Lecturas
1. Eclesiàstico 3: 2-6 y 12-14
2. Salmo 127: 1-5
3. Colosenses 3: 12-21
4. Lucas 2: 41-52
La realidad central que celebramos en
Navidad es que “la Palabra se hizo carne y habitò entre nosotros ;y hemos visto su
gloria, la gloria propia del hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”
(Juan 1: 14). Esto quiere decir
que Dios se ha hecho “humano, demasiado humano” para que nosotros seamos “divinos,
demasiado divinos”. Esta es la jugada
maestra de lo que en la tradición cristiana llamamos la ENCARNACION. Un Dios que es
de nosotros, para nosotros, con nosotros. Es decir, que Dios està totalmente
implicado en la humanidad.
En otros contextos religiosos,
especialmente de la antigüedad, la concepción de Dios es de lejanìa, de
inaccesibilidad, de jerarquía, de majestuosidad. En la revelación cristiana
Dios se inserta en nuestra historia, y lo hace en modo de cercanìa, y esto con
el talante de fragilidad y pequeñez, lo que vemos en el niño de Belèn, dejando
de lado toda arrogancia y espectacularidad.
Dios en la plena expresión que de sì
mismo ha hecho en Jesùs camina con nosotros por la vida, por nuestra historia,
como lo hizo con nuestros antepasados israelitas, con los primeros discípulos,
y como la hace con tantas personas que tienen el don de captar lo esencial del
Evangelio. Es un Dios que se desposee de título, como dice Pablo: “El
cual, siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al
contrario, se anonadò a sì mismo, y tomò la condición de esclavo, pasando por
uno de tantos” (Filipenses 2: 6-7).
Este elemento del vaciamiento de sì
mismo es esencial para comprender a Jesùs, para vivir según su propuesta.
Grandes preguntas que El nos formula a cada uno en particular, pero también a
la sociedad y, por supuesto, al mundo cristiano, a la Iglesia: nos dejamos
envolver por el vano honor del mundo, buscamos posiciones y aplausos, somos vanidosos y soberbios, hemos permitido
que se nos filtren los criterios mundanos de poder , oscureciendo el mensaje
evangélico?
Este época de Navidad es una
temporada favorable para dejarnos tocar mente y corazón por estas cuestiones de
fondo, normativas para quienes intentamos seguir el camino de Jesùs. Es bueno
también recordar el testimonio de aquellos y aquellas a quienes reconocemos
como ejemplares en esto, los cristianos sinceros, generosos, que se despojan de
las tentaciones del egocentrismo y se van a pie por la vida tras los pasos del
Señor, implicándose en las crudas realidades de los seres humanos, metiéndose
hasta la raíz de sus dolores, asumiendo como propias sus tristezas, dando todo de sì para ser instrumentos que
comunican la vitalidad liberadora de Dios.
Salgamos del centro comercial, del
vaivén social de la Navidad, y vayamos por las calles ocultas de la historia,
donde no hay festejos deslumbrantes, ni costosos regalos, y dejemos que sea el
mismo pequeño de Belèn el que nos ponga de frente a estas circunstancias,
frente a tantos seres humanos
victimizados por el egoísmo y la
injusticia de quienes deberían ser sus hermanos. Que sea esta una Navidad
descalza, limpia, profundamente humana, como nuestro Dios.
Dentro de las concreciones de la
encarnaciòn està esta que destaca la Iglesia en la fiesta de este domingo: la
familia de Nazareth. A eso se orientan los textos bíblicos que indica la
liturgia. Jesùs fue hijo de familia, y vivió todo el significado de un hogar
modesto, laborioso, humilde, y profundamente creyente.
En nuestra oración de este domingo
traigamos al corazón a nuestros padres y madres, a los hermanos e hijos, dando
gracias a Dios por la vida de los que ya están con El, disfrutando de la plena
bienaventuranza, y orando por los que nos acompañan, y a quienes nos debemos en
los mejores términos de amor, respeto, acatamiento, cuidado, diálogo, cercanìa. Como
era Jesùs con Josè y con Marìa.
Una palabra especialísima de afecto
hacia los padres que ya están mayores:”Hijo, sè el apoyo de tu padre en su
vejez…… aunque se debilite su mente, sè indulgente con èl, no lo desprecies, tù
que estàs en pleno vigor” (Eclesiàstico 3: 12-13). Esta es otra de las exigencias de
eso que llamamos dignidad humana, que nos compromete tanto en el plano secular,
el propio de la humanidad, como en el creyente, derivado de la lógica de la
encarnaciòn.
El texto de Colosenses es una
invitación paulina al respeto y amor profundos en la diferencia, condiciones
vitales para una familia saludable: “Como elegidos de Dios, pueblo suyo y
amados por El, revístanse de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad,
de mansedumbre y de paciencia. Sopòrtense mutuamente y perdónense cuando alguno
tenga motivos de queja contra otro. Del mismo modo que el Señor los perdonò,
perdónense también ustedes” (Colosenses 3: 12-14).
Cuàntas cosas nocivas, preocupantes,
dolorosas, surgen en familias desavenidas! Incluso conflictos que perjudican la
armonía del tejido social. Y también, cuàntas cosas bellas, nobles, dignas, que
hallan su cuna en el amor familiar. Al contemplar esta discretísima familia de
Nazareth, pidamos al Espìritu todos los dones requeridos para que nuestros
hogares sean ámbito de profundo humanismo.
La condición familiar, vivida dentro
de esta plenitud evangélica, es bendición de Dios: “Tu esposa será como una vid
fecunda dentro de tu casa; tus hijos, como brotes de olivo en torno a tu mesa.
Asì será bendecido el hombre que respeta al Señor! (Salmo 127: 3-4).
El incidente que relata el texto de
Lucas expresa la densidad amorosa y espiritual del hogar constituìdo por Josè,
Marìa y Jesùs. Se inquietan por no encontrar a su hijo en la caravana de
regreso a Nazareth: “Hijo, por què nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado
angustiados” (Lucas 2: 48), y la respuesta: “Por què me buscaban? No sabían
que yo debo ocuparme de los asuntos de mi padre? (Lucas 2: 49). La
razón de ser de la paternidad y la maternidad es la vida plena de los hijos! El
cuidarlos, el estar pendientes de su felicidad!
Y de una manera muy sobria el texto
lucano describe la vida familiar de Jesùs: “Bajò con ellos a Nazareth, donde vivió
obedeciéndolos. Su madre conservaba cuidadosamente todos estos recuerdos en su
corazón. Y Jesùs iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio ante Dios
y ante los hombres” (Lucas 2: 51-52).
Un abrazo grande desde esta orilla de
la vida para mis padres Josè Antonio e Inesita, y con ellos para mi hermana
Clarita, los tres gozosos en la eternidad de Dios. Ellos que supieron de hogar
y de familia, de paternidades y maternidades sin reserva! Y también para todos
los padres y madres que integran COMUNITAS
MATUTINA.
Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Alejandro Romero Sarmiento
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