y nuestro tener, la
infatigable pasión por la dignidad de cada ser humano.
De conclusión para hoy, y de modo no
menos importante, Juan Bautista hace recomendaciones fundamentales para recibir
al Señor cabalmente: “El que tenga dos túnicas, que las reparta
con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo” (Lucas
3: 11). A buen entendedor pocas palabras!!!
La solidaridad no es una actuación ocasional
para dar nuestros sobrantes, es un talante que debe permear la totalidad de
nuestros relatos vitales, llevándonos a un trabajo permanente en este sentido.
Influyendo, si está en nuestras manos, para que la organización de la sociedad
sea equitativa y promotora del ser humano; participando en grupos de servicio,
de defensa de los derechos humanos, de educación, de atención población
vulnerable, de organización para el emprendimiento de estas comunidades. Este
es uno de los signos más elocuentes de que el humanismo cristiano encuentra
arraigo en nuestras prioridades, intenciones, actuaciones.
Y que en todo esto sigamos el
testimonio del Bautista: “Y, con otras muchas exhortaciones,
anunciaba a la gente la Buena Nueva” (Lucas 3: 18). En su momento, el
movimiento que este profeta suscitó en las gentes de Israel fue auténtica
esperanza, porque volvió por los fueros de la relación limpia con Dios, de la
genuina conversión del corazón a El, de la religión sincera.
Hace poco leímos que un laico
uruguayo, secretario del Consejo Pontificio para los Laicos, organismo de la
Santa Sede, hablaba del cristianismo en América Latina como algo “gris y
anodino”. Será cierta esta afirmación? Es muy fuerte , supuesto, en un
continente en el que la mayoría de sus habitantes profesan esta fe. Sin
ponernos ahora con debates interminables, dejemos que las palabras de Guzmán
Carriquirry, que así se llama este buen cristiano, nos interroguen si nuestra
manera de vivir es , como la de Juan el Bautista, un anuncio gozoso, seductor,
apasionante, de la Buena Noticia de Jesús.
Recordemos , especialmente los
mayores, un libro de los años setenta llamado “El Dios en quien no creo”,
escrito por el periodista y sacerdote español Juan Arias. En su trabajo, invita
a despojarnos de las falsas imágenes de Dios, con sus correspondientes
prácticas distorsionadas. Es el dios que no genera buena nueva, es el dictador,
el intransigente, el vengativo, el castigador, el que sólo impone normas y
doctrinas. En cambio, el Dios que se nos revela en Jesús sí es BUENA NOTICIA
porque es un Dios implicado, cercano, solidario, enamorado de nosotros, de
nuestra felicidad, es el que siempre viene para nuestra plenitud!!
Hoy acompañamos este mensaje con el
reciente texto de Benedicto XVI-Joseph Ratzinger sobre la infancia de Jesús.
Antonio José Sarmiento Nova,S.J.
Alejandro Romero Sarmiento
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